* «Todo lo que me faltaba en la familia, como el amor de los padres, hacía que para mí el amor de Dios no existiera o no pudiera tocarme. Y si algunos me querían era sólo porque veían en mí a un chico guapo o a un futbolista, a alguien… Era a través de lo que hacía como compraba ese amor. Tenía grabado en mí esta frase de Dios: ‘¡Amad a vuestros enemigos!’ Mis enemigos eran mis padres: ellos eran los que me habían abandonado. No estuvieron en los momentos más importantes de mi vida. Y Dios me estaba llamando a amarlos. Entonces mi vida comenzó a tomar otro sentido»