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lunes, 30 de octubre de 2023

Rosi Orozco rescata de la trata y la esclavitud sexual: «Dios me ayuda desde que entregué mi vida a Él. Al destruir la dignidad de un ser humano le quitamos el soplo de vida de parte de Dios»

 


*  «En 1983, cuando entregué  mi vida a Dios, esta se convirtió precisamente en una hoja en blanco, ese nuevo nacimiento que me permitió tener nuevos sueños, poder escribir una vida no egoísta, pensando en los demás. Y yo veo a Cristo con los brazos abiertos, amando hasta el último momento y diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y yo creo que nuestro deber como católicos, como cristianos, como personas que tenemos una fe, es amar como Cristo. Amar, entregar nuestra vida, estar dispuestos a dar la vida por amor a los demás. Si realmente hay fe, creemos que no importa el riesgo sino que vamos a vivir los días que Él ya tiene contados que vivamos; no tenemos por qué tener temor, porque Dios tiene ya nuestra vida en sus manos, ¡y vamos a vivir todos los días que Él planeó! No es posible seguir viendo como normal la prostitución. Debemos entender que ninguna de las chicas está ahí porque sea el plan de Dios para su vida. El plan de Dios es una vida de libertad, es una vida de dignidad; así que no podemos considerar la prostitución como un trabajo, y si acaso lo fuera, sería el trabajo más peligroso. Pero al ser pisoteada la dignidad del ser humano, al ser vendida como una mercancía, jamás podría ser un trabajo digno y sólo puede ser considerado como una forma de esclavitud»

Rosi Orozco explica su lucha contra la trata

*  «Cada padre y madre tienen que poner por encima de su egoísmo a sus hijos e hijas. Lo que ellos están sufriendo en casa, abandonados, cuando papá no está en casa para protegerlos, es impensable, inimaginable; y todo porque el papá se va de la casa con otra mujer, que va a ser el mismo infierno pero con diferente diablo cuando se pase la calentura sexual. Hay que tener el valor de decir: “Ante Dios me comprometí en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe”. Es un compromiso, es una decisión, no es un sentimiento. El sentimiento se acaba, pero la decisión de amar y de perdonar tiene que permanecer hasta que la muerte nos separe. Ésa es la protección que Dios planeó para nuestros hijos e hijas, para que ellos no sean vulnerables»

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