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miércoles, 5 de marzo de 2025

Homilía del Miércoles de Ceniza: Relativizar los afanes por los bienes de este mundo y volvernos hacia Dios para hacer de Él nuestro tesoro; liberarnos de nuestros hábitos y dependencias desordenadas / Por P. José María Prats


* «Durante la Cuaresma el Espíritu Santo actúa en nosotros como fuego purificador y, a través del don de fortaleza, nos sostiene en la lucha contra nuestros vicios, desórdenes y pasiones. Cada cual, en oración delante del Señor, tiene que descubrir qué es lo que Dios le pide que haga en esta Cuaresma para avanzar en el camino de la santidad»

Miércoles de ceniza - C

Joel 2, 12-18 /  Salmo 50 / 2 Corintios 5, 20-6,2 / San Mateo 6, 1-6.16-18

P. José María Prats / Camino Católico.- Nuestra fe nos dice que la vida en este mundo es un misterio de muerte y resurrección. Nuestra naturaleza herida por el pecado tiene que morir con Cristo para resucitar con Él a una nueva vida en santidad y justicia. Esta muerte y resurrección de nuestro núcleo más profundo se produce en el bautismo, pero a lo largo de la vida, tiene que irse extendiendo a todas las dimensiones de nuestro ser.

Cada año, durante el Triduo Pascual, se hace presente en la Iglesia el Misterio Pascual de la muerte y resurrección del Señor y, al celebrarlo, nos sumergimos en él para ser transformados y regenerados. Pero para que la gracia de este Misterio actúe eficazmente en nosotros debemos hacer un esfuerzo por ir dando muerte al hombre viejo que aún habita en nosotros.

Este esfuerzo, lo realizamos con particular intensidad y conciencia durante los cuarenta días de la Cuaresma que hoy iniciamos. Es una gran oportunidad para purificarnos que no podemos desaprovechar. Durante este tiempo contamos con una asistencia muy especial del Espíritu Santo y con el acompañamiento y sostenimiento de la Iglesia.

Durante la Cuaresma el Espíritu Santo actúa en nosotros como fuego purificador y, a través del don de fortaleza, nos sostiene en la lucha contra nuestros vicios, desórdenes y pasiones. Por otra parte, no es un esfuerzo que hacemos en solitario, sino en comunión con toda la Iglesia, iluminados y confortados por su liturgia y unidos a la lucha de nuestros hermanos. 

En concreto, ¿qué podemos hacer para purificarnos? El evangelio nos ha recordado las prácticas judías de purificación que Jesús asumió: oración, limosna y ayuno. La oración más intensa nos ayuda a relativizar los afanes por los bienes de este mundo y volvernos hacia Dios para hacer de Él nuestro tesoro. La limosna nos ayuda a superar nuestro egoísmo y abrirnos a la comunión con los hermanos. El ayuno nos enseña a vencernos a nosotros mismos y a liberarnos de nuestros hábitos y dependencias desordenadas. Todo esto, como nos advierte Jesús, hemos de realizarlo de forma discreta y humilde.

Cada cual, en oración delante del Señor, tiene que descubrir qué es lo que Dios le pide que haga en esta Cuaresma para avanzar en el camino de la santidad.

En general tenemos que evitar todo lo que contribuye a la dispersión: la atención excesiva a los medios de comunicación, la dependencia de los teléfonos y redes sociales, la vida social desmesurada... y promover el silencio y el recogimiento, donde nos reencontramos con Dios y con nosotros mismos.

Que el signo penitencial tan potente de la imposición de la ceniza que vamos a realizar a continuación, selle solemnemente nuestro compromiso de conversión y purificación durante esta Cuaresma.

P. José María Prats


Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

San Mateo 6, 1-6.16-18

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