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jueves, 23 de julio de 2009

El examen de conciencia / Autor: Rafael Sandoval Sandoval M.N.M., obispo de Tarahumara

1. "VIGILAD Y ORAD"

23 de julio de 2009.- Jesús me dice que hay que discernir cada día. Pero para hacerlo no hay recetas. Los santos nos dicen lo que a ellos les sirvió, pero la receta la necesitamos hacer cada uno y cada día.

"Vigilar y orar" es ver qué está pasando dentro y fuera de nosotros. Este mundo cambia, y nosotros también cambiamos de sentimientos. Ver es una actitud permanente y de alerta. No podemos instalarnos.

Hay que estar todos los días mirando los signos de los tiempos, lo que sucede en el mundo, lo que pasa en la Iglesia, la propia historia, las mociones interiores, etc. Para eso necesitamos tener espacios diarios.

Pero hay que saber que la seguridad no está en nosotros mismos, sino en Él. Hay que estar siempre abiertos para ver qué nos está diciendo Dios, y dispuestos a cambiar nuestros modos de pensar. Hay que ver la realidad con los ojos de la fe.

2. EL EXAMEN DE CONCIENCIA

Existe un instrumento magnífico que nos ayuda a ser seguidores de Jesucristo: es el tradicionalmente llamado "examen de conciencia particular". Es muy sencillo y, por desgracia, poco practicado.

Tal instrumento es importante para todo cristiano, pero especialmente para el agente de pastoral, para el seglar, para el religioso y para el sacerdote. ¡Cuántos conflictos internos y externos desaparecerían si lo practicáramos! Frecuentemente lo aprecian más algunos psicólogos que los mismos creyentes. Si el psicólogo es creyente, lo aprovechará mucho. Pero no se necesita ser muy sabio para poderlo practicar. Lo puede hacer cualquier persona que quiera tener la vida en sus manos.

¿Por qué no se practica? Entre las muchas razones hay dos que subrayo aquí: la primera es porque lo reducimos a algo contable de fallas. Hacerlo de esta manera nos llevaría a caer en el miedo y en el escrúpulo. La segunda es porque nos quedamos en un análisis psicológico que poco tiene que ver con la fe.

3. ¿QUÉ ES EL EXAMEN?

El examen particular es una atención suave y afectiva del corazón. Es un ponerme delante del Señor para platicarle qué pasó en el día que acaba de terminar. Por eso es conveniente hacerlo antes de dormir.

Es un momento de comunicación con Dios; un encuentro y un diálogo con Él; algo así como dice el salmo: "Como están los ojos fijos en las manos de su señor, así están mis ojos fijos en el Señor" (Salmo 122, 2).

De lo que se trata es de ver por dónde y cómo está pasando el Señor en mi vida. Para eso se necesita mucho afecto. Cuando se ama a alguien, se le contempla y se ven los contenidos de su presencia, de su voz, de su paso; hasta se contempla a qué huele.

Se trata de tener una actitud constante de buscar la voluntad de Dios por un contacto ininterrumpido con Él. Esto me hará ver si estoy de lado de Dios, y me mantendrá en buena tonalidad. Así podré tener mi vida en mis manos. En pocas palabras: el examen es una especie de evaluación que me ayuda a tener mi vida bajo mi control.

Consiste en contemplar los impulsos que vienen del Señor. Estos impulsos son movimientos interiores por los que Dios me habla. Cada impulso espiritual consta de dos elementos: una frase ("no tengas miedo") y un sentimiento (paz, claridad). Si sé contemplar cada impulso, entonces tendré lo que se llama un "estado espiritual". Este último consiste en la huella o afecto que quedó después de haber tenido los impulsos.

El examen de conciencia consiste en examinar los impulsos espirituales que Dios me concedió en el día. Tal examen ya es oración, y junta la historia y las mociones interiores. Ahí se une la oración y la vida.

Alguien puede decir que no siente nada, pero eso no es verdad. Sólo los muertos no sienten. Siempre estamos sintiendo algo. Incluso cuando no sentimos nada, pues ese "nada" ya es algo, y se llama "sequedad". También ese "nada" hay que examinarlo para ver qué me dice el Señor.

4. ¿PORQUÉ ES BUENO HACER EL EXAMEN?

Porque así vamos aprendiendo a estar con Dios y platicarle lo que pasó en el día. De esta forma vamos contemplando lo que contemplamos. Es un contemplarme contemplándolo a Él.

Si lo hacemos diariamente, nos iremos dando cuenta del lugar central que Dios va ocupando en nuestra vida. El examen es como un puente entre la oración y la vida.

Además, nos hace más libres. Nos ayuda a tener "libertad interior". De esta forma nos iremos dando cuenta de que ya no nos importa tanto el "qué dirán", sino el "cómo estoy delante del Señor".

Son las cosas pequeñas las que más descuidamos. Estas "cosas pequeñas" son las que ni nos ponen del lado del mal, pero tampoco nos dejan poner del todo del lado del bien.

Nos daremos cuenta de lo que Dios nos está dando, pero también iremos tomando consciencia de los propios defectos. Pero hay que hacerlo con paz y sin culpabilidad enfermiza.

A veces pasamos muy distraídos en el día, y así vamos dañando a los demás con palabras y acciones sin darnos cuenta. Con frecuencia somos duros y bruscos sin percibirlo.

Si lo practicamos, iremos notando que nuestro existir va adquiriendo más calidad. Además, tiene un grande valor terapéutico o curativo, pues así vamos analizando los sentimientos (angustia, miedo, alegría, etc.).

Así vamos viendo cómo está trabajando Dios en mí y vamos viendo cómo está pasando.

5. UN MODO DE HACERLO

1) DAR GRACIAS A DIOS

Consiste en que le dé gracias a Dios por los dones de mi vida. ¿De qué le quiero dar gracias hoy a Dios?

2) PEDIR LUZ Y ACEPTAR

Le pido luz para conocerlo, y gracia para aceptarlo como está pasando. Luz para ver la vida, y gracia para aceptarla. Así, vida y Presencia me irán volviendo contemplativo.

Por ejemplo: ¿En qué personas vi al Señor ese día? ¿En qué circunstancias o acontecimientos lo vi? ¿Lo vi en la lluvia, en el frío, en el calor, en...? Lo que importa es la Presencia del Señor.

3) EXAMINAR

Ahora examino la vida, y miro si entró el Señor. Hago el énfasis en su Presencia. No me centro en mi mismo, sino en el Señor. No se trata de ver si prediqué bonito, si fue bueno el curso que tomé o si hice bien mi trabajo. Las siguientes preguntas pueden servir: ¿El Señor pasó? ¿Le impedí que pasara? ¿Qué le impidió?

4) CONVERSAR

Ahora le platico sobre lo que examiné. Si vi su Presencia a través del día, le doy gracias. Si no lo vis, le digo: "dispénsame".

Ese platicar ha de ser tranquilo, como cuando estoy con un amigo: "Oye, pero qué difícil fue verte en esa persona tan habladora; en esa persona tan difícil...". Ahí puedo expresarle mis disgustos o mis frustraciones. Puedo preguntarle: ¿Qué buscas con todo esto?

5) HACER ACUERDOS

Los acuerdos no son propósitos. Si hago propósitos, seguro que no los voy a cumplir. Lo mejor es que le diga: "Dime qué, y ayúdame para que sea para agradarte a Ti".

miércoles, 25 de junio de 2008

Examen de conciencia del empresario / Autora: Asociación Cristiana de Diregentes de Empresa


Los expertos de la Asociación Cristiana de Diregentes de Empresa, Argentina (ACDE) nos ofrecen una guía para elaborar un examen de conciencia y verificar así si cumplimos con los principios básicos de la DSI y la ética empresarial.

Un completo examen de conciencia debe permitir una mirada amplia, profunda y personal sobre las propias conductas tanto activas como pasivas (“Yo confieso.. que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión”.). No vamos a sugerir una reflexión sobre muchas de ellas que son similares a las de cualquier hombre o mujer en relación con Dios o con otros hombres. Nos vamos a concentrar en algunos de los pecados sociales cercanamente vinculados a los hombres de empresa.

Antes de hacerlo, creemos oportuno recordar la enseñanza de Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Reconciliación y Penitencia”, en la cual detalla tres sentidos del concepto de “pecado social”. En primer lugar, dice el Santo Padre es “reconocer que –en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible, como real y concreta- el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás”.

En segundo lugar, son sociales los pecados que constituyen “una agresión directa al prójimo”. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de la dirigencia política, sindical y empresaria que –aún pudiéndolo- no se empeña con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico”.

Finalmente, en determinadas circunstancias se entiende como pecados sociales a “la acumulación y la concentración de mucho pecados personales...de quien engendra, favorece o explota la iniquidad, de quien pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o al menos limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior”.

Es importante que asumamos nuestra responsabilidad tanto por nuestros actos como por la contribución, activa o pasiva, que hacemos a la persistencia de los males y pecados sociales. “La conducta cristiana no puede tolerar pasivamente la existencia de este marco de condicionamiento. Debe tratar de cambiarlo para favorecer conductas correctas y buenas” (R.P 16). Y por lo tanto, al hacer el examen de conciencia deberíamos preguntarnos si hemos combatido de palabra y con acciones estos males y pecados; si hemos tolerado y nos hemos acomodado sin protesta a estos pecados; si hemos contribuido con nuestra acción personal de palabra y de obra a agravarlos.

Invitamos a los hombres y mujeres de empresa –con la ayuda de las preguntas que formulamos- a identificar las propias fallas tanto frente a los pecados sociales, como frente a los propios de la acción y responsabilidad empresaria. Invitamos al examen de conciencia personal. Invitamos a pedir perdón y reconciliarnos. Invitamos a hacer realidad en nuestras vidas al hombre de empresa que necesita la Argentina en el comienzo de un nuevo milenio. Invitamos a formar un nuevo espíritu empresario.

Invitamos, como dijo Monseñor Jorge M. Mejía, a “santificarnos como hombres de empresa”. ¿Amo al Señor, mi Dios, sobre todas las cosas...?

§ Dónde está mi tesoro allí está mi corazón, ¿dónde está el mío? ¿Tengo inmoderados deseos de fama, de figuración, de riqueza y de poder? ¿Cómo distribuyo mi tiempo? ¿Qué valores estoy privilegiando con ello?

§ ¿Considero los bienes materiales como simples medios, expresión del esfuerzo de mi trabajo, o los concibo como un fin en sí mismo que reemplazan, o al menos comparten, su posición con la del Señor?

§ ¿En que medida a causa de los defectos de mi vida cristiana, tanto en lo religioso, como en lo social y moral, soy responsable de una atmósfera cultural secularista y carente de la presencia de Dios?

§ ¿Tomo conciencia de que en ocasiones vivo con una indiferencia religiosa, pérdida del sentido trascendente de la existencia humana, extravíos en el campo ético y un marcado relativismo moral?

§ ¿Confío en Dios, o muchas veces ante la adversidad en los negocios pienso que nada tiene solución y pierdo la esperanza? ¿Amo a mi prójimo y le deseo el bien?

§ ¿Considero realmente con felicidad el progreso y los logros que otros obtienen en su carrera empresaria? ¿Me alegro de corazón ante los bienes materiales que mis colegas obtienen del fruto de su trabajo?

§ ¿Tengo sentimientos de envidia ante el éxito de los otros? ¿Con la gente que es más capaz que yo, soy envidioso o trato de imitarlos?

§ ¿Soy consciente de que en la búsqueda del éxito no puedo anteponer mis intereses personales o sectoriales en desmedro de la dignidad de las personas que interactúan conmigo?

§ ¿Busco siempre y a toda costa quedar bien con mis superiores, aún cuando para hacerlo deba perjudicar a otros o renunciar a mis valores o principios?

§ ¿Hago lo suficiente por promover y mejorar la educación de todos los miembros de mi empresa, no importando su exposición? ¿Me preocupo por entusiasmarlos y capacitarlos en su tarea diaria para posibilitar su desarrollo personal y laboral?

§ ¿Me preocupo de mantener una fluida comunicación entre todos los miembros de la empresa, canalizando inquietudes, sugerencias y aprovechando la potencialidad y creatividad de cada uno?

§ ¿Cultivo la amistad como un don superior o someto sus posibilidades a los avatares de las relaciones empresarias?

§ ¿Cuido realmente el alcance de mis palabras cuando me refiero a otras personas, especialmente si se trata de mis competidores? ¿Es la honestidad una norma en mi accionar empresario?

§ ¿Velo para que se vivan en mi empresa los valores cristianos de austeridad, justicia, verdad, honestidad, solidaridad? ¿Estoy seguro de que mis actitudes diarias en los negocios son coherentes con el modelo de vida cristiana?

§ ¿Doy testimonio o simplemente declamo? ¿Puedo ser considerado un ejemplo? ¿Las personas que me rodean ven en mi accionar la aplicación de los principios que proclamo o me ven que los uso cuando me conviene?

§ ¿Antepongo la verdad ante todo? ¿O a veces falto a ella o la digo a medias para obtener determinados fines?

§ ¿Tengo la valentía de destacar públicamente mis principios cristianos como respaldo o explicación para la toma de una decisión favorable o no a mis intereses privados y personales?

§ ¿Existen códigos de ética en mi empresa? ¿Los cumplo, los promuevo y soy testimonio de los mismos? Si no existen, ¿qué estoy haciendo para formularlos?

§ ¿Asumo la responsabilidad de que en mi empresa los empleados trabajen con ética? ¿O pongo excesiva presión en los resultados de cada acción individual justificando tácitamente comportamientos no éticos?

§ Aún perdiendo posibilidades de obtener negocios, ¿evito asociarme a empresarios con conductas claramente reñidas con la moral que proclamo?

§ ¿Hasta que punto justifico prebendas, coimas, o favores con el argumento de que ello es necesario para mantener la fuente de trabajo para mis empleados y sus familias? ¿Me esfuerzo por ser correcto, o elijo la vía más cómoda?

§ ¿Cumplo con mis obligaciones como ciudadano adecuadamente? ¿Me escudo en que las obligaciones que me impone el Estado son desmesuradamente gravosas, imposibles de cumplir y, por lo tanto, dejan de ser un deber moral para mí? Y aún creyendo en conciencia que las cosas son así, ¿no debería replantearme el tema?

§ ¿Denuncio lo que está mal o por comodidad, tranquilidad y conveniencia mantengo actitudes pasivas y no comprometidas? ¿Hago buen uso de los bienes que administro y poseo?

§ ¿Soy consciente de que como hombre de empresa soy sólo un administrados de los bienes que Dios me dio en custodia, y que de todos ellos deberé rendir cuentas?

§ ¿Qué uso hago de los bienes de la empresa? ¿Me apropio de ellos indebidamente al usarlos para mis fines personales, no siempre consistentes con los intereses de la empresa?

§ ¿Soy austero? ¿Cómo manejo los gastos de representación, decoración de oficinas, automóviles, viajes, y otros a los que puedo acceder por mi posición? ¿Evito la ostentación con mis propios bienes personales?

§ ¿Siento tristeza o envidia ante los bienes de los otros y deseo desordenado de apropiármelos?

§ ¿Tengo conciencia de que el retener y no dar lo que corresponde a los otros es faltar al mandamiento de no robar? ¿Pago los salarios justos? ¿Cumplo con mis proveedores? ¿Les doy a mis clientes los bienes y servicios comprometidos?

§ ¿Creo que como empresario debo satisfacer todas las necesidades de mis clientes, o existen límites en la oferta de bienes y servicios? ¿Cuáles son esos límites? ¿Qué principios me orientan? ¿Puedo alentar exageradamente el consumismo inútil aunque convenga a los intereses de mi empresa?

§ ¿Mantengo la calidad de los productos y servicios que fabrico y vendo? ¿Cuido el medio ambiente, entendiendo como una responsabilidad propia la preservación de la tierra para las generaciones futuras?

§ ¿Fijo los precios de mis productos teniendo en cuenta un razonable margen de utilidad, más allá de que el mercado me permita elevarlo por encima de ello?

§ ¿Qué criterios orientan mis decisiones de inversión? ¿Tengo en cuenta que además de análisis económicos hay opciones morales, sociales y culturales en juego? ¿Respeto a los hombres y mujeres vinculados con mi trabajo?

§ ¿Qué actitudes tengo en el ámbito de mi empresa frente a personas de otro sexo que veo atractivas y sensuales? ¿Transmito deseos o ejerzo presiones no adecuadas? ¿Hago bromas que provoquen incomodidades?

§ ¿Soy respetuoso de la dignidad como persona de mis colaboradores cuando me tientan pensamientos impuros? ¿Logro dominar las situaciones que muchas veces se dan cuando comparto tantas horas con una persona del otro sexo por la cual puedo sentir alguna atracción?

§ ¿Cómo razono y aconsejo cuando veo que estas circunstancias están ocurriendo en mi lugar de trabajo?

§ ¿Soy discriminatorio en la empresa con respecto a las personas que pueden tener problemas de homosexualidad? ¿Trato de apoyarlas y busco que eviten el escándalo y la degradación? ¿También evito todo tipo de discriminación racial, religiosa o basada en otros problemas morales?

§ ¿Cuido de no transigir en mi actividad empresaria con prácticas de negocios que se basan en invitar a posibles clientes o socios a lugares donde se practica la pornografía y la prostitución?

§ ¿Tengo en cuenta en las formas de comunicación, tantos internas como externas de mi empresa, la búsqueda de respeto y ejemplaridad? ¿Vigilo que las políticas, contenidos y forma de las comunicaciones empresarias estén en línea con los principios cristianos que proclamo?

§ ¿Cuido que las actividades comunicacionales se mantengan dentro de lo moral y éticamente sano, aún por encima de eventuales indicadores, ratings o tendencias?

§ Si en mi empresa no existiera una clara inquietud por vigilar estos marcos para comunicaciones comerciales, ¿qué puedo y que debo hacer? ¿Trato de comunicar a mis colegas, proveedores y asesores mis normas, valores y principios?

¿Trato de crear una comunidad de trabajo?


§ Desde mi empresa o desde mi posición profesional, ¿contribuyo a que las personas puedan desarrollarse y crecer como personas? ¿Es mi empresa una comunidad de personas o un conjunto de piezas de una maquinaria? ¿Genera alegría y esperanza en sus miembros, o sólo preocupación y angustia?

§ ¿Me preocupo del bienestar de mis trabajadores y sus familias? ¿Veo a cada integrante de mi empresa como un hijo de Dios y un hermano mío, con mi misma dignidad, con una familia que debe alimentar y educar como la mía, y con sus propias inquietudes, sueños e ilusiones? ¿Escucho sus problemas personales?

§ ¿Qué tipo de dirigente soy? ¿Me detengo a escuchar a mis empleados, no sólo a decirles buenos días, sino a escuchar sus opiniones e ideas? ¿Actúo en la vida diaria entendiendo que mi función de dirigente es servir a los demás?

§ ¿Respeto como personas a quienes trabajan conmigo? ¿Trato a cada empleado con dignidad, sin elevar la voz y de manera amable y respetuosa? ¿O el trato depende de su jerarquía y del grado de necesidad que tengo de alguno de ellos?

§ Cuándo debo tomar decisiones que afectan a los empleados de mi empresa ¿tengo en cuenta en la medida de lo posible la situación de cada uno de ellos? ¿Aprovecho mi situación dominante al definir una desvinculación laboral? ¿Dedico el tiempo necesario para la toma de decisiones difíciles que afectan a otros? ¿Además de buscar ser eficiente soy solidario?

§ Durante mi accionar empresario ¿enfoco mis obligaciones con responsabilidad social? ¿Soy plenamente consciente de que todos los bienes y autoridad que poseo no son exclusivas de mi propiedad, sino que debo usarlas al servicio de los demás?

§ Cuando debo actuar y tomar decisiones estratégicas de negocios, presionado por la obtención de ganancias para subsistir, por la necesidad de crecer para no perder posicionamiento frente a la competencia local e internacional, por la exigencia de una mayor productividad laboral y otros factores, ¿analizo el impacto integral demis decisiones? ¿Qué priorizo?

§ ¿Qué papel tiene la solidaridad en mi vida? Al tomar opciones en lo empresarial, en lo social y en lo político, ¿tomo en cuenta a los pobres y a los excluidos? ¿Estoy comprometido con el bienestar de la gente?

§ ¿Apoyo a las instituciones que trabajan en acciones solidarias? ¿Busco hacer el bien y ser solidario en forma consistente, evitando acciones facilistas que sólo intentan tranquilizar mi conciencia?

¿Busco mi propia santificación en mi acción empresarial?

§ ¿Reflexiono sobre mis responsabilidades como dirigente empresario cristiano? ¿Vivo y comunico en ideas, palabras y actitudes los principios que proclamo? ¿Es mi conducta real coincidente con mis expresiones? ¿Vivo el trabajo de todos los días con alegría?

§ ¿Soy consciente de que el ámbito laboral es un lugar de evangelización? ¿Cómo puedo colaborar con otros colegas empresarios para que también guíen sus acciones de acuerdo con los principios y valores que sostengo?

§ ¿Trato de ser auténticamente coherente en mi vida persona, familiar, profesional y social, cuestionándome diariamente si mis hábitos y actitudes son coherentes con un modelo de vida cristiana?


§ ¿Doy a mis hijos una verdadera formación, o las correcciones más que paternales o fraternas son muchas veces fruto del estado de ánimo con que llego a mi casa después del trabajo?

§ ¿Tengo algún momento en mis días de descanso que dedico a quienes me pueden necesitar? ¿Doy lugar a los momentos necesarios para amar y atender a mi cónyuge y a mis hijos, y para dejarme amar y atender por ellos?

§ ¿Me doy los tiempos necesarios para dialogar con Dios, y tratar de conocer su voluntad?