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miércoles, 15 de abril de 2009

Carta a los divorciados, de Michel Martin-Prével
El autor aborda el dolor de las personas que han sufrido una ruptura matrimonial y les habla del perdón, la fidelidad y la importancia de la oración
15 de abril de 2009.-El tema de las separaciones, divorcios y nulidades matrimoniales es actual. Lamentablemente muchas personas, hombres y mujeres, que se encuentran en esa situación no saben dónde acudir cuando su matrimonio se ha resquebrajado o pasan dificultades. El autor de este libro señala, no sin acierto, y dirigiéndose a todos ellos: “Los ‘heridos en el amor’ sois hoy día tan numerosos, que vuestro entorno, vuestros amigos y a veces incluso vuestros guías espirituales parecen decidirse por soluciones dictadas por la falta de coraje, pero que a la larga pueden resultar soluciones a medias, arreglos o males menores”.

(David Amado / Forum Libertas) Todos quedamos desbordados por un drama en el que cada vez participan más actores y corremos el peligro de ser seducidos por la tentación de pensar que es normal sólo lo que es numerosamente significativo. Hay muchos divorciados, y comienzan a ser numerosos los bautizados que, en esa situación, optan por un segundo matrimonio. Al dolor de los que pasan por esa situación se une la dificultad de quienes podrían acompañarles, muchas veces incapaces de encontrar las palabras adecuadas o de mostrarles el camino de la Iglesia por parecerles arduo o hasta imposible.

Michel Martin-Prével, se ha atrevido a escribirle esta carta a ellos, pero también a todo su entorno. Está redactada desde la caridad que no está reñida con la verdad, de la que es su adalid. Por eso, acogiendo el dolor de todas esas personas, y sin juzgarlas en ningún momento, les habla del perdón, de la fidelidad, de la importancia de la oración, del acompañamiento eclesial y de los amigos, de la participación en los sacramentos (que no siempre puede conllevar la comunión eucarística), etcétera.

Se me ocurre que las dificultades de muchos matrimonios forman parte de un enfriamiento general del amor. Que detrás de muchas rupturas se da la falta de matrimonios amigos que sostengan con su misma vida y su entrega a los que se doblegan, y que vivimos en un espíritu de claudicación. Parece como si la belleza del amor que Jesucristo hace posible no estuviera al alcance de todos. La Iglesia, que acompaña a los contrayentes en la fiesta de la boda, también quiere acompañarlos en sus dificultades. No se trata de juzgar ni de aconsejar en primer lugar, sino como escribe el padre Manuel Morales en el prólogo, ante todo debemos escuchar y acoger.

La lectura de este libro, lleno de delicadeza y esperanza, abrirá caminos de luz a quienes han saboreado el trago amargo de la ruptura matrimonial o sufren en su separación. También mueve a la comprensión, a la reflexión y a una actitud más comprometida a todos los que nos encontramos con personas que han pasado por ese lance y, a veces, no sabemos o no nos atrevemos a ser verdaderos amigos suyos. La entrega de Jesús en la cruz, por su Iglesia y para salvar a los hombres, ilumina todo el misterio del amor y del sufrimiento.

Michel Martin-Prével
Carta a los divorciados
Ciudad Nueva
Madrid, 2008
113 páginas

miércoles, 9 de abril de 2008

Benedicto XVI: no al divorcio y al aborto

Para ver el video haz click sobre las imagenes

Curando las heridas del divorcio y del aborto
Un Congreso considera el papel de la Iglesia en la curación
/ Autora:Carrie Gress, traducido del inglés por Nieves San Martín

ROMA, (ZENIT.org).- El dolor y el sufrimiento causados por el aborto y el divorcio impiden a muchas personas vivir una vida de fe plena, constató una conferencia internacional celebrada en Roma sobre la situación de los hijos de divorciados, así como de padres de niños abortados.

El congreso, celebrado entre el 3 y el 4 de abril, titulado «Bálsamo en las heridas: una respuesta a las repercusiones del aborto y el divorcio», fue organizado por el Instituto Pontificio Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, así como por los Caballeros de Colón.

Victoria Thorn, fundadora del Proyecto Raquel, dijo que «la ruptura causada por el aborto impide a millones de personas entrar plenamente en su itinerario de fe, experimentar plenamente la vida divina en su interior».

«La herida del aborto --explicó Thorn-- es a la vez espiritual y humana y debe ser resuelta en ambos campos para ser curada».

La mujer que ha tenido un aborto «cree que ha cometido el pecado imperdonable. Este es el núcleo de la herida espiritual. Es una madre que sabe que es responsable de la muerte de su hijo; un niño que ella nunca permitió nacer, ver y criar. Este es el núcleo de la herida humana».

La madre Mary Agnes Donovan, de las Hermanas de la Vida en Nueva York, dijo que «la dificultad en todo aborto consiste en que provoca una destrucción profunda e inevitable. Si la persona alguna vez tuvo una chispa de fe, o convicción religiosa, o educación moral, queda hundida por la culpabilidad --una culpabilidad que puede entrar muy dentro del inconsciente por las fuerzas que actúan--, y que es un cáncer en el alma».

Sobre el tema de la fe y los hijos de divorciados, Elizabeth Marquardt, vicepresidenta del Centro para el Matrimonio y Familias del Instituto de Valores Americanos en Nueva York, presentó un estudio en el que se revela que «los niños criados en el divorcio dicen que no existe el "buen" divorcio. Incluso los amistosos o "buenos" divorcios exigen a los hijos crecer entre dos mundos, obligados a encontrar sentido en las a menudo dramáticamente diferentes creencias, valores y modos de vida de sus padres».

El divorcio obliga a los hijos a dar sentido a los dos mundos de sus padres. El resultado es que el divorcio supone un permanente conflicto interior en la vida de los hijos. «El conflicto interior pesa sobre los hijos, haciéndoles crecer demasiado pronto».

Los hijos de divorciados, añadió Marquardt, «se sienten en sí mismos como divididos, desgarrados entre los mundos de sus padres. Se sienten mucho más solos. Se convierten en cautelosos y a menudo reservados. No saben a quién pertenecen. Sienten que tienen que resolver las grandes cuestiones de la vida por ellos mismos. Luchan con una enorme pérdida que impacta su vida espiritual. Y hacen todo esto en aislamiento y silencio, porque nadie habla del trabajo que se les ha impuesto: dar sentido solos a los dos mundos diferentes de sus padres».

Como resultado de sus dos mundos, «los hijos de divorciados tienen muchas menos probabilidades de tener una implicación consistente en una confesión religiosa mientras crecen», por eso, según las estadísticas, «son mucho menos religiosos que los hijos de familias unidas», explicó Marquardt.

Marquardt también revela en su investigación que muchos hijos de divorciados tienen gran dificultad para comprender que Dios es padre, debido a la lejanía de las relaciones paternas. Ahora bien, quienes tienen fe, dijo Marquardt, su relación con Dios llena un vacío. «Se vuelven a Dios en busca de amor y guía, ante la ausencia de un padre o una madre, o para evitar una vida solitaria».

«Está claro --concluyó Marquardt-- que independientemente de que lleguen a ser más o menos religiosos, los itinerarios espirituales de los hijos de divorciados reflejan consistentemente historias de pérdida, dolor y soledad».

Marquardt dijo que las Iglesias pueden prestar una enorme ayuda a los hijos y familias afectados por el divorcio, por ello se trata de un tema que no hay que evitar. «Es plenamente posible ser compasivos con los hijos de divorciados y subrayar la importancia del matrimonio y al mismo tiempo afirmar y apoyar a los progenitores solos y divorciados».

Por su parte Thorn subrayó que «el pecado del aborto se ha extendido tanto, es tan abrumador hoy, que es un imperativo el que la Iglesia no sólo mantenga su postura profética de protección de las vidas humanas no nacidas, sino también que ayude a curar a los millones de personas que han quedado involucradas en el mal del aborto, voluntariamente u obligadas, conscientes o ignorantes de la realidad, extendiendo a ellos el perdón y la curación de Dios».

«Las mujeres que experimentan la curación a través de la misericordia y el amor de Dios no realizan más abortos. Los hombres que se recuperan del aborto trabajan con diligencia para acabar con los abortos así como las mujeres. En efecto
--concluyó Thorn-- estas personas se convierten en piedras angulares de la cultura de la vida».