* «Abrí la Biblia en el Libro del Génesis, me puse a leer y luego, de repente... Lo escuché. No con los oídos, sino dentro de mí mismo. ¡Fue increíble! Esta voz era fuerte como una campana, decidida, masculina y al mismo tiempo llena de amor. Mis ojos se movían sobre las palabras de la Escritura y la voz las repetía en mí. Cuando me detuve, Él también dejó de hablar, y cuando yo comencé, Él habló de nuevo. Supe que estas palabras fueron dichas por Alguien personalmente a mí. Como si fuera un padre para su hijo amado. Alguien vivo y real, que creó todo el universo, toda la creación, y ahora habla con la pequeña mota en este cosmos como si fuera un niño amado. De repente, tuve algo así como una epifanía. Una luz extraña inundó mi corazón, y en él apareció la alegría, el amor, la paz y la felicidad. Dios me tocó con su amor. Creí y me enamoré de Él como un niño pequeño de su papá. En un instante, me llené de luz, alegría y felicidad. La gracia de Dios me inundó y resucité a la vida»
Camino Católico.- El científico y oncólogo polaco Zbigniew Kowalski nació hace 68 años en el seno de una familia católica que no practicaba la fe. De niño creía en Dios, pero su fe no logró echar raíces. Fue bautizado, recibió su Primera Comunión, y todo se detuvo allí. Después de eso, no hubo sacramentos ni asistencia a misa, la oración diaria era casi inexistente. Dejó de asistir a clases de religión. Decidió manejar su propia vida. "Decidí ser independiente de Dios y de las personas y decidir por mí mismo lo que es bueno y lo que es malo. Me pareció entonces que Él me impedía ser feliz según mi ‘receta de felicidad’", cuenta el evangelizador a Niedziela.
Reconoce que esa particular receta consistía “en ganar tres cosas en la vida: los placeres sensuales, los que resultan de tener bienes materiales y también exaltarse a sí mismo por encima de los demás, es decir, el poder, la propia gloria y fama. Me entregué por completo a estos tres ídolos", comparte.
El camino hacia esta felicidad mundana resultó ser engañoso. Al quitarle lentamente la libertad interior, hizo al hombre esclavo del pecado. "Empecé a sentir que mi vida no tenía sentido. El amor y los restos de la fe murieron en mí. La vida de Dios murió en mí. Me convertí en un zombi, un cadáver andante. Alguien que parece comer, beber, hablar, pero está muerto", recuerda Zbigniew.
En su vida había placeres, estudios, un buen trabajo, dinero, empeño por formar una familia, una carrera profesional, el reconocimiento entre la gente, la fama local. Así que debería estar feliz… después de todo parecía haber triunfado. "Estaba completamente decepcionado. No encontré felicidad, solo placeres efímeros y una constante inquietud del corazón. Caí en el círculo vicioso del pecado. No era una adicción típica a algo, sino una adicción al pecado de la incredulidad, la falta de amor a Dios, la idolatría basada en la adoración de uno mismo y de las propias concupiscencias. Por fuera, todo estaba bien, pero en mi corazón había vacío y muerte".
Resucitado a la vida
A los 30 años, por curiosidad, se topó con la Biblia y nada más empezar a leerla quedó prendado. Escuchó la voz de Dios … "Abrí la Biblia en el Libro del Génesis, me puse a leer y luego, de repente... Lo escuché. No con los oídos, sino dentro de mí mismo. ¡Fue increíble! Esta voz era fuerte como una campana, decidida, masculina y al mismo tiempo llena de amor. Mis ojos se movían sobre las palabras de la Escritura y la voz las repetía en mí. Cuando me detuve, Él también dejó de hablar, y cuando yo comencé, Él habló de nuevo. Supe que estas palabras fueron dichas por Alguien personalmente a mí. Como si fuera un padre para su hijo amado. Alguien vivo y real, que creó todo el universo, toda la creación, y ahora habla con la pequeña mota en este cosmos como si fuera un niño amado. De repente, tuve algo así como una epifanía. Una luz extraña inundó mi corazón, y en él apareció la alegría, el amor, la paz y la felicidad. Dios me tocó con su amor. En un segundo, pasé de ser ateo a creyente. Creí y me enamoré de Él como un niño pequeño de su papá. En un instante, me llené de luz, alegría y felicidad. La gracia de Dios me inundó y resucité a la vida".
Su nombre -Zbigniew-, de origen eslavo, significa en español "el que fue liberado de la ira" y en efecto al recibir el don de la fe es lo que ocurrió en su alma. "En Jesús encontré el sentido y el amor de mi vida. Le confié completamente mi cuerpo y mi alma, mi mente y mi libre albedrío, mi familia y todas las esferas de la vida. Comencé a leer y meditar en las Sagradas Escrituras todos los días. Encontré un libro de oraciones y comencé a recordar oraciones olvidadas hace mucho tiempo. Regresé a la Iglesia y a los sacramentos. He aceptado con alegría la gracia de la fe y sigo colaborando con ella. Trato de multiplicarlo, usando la prescripción de los Hechos de los Apóstoles: permanecer en comunicación cotidiana con Jesús (Hch 2, 42). Desde el momento de mi conversión, mi corazón se aferró a Él. Lo he agarrado y lo he estado sosteniendo hasta el día de hoy", concluye Zbigniew Kowalski.
La historia de Zbigniew Kowalski muestra que "nada es imposible para Dios" y donde el pecado abunda, la gracia desborda aún con mayor abundancia. En 2003 Zbigniew fundó la Comunidad de Evangelización AGUA VIVA en la parroquia de Nuestra Señora Reina de Polonia en Mława, con la que ha realizado más de 60 retiros en Polonia y en el extranjero. Ha proclamado la Buena Nueva a muchos extranjeros, paganos y seguidores de otras religiones. Más de la mitad de ellos aceptaron la gracia de la fe y la conversión, reconociendo a Jesús como su Señor y Salvador.
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