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domingo, 9 de marzo de 2025

Papa Francisco en homilía leída por el cardenal Michael Czerny, 9-3-2025: «Nosotros, frente a la tentación caemos, pero Dios nos levanta con su perdón, infinitamente grande en el amor, porque en Cristo somos redimidos del mal»

* «El diablo, en efecto, susurra a nuestros oídos que Dios no es verdaderamente nuestro Padre, que en realidad nos ha abandonado. Satanás intenta convencernos de que para los hambrientos no hay pan, menos aún de las piedras, ni los ángeles nos auxilian en las desgracias. En todo caso, el mundo está en manos de poderes malignos, que aplastan a los pueblos con la altanería de sus cálculos y la violencia de la guerra. Precisamente, mientras el demonio quisiera hacernos creer que el Señor está lejos de nosotros, conduciéndonos a la desesperación, Dios se acerca aún más a nosotros, dando su vida para la redención del mundo»  

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Me alegra saludar a todos los voluntarios que hoy están presentes en Roma para su peregrinación jubilar. Les agradezco mucho, queridos voluntarios, porque siguiendo el ejemplo de Jesús, ustedes sirven al prójimo sin servirse del prójimo. Por las calles y en las casas, junto a los enfermos, a los que sufren, a los presos, con los jóvenes y con los ancianos, su entrega infunde esperanza en toda la sociedad. En los desiertos de la pobreza y de la soledad, tantos pequeños gestos de servicio gratuito hacen germinar brotes de una nueva humanidad; ese jardín que Dios ha soñado y que sigue soñando para todos nosotros» 

9 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Santa Misa con ocasión del Jubileo del mundo del voluntariado: Aunque el Papa Francisco no pudo presidir la Misa, el Cardenal Czerny transmitió su mensaje, en el que agradece a los voluntarios por seguir el ejemplo de Jesús y llevar esperanza a la sociedad. En su homilía, el Papa reflexiona sobre la importancia de enfrentar las tentaciones con la certeza de que "Jesús no nos abandona". 

El Papa asegura que, aunque Jesús vence al mal en el desierto, “su victoria definitiva se alcanza en la Pascua de muerte y resurrección”. “Nosotros – en cambio – frente a la tentación, algunas veces caemos; todos somos pecadores” dice el Papa “pero la derrota no es definitiva, porque Dios nos levanta de cada caída con su perdón. Nuestra prueba, por tanto, no termina con un fracaso, porque en Cristo somos redimidos del mal”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

       JUBILEO DEL MUNDO DEL VOLUNTARIADO

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO 

LEÍDA POR EL CARDENAL MICHAEL CZERNY

Plaza de San Pedro

Primer domingo de Cuaresma, 9 de marzo de 2025 

Jesús «fue conducido por el Espíritu al desierto» (Lc 4,1). Cada año, nuestro camino de Cuaresma inicia siguiendo al Señor en este entorno, que Él atraviesa y transforma para nosotros. Cuando Jesús entra en el desierto, en efecto, sucede un cambio decisivo: el lugar del silencio se convierte en ámbito de escucha. Una escucha que pone a prueba, porque se hace necesario elegir a quién prestar atención entre dos voces totalmente contrarias. Proponiéndonos este ejercicio, el Evangelio atestigua que el camino de Jesús comienza con un acto de obediencia: es el Espíritu Santo, la misma fuerza de Dios, quien lo conduce a donde nada bueno crece de la tierra ni llueve del cielo. En el desierto, el hombre experimenta su propia indigencia material y espiritual, su necesidad de pan y de palabra.

También Jesús, verdadero hombre, tuvo hambre (cf. v. 2) y durante cuarenta días fue tentado por una palabra que no provenía en absoluto del Espíritu Santo, sino del espíritu malvado, del diablo. Comenzando apenas los cuarenta días de la Cuaresma, reflexionemos sobre el hecho de que también nosotros somos tentados; pero no estamos solos, con nosotros está Jesús, que nos abre la senda a través del desierto. El Hijo de Dios hecho hombre no se limita a darnos un modelo en el combate contra el mal; sino mucho más aún, nos da la fuerza para resistir a sus asaltos y perseverar en el camino.

Consideremos pues tres características de la tentación de Jesús y también de la nuestra: el inicio, el modo y el desenlace. Comparando estas dos experiencias, encontraremos apoyo para nuestro itinerario de conversión.

En primer lugar, la tentación de Jesús al inicio es querida; el Señor va al desierto no por arrogancia, para demostrar lo fuerte que es, sino por su filial disponibilidad al Espíritu del Padre, a cuya guía se confía con prontitud. Nuestra tentación, en cambio, nos es impuesta; el mal precede nuestra libertad, la corrompe íntimamente como una sombra interior y una insidia constante. Mientras pedimos a Dios que no nos abandone en la tentación (cf. Mt 6,13), recordemos que Él ya ha acogido esta súplica en Jesús, el Verbo encarnado, y se queda para siempre con nosotros. El Señor está con nosotros y nos cuida, sobre todo en el lugar de la prueba y del recelo, es decir, cuando se alza la voz del tentador, que es el padre de la mentira (cf. Jn 8,44), corrompido y corruptor, porque conoce la palabra de Dios, pero no la entiende. Más aún, la distorsiona. Como en tiempos de Adán, en el jardín del Edén (cf. Gn 3,1-5), así actúa contra el nuevo Adán, Jesús, en el desierto. 

Percibimos aquí el modo singular con el que Cristo es tentado, concretamente en la relación con Dios, su Padre. El diablo es el que separa, el que divide, mientras Jesús es el mediador que une a Dios y al hombre. En su perversión, el demonio quiere destruir este vínculo, haciendo de Jesús un privilegiado: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan» (v. 3). Y también: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate» (v. 9) de la parte más alta del Templo. Frente a estas tentaciones Jesús, el Hijo de Dios, decide de qué modo ser hijo. En el Espíritu que lo guía, su decisión revela cómo quiere vivir su relación filial con el Padre. Esto es lo que decide el Señor: ese vínculo único y exclusivo con el Padre, de quien es el Hijo unigénito, se convierte en una relación que abarca a todos, sin excluir a nadie. La relación con el Padre es el don que Jesús comparte en el mundo para nuestra salvación, no un tesoro que guarda celosamente (cf. Flp 2,6), del que presume para conseguir éxito y atraer seguidores.

También nosotros somos tentados en la relación con Dios, pero de manera opuesta. El diablo, en efecto, susurra a nuestros oídos que Dios no es verdaderamente nuestro Padre, que en realidad nos ha abandonado. Satanás intenta convencernos de que para los hambrientos no hay pan, menos aún de las piedras, ni los ángeles nos auxilian en las desgracias. En todo caso, el mundo está en manos de poderes malignos, que aplastan a los pueblos con la altanería de sus cálculos y la violencia de la guerra. Precisamente, mientras el demonio quisiera hacernos creer que el Señor está lejos de nosotros, conduciéndonos a la desesperación, Dios se acerca aún más a nosotros, dando su vida para la redención del mundo.

Y llegamos al tercer aspecto: el desenlace de las tentaciones. Jesús, el Cristo de Dios, vence al mal. Él rechaza al diablo, que sin embargo volverá a tentarlo en «el momento oportuno» (v. 13). Así dice el Evangelio, y lo recordaremos cuando escuchemos una vez más que, en el Gólgota, dicen a Jesús: «Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz» (Mt 27,40; cf. Lc 23,35). En el desierto el tentador es derrotado, pero la victoria de Cristo aún no es definitiva; lo será en su Pascua de muerte y resurrección.

Mientras nos preparamos para celebrar el Misterio central de la fe, reconozcamos que el desenlace de nuestra prueba es diferente. Nosotros, frente a la tentación, algunas veces caemos; todos somos pecadores. Pero la derrota no es definitiva, porque Dios nos levanta de cada caída con su perdón, infinitamente grande en el amor. Nuestra prueba, por tanto, no termina con un fracaso, porque en Cristo somos redimidos del mal. Atravesando el desierto con Él, recorremos un camino donde no había trazado ninguno. Jesús mismo abre para nosotros esa nueva vía de liberación y de rescate. Siguiendo con fe al Señor, de vagabundos nos convertimos en peregrinos.

Queridas hermanas y queridos hermanos, los invito a empezar de ese modo nuestro camino de Cuaresma. Y ya que, a lo largo del recorrido, necesitamos esa buena voluntad, que el Espíritu Santo siempre sostiene, me alegra saludar a todos los voluntarios que hoy están presentes en Roma para su peregrinación jubilar. Les agradezco mucho, queridos voluntarios, porque siguiendo el ejemplo de Jesús, ustedes sirven al prójimo sin servirse del prójimo. Por las calles y en las casas, junto a los enfermos, a los que sufren, a los presos, con los jóvenes y con los ancianos, su entrega infunde esperanza en toda la sociedad. En los desiertos de la pobreza y de la soledad, tantos pequeños gestos de servicio gratuito hacen germinar brotes de una nueva humanidad; ese jardín que Dios ha soñado y que sigue soñando para todos nosotros.      

Francisco

Fotos: Vatican Media, 9-3-2025

miércoles, 5 de marzo de 2025

Papa Francisco en homilía leída por el cardenal Angelo De Donatis, 5-3-2025: «Aprendamos de la oración a descubrirnos necesitados de Dios, para nutrir la esperanza de que al final nos espera un Padre con los brazos abiertos»

* «Con la ceniza en la cabeza caminemos hacia la esperanza de la Pascua. Convirtámonos a Dios, volvamos a Él de todo corazón (cf. Jl 2,12), volvamos a ponerlo en el centro de nuestra vida, para que el recuerdo de lo que somos —frágiles y mortales como cenizas esparcidas por el viento— sea iluminado finalmente por la esperanza del Resucitado. Y orientemos nuestra vida hacia Él, convirtiéndonos en signo de esperanza para el mundo: aprendamos de la limosna a salir de nosotros mismos para compartir las necesidades de los demás y alimentar la esperanza por un mundo más justo»

 

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Aprendamos del ayuno que no vivimos solamente para satisfacer nuestras necesidades, sino que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor» 

5 de marzo de 2025.- (Camino Católico) En la misa celebrada en la Basílica de Santa Sabina con motivo del inicio del camino penitencial, el Cardenal Penitenciario Angelo De Donatis ha leido la homilía de Francisco: este período que nos redimensiona es una invitación a reavivar la esperanza. La celebración estuvo precedida por la procesión penitencial desde la iglesia de Sant'Anselmo all'Aventino.

El Papa Francisco en su homilía ha invitado: “Aprendamos de la oración a descubrirnos necesitados de Dios o, como decía Jacques Maritain ‘mendigos del cielo’, para nutrir la esperanza de que, en nuestras fragilidades y al final de nuestra peregrinación terrena, nos espera un Padre con los brazos abiertos”.

El cardenal Angelo De Donatis al pronunciar la homilía por el Papa, hospitalizado en el Policlínico Gemelli desde el 14 de febrero, le ha dirigido un pensamiento: “Nos sentimos profundamente unidos a él en este momento y le agradecemos el ofrecimiento de su oración y de sus sufrimientos por el bien de toda la Iglesia y del mundo entero”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

SANTA MISA, BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

LEÍDA POR EL CARDENAL ANGELO DE DONATIS

Basílica de Santa Sabina

Miércoles, 5 de marzo de 2025

Las sagradas cenizas, esta tarde, serán esparcidas sobre nuestra cabeza. Estas reavivan en nosotros la memoria de lo que somos, pero también la esperanza de lo que seremos. Nos recuerdan que somos polvo, pero nos encaminan hacia la esperanza a la que estamos llamados, porque Jesús ha descendido al polvo de la tierra y, con su Resurrección, nos lleva consigo al corazón del Padre.

De ese modo se recorre el itinerario de la Cuaresma hacia la Pascua, entre la memoria de nuestra fragilidad y la esperanza de que, al final del camino, quien nos espera es el Resucitado.

En primer lugar, hagamos memoria. Recibimos las cenizas inclinando la cabeza hacia abajo, como para mirarnos a nosotros mismos, para mirarnos dentro. Las cenizas, en efecto, nos ayudan a hacer memoria de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida. Somos polvo, del polvo hemos sido creados y al polvo volveremos. Y son tantos los momentos en los que, mirando nuestra vida personal o la realidad que nos rodea, nos damos cuenta de que la existencia del hombre «es tan sólo un soplo, […] se inquieta por cosas fugaces y atesora sin saber para quién» (Sal 39,6-7).

Nos lo enseña sobre todo la experiencia de la fragilidad, que experimentamos en nuestros cansancios, en las debilidades que debemos afrontar, en los miedos que nos habitan, en los fracasos que nos queman por dentro, en la caducidad de nuestros sueños, en el constatar qué efímeras son las cosas que poseemos. Hechos de cenizas y de tierra, palpamos la fragilidad en la experiencia de la enfermedad, en la pobreza, en el sufrimiento que a veces irrumpe de manera repentina sobre nosotros y sobre nuestras familias. Y también nos damos cuenta de que somos frágiles cuando nos descubrimos expuestos, en la vida política y social de nuestro tiempo, a “polvos en suspensión” que contaminan el mundo: la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos. Todo ello es como “polvo tóxico” que enturbia el aire de nuestro planeta, impidiendo la coexistencia pacífica, mientras crecen en nosotros cada día la incertidumbre y el miedo al futuro.

Por último, esta condición de fragilidad nos recuerda el drama de la muerte, que en nuestras sociedades de apariencia intentamos exorcizar de muchas maneras e incluso excluir de nuestros lenguajes, pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas.

Así, a pesar de las máscaras que nos ponemos y de los artificios a menudo ingeniosamente creados para distraernos, las cenizas nos recuerdan quiénes somos. Esto nos ayuda. Nos remodela, atenúa la dureza de nuestros narcisismos, nos devuelve a la realidad, nos hace más humildes y disponibles los unos para los otros: ninguno de nosotros es Dios, todos estamos en camino.

Pero la Cuaresma es también una invitación a reavivar en nosotros la esperanza. Si recibimos la ceniza con la cabeza inclinada para volver a la memoria de lo que somos, el tiempo cuaresmal no quiere dejarnos con la cabeza gacha, sino que, al contrario, nos exhorta a levantar la cabeza hacia Aquel que resucita de las profundidades de la muerte, arrastrándonos también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna.

Las cenizas nos recuerdan, pues, la esperanza a la que estamos llamados porque Jesús, el Hijo de Dios, se mezcló con el polvo de la tierra, elevándolo hasta el cielo. Y Él descendió a las profundidades del polvo, muriendo por nosotros y reconciliándonos con el Padre, como oímos decir al apóstol Pablo: «A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21).

Esta esperanza, hermanos y hermanas, es la que reaviva las cenizas que somos. Sin esta esperanza, estamos condenados a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana y, sobre todo ante la experiencia de la muerte, nos hundimos en la tristeza y la desolación, acabando por razonar como insensatos: «Breve y triste es nuestra vida, no hay remedio cuando el hombre llega a su fin […] el cuerpo se reducirá a ceniza y el aliento se dispersará como una ráfaga de viento» (Sb 2,1-3). La esperanza de la Pascua hacia la que nos encaminamos, en cambio, nos sostiene en nuestras fragilidades, nos asegura el perdón de Dios y, aun envueltos en las cenizas del pecado, nos abre a la confesión gozosa de la vida: «Yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo» (Jb 19,25). Recordemos que «el hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad» (Benedicto XVI, Audiencia General, 17 febrero 2010).


Hermanos y hermanas, con la ceniza en la cabeza caminemos hacia la esperanza de la Pascua. Convirtámonos a Dios, volvamos a Él de todo corazón (cf.
Jl 2,12), volvamos a ponerlo en el centro de nuestra vida, para que el recuerdo de lo que somos —frágiles y mortales como cenizas esparcidas por el viento— sea iluminado finalmente por la esperanza del Resucitado. Y orientemos nuestra vida hacia Él, convirtiéndonos en signo de esperanza para el mundo: aprendamos de la limosna a salir de nosotros mismos para compartir las necesidades de los demás y alimentar la esperanza por un mundo más justo; aprendamos de la oración a descubrirnos necesitados de Dios o, como decía Jacques Maritain “mendigos del cielo”, para nutrir la esperanza de que, en nuestras fragilidades y al final de nuestra peregrinación terrena, nos espera un Padre con los brazos abiertos; aprendamos del ayuno que no vivimos solamente para satisfacer nuestras necesidades, sino que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor.

Que nos acompañe siempre la certeza de que, desde que el Señor vino a las cenizas del mundo, «la historia de la Tierra es la historia del Cielo. Dios y el hombre están ligados en un único destino» (C. Carretto, El desierto en la ciudad, Buenos Aires 1986, 59), y Él barrerá para siempre las cenizas de la muerte para hacernos resplandecer con una vida nueva.

Con esta esperanza en el corazón, pongámonos en camino. Y dejémonos reconciliar con Dios.     

Francisco

Fotos: Vatican Media, 5-3-2025

Miércoles de Ceniza, somos llamados a arrepentirnos de nuestros pecados y renovar nuestro compromiso de seguir a Cristo con un corazón humilde y contrito/ Por P. Carlos García Malo

 


miércoles, 14 de febrero de 2024

Papa Francisco en homilía, 14-2-2024: «Vuelve al centro de ti mismo, donde se alojan tantos miedos, sentimientos de culpa y pecados; el Señor está ahí para sanarte y purificarte»  

 


«Cuando tengas la valentía de inclinar la cabeza para mirar tu interior, entonces podrás descubrir la presencia de un Dios que te ama desde siempre; finalmente se harán añicos las corazas que te has construido y podrás sentirte amado con un amor eterno»

Video completo de la transmisión en directo de  Vatican News con la homilía del Papa traducida al español

«Prestemos el oído de nuestro corazón a Aquel que, en el silencio, quiere decirnos: ‘Soy tu Dios, el Dios de la misericordia y la compasión, el Dios del perdón y del amor, el Dios de la ternura y la solicitud. […] No te juzgues. No te condenes. No te rechaces. Deja que mi amor llegue a los rincones más escondidos de tu corazón y te revele tu propia belleza. Una belleza que has perdido de vista, pero que se hará nuevamente visible para ti a la luz de mi misericordia. El Señor nos llama: Ven, ven, deja que enjugue tus lágrimas, y deja que mi boca se aproxime a tu oído y te diga: ‘Te amo, te amo, te amo’»

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Santa Misa, presidida por el Papa Francisco, de hoy, Miércoles de Ceniza, 14-2-2024


 14 de febrero de 2024.- (Camino Católico El Papa Francisco ha presidido, la tarde de este 14 de febrero, la Misa de Miércoles de Ceniza, al inicio de la Cuaresma 2024 en la Basílica de Santa Sabina, con la bendición e imposición de la ceniza. La Eucaristía se ha iniciado luego de la habitual procesión penitencial en la que han participado cardenales, obispos, sacerdotes y fieles desde la Iglesia de San Anselmo hasta la Basílica de Santa Sabina. En su homilía, el Santo Padre ha alentado a redescubrir el “secreto de la vida”, es decir volver el corazón a Dios, para redescubrirlo y que cada uno se convierta, teniendo como medios la oración, el ayuno y la limosna. En el video de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración traducida al español.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Papa Francisco en homilía del Miércoles de Ceniza, 2-3-2022: «La oración, la caridad y el ayuno regeneran una relación viva con Dios, con los hermanos y consigo mismo»

  


* «En este período de Cuaresma, oremos mirando el Crucifijo: dejémonos invadir por la conmovedora ternura de Dios y pongamos en sus llagas nuestras heridas y las del mundo. No nos dejemos llevar por la prisa, estemos en silencio ante Él. Redescubramos la fecunda esencialidad del diálogo íntimo con el Señor. Porque a Dios no le gustan las cosas ostentosas, sino que le gusta dejarse encontrar en lo secreto. Es ‘el secreto del amor’, lejos de toda ostentación y de tonos llamativos»

Video completo de Vatican News de la homilía del Papa traducida al español

* «La oración, la caridad y el ayuno deben madurar en secreto, sus efectos sin embargo no son secretos. La oración, la caridad y el ayuno no son medicamentos sólo para nosotros, sino para todos; de hecho, pueden cambiar la historia. En primer lugar, porque quien experimenta sus efectos, casi sin darse cuenta, los transmite a los demás; y, sobre todo, porque la oración, la caridad y el ayuno son las principales vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo. Son las armas del espíritu, y es con ellas que, en esta jornada de oración y ayuno por Ucrania, imploramos a Dios esa paz que los hombres solos no pueden construir»

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"Convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso" / Por P. Carlos García Malo

 


miércoles, 17 de febrero de 2021

Papa Francisco en homilía del Miércoles de Ceniza, 17-2-2021: «Hoy es el tiempo de regresar a Dios, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo»


 * «La cuaresma no es una recolección de florecillas, es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Este es el centro de la cuaresma: ¿Hacia dónde está orientado mi corazón? Preguntémonos: ¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? ¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido, puesto en el primer lugar y así sucesivamente? ¿Tengo un corazón “bailarín”, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?»

Video completo de la transmisión en directo de  13 TV  con la homilía del Papa traducida al español

* «Déjense reconciliar: el camino no se basa en nuestras fuerzas; nadie puede reconciliarse con Dios por sus propias fuerzas, no se puede. La conversión del corazón, con los gestos y las obras que la expresan, sólo es posible si parte del primado de la acción de Dios. Lo que nos hace volver a Él no es presumir de nuestras capacidades y nuestros méritos, sino acoger su gracia. Nos salva la gracia, la salvación es pura gracia, pura gratuidad. El comienzo del regreso a Dios es reconocernos necesitados de Él, necesitados de misericordia, necesitados de su gracia. Este es el camino justo, el camino de la humildad. ¿Yo me siento necesitado o me siento autosuficiente? En este camino, para no perder la dirección, pongámonos ante la cruz de Jesús: es la cátedra silenciosa de Dios. Miremos cada día sus llagas, las llagas que Él ha llevado al Cielo y muestra al Padre todos los días en su oración de intercesión. Miremos cada día sus llagas. En esos agujeros reconocemos nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los golpes que nos han hecho daño. Sin embargo, precisamente allí vemos que Dios no nos señala con el dedo, sino que abre los brazos de par en par. Sus llagas están abiertas por nosotros y en esas heridas hemos sido sanados»

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