* “El mismo Pedro, después de su caída y restablecimiento, volvió a confesar, lleno del Espíritu Santo, delante del Sanedrín presidido por el sumo sacerdote Anás: «No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4,12)”

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