Camino Católico.- Cada 16 de octubre la Iglesia celebra a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), religiosa francesa de la Orden de la Visitación de Santa María, conocida por haber sido testigo y depositaria de las promesas y revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús.
Las apariciones del Señor, en las que le mostró su amoroso corazón a Margarita, se produjeron en el lugar donde hoy se sitúa la Basílica del Sagrado Corazón, Paray-le-Monial (Francia).
Marguerite-Marie Alacoque -nombre de pila de la santa- nació en Verosvres (Francia) en 1647. Cuando tenía ocho años, en 1655, su padre murió y ella ingresó al internado de las hermanas clarisas, donde empezó a sentirse atraída por la vida en común que llevaban las religiosas.
Margarita María recibió la Primera Comunión a los nueve años. Sólo un par de años después empezó a desarrollar una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama, por lo que tuvo que dejar el internado y regresar a la casa familiar. En esas circunstancias, Margarita buscaría consuelo en la Virgen María, a quien prometió que si le devolvía la salud, se haría una de sus hijas.
Después de casi cuatro años postrada, la niña recuperó milagrosamente la salud -la santa le atribuiría esta curación a la Madre de Dios por el resto de su vida-. María nos escucha y es siempre fiel.
La infancia de Margarita también estaría marcada por las tensiones familiares. La muerte de su padre precipitó que su abuela paterna y dos de sus tías se mudaran con ella. Estas mujeres se apoderaron de la casa y comenzaron a maltratar a su madre. A Margarita no la dejaban salir a la iglesia con libertad, a no ser para la Misa dominical, lo que se convirtió para ella en fuente de gran tristeza, porque gustaba de ir al templo todos los días.
La madre de Margarita, ella y sus cinco hermanos quedaron entonces a expensas de las intrusas, en condición de semiesclavitud. Aquejada por los constantes maltratos, a Margarita le pareció que nuestro Señor le estaba pidiendo algo especial. Pensó que debía imitarlo lo mejor posible para sobrellevar las penas y dolores, como los que Él sufrió en su Pasión.
En adelante, Margarita empezaría a aceptar las dificultades con más paciencia, con el deseo de asemejarse a Cristo sufriente. Descubrió cuánto le atraía la idea de estar frente al Sagrario, donde está Jesús Sacramentado. Ella relata cómo el Señor se le manifestaba en aquellos momentos de oración: "Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio, tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo, tendrás tristeza y amargura".
Margarita, entonces, decidió hacerse religiosa, aun cuando no contaba con el apoyo de sus familiares. Así, en 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le-Monial. Allí no todo fue color de rosa; pasó por momentos difíciles, algunos de ellos causados por la dureza de trato de sus superioras o por las personalidades conflictivas de algunas de sus hermanas.
Con todo, se produciría un giro impredecible. El 27 de diciembre de 1673 a Margarita se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento. Se trataba de un gesto de piedad en memoria de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní; cuando de pronto, se abrió el sagrario y se descubrió en presencia del Señor Jesús.
Nuestro Señor tenía expuesto, sobre el pecho, su Sagrado Corazón: este aparecía llagado, rodeado de flamas ardientes y con una corona de espinas encima. Entonces, Jesús, señalando su propio corazón con el dedo, dijo: "He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme".
Era el pedido inicial de Dios para que Margarita, su vidente, se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús como forma de desagravio.
El Corazón de Jesús se le apareció a la vidente durante 18 meses más. En estos, el Señor le pidió en repetidas oportunidades que se celebre una fiesta dedicada a su Sagrado Corazón. Dicha celebración debería realizarse el viernes de la semana siguiente a la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi).
Además, Jesús le comunicó a Santa Margarita un conjunto de promesas para quienes se hiciesen devotos de su Corazón. Ella lo relata así: "Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Daré paz a las familias. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros viernes (del mes) para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen".
Por esas cosas de Dios, el sacerdote jesuita San Claudio de La Colombière fue nombrado capellán del convento donde vivía Margarita.
Entre ambos santos nacería un vínculo espiritual de inmediato, que después tomaría una dimensión mayor: a la larga, la Compañía de Jesús se convertiría en la mayor propagadora de la devoción al Corazón de Jesús en el mundo.
En la última etapa de su vida, Margarita fue nombrada maestra de novicias. El Corazón de Jesús le dijo: "Si quieres agradarme, confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí".
El 17 de octubre de 1690, en Paray-le-Monial, Margarita fue llamada a la Casa del Padre. Su muerte se produjo en paz. Llegó a ver cómo su comunidad había crecido en frutos de santidad gracias al Sagrado Corazón, y cómo mucho del rechazo que inicialmente hubo contra la devoción que impulsó había desaparecido.
Santa Margarita María murió confiada en que estaría para siempre al lado de su amadísimo Señor, cuyo Corazón había enseñado ella a amar a muchos otros.
Desde los monasterios de las Visitandinas se siguió propagando la devoción al Corazón de Jesús y así, en 1765, el Papa Clemente XIII introdujo la Fiesta del Sagrado Corazón para la ciudad de Roma. Hacia 1856, el Beato Pío IX la extendió a toda la Iglesia y finalmente, en 1920, Margarita fue proclamada santa por el Papa Benedicto XV.
“Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta los trabajos que requieren nuestra total atención pueden ser un testimonio de nuestro amor” (Santa Margarita María Alacoque).
Oración para pedir poder reclinar nuestra vida sobre el Sagrado Corazón de Jesús
Oh, Santa Margarita María Alacoque,
tú fuiste elegida por Dios para revelar al mundo
la divina belleza del Corazón de Jesús, su bondad infinita,
su misericordia sin límites, su luz radiante,
haz que también nosotros reclinemos nuestra vida en su Corazón.
Corazón de Jesús, derrama la abundancia de tu amor
sobre los pecadores, para que regresen a ti,
sobre los creyentes, para que vivamos de ti,
a los misioneros, para que testimonien acerca de ti,
sobre los enfermos, para que se sanen en ti,
sobre los moribundos, para que se abandonen a ti.
Dame un corazón bueno, sincero y disponible,
capaz de amar y de sufrir, de perdonar y de alegrarse,
de vivir cada momento de la vida como
un gran regalo de tu Amor infinito.
Corazón de Jesús, fuente de Caridad, de Paz, de Verdad, de Esperanza,
confío en Ti, me encomiendo a Ti.
Oración pidiendo conocer en profundidad al Sagrado Corazón de Jesús
¡Oh Bienaventurada Margarita María! depositaria venturosa del tesoro de los cielos, el Corazón Divino de Jesús, permite que, considerándote mi hermana, en este incomparable amor, te ruegue me des con generosidad, la parte que me corresponde en esa mansión de infinita caridad.
Confidente de Jesús, acércame tú al Sagrario de su pecho herido; Esposa de predilección, enséñame a sufrir por la dilatación de aquel reinado cuya causa te confió el Maestro.
Apóstol del Sagrado Corazón, consígueme que se realicen conmigo las promesas que en beneficio de su gloria, te hizo ochenta y siete veces el Amado; Discípula regalada del Divino Corazón, enséñame la ciencia de conocerlo como lo conociste tú, en el perfecto olvido de mí mismo y de la tierra.
Víctima del Corazón de Jesús Sacramentado, toma el mío, y ocúltalo en la llaga donde tú viviste, compartiendo ahí las agonías del Cautivo del amor, de Jesús-Eucaristía.
Él, te dijo, hermana muy amada, que dispusieras en la eternidad del cielo, de este otro cielo, el de su Corazón Sacramentado; ¡Oh Margarita María! entrégamelo, pues, para consumirme en ese incendio, dámelo para llevarlo como vida redentora a los pobres pecadores y como glorificación de ese mismo Corazón Divino a las almas de los justos.
¡Ah, sí! compartamos, hermana mía el mismo sacrificio, el mismo apostolado, el mismo paraíso del Corazón Divino de Jesús: venga a nos su reino.
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