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jueves, 13 de septiembre de 2007

Los viajes de San Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM


Pablo inició su predicación en Damasco. Aquí la rabia de los judíos ortodoxos contra este "traidor" era tan fuerte que tuvo que escaparse dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta. Al bajar a Jerusalén, fue suspiciosamente vigilado por los judíos cristianos porque no podían creer que él que tanto había perseguido se había convertido. De regreso a su ciudad nativa de Tarso, otra vez se unió Barnabás y juntos viajaron a Antioquía siriana, donde encontraron tantos seguidores que fue fundada por la constancia de los primeros cristianos. Fue aquí donde los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez (del Griego << Christos >>, ungido). Después que regresaron a Jerusalén, una vez más para asistir a los miembros de la iglesia que estaban escasos de alimentos, estos dos misioneros regresaron a Antioquía y después navegaron a la isla de Chipre; durante su estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus.

Una vez más en tierra de Asia Menor, cruzaron las Montañas Taurus y visitaron muchos pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en estos lugares Pablo primero visitaba las sinagogas y predicaba a los judíos; si ellos lo rechazaban entonces predicaba a los gentiles. En Antioquía de Pisidia, Pablo lanzó un discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras: Hechos 13,46-47 "Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»

Después de esto Pablo y Bernabé volvieron a Jerusalén donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría de miembros judíos, hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior. La ley no puede justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo. Vivir esta gracia es sin embargo un reto aun más radical que el que presenta la ley y exige entrega total. Esta llamada a la gracia y a la respuesta total hasta la muerte forma parte esencial de su enseñanza y de su vida.

La segunda jornada misionera, la cual duró del año 49 a 52, llevó Pablo a Silas, su nuevo asistente a Frigia, Galacia, Troas, y a través de tierra de Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas el médico era ahora un miembro del grupo, y en el libro de los Hechos él nos da un relato que ellos fueron a Tesalónica, y después bajó a Atenas y Corinto. En Atenas Pablo predicó en el Areópago y sabemos que algunos de los estoicos y epicureanos lo escucharon y discutieron con él informalmente atraídos por su intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética. Pero mas importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos que abrían su corazón podían comprender que Pablo tenía una sabiduría nunca antes enseñada.

Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo griego-romano, y sus cartas de este período muestran que él está consciente de la gran ventaja en su contra, de la lucha incesante contra el escepticismo e indiferencia pagana. Él sin embargo se quedó en Corinto por 18 meses, y encontró éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y Priscila, se convirtieron y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron con él al Asia. Fue durante su primer invierno en Corinto que Pablo escribió las primeras cartas misioneras. Estas muestran su suprema preocupación por la conducta y revelan la importancia de que el hombre reciba la inhabitación de Espíritu Santo ya que solo así hay salvación y poder para bien.
La tercera jornada misionera cubrió el periodo del 52 a 56. En Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy popular. Pablo fue motivo de un disturbio público ya que los comerciantes veían peligrar sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía. Después, en Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente y encadenado. Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma que sorprendió a sus opresores. Fue llevado a Cesarea por el rumor de algunos judíos en Jerusalén que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el templo. Así planeaban matarlo. Fue puesto en prisión en Cesarea esperando juicio por aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix y Festus. Los gobernadores romanos deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos por lo que postergaron su juicio de mes a mes. Pablo al final apeló al Emperador, demandando el derecho legal de un ciudadano romano de tener su juicio escuchado por el mismo Nerón. Fue entonces colocado bajo la custodia de un centurión, el cual lo llevó a Roma. Los Hechos de los Apóstoles lo dejan en la ciudad imperial esperando su tribunal.

Aparentemente la apelación de Pablo fue un éxito porque hay evidencia de otra jornada misionera, probablemente a Macedonia. En esta última visita a las comunidades cristianas, se cree que nombró a Tito obispo en Creta y a Timoteo en Efeso. Volviendo a Roma, fue una vez más arrestado. Su espíritu no decae ante las tribulaciones porque sabe en quien ha puesto su confianza.

Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. -II Timoteo 1,12

Después de dos años en cadenas (cárcel Mamertina que puede ser aun visitada en Roma) sufrió martirio en Roma al mismo tiempo que el Apóstol Pedro, obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no fue crucificado sino degollado. Según una antigua tradición su martirio fue cerca de la Via Hostia, donde hoy está la abadia de Tre Fontana (llamada así por tres fuentes que según la tradición surgieron cuando su cabeza, separada ya del cuerpo, rebotó tres veces)

Testimonio personal del P. James Manjackal, MFSF


Desde mi niñez, había escuchado a mi madre en casa por la tarde, al empezar la oración familiar que duraba entre hora y hora y media rezarle al Espíritu Santo. Después en el seminario, había siempre una oración o un himno al Espíritu Santo al principio de las clases y de los eventos importantes. Esto es todo lo que yo sabía en el pasado del Espíritu Santo. En mi curso de teología no hubo ni siquiera una enseñanza o una tesis sobre el Espíritu Santo. Por supuesto, sabía por mi catecismo que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad y que El da la gracia en nuestra vidas. Pero nunca había tenido una experiencia del Espíritu Santo hasta que ésta me ocurrió a través de la poderosa oración de un joven. Después de mi ordenación como sacerdote el 23 de Abril de 1973, trabajé cerca de un año en las misiones de Visakhapatnam y después fui asignado como profesor en el seminario S.F.S. en Ettumanoor en Kerala. Cuando era un estudiante en el seminario, mi deseo más sincero era el ser profesor en la universidad o en el seminario, una posición cómoda y honorable en la vida sacerdotal. Yo no me podía imaginar yendo como un vagabundo de lugar en lugar, confrontando diferentes situaciones, gente, cultura y comidas. Dentro de mí, buscaba comodidades materiales y la seguridad de una vida feliz. En 1975 leí en una revista americana "New Covenant" unos artículos sobre sanaciones y el don de lenguas. No podía creer que por aquellos días que la gente fuera curada con la fe y con oraciones. Me burlé del don de lenguas diciendo que ¡debían ser los quejidos histéricos de mujeres!. Mi mente estaba llena de orgullo con mis conocimientos en Filosofía y Psicología. Por entonces, escuché hablar sobre un retiro carismático en Poona, al norte de la India. Junto con un sacerdote ya mayor de mi congregación, asistí al retiro que fue predicado por el padre James De Souza. El era un predicador con mucho poder y buen cantante. Me gustaron sus prédicaciones y cantos, y como yo no estaba enfermo no fui a la oración de sanación. Hice una buena confesión y llevé a cabo todas las instrucciones que el predicador decía, como levantar las manos y dar palmas. Cuando habló sobre el don de lenguas y otros carismas yo pensé que estos no eran para mí sino para los que pertenecían a la élite espiritual. En el día del bautismo en el Espíritu, me preparé bien y me senté en la silla junto con los otros participantes. Durante la imposición de manos no experimenté nada especial. Mientras oraba sobre mí el predicador dijo: "James vas a ser un predicador carismático". Al escuchar esto me reí fuertemente y dije "¡nunca, nunca!. No sólo no podía aceptar las formas peculiares de los carismáticos, sino que también había sido siempre una persona tímida frente a los demás. En mis días de colegio y después en la formación en el seminario había sido incapaz de pronunciar un discurso. Incluso, después de mi ordenación fui un fracaso total en el púlpito. Todavía recuerdo bien lo que me sucedió en mi primer sermón. Después de mi ordenación, accedí con muy pocas ganas a celebrar Misa y predicar al día siguiente que era domingo. En casa había preparado unas pocas notas sobre el Evangelio del día y las coloqué en uno de los lados de m Biblia nueva. No tenía problemas para decir la Misa porque miraba al libro de Misa y decía las oraciones y en los otros momentos conservaba mis ojos cerrados porque tenía miedo de mirar a la gente. Después de la lectura del Evangelio fijé mis ojos en la puerta principal al final de la Iglesia y empecé a buscar los papeles con las notas que había colocado en uno de los lados de mi Biblia. Me puse tan nervioso y temeroso que olvidé si los había colocado en el lado derecho o en el izquierdo. Tenía miedo de retirar los ojos de la puerta y mirar en la Biblia porque pensé que haciendo esto tendría que mirar a la gente y con el miedo que tenía al público, incluso se me caería. Yo ya estaba temblando y sudando. Intenté varias veces dirigirme a la audiencia diciendo mis queridos, mis queridos... . Y no pude decir ni siquiera una simple frase. Habían pasado unos pocos minutos, y viendo mi estado patético, el párroco susurró a través de la ventana: "basta de predicar, ahora puedes continuar con la Misa". Como un balón desinflado, con vergüenza y auto-compasión, continué con la Misa. ¡Estaba seguro que la gente se habría estado riendo y compadeciendo de este nuevo sacerdote, tímido y joven! Después de la Misa cuando fui a la sacristía, el sacerdote comentó: "El es un misionero de San Francisco de Sales, ¿qué es lo que él va a predicar?". Esta es la razón por la que me reí cuando el predicador me dijo que yo sería un predicador. ¡Pero fue una profecía!. ¡Durante los últimos 25 años, mi vida ha estado dedicada a predicar por todo el mundo!.

En el último día de retiro casi todos los participantes dieron testimonios de sanaciones, experiencias de profecías, visiones, lenguas, etc. Pero yo no tenía ningún testimonio que dar. Muchos habían tenido la experiencia de encontrar a Jesús y ¡Le habían escuchado hablándoles!. Me sentí triste y comencé a acusarme a mi mismo de mi orgullo, de no cooperar plenamente con el retiro y de no rendirme a la acción del Espíritu Santo. Quizás en este punto, en lo profundo de mi corazón empecé a desear y a tener sed del Espíritu. Con mucha curiosidad, muchos de mis compañeros me preguntaron qué era lo que yo había recibido en el retiro, pero no pude darles una respuesta precisa. Fue una semana después del retiro cuando me sentí seriamente enfermo por primera vez en mi vida. Estuve en dos hospitales durante más de cuatro meses, y me volví débil y pálido. No podía comer debido a los dolores en mi estómago. Tenía un dolor muy fuerte en la espalda. Devolvía incluso los comprimidos que me daban. No podía decir Misa de pie, así que solía decirla desde mi cama con la ayuda de algunos otros sacerdotes. Viendo mi dolor tan fuerte y mi estado tan patético, muchos pensaron incluso que no sobreviviría. Al final, el diagnóstico de mi enfermedad fue tuberculosis en el riñón además de piedras en el riñón e infecciones. Me tendrían que aplicar noventa inyecciones y tendría que tomar durante dos años comprimidos para la curación de la TB. El doctor sugirió una intervención quirúrgica en el riñón después de los noventa días de inyecciones.

En el séptimo día después de haber empezado el tratamiento, me ocurrió algo muy grande, que cambió toda mi vida. Por la tarde, después de mi siesta acostumbrada, estaba conversando desde mi cama con dos religiosas que vinieron a visitarme. De repente, un joven de unos veinte años vino hacia mí y me preguntó Padre, me permite que ore sobre Ud. por su sanación . En ese momento, la Renovación Carismática no era conocida ni difundida en Kerala, ni siquiera los sacerdotes solían orar por la sanación. Eran más bien los pentecostales los que solían orar por sanaciones. Como sacerdote católico, no quería que un pentecostal me impusiera las manos a mí, un sacerdote. Cuando le pregunté por su identidad, me dijo que hacía sólo ocho meses que había encontrado al Señor y recibido el bautismo y que estaba dotado con muchos carismas del Espíritu Santo. Yo no pude creer entonces, que fuese el Espíritu quien le dijese mientras viajaba en el autobús, que viniera al hospital y rezase sobre mí. ¡No nos habíamos conocido nunca antes!. El no esperó por mi permiso para imponerme las manos, al terminar de compartir su testimonio, impuso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a orar. El oró: Padre en el cielo, envía a tu Hijo Jesús a este sacerdote que sufre de T.B. en el riñón, piedras en el riñón e infecciones y restitúyele su salud completa de cuerpo y alma . Entonces me vino a la mente, que él ¡podía haber visto la cartilla del hospital en donde estaba escrito un informe de mis enfermedades!. No sabía por entonces que él estaba orando con el don de la palabra y del conocimiento. Exclamó varias veces alabanzas a Dios y otras veces oraba también en lenguas. Sentí una especie de poder que iba de sus manos hacia mí. Entonces empecé a conocer el poder de la alabanza y de la oración proclamadas en voz alta. En el retiro no pude apreciar las oraciones ruidosas con alabanzas en voz alta (gritando). De repente pensé en la oración del mendigo ciego, Bartimeo. El estaba rezando gritando: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Aunque los discípulos intentaron hacerlo callar, él continuó gritando aún más fuerte. Entonces Jesús lo llamó a su lado y le concedió su petición (Mc 10: 46-52). ¡Las expresiones de la boca son con seguridad expresiones del corazón! Las palabras fuertes e intensas de la boca son la sincera efusión del gran deseo y fe del alma. Yo clamo a Dios gritando, yo llamo a Dios y El me escucha (Sal 77: 1). Los apóstoles en los tiempos de la primera persecución levantaron sus voces a Dios y oraron. Su oración fue tan poderosa que hizo temblar la casa donde se habían reunido (Hch 4: 24-31). Fue completamente curado todo mi escepticismo sobre oraciones estruendosas. Empecé también a orar con él con alabanzas fuertes.

El muchacho empezó entonces orar en un tono diferente señalando al interior de mi vida pasada. El oró: Oh Señor, este sacerdote es un buen sacerdote, pero no es capaz de predicar tu Evangelio porque es muy tímido debido a su complejo de inferioridad, el cual desarrolló al principio de su niñez. Perdió a su padre cuando tenía siete años, Señor. Se sintió rechazado y discriminado entre los otros cinco niños con los que creció. La madre, joven y viuda, tuvo una cantidad de problemas para sacar a sus hijos adelante. Como él era muy gordo y tenía un tamaño grande, sus hermanos y hermanas lo molestaban llamándole gordito . Los compañeros de colegio lo llamaban negrito por el color de su piel. Por esto, en su temprana infancia, este niño ha sido muy herido. Tiene mucho resentimiento en su corazón hacia muchos. Señor, Espíritu Santo, cura sus heridas internas y resentimientos y dale un nuevo yo interior. Libéralo de todas sus esclavitudes y del poder de la oscuridad. ¡Oh Espíritu Santo!, llena su corazón con tu amor... . Yo estaba atónito con la oración. Estaba rompiendo mi yo interior en pedazos con el poder de la Palabra de Dios (Heb 4: 12). Todo lo que decía de mi vida era verdad. Sabía que todo lo que había dicho en oración no estaba en el registro del hospital. El estaba leyendo un registro, el del Espíritu Santo. En lágrimas recordé las palabras de Jesús Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los hombres sabios y a los entendidos y se las has manifestado a los sencillos (Lc 10: 21). Derramé otra vez lágrimas sobre mi orgullo, especialmente sobre mi orgullo intelectual. Sentí lo miserable que era mi conocimiento para medir y limitar la inmedible e ilimitada sabiduría y amor de Dios. Me di cuenta que este muchacho joven, un recién convertido, había nacido otra vez en el Espíritu, mientras que yo, un católico tradicional, un sacerdote ordenado, permanecía en la carne. Comencé a entender que lo que el ojo no ha visto, ni el oído ha oído y lo que no ha entrado en el corazón, lo que Dios ha preparado para los que le aman, esto Dios lo ha revelado a través del Espíritu, porque el Espíritu escudriña todo, incluso las profundidades de Dios (I Cor 2: 9-10). Sentí el agua viva fluyendo a través de mí liberándome. Sentí una especie de poder fluyendo a través de mí. Hubo una sensación de calor en mi estómago y en la parte atrás en los riñones, y creí que el Señor me estaba curando. Hice mía la curación y alabé a Jesús.

Al mismo tiempo, sentí en mí temor por si este hombre que me estaba viendo transparente dijese mis pecados más escondidos, especialmente delante de las dos religiosas. Entonces el oró "Jesús, Tú eres quien le llamó al sacerdocio, pero él está ofreciendo Misas con un corazón impuro y con manos impuras". Vinieron a mi mente las palabras del profeta Malaquías y me empezaron a acusar de mi no-santidad en el sacerdocio. '¡Oh sacerdotes que estáis despreciando mi nombre ofreciendo ofrendas impuras en el Altar!' (Mal 1: 6-7). Continuó su oración diciendo "este sacerdote está teniendo mucha falta de perdón hacia muchos, dale la gracia de perdonar al prójimo y lávalo en Tu preciosa sangre y dale un corazón más blanco que la nieve" (Is 1: 18). Para entonces, el mismo Espíritu Santo comenzó a acusarme de mis pecados (Jn 16: 8). Yo no sabía que el muchacho había salido de la habitación con las dos religiosas para orar sobre otros. Vi una página blanca de papel en frente de mi en la cual estaban escritos claramente todos mis pecados, pecados que fueron confesados, y algunas veces escondidos en las confesiones debido a temor o vergüenza. Vi claramente las personas a las cuales no había perdonado y con las que todavía no me había reconciliado en mi corazón. Vi mi corazón cubierto y oscurecido con un velo de malos hábitos y un tul de mentira. Las palabras: -la comunión en un corazón impuro trae condenación (I Cor 11: 27)- comenzaron a llevarme a una profunda crisis en mi conciencia interior. Tenía un mal hábito profundamente arraigado desde mi juventud. Mis manos estaban incluso manchadas con el olor del tabaco. En lágrimas dije "Señor, no puedo liberarme de estos malos hábitos, yo soy incapaz. No puedo continuar, no puedo ser un sacerdote puro . En lágrimas empecé a llamar a gritos al Señor, a lo mejor era la primera vez que yo oraba llorando. Estaba en una absoluta confusión, no sabía si es que debía dejar el sacerdocio o continuar. El Espíritu en mí, estaba diciendo que si continuaba debía ser un sacerdote santo, una persona diferente. Pensé que las Misas ofrecidas en el pasado no habían sido aceptadas por el Padre en el Cielo y que ninguna de mis oraciones habían sido escuchadas por el Señor. Cuando fuese al Altar debería haber perdonado y reconciliado (Mt 5: 23). Debería haber perdonado a los otros para que mis oraciones pudieran ser efectivas (Mc 11: 25). ¡Pensé que era un ser miserable, completamente perdido!. Estaba en una oscuridad total, en duda y confusión. Pensé que estaba defraudando a Dios y a otros con mi sacerdocio. En mi incapacidad oraba: "Señor sálvame a mí, pecador".

Mi Señor Dios no me abandonó en mi desesperación. Era la primera vez en mi vida que veía al Señor resucitado caminando hacia mí en plena luz. Su rostro resplandecía. Sus ropas brillaban. Estaba rodeado de muchos ángeles. Podía escuchar la melodiosa música de los ángeles. Puso Sus manos sobre mi hombro, y me convertí en muy pequeño delante de El. Me habló muy claramente "James, tú eres mi sacerdote desde siempre. Incluso cuando Yo fui concebido en el vientre de Mi Madre (vientre de María) tú estabas ahí como un sacerdote compartiendo Mi Sacerdocio eterno. Yo te perdono todos tus pecados y te hago completamente nuevo". Esta fue una gran revelación para mí, el que yo estuviese en Su cuerpo cuando El tomó la forma humana. María había sido mi madre mucho antes que Jesús la entregase a la humanidad desde la Cruz diciendo "He ahí a tu madre..." Realmente experimenté la cercanía de "mamá María", sentí como era consolado y curado en su regazo aunque no la veía. No tengo palabras para expresar mis experiencias en este éxtasis que duró más de tres horas y media. El Señor me dijo que hiciese una buena confesión general de mi vida pasada. También me instruyó para que fuera y me reconciliara con aquellos hacia los cuales no tenía buenos sentimientos. En mi largo periodo de seminarista o en el Noviciado- nunca tuve la experiencia de un encuentro con Jesús o de escuchar esta dulce voz, aunque mi maestro de noviciado y mis directores espirituales intentaron enseñarme a contemplar y a orar. Ahora yo se que la oración y la contemplación no es algo que yo podía conseguir sino que sólo podía recibir como un puro don del Espíritu.

Desperté de mi sueño lleno de gracia cuando una enfermera me llamó por mi nombre. Yo la vi delante de mi con las inyecciones y los comprimidos. Con mucha alegría le dije que había tenido una profunda experiencia de un toque de Jesús y que estaba curado. Cuando ella se marchó de la habitación, estaba alabando a Dios con una voz muy extraña, sentía que mi lenguaje y mis palabras eran acalladas y que el Espíritu Santo me daba otro lenguaje y otras palabras cuyo significado era ininteligible para mí. El mismo don, el don de lenguas, el cual yo no había querido, me fue dado por el Señor. Yo estaba realmente intentando comprender con todos los creyentes la anchura, longitud, altura y profundidad del insondable amor de Dios manifestado a través de Jesús, Su Hijo (Ef 3: 18). Después de un rato, el doctor que diagnosticó mi enfermedad y prescribió las medicinas vino y me reprendió por no tomarlas. Me dijo "padre, Ud. es un sacerdote, creo que tiene un poco de sentido común y conocimiento, ¿cree Ud. que ha sido curado por la oración de ese muchacho recién convertido?. Si no toma las medicinas va a tener una recaída". Yo dije "lo siento doctor, tomaré los medicamentos pero sé que he sido curado por la oración de este muchacho". Tomé los comprimidos y me sometí a la inyección delante del doctor, porque sabía que doctores y medicinas estaban en el plan de Dios y prometí que continuaría con el tratamiento hasta que él dijera lo contrario (Sir 38: 1-2).

Estaba feliz y alegre. Comencé a contar mi curación a la gente de mi alrededor y a las religiosas. Esa misma noche tuve un sueño profundo y rítmico sin necesidad de pastillas para dormir. Esta fue la primera curación física que recibí. Desde que empecé con la enfermedad del riñón no podía dormir sin sedantes. Me levanté a las cuatro de la mañana como si alguien me hubiese despertado. Seguramente fue el Señor (desde ese día yo hago mi oración personal diaria a las 4 de la mañana). Me senté en mi silla y oré durante una hora y media con la misma experiencia -o incluso con mucha más- que el día anterior. En esta oración el Señor puso Su Sabiduría en mi boca y me dió poder para predicar Su Reino y me mandó renunciar a mi puesto como profesor en el seminario e ir a predicar. Después de la oración di un paseo matutino de una hora. ¡Hasta el día anterior era incapaz de levantarme sin ayuda de la cama y de caminar solo por la habitación!. Después de tomar un baño me fui a la Capilla y celebré Misa para más de ciento cincuenta personas. La lectura del Evangelio fue Lucas diecinueve, la historia de Zaqueo. Sin ninguna preparación previa, confiando completamente en el Espíritu Santo fui capaz de predicar durante dieciocho minutos y además mirando a la gente a la cara. Sentí que estaba completamente liberado de la carga y de la esclavitud del temor y del complejo de inferioridad. Sentí una intimidad especial con aquellos que estaban en la Misa. Podía mirarlos con libertad y quererlos y sentir que cada uno era mi hermano o hermana. Después de la Misa, habiendo notado el doctor el cambio en mi comportamiento, ordenó una repetición de todas las pruebas de laboratorio. Entonces me llamó a su habitación y me enseñó los antiguos y los nuevos resultados de las pruebas clínicas y me confirmó que mi riñón estaba completamente curado, que podía dejar de tomar las medicinas y que estaba dado de alta del hospital. Yo no se como explicar la alegría que sentí en ese momento. Dije "alabado sea el Señor", abracé al doctor y abandoné el hospital.

Salí del hospital como un hombre nuevo con nuevas decisiones y determinaciones. Decidí vivir sólo para Jesús y pasar mi vida predicando Su Reino. Renuncié a mi trabajo como profesor y salí a predicar después de haber pasado cuarenta días ayunando y orando. Desde el 17 de Febrero de 1976 cuando prediqué mi primer retiro carismático, probablemente el primer retiro carismático en Kerala predicado en malayo, hasta ahora he empleado solamente mi tiempo predicando Su Palabra. Mis superiores afectuosamente, me ofrecieron entonces varias oportunidades para ir a Alemania o a Roma para efectuar mi doctorado, pero las rechacé porque el Espíritu me dijo, "Yo soy suficiente para ti". "El que pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para el Reino de Dios" (Lc 9: 62). Cuando era seminarista y veía que muchos de mis compañeros eran enviados al extranjero para cursar estudios superiores, sentía un gran deseo de ir al extranjero para hacer mis doctorados. Gracias a Dios, ahora el Señor ha hecho realidad mi deseo con mis continuas predicaciones de "el Reino" en el extranjero. ¡Qué verdad es que cuando nosotros rendimos cualquiera de nuestros deseos por amor al Señor, El nos los retornará multiplicados por cien!. Cierto es que Jesús hizo uso de mí para construir una casa de oración para El en Athirampuzha, Kerala, conocida como Charis Bhavan. En mis prédicas en los retiros, convenciones y servicios de sanación me he encontrado con oposiciones e incluso con persecuciones. Pero la Palabra de Dios, que dice que todo el que quiera vivir una vida santa será perseguido, me consoló y me dio fuerzas (II Tim 3: 12) Yo se que todos los dones y poderes que a mí me han sido dados, un ser débil, en una vasija de barro son para contemplar el tesoro de Su Poder (II Cor 4: 7). Con San Pablo, yo también diré que tengo la fuerza para todo, a través de El que me da poder (Fil 4: 13). Su poder se manifestó en el tiempo de mi secuestro, en el mundo musulmán de los países árabes, y en tiempos de insultos y malentendidos por parte de mis propios superiores y amigos. Concluyo mi testimonio con las palabras de San Pedro, "Queridos, no os extrañéis como si fuera algo raro, de veros sometidos al fuego de la prueba, al contrario, alegraos de participar en los sufrimientos de Cristo, para que, asimismo, os podáis alegrar gozosos el día en que se manifieste Su Gloria. Dichosos vosotros si sois ultrajados en nombre de Cristo, pues el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, alienta en vosotros". (I Pe 4: 12-14).

Sal de la tierra y luz del mundo / Autor: San Juan Crisóstomo


San Juan Crisóstomo
(347-407)
Fiesta: 13 de Septiembre.
Obispo de Constantinopla, Doctor de la Iglesia. Patrón de los predicadores.
Llamado "boca de oro" por su gran elocuencia.

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Sal de la tierra y luz del mundo
De las homilías de San Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
Homilía 15, 6.7


Vosotros sois la sal de la tierra. Es como si les dijera: «El mensaje que se os comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera os envío a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas, sino a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo por cierto muy mal dispuesto». Porque, al decir: Vosotros sois la sal de la tierra, enseña que todos los hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por ello, exige sobre todo de sus discípulos aquellas virtudes que son más necesarias y útiles para el cuidado de los demás. En efecto, la mansedumbre, la moderación, la misericordia, la justicia son unas virtudes que no quedan limitadas al provecho propio del que las posee, sino que son como unas fuentes insignes que manan también en provecho de los demás. Lo mismo podemos afirmar de la pureza de corazón, del amor a la paz y a la verdad, ya que el que posee estas cualidades las hace redundar en utilidad de todos.

«No penséis –viene a decir– que el combate al que se os llama es de poca importancia y que la causa que se os encomienda es exigua: Vosotros sois la sal de la tierra». ¿Significa esto que ellos restablecieron lo que estaba podrido? En modo alguno. De nada sirve echar sal a lo que ya está podrido. Su labor no fue ésta; lo que ellos hicieron fue echar sal y conservar, así, lo que el Señor había antes renovado y liberado de la fetidez, encomendándoselo después a ellos. Porque liberar de la fetidez del pecado fue obra del poder de Cristo; pero el no recaer en aquella fetidez era obra de la diligencia y esfuerzo de sus discípulos.

¿Te das cuenta de cómo va enseñando gradualmente que éstos son superiores a los profetas? No dice, en efecto, que hayan de ser maestros de Palestina, sino de todo el orbe.

«No os extrañe, pues –viene a decirles–, si, dejando ahora de lado a los demás, os hablo a vosotros solos y os enfrento a tan grandes peligros. Considerad a cuántas y cuán grandes ciudades, pueblos, naciones os he de enviar en calidad de maestros. Por esto, no quiero que seáis vosotros solos prudentes, sino que hagáis también prudentes a los demás. Y muy grande ha de ser la prudencia de aquellos que son responsables de la salvación de los demás, y muy grande ha de ser su virtud, para que puedan comunicarla a los otros. Si no es así, ni tan siquiera podréis bastaros a vosotros mismos.

«En efecto, si los otros han perdido el sabor, pueden recuperarlo por vuestro ministerio; pero, si sois vosotros los que os tornáis insípidos, arrastraréis también a los demás con vuestra perdición. Por esto, cuanto más importante es el asunto que se os encomienda, más grande debe ser vuestra solicitud». Y así, añade: Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Para que no teman lanzarse al combate, al oír aquellas palabras: Cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo, les dice de modo equivalente: «Si no estáis dispuestos a tales cosas, en vano habéis sido elegidos. Lo que hay que temer no es el mal que digan contra vosotros, sino la simulación de vuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie.

«Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán prueba de vuestra firmeza. Mas si, por temor a ellas, cedéis en la vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste el ser pisoteado por la gente».

A continuación, propone una comparación más elevada: Vosotros sois la luz del mundo. De nuevo se refiere al mundo, no a una sola nación ni a veinte ciudades, sino al orbe entero; luz que, como la sal de que ha hablado antes, hay que entenderla en sentido espiritual, luz más excelente que los rayos de este sol que nos ilumina. Habla primero de la sal, luego de la luz, para que entendamos el gran provecho que se sigue de una predicación austera, de unas enseñanzas tan exigentes. Esta predicación, en efecto, es como si nos atara, impidiendo nuestra dispersión, y nos abre los ojos al enseñarnos el camino de la virtud. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín. Con estas palabras, insiste el Señor en la perfección de vida que han de llevar sus discípulos y en la vigilancia que han de tener sobre su propia conducta, ya que ella está a la vista de todos, y el palenque en que se desarrolla su combate es el mundo entero.

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Biografía del Santo

Nació en Antioquía, de padres cristianos, hacia el año 349. Su madre era un modelo de virtud. Estudió retórica bajo Libanius, el mas famoso orador de su época y en el 374 comenzó una vida de anacoreta en las montañas. En el 386, su mala salud le forzó a regresar a Antioquia. Allí fue ordenado sacerdote. Ejerció, con gran provecho, el ministerio de la predicación.

El año 397 fue elegido obispo de Constantinopla, cargo en el que se comportó como un pastor ejemplar, esforzándose por llevar a cabo una estricta reforma de las costumbres del clero y de los fieles.

Su rectitud en proclamar y defender la verdad le ganó muchos enemigos. La oposición de la corte imperial y de los envidiosos maquinaron acusasiones contra el y lo llevaron dos veces al destierro y eventualmente a Pythius en la periferia del imperio. Uno de sus enemigos, Theophilus, Patriarca de Alejandría, se arrepintió antes de su muerte. Otro enemigo era la emperadora Eudoxia.

Tuvo el consuelo de contar siempre con el apoyo del Papa y llevó todas las tribulaciones con gran valentía y fe.

Acabado por tantas miserias, murió en Comana, en el Ponto, el día 14 de septiembre del año 407. Contribuyó en gran manera, por su palabra y escritos, al enriquecimiento de la doctrina cristiana, mereciendo el apelativo de Crisóstomo, es decir, «Boca de oro».

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Yo soy testigo del poder de Dios / Autor: Javier Rodríguez


Me llamo Javier y soy hijo adoptivo del Rey. Lo supe en Marzo de 1.976, cuando conocí la Renovación en Santiago de Compostela.

Mi Padre me quiere y me entiende. Se ha ocupado de mí y de todas mis cosas. Desde 1.985, Él me ha dado una Comunidad : hermanas y hermanos que cuando me miran, hablan y oran conmigo, me riñen o me animan ... me están mostrando el rostro de mi Padre; su presencia y su acción en mi vida.

En 1.989, los médicos me diagnosticaron una hernia discal en una de las vértebras lumbares; a la vista de las radiografías, la cirugía parecía la única solución efectiva. La Comunidad decidió entonces enviarme a la Asamblea de la R.C.C. de Catalunya. Bastante a regañadientes, me puse en camino -catorce horas de autobús- sin comprender nada. Allí, en el polideportivo de Badalona, después de la Comunión, el P. Emiliano Tardiff dio -entre otras- esta palabra de conocimiento : El Señor está sanando a un hombre que sufre fuertes dolores en la espalda y en las piernas. Esta enfermedad le limitaba mucho en el ejercicio de su ministerio. El Señor lo sana en este momento; así podrá servirle con mayor libertad y entrega. ¡¡ Yo era aquel hombre !!. Hijo del Rey.

Unos años más tarde empecé a padecer rinitis, lagrimeo, picores, bronquitis, asma ... todo, al parecer, de origen alérgico. En 1.997 estos problemas fueron en aumento y en varias ocasiones llegaron a tener que ponerme oxígeno. El pasado día 6 de julio, víspera de la Asamblea Nacional’2.000, estábamos la Comunidad ante el Santísimo; en aquel momento de Adoración, mis hermanas y hermanos de Caná oraron por mí. Dos días después, durante la Eucaristía de sanación, supe que mi Padre había decidido ponerme -una vez más- “en plena forma” : no he vuelto a tener, desde entonces, ningún problema respiratorio ni alérgico.

Soy Suyo. En salud y enfermedad, éxito y fracaso, reconocimiento y persecución ... ¡soy suyo! ¡quiero ser suyo!. En ocasiones no lo he sido; quizá, en el futuro, en ocasiones vuelva a fallarle. Pero de algo estoy bien seguro: ¡¡¡Él es mío!!! . Para siempre.

¡Él está por mí!. Soy su hijo. Hijo del Rey.

¿De qué estaban discutiendo entre ustedes? / Autor: Martín Valverde


(¡No contaban con mi astucia!)

Les pido de favor, que lean este pasaje con mucha calma, despacio y dejando al Espíritu Santo que nos explique y nos dé luz en lo que se nos puede llegar a pasar.

Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» Marcos 9,30-37

Este siempre ha sido un pasaje que me ha llamado la atención por la simple razón de que me puedo ver, o reflejado en él, o en el peligro de ser cualquiera de los doce que se mete en un tema innecesario e irrelevante perdiendo de vista lo verdaderamente importante.

Jesús había, según el pasaje, hecho dos grandes esfuerzos para llegar a este momento y a este tema. Por un lado prepararse (¿¡quién sabe hacía cuanto tiempo!?), en su oración y en su corazón para poder abordar este tema con sus amigos más cercanos, sabiendo que esto los iba a meter en una crisis nerviosa y en una lluvia de pensamientos negativos. Y por otro lado el lograr estar a solas con ellos para que nadie los molestara y tocar el tema en privado; no era cosa fácil cuando a esta altura su popularidad lo hacía objetivo de fans, enfermos, enemigos, que no lo dejaban un solo rato a solas.

En medio de esto el Señor hace el esfuerzo, sabe que no va ser fácil, que el tema es difícil, que no lo van a entender.

Pero se topa con que no sólo no valió la pena todo su esfuerzo, sino que NO LO ATENDIERON. Estaban en otra conversación a baja voz entre ellos que no les permitió ni sentir, ni percibir, toda la importancia que esto tenía para Jesús (vamos poniendo nuestras barbas en remojo, ¿les parece?).

El maestro se da cuenta y se lanza con una pregunta capciosa para encerrarlos contra la esquina, pues Él sabía cual había sido la temática que los había llevado a desperdiciar esta oportunidad de intimidad y profundidad. Lo que leemos es: «¿De qué discutíais por el camino?» O bien, ¿qué era tan importante que no me pusieron atención?, ¿de qué estaban hablando que superara mi tema sobre pasión, muerte y resurrección?

No me puedo imaginar la cara de vergüenza de los discípulos al terminar la caminata junto al Señor. Él, hablándoles del trago amargo que todos iban a pasar por lo que sería su Pasión y su Muerte, textualmente les estaba diciendo que “¡lo iban a matar!”. Y si ya eso es duro de entender, pues humanamente va contra lo que sería “el crecimiento de la empresa”, (nadie que vea un movimiento crecer, se pone a hablar de una repentina persecución y muerte que puede pasar para llegar a algo mejor, va contra lo estipulado del buen espíritu empresarial). Y si lo de lo de ser entregado y condenado a muerte, les fue difícil de entender, con mucha más razón lo de la Resurrección, pues de eso no había parámetro alguno que seguir.
Jesús les estaba abriendo su corazón, su intimidad, para eso eran sus discípulos, para estar cerca de él, para prepararse para momentos como ese, en el que si Él estaba en peligro… ellos también; si Él necesitaba de amigos era para esos momentos y esos temas.

¿Quién de ustedes ha vivido la terrible experiencia de contar y compartir algo que es de total importancia para su corazón con alguien y que la persona receptora, la que debía oírnos, la que debía escucharte está en otra cosa, en otra frecuencia?.
Si algo me puede podrir el hígado son los teléfonos celulares, (ya me pasaba con los teléfonos convencionales imagínense con estos que están en todas partes) y es que no puedo aceptar que tengan mayor importancia de presencia que la mía al momento de hablar con alguien en persona.

Pero volviendo a los discípulos, y de paso a nosotros: Que ya no entiendan es una cosa, pero que no te atiendan es otra. Lo primero es capacidad cerebral, lo segundo majadería.

Y si el tema es pesado, peor aún, pues además de falta de educación pasa en automático a ser un insulto, un acto de ofensa directa.
Después de caminar con ellos, de lograr que no los acompañara nadie, (es difícil lograr la intimidad con la gente que quieres para hablar de cosas importantes), después de abrirles no sólo la información, sino el miedo, la tensión que esto causaba en su corazón, de decírselos con pinzas para que lo pudieran entender. Jesús se da cuenta no solo que no entendieron, sino que no atendieron y se los hace saber.
De ahí la pregunta, ¿De qué están hablando?, peor aún, ¿qué discutían en el camino, que terminó siendo más importante que yo y lo que les quería decir?.
¡¿En dónde te metes frente a semejante pregunta del maestro?!.
Si nos vamos a la verdad, la respuesta correcta era: “pues mira Jesús, mientras tú nos hablabas de cosas muy desanimantes como muerte, o tu pasión, y de eso ininteligible como la Resurrección. Nosotros estábamos enfrascados en un tema de mayor relevancia: estábamos haciendo nuestras encuestas internas para ver quien era el mayor entre nosotros. (Medíamos ratings, hacíamos pesquisas de opinión, recibíamos votos y cabildeábamos nuestras nominaciones).

El Señor hace su pregunta sabiendo que los va a dejar en vergüenza al hacerlo, pero era necesario, y de ahí toma a un niño y lo pone en medio de ellos para una vez más dejarles claro que el mayor es el que sirve a los demás, el mayor frente a Dios es el que se niega a buscar estos puestos y simplemente sirve con la alegría de un niño. El verdadero servicio no busca un premio, ni lo considera siquiera.

El mayor o el mejor, según sea la “calificación del premio”, es el que sirve, y el servicio no existe para ser premiado, ni reconocido, es un fruto de la labor del mismo Dios en nuestro corazón. La base del servicio es el amor en acción a una respuesta de nuestro corazón a Dios, ya en sí el servir es la recompensa, es la satisfacción.

Pero no nos hagamos, somos seres humanos, y al abaratar las cosas valiosas, las queremos medir solo para comparar. Y en el hecho perdemos, o lo que es peor nos podemos perder nosotros mismos.

Esta semana una vez más (julio 07) una entidad pequeña pero necia de nuestra farándula cristiana me vuelve a “nominar” para un premio en la música católica…”¡que bien joroban!”. Me niego a discutir de esto con ellos (ya envié una carta pidiendo me saquen de esa trifulca) y perder de vista lo que Dios quiere que yo escuche de él.
Lo remarcable de este pasaje, no es la discusión de los apóstoles, ni el tema, no es lo que hablaron lo que importa, sino LO NO QUE NO OYERON de Jesús, por estar hablando estupideces. El gran tema eterno que perdieron por hablar de cosas pasajeras.

Corremos ese peligro, abramos los ojos, y sea en la música o fuera de ella, por favor no caigamos en esta trampa tan bien camuflada, y que en mucho copia estándares de cosas no cristianas, más bien mundanas.

Les paso, para terminar, un extracto del maravilloso libro “Sin querer queriendo” de Roberto Gómez Bolaños:

Por lo hechos, estadísticas (que ni en México se imaginan) y las pruebas contundentes a través de toda América Latina, incluyendo Brasil, éste escritor y actor, es el más importante y famoso cómico en la historia del arte mexicano. Desde mi punto de vista, aún más que el mimo de América, Cantinflas, pues el mantener una presencia en la preferencia de varias generaciones en varios países, en el horario de mayor audiencia hasta hoy, es de por sí un hecho que reconoce una labor.
Éste maestro del humor, podría sentarse sobre sus laureles y colocar en su egoteca todos los primeros lugares que quisiera. Pero para mi sorpresa en su libro hay una parte que deja muy claro lo que se refiere al hecho de las premiaciones y su opinión sobre el acto de premiar.
Espero que viniendo de semejante personaje la sorpresa nos haga meditar sobre el don que Dios nos ha dado a cada uno.

Dice Chespirito:

Lo que sucede es que nunca me han interesado los trofeos cuando éstos se obtienen tras una competencia, aquellos en que se conforman ternas o un número mayor de competidores y que se otorgan después de que el animador dice "y el ganador es..." Aunque debo reconocer que he recibido algunos de ellos. Y los he agradecido, sí, pero sólo por la gentileza que han tenido quienes decidieron otorgármelos, mas no porque yo los haya apreciado como valiosos. También es preciso reconocer que hay una diferencia entre éstos y los muchos que no valen ni el pobre material con el que fueron fabricados; pero ni aún los famosísimos Oscares son un reflejo fiel de la calidad de quienes los obtienen. En todos (absolutamente todos) los trofeos que se otorgan mediante una competencia en teatro, cine y televisión, los intereses creados representan el mayor acopio de votos a favor (o a "desfavor"). Por si fuera poco, las injusticias que se cometen son grandes y cotidianas. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que un actor sea considerado el mejor del año, si sus innumerables colegas no tuvieron la oportunidad de interpretar el delicioso papel que a él le tocó en suerte? ¿O cómo es posible que un guionista haya sido ignorado porque su buen argumento fue dirigido por un patán o porque fue actuado por un galán que usurpa sin el menor recato el título de actor? Más aún: ni siquiera el aplauso debe ser considerado, como el trofeo sin mácula... porque depende de quién provenga y de qué circunstancias se derive. Como ejemplo de las injusticias cometidas al respecto baste con citar que Charles Chaplin jamás ganó un Oscar en Hollywood." “

¿Qué les parece?, no lo digo yo, lo dice Chespirito, y sólo queda decir que le pidamos al Espíritu Santo la Gracia de no caer en esta tentación de los premios o similares pues al venir de los hombres, en nuestro caso ya tienen mucho de nada, y poco de Dios. Corramos por la Corona que no se pudre ni se corrompe, nuestro premio es el mismo Jesús.

Que El Padre sea quien dé testimonio de nosotros, y que siguiendo el ejemplo de Jesús la Gloria de los hombres no nos haga caer en tentación.
Juan 5,41

Que Dios nos ayude, y nos diga al final…¡no contaban con mi astucia!.

Testimonio del P. Dario Betancourt


Con la experiencia que tengo puedo decir que la oración de intercesión, es quizás una de las oraciones mas fuertes y poderosas que el cristiano tiene, si fuéramos a dar testimonios de la oración de intercesión, no acabaríamos. Yo quisiera comenzar citando a nuestro Señor en el evangelio de san Juan capítulo 17, versículo 9 dice así el Señor: Padre yo te ruego por ellos, yo no te ruego por los que son del mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos. Yo me figuro al Señor Jesús orando y diciendo por estos Padre, por estos yo te pido, y si leemos que pide, son tantas las peticiones que Jesús hizo al Padre, que nos debe de llenar de una profunda paz. Pero hay un texto para mi, yo no diría mas fuerte porque es el mismo Jesús, este texto esta en el evangelio de san Lucas capitulo 22 versículo 31-32, Simon, Simon, Satanás ha solicitado el poder de cribaros como trigo pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca.

Yo acostumbro a decir cuando les hablo a sacerdotes y a religiosas, que puede ser que a veces estemos cargados de amarguras, de tristezas y desilusión, que Jesús de Nazaret oro por ti con tu nombre y tu apellido para que tu, no desfallezcas.

Desde hace dos mil años el le dijo al Padre: Padre te pido por Juan, Diego, Pedro, Dario, Tomas y Margarita, por ellos te ruego Padre, y tu y yo, somos uno de ellos. Que tu vida sacerdotal sea de ahora en adelante cada vez mejor, sabiendo que con tus fallos y tus caídas, Jesús oro por ti al Padre, y que gozo debemos de sentir al saber que El pidió por este, por aquel, y por todos los que estamos aquí. Esto es oración de intercesión. Y aun mas, para ustedes los laicos, es muy escaso ver al pueblo de Dios orando por su párroco, no es muy común esto. No hay fruto al criticar, porque no hay fruto en hablar mal de nadie, y si no hay fruto al hablar de un hermano, mucho menos de un sacerdote. ¿Que se saca con estar criticándolo y viéndole sus defectos?. Vete a la Iglesia y siéntate en el primer banco y cuando salga ese sacerdote, tan cansado, aburrido y aburridor, tu comienza tu oración de intercesión, y si tienes el don de lenguas, bombardea a Dios con lenguas en el Espíritu, por tu párroco va ocurrir una cosa, o dejas tu de orar o el sacerdote deja de ser ese sacerdote aburrido y aburridor por tu oración. Hay que hacer oración de intercesión los padres por los hijos y los hijos por los padres, los parientes unos por otros, a distancia o no, oren a través de las paredes sino pueden acercarse, impongan las manos a través de las paredes.

El padre Yan Bertoluchi vicecanciller de la diócesis de Olbani en New York, tenia un obispo bien fuerte en contra de la renovación, y un día el y el encargado del archivador, se acercaron al escritorio donde recibía a la gente. Tomaron la silla del obispo y los dos impusieron las manos a la silla, y oraron sobre la silla por el obispo. Y por la mañana llega el obispo muy feliz, y decía, no se que me pasa hoy, hermanos esto es oración de intercesión. En el antiguo testamento leemos que Moisés levantaba los brazos, intercediendo para que los israelitas ganaran la batalla, y cuando estaba cansado y bajaba los brazos, los israelitas perdían, y así intercediendo bajando y subiendo los brazos los israelitas pudieron ganarla batalla. Esta pequeña instrucción yo la voy a respaldar contándoles un accidente que tuve.

Fui invitado hace algunos años por un obispo en la república de Panamá, a predicar en su diócesis, me fui con mi hermana, y otra joven de la comunidad. Llegamos sobre las tres y media de la mañana, cogimos un automóvil hacia la ciudad de Santiago de Veraguas, y yo le pregunte a la Señora que nos iba a llevar, usted es capaz de manejar el automóvil a estas horas? ella me contesto, Si padre, ¿que no se dormirá?, exclamo ¡no, no! le conteste ¡OKEY VAMOS!. En la carretera yo me quede dormido en la parte de atrás, mi hermana que iba en la parte delante también se durmió, la otra joven de mi comunidad al lado izquierdo y todo lo que yo recuerdo es que sentí algo así como cuando un automóvil, se sale de la carretera y va circulando sobre piedras y recuerdo que dije gloria a Dios no me va a pasar nada!, y ahí se me apagaron las luces, no recuerdo nada mas.

De pronto me desperté, era de día estaba tirado en la carretera, y entonces creí que estaba soñando porque alcance ver como un campo de trigo, y dije: que raro, estoy soñando que estoy cogiendo trigo, me voy a voltear para el otro lado, y a penas me doy la vuelta y exclame, ¡HAY que dolor tan terrible!, entonces empece; a oír voces, oía a un hombre que decía: Ya montamos las mas graves adelante llevemos a este, si no esta muerto yo abrí los ojos y ellos se dieron cuenta de que estaba vivo, y entonces empece a pensar en donde estaba y a donde iba, me acorde que iba hacia la ciudad Santiago de Veraguas y mi primer pensamiento fue: Yo no se quienes serán los graves, yo soy dueño en cierta forma de mi hermana, si se muere es un muerto de la familia, pero Blanca aquella joven, empece a mirar y la vi tirada en la carretera, con las manos estiradas muy seria, le dije: Blanca ¿como se siente? ella me contesta: muy bien padre gloria a Dios.

Cuando me contestan Gloria a Dios, veo sobre su cabeza como otra cabeza, del golpe y un hueco por donde le salía sangre, y esta me decía muy bien padre gloria a Dios. Nos montaron para ir a recibir los primeros auxilios en un pueblecito, yo perdía a veces el conocimiento, estaba a mi lado una persona que se movía coherentemente la miraba pero no la reconocía porque la cabeza era enorme, tenia el limpia parabrisas incrustado en el pómulo derecho de la cara, parecía un cuchillo clavado en su cara, el ojo le colgaba fuera, la parte de la cabeza la tenia desplazada y le salía algo parecido a hígado revuelto con sangre.

Cuando la veía pensaba que estaría muerta, y le grite; diciéndole: Arrepiéntase de sus pecados que la voy a absolver, en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo amen. Se quedo; mas tranquila, pero como veía que se movía pensaba yo quien seria el herido. Le mire con mas atención y me di cuenta por el vestido que era mi hermana, y me dije: Hay se esta muriendo mi hermana. y le volví a decir otra vez: Nena, Nena, te voy a absolver ahora de nuevo, arrepiéntete otra vez, y le absolví mas consciente. Ella se movía, yo la miraba y rezaba. Vi que el reloj de oro que ella tenia se le estaba cayendo. Cuando mi madre murió, mi padre le dio a mi hermana el reloj de oro y el anillo de diamante y a mi la pulsera. Yo le vi el diamante y el reloj y dije Dios mío, en este accidente en que estamos, se pueden llevar el reloj y el diamante. y dije a mi hermana. Nena, préstame el reloj y el diamante que te lo pueden robar.

Que curioso es el ser humano, en un estado como este pensando en las joyas que se las podían robar. Con mucha dificultad me acerque hasta ella y cogiéndole la mano le saque el diamante y el reloj y echándomelos al bolsillo, pense que no se perderían ni lo robarían. Cuando llegue al primer hospital, me encontré con blanca y la Señora que conducía el coche que estaban gritando, que gozo, gloria al Señor por el accidente, gloria aleluya, te alabare Señor, entonces me uní al coro con ellas, y empece a alabar al Señor y a cantar, de pronto se acerca un medico diciendo pero que enfermos mas alegres, yo le pregunte porque decía eso, y el respondió, que ¿como se les ocurre a ustedes cantar gloria al Señor, y gracias por el accidente?, aquí todo el mundo viene quejándose y diciendo no me toque, tenga cuidado doctor, y ustedes tan felices, yo no he conocido accidentados mas alegres que ustedes, le conteste: es que el Señor esta con nosotros, ¿que el que el Señor esta con nosotros? si ustedes lo dicen así será exclamo. Llevaba yo en un relicario el Santísimo sacramento, el Señor y pegándomelo al pecho le decía: contigo no me va a pasar nada, se me acerca el medico y me dice su hermana esta muy grave padre, le dije: que ¿hasta donde llega la gravedad ?, el me dijo: bueno sea consciente de que esta grave pero con una operación y un poco mas, le dije de nuevo: usted dígame la verdad y hasta donde llega la gravedad de mi hermana, porque no hay nadie junto con ella quien responda, ni aquí ni en el mundo, yo soy el dueño de ella, y yo tengo que autorizar el entierro, etc., etc. Y me dijo: padre yo creo que no llegara a Panamá, ella morirá, Y le conteste. aleluya, gloria a Dios. me dice el. ¿que esta contento de que se muera?, le conteste;: exclamo no, es que ella no se va a morir, mi hermana esta ya sana, exclamo. que ¿como que esta sana?, se volvió loco dice otro medico. Después de recibir la primera ayuda, íbamos camino de Panamá, mi hermana se agravo, empezó a vomitar sangre por la boca por la nariz y oídos, y el medico le decía al conductor : acelera chofer que se agravo la Señorita, acelera, acelera.

Yo al oír eso, por dentro de mi hacia un acto de fe en que ya estaba sana, pero me venían las luchas, y comencé a hacer mías las promesas del Señor. (san Marcos 11, 24), crean que ya tienen lo que están pidiendo en oración, y lo obtendrán, yo decía: Si Señor, creo que esta sana, ya esta sana y así sera, como y cuando no lo se, pero esta sanando, me venia también a la memoria ( San Juan 10,10 ), he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia, (14,12), el que crea en mi hará lo mismo que yo, y cosas mas grandes que las que he hecho yo. exclamo Señor yo creo que puedo hacer lo mismo y mas grandes exclamo. Me venia también el recuerdo cuando murió Lázaro, y cogiendo al Señor le decía: Lázaro fue mas desafortunado, porque tu no estabas, pero aquí si que estas, entonces con mi mano izquierda tocaba al Señor y con la derecha tocaba a mi hermana como podía, y orando decía al Señor: Señor tu la estas sanando, yo creo que tu la estas sanando.

Nunca siento nada cuando oro por otros pero ese día la mano se calentó y me temblaba, y le seguía diciendo al Señor: tu calor sanador divino, Divino Jesús, tu la estas sanando por otro lado oía decir corre que se muere la Señorita, y me venia el diablo con la duda; el hombre que ore dudando, dice Santiago (1-7) no espere nada del Señor, y en Romanos (14- 23) dice el que ora dudando peca, por un lado decía Señor yo creo, y por el otro el demonio me ponía la duda, se esta muriendo. Nosotros tenemos una casita en Nueva York, y según la ley en este estado dice que un soltero que muera sin hacer testamento, queda la casa para el estado, y por dentro de mi me decía: Con la dificultad que tuvimos para conseguir esta casita, se va a morir mi hermana y me voy a quedar sin casa; porque no habíamos hecho el testamento, y entonces me venia esta lucha, hice un acto de fe y con los ojos cerrados grite en voz alta: Diablo de duda te expulso ahora mismo de esta ambulancia, fuera de aquí, dudas fuera.

Cuando abrí los ojos los dos policías que estaban allí, los médicos y las enfermeras, estaban con la boca abierta. Cuando llegamos a Panamá a la ciudad de Puerto Ventura de Panamá, encontré lo mas hermoso que me podía pasar. Ya había corrido la noticia del accidente por toda la ciudad y mucha gente se había congregado a la puerta del hospital para esperarnos a los accidentados, y me encuentro la juventud de Panamá, los muchachos, las muchachas con guitarras cantando y alabando al Señor dándole gloria, unos de rodillas otros de pie, otros con panderetas en una alabanza unánime a mi dio una alegría inmensa de saber que había un pueblo que creía en el poder de la oración, y un pueblo que en vez de pedir daban gracias al Señor porque estabamos sanos.

Ahora os resumiré como quedamos Después del accidente. El automóvil se estrello contra la entrada de un puente, no se porque fue, parece ser que el chofer se durmió y dio varias vueltas quedando al otro lado del puente boca arriba, o sea al revés con las ruedas hacia arriba, yo parece ser que con las vueltas que dio el automóvil, quede incrustado entre la puerta y el marco, me cogió por la mitad me rompió varias costillas, me rajo la oreja y me golpee en la cabeza. Mi hermana el limpiaparabrisas del automóvil le entro por la cara y le atravesó hasta el otro extremo del cráneo, le daño la mitad de la masa encefálica, le daño el nervio óptico del ojo derecho, y la rueda delantera del automóvil al estrellarse vino hasta el asiento en que ella estaba y le machaco el tobillo del pie derecho, como si le hubieran golpeado con un hacha.

A ella la entraron a operar primero y el medico hizo lo mejor que pudo, el medico de huesos dijo que había que sacarle un hueso de la cadera e injertarlo en el pie para así salvárselo. Pero estaba tan grave que decidieron que no valía la pena operarla para arreglarle el pie, puesto que pensaban que iba a morir, lo único que hicieron desinfectarle la herida y ponerle un vendaje, que mas tarde se le volvió a infectar.

El otro medico el neurólogo, le saco la mitad de la masa encefálica, le volvió a colocar el ojo, porque aunque se le salió fuera, externamente quedo bueno, pero dañado por dentro, y quedo en coma. Vinieron Después de la operación y me dijeron: padre, ore porque es muy difícil que su hermana pueda vivir. Yo otra vez les respondí: mi hermana esta sana, crean que esta sana, yo le decía al Señor yo te entregue mi padre, te entregue mi madre, (esta murió de cáncer estando yo en la Renovación, lloramos mucho y no se sano, se sano con la muerte que es la sanación perfecta, pero no físicamente), pero mi hermana no te la entrego porque mi hermana es para tu gloria, y ahora quiero hacer una pequeña enseñanza la oración que se hace porque a mi me provee, o me da un beneficio, esa oración es poco oída por Dios, lo digo en mi experiencia, no es palabra de Dios te alabamos Señor, pero la oración que se hace generosa en la que se dice, Señor bendice a este hermano o a esta persona con la bendición que tu quieres, con la que tu sabes que necesita.

Esa oración es muy oída, porque yo no le digo Señor, ni sánalo ni no lo sanes, o llévatelo, si no dale la bendición que tu quieres y el Señor se la da. Yo creo que es esta la oración que debemos empujar y enseñar, una oración que sea lo que el Señor quiera para el, no lo que yo quiera, y yo renuncio a esa oración de pedir lo que yo quiera. Yo por mi hermana decía: Señor es tu gloria, no porque sea mi hermana para que quede conmigo, eres Tu aquí bendiciendo a este pueblo, y viéndola veo tu gloria en ella. A mi se me fracturo el pubis la pelvis, todos los huesos de las costillas se partieron se incrustaron contra la vejiga, y le hicieron fiastulas, (agujeros).

Estando todo listo para operarme, el medico decidió hacer otras nuevas radiografías, para saber con exactitud donde tenia que operar, eran las terceras radiografías, pero en estas aparecieron los huesos separándose de la vejiga donde estaban incrustados, quedando mas tarde separados por completo y la vejiga completamente sana, sin ningún tipo de fiastula. Entonces lo que ellos hicieron es que me colocaron unos pesos en las piernas y me tuvieron colgado durante cuarenta y tres días sin poder moverme. durante ese tiempo me aprendí de memoria todo lo que había por el techo, con el mas mínimo detalle.

En esta situación yo me dije: lo que es el retiro lo predico aquí en el hospital, si el Señor no me dejo ir allá, me trajo aquí para algo. Entonces un amigo mío sacerdote, me traía la mesita por la mañana y en pijama celebraba la misa todos los días, aun con la fiebre que tenia también predicaba todos los días, venían los enfermos del hospital y yo les decía: arrepiéntanse de sus pecados vuélvanse a Dios, Dios les ama, Dios los quiere, es el amor, es el Señor, Gloria a Ti alababa al Señor. Un día una monjita que me cuidaba me dice: padre se esta muriendo el doctor Shmits y no le han puesto la Unción de los enfermos. y yo le decía: que puedo hacer yo aquí colgado, era medianoche y no encontraban al capellán, ella me dice : que tal si yo le llevo en esta cama hasta allá, yo le conteste: como podrá sacar esta cama por la puerta y ella dijo: como entro tiene que salir.

La monjita arrastro la cama y si que salió por la puerta, me llevo por todo el corredor del hospital con pesas y todo, cogimos el ascensor y llegamos donde el doctor, este se estaba muriendo y toda la gente lloraba; como pude le puse la Unción de los enfermos, allí había un grupo de carismáticos y juntos oramos por el en lenguas. Al salir me dice una Señora que es eso que usted estaba diciendo, pss.pss.pss. y le dije : si usted quiere aprender venga mañana, que comenzaremos un seminario de vida en el Espíritu. Al día siguiente comenzamos el seminario durante siete días de diez a doce, misa, predicación, confesión y con bautismo del Espíritu el octavo día. Era sobre la una de la mañana, la monjita que me cuidaba no hacia otra cosa que dar vueltas alrededor de mi cama, yo me hacia el dormido, cada vez que se me acercaba y me miraba yo cerraba los ojos, cuando se alejaba los abría, hasta que le dije: oye hermanita, que pasa ?, y ella me dice: es que el doctor Shmit despertó como?, el despertó diciendo exclamo tengo hambre!, y le llevaron comida y el pregunto que hacen ustedes aquí?, exclamo ustedes pensaban que me estaba muriendo y estaba descansando en el Espíritu. Pues este doctor salió a las dos semanas del hospital curado que yo sepa hasta ahora. En este mismo hospital un joven me contó un caso, estando yo en la sala de urgencias, de lo que el me contó yo no me acuerdo de nada en absoluto puesto que ese día yo estaba inconsciente debido al fuerte golpe de la cabeza y de los medicamentos. El me contó lo siguiente; el se acerco estando yo en urgencias y yo le hice señas de que entrara y el entro; encogiéndose, le pregunte que le pasaba el me dijo: tengo un tumor en la vejiga y otro en la columna, aparte no puedo orinar, y me van a operar;. Yo le hice oración en lenguas, el se fue y se dio cuenta de que caminaba derecho, el mismo se decía: que raro que camino sin dolor y derecho; se fue al medico y le dijo: oiga doctor a mi no me duele nada! me contesto que me había pasado, yo le conteste;: fui donde el padre y me entro ganas de orinar porque el me decía ps.ps.ps.. ( era la oración en lenguas). Eso paso; en viernes el medico le dijo de retrasarle la operación porque los tumores no estaban. A los quince días vino a verme a preguntarme quien era Jesús, saben este muchacho era un budista, en Panamá hay una colonia de ellos, el creció budista pero el vino a preguntarme de Jesús, el feliz de la vida y yo encantado, le hable de Jesús de Nazaret, lo lindo de Jesús de Nazaret, le deje una Biblia y se fue. Al día siguiente viene y empezó a contarme una cantidad de cosas de los Evangelios, que me quede admirado, se había estado el resto del día y la noche leyendo la Biblia y se la había aprendido casi de memoria, el me decía: Aquí dice que hay que ser bautizado y el que se bautice y crea se salvara, y el que no crea se condenara, exclamo yo quiero salvarme! que he de hacer?. le conteste;: crees en el Señor Jesús?, me dijo que si, le pides perdón de tus pecados? , me dijo si, le dije: acérquese, me acerque como pude al lavabo, abrí el grifo y empece a echarle agua a la cabeza diciendo: yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo del espíritu Santo, y lo bautice.

Le llego la noticia al general Torrijos de lo que pasaba en el Hospital, el era presidente de Panamá, su hermana estaba coja, y vino una noche a que orara por ella, yo les dije a los carismáticos que siempre se mantenían a mi lado: oremos por ella, le impusimos las manos y ella que tenia las piernas tiesas, se le fueron aflojando, deshinchando, viendo que la faja le estorbaba le dije que fuera al baño y se la quitara y que probara de caminar, ella se la quito y salió del baño caminando muy derecha, exclamo Hay padre bendito sea Dios, gloria a Dios exclamo. Por la noche a la una de la mañana viene el general Torrijos vestido de paisano y me dice: ¿que esta pasando aquí?, le dije simplemente: el Espíritu Santo se esta apoderando de Panamá, cuidado que no le tumbe a usted, y empece a hablarle del Señor.

El decía: exclamo que atmósfera se respira de paz, que bien se esta aquí !. Yo le dije: quiere que oremos por usted?, el dijo: bueno, y le impusimos las manos. Los guardias que lo custodiaban empezaban a mirar por las ventanas, y yo les dije: Vengan ustedes también, que a ustedes también le sirve, vengan. Al día siguiente me mando un cheque de 3000 dollares para ayudar a pagar las cuentas del hospital. Hermanos no acabaría de contarles, por la cantidad de cosas maravillosas que nos aconteció. ahora estoy escribiendo un libro titulado he venido por los enfermos, de trozos de alabanzas. A mi me dijeron que quedaría en silla de ruedas, porque me afecto a la columna, pero yo tenia la seguridad de que iba a caminar, el medico me preguntaba porque y yo le dije: todavía me quedan muchos países por recorrer, y entre ellos España.

Cuando me quitaron las pesas me pusieron en una silla de ruedas, yo sentía deseos de caminar, el medico me decía que tratara de hacerlo pero no podía, porque hacia 43 días que estaba en la cama, entonces poquito a poquito fui caminando con la ayuda de las muletas, Después deje las muletas y cogí un bastón y en menos de dos meses que ocurrió el accidente estaba caminando perfectamente, y no me quedo ni el mas mínimo problema de columna, habiéndola tenido fracturada en tres pedazos, y que lo digan los médicos si esto no es un milagro, porque una columna dañada no se arregla tan fácil. Entonces en la situación que estaba me fui a ver a mi hermana, esta estaba durmiendo, al llegar a ella se despertó diciendo: donde estamos, que pasa!, coordinaba perfectamente ella tenia la cabeza y los ojos tapados, tubo un momento de desespero por quitarse los vendajes, pero yo no le deje.

El medico vino le quito parte de los vendajes del ojo y ella empezó a llorar diciendo: veo dos, veo dos el medico admirado le pregunto: ¿que pero usted ve? ella le contesto de nuevo que si pero que veía dos, entonces se formo una pelotera se llamo a todo el mundo, enfermeros, médicos, porque veía con el ojo dañado. Después de tanto movimiento que duro casi tres horas, nos quedamos solos los carismáticos y le decíamos al Señor: Señor tu no haces nada a medias vamos a continuar orando, le imponíamos las manos y nos decíamos: Ya se están juntando, y orábamos de nuevo, Después le quitábamos las manos y nos decíamos Ya están mas cerquita, y volvíamos a orar; hasta seis horas estuvimos orando y al cabo de este tiempo ella veía las imágenes perfectamente bien, y ahora mi hermana con el ojo malo que lo tenia miope antes, ve bien, y el otro ojo que quedo bueno Después del accidente que era también malo sigue estando malo.

Mi hermana piensa, razona, y habla como otra persona normal. Después de esto los médicos decidieron salvarle la pierna que le quedo destrozada por la rueda que se escapo del coche en el accidente quedando todos los huesos del tobillo machucados. Le quitaron la escayola para operarla y le encuentran la pierna perfectamente , en las radiografías se veían todos los huesecitos reconstruidos milagrosamente, anteriormente el medico le había dicho que no andaría bien. Este sorprendido le cogió el pie le movió de un lado a otro viendo que estaba bien le pregunto puede usted caminar?. Ella contesto: si ustedes me dejan!, y ella empezó a caminar y no sintió ningún dolor Después de tanto tiempo sin caminar, y hay gente que puede dar testimonio, como el padre Lucas que la conoce muy bien, el padre Diego, etc. Mi hermana esta normal y no hay razones medicas ni científicas de porque ve, y como con un cerebro dañado mi hermana no tiene ni la mas mínima huella o traza de un accidente de semejante magnitud. Dios nos ama, y EL nos ama porque es amor y si lo hizo allá lo puede hacer aquí, la oración que se hace para otra persona es una oración que Dios oye, y Dios se derrama hace derroche de su amor, y yo estoy seguro de que aquí va hacer maravillas en las almas y en los cuerpos, porque tu y yo vinimos con Hambre de llenarnos de Jesús de Nazaret, sea glorificado por encima de todos los seres y las cosas, y el Padre sea el Padre Dios, de nuestro Señor Jesucristo tuyo y mío y reine en España en cada uno de nosotros y en todo el mundo, hemos sido trasladados a su reino y ahora con nuestro corazón y nuestra boca vamos a dar gracias a Jesús, que así se ha manifestado en nosotros en muchos aspectos de nuestra vida. Amen.

Oración de acción de gracias / Enviada por Hº Jaime ruiz Castro CM


Cómo podré agradecer tanta bendición,

cómo podré responder a tu amor.

Levantando mis manos Señor,

declamando que tú eres Dios,

y dejándome llevar por el soplo de tu Amor.

Y ALABÁNDOTE SEÑOR, MI DIOS.

Quiero adorarte Señor desde el corazón.

Y descalzarme ante ti Santo Dios.

Tu perfume me inunda Señor.

Tu presencia está dentro de mí.

y tu gracia se derrama por este lugar.

Gratitud a Dios por cada instante / Autora: Natalia


¿Te has acordado de agradecer a Dios por el aire que respiras
desde que naciste ,sin que te haya faltado jamas ?
El aire esta siempre a
tu disposicion, gratuitamente .
Agradece también a Dios por el agua que
te quita la sed ,por el sol que ilumina tu día ,dándote la oportunidad de
trabajar,por la noche que te proporciona el reposo , la salud la alegría, los
amigos ........la gratitud es una obligacion que no debemos olvidar jamas .
Gracias.

martes, 11 de septiembre de 2007

Sané de mi depresión por el poder de Dios / Autora: Alba Rosa.( Mexico)

















Hace algunos años caí en una terrible depresión, que me hizo creer que me volvería loca en cualquier momento.

Yo conocí al Señor Jesús en 1980, cuando sólo tenía 16 años, y aunque me entregué a Él, lo hice sólo por poco tiempo: el matrimonio, el afán del prestigio y del dinero lograron sacar a Jesús de mi corazón; Él pasó a un segundo plano. Así vivimos mi esposo y yo durante 11 años. Apegados a lo material fuimos alejándonos el uno del otro, vivíamos como dos desconocidos en casa.

Un día él cayó en una terrible enfermedad, dejó de caminar porque tenía dos hernias de disco en la columna y aunque había vivido mucho tiempo con esto no fue sino hasta que tuvimos esa situación que volvimos a orar juntos y las cosas mejoraron; nos integramos nuevamente al movimiento de Renovación y empezamos a trabajar para el Señor más convencidos. Pero el asunto no paró ahí. Yo empecé nuevamente a ser tibia, aunque tenía toda la intención de servir al Señor, no terminaba por hacerlo mi Señor; al Espíritu Santo todavía no podía colocarlo en mi corazón y dar testimonio de él porque mi tibieza no lo dejaba. Luchaba por alcanzar prestigio en mi trabajo y ser la mejor (soy docente y trabajo en un colegio dirigido por religiosas); con el exceso de trabajo y la actividad en el movimiento fui decayendo; tenía ratos de angustia y miedos, pero me hacía la fuerte.

Empecé incluso a caer más seguido en faltas frecuentes que un servidor ya no debe tener porque son cosas de la carne que se dejan atrás para ser una criatura nueva. Cansada de desvelos y de comer poco, empecé a sentirme débil y enfermiza; un sacerdote me dijo que necesitaba entrar a un retiro para descansar del trajín y llenarme de Dios, pero cuando hice ese viaje estallé el primer día, y no de gozo precisamente sino de terror y de angustia. Él médico que me vio dijo que necesitaba ser hospitalizada en un centro psiquiátrico, y me dio diazepan y yo parecía una muñeca de trapo en los días que siguieron. Me atacaban angustias terribles, deseos de correr y llorar, me sentía sucia y me bañaba cada hora; creo que toqué el umbral de la locura en los dos meses siguientes; para colmo el médico no atinaba el medicamento para mis ataques de ansiedad y depresión nerviosa que fue lo que me diagnosticaron al principio. Me daban un medicamento contrario a mi problema y esto me sumía más en la desesperación sin saber por qué.

Pero no todo era desesperación; los miedos y la angustia me volvieron hacia el que todo lo puede y empecé a orar como nunca lo había hecho; dejé de trabajar dos meses, y me los pasaba en mi cuarto orando de día y de noche. Dejé a mis hijos en manos de mi mamá y de mi esposo(no tenía otra opción). Los pocos momentos de lucidez que tenía eran para orar; memoricé aquel poema que dice "No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tiene prometido... "; que creo que es de Santa Teresa de Ávila. En ciertos momentos cuando abría la Biblia el Señor me daba exactamente las palabras que necesitaba escuchar y el motivo de mi enfermedad, aunque en el momento no lo supe sino hasta después; comprendí que mi enfermedad era producto de mis pecados a los que yo les estaba llamando DEBILIDADES y que con psicología quería arreglarlos. Una de las primeras respuestas del Señor fue en Sabiduría 1,3-5: "Pues los pensamientos tortuosos apartan de Dios y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos. En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría, no habita en cuerpo sometido al pecado; pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad."

Seguí orando con el corazón y aunque me dolía las respuestas de Dios sabía que me estaba corrigiendo, porque lo sentía sostenerme y ahora sé que él no me dejó enloquecer, porque después de la depresión caí en una culpabilidad terrible incluso llegaba a escuchar palabras en mi mente que me acusaban y me decían que Dios no podía amarme así como era, que yo sólo era una apariencia pero que Dios no estaba en mí que para que seguir viviendo; entonces empecé a aferrarme a la Divina Misericordia y me cambiaron el medicamento; y aunque me confesaba una y otra vez no salía de la depre.

Mi hijo más pequeño que tenía 6 años oraba algunas veces conmigo y él siempre pedía una Biblia para dormir y por la mañana la abría y me decía "ten, mami, lee para que te cures". Muchas de esas veces me dio el salmo 25(24) y eso me confortaba muchísimo. Pasaba hasta tres horas ante el Santísimo; el Señor me dio entonces una palabra que antes ya había leído y meditado, incluso había predicado con ella; es en el libro del Eclesiástico 38,9-15: "Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que él te curará. Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado purifica el corazón. Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües ofrendas según tus medios. Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él, que no se aparte de tu lado, pues de él has menester. Hay momentos en que en su mano está la solución, pues ellos también al Señor suplicarán que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación para salvar tu vida. El que peca delante de su Hacedor ¡caiga en manos del médico!"

Como todo esto ya lo había hecho, empecé a mejorar un poco y tuve que volver al trabajo, sólo Dios y yo sabíamos cómo andaba, cómo respiraba; el psiquiatra me decía (por cierto es un psiquiatra católico encargado de los sacerdotes en mi diócesis aquí en Guadalajara) que me internara que necesitaba dormir pero yo no podía darme ese lujo, además creo que Dios era el que me fortalecía, seguí trabajando con un poco menos de entrega pero con la misma responsabilidad; en el aspecto espiritual Dios me estaba dando tantas cosas que no sabía qué hacer con ellas. Un día orando me dio Isaías 38, ¡la curación milagrosa de Ezequías! y aunque yo me sentía peor que Ezequías confiaba en el amor del Señor; un día le dije que me sanara, que ya había aprendido la lección; oraba por el medicamento todos los días para evitar los efectos colaterales, porque tomaba psicotrópicos, y el Señor me respondió; dormía sólo por las noches y después de llegar de mi trabajo. Empecé a dejarle todo en sus manos, seguí trabajando en la Evangelización pero con otra perspectiva; aunque todavía me daban los miedos empecé a ver el poder sanador del Señor en mi vida, realmente me estaba sanando y me estaba enamorando de él. En otra ocasión me dio esta palabra: Jeremías 31,1-5. " En aquel tiempo - oráculo de Yahveh - seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. Así dice Yahveh: Halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada: va a su descanso Israel. De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti. Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas. Aún volverás a plantar viñas en los montes de Samaría: (plantarán los plantadores, y disfrutarán)."

Cada vez que yo leía su palabra recibía promesas y sanación: Jeremías 33, 3-4: "Así dice Yahveh, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla subsistir, Yahveh es su nombre; Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles, que desconocías. He aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les descubriré una corona de paz y seguridad."

Isaías 6,5-8: "Y dije: "¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sabaot han visto mis ojos! Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo: "He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado. Y percibí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra. Y Dije: "Heme aquí: envíame."

Hoy después de diez años, he dejado el medicamento casi por completo, aunque todavía a veces padezco una fatiga nerviosa; el Señor me dice que su gracia me basta y así descanso en él. ¡¡¡Gloria a Dios!!! La Eucaristía ha sido mi fuente de sanación y perdón, hoy puedo gritar que mi Dios me llevó al desierto y me habló de su amor como dice su palabra, me conquistó y me amó como el amado a la amada de los cantares.

Cantar 4: " ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Palomas son tus ojos a través de tu velo; tu melena, cual rebaño de cabras, que ondulan por el monte Galaad. Me robaste el corazón, hermana mía, novia, me robaste el corazón con una mirada tuya, con una vuelta de tu collar. ¡Qué hermosos tus amores, hermosa mía, novia! ¡Qué sabrosos tus amores! ¡Más que el vino! ¡Y la fragancia de tus perfumes, más que todos los bálsamos!"

El Señor me ha dicho muchas veces que le robé el corazón que soy su niña hermosa, yo puedo dar testimonio de su amor y de su gracia, hoy sé que todo es gracia de su amor eterno. Hoy predico que mi trabajo es la Evangelización y mi hobby es la escuela, aunque ahí también hacemos nuestra labor evangelizadora en el corazón de nuestros alumnos.

Estoy segura de que el Señor me sanó, y me dio a mamita María de compañera porque me dio esta Palabra hace un año: Apocalipsis 3,8: "Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones: las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. Yo también lo he recibido de mi Padre. Y le daré el Lucero del alba." En mi Biblia dice "estrella de la mañana" y yo lo interpreté como que era mi mamita María, ustedes sáquenme del error por favor si es el caso.

Mi esposo y yo estamos más unidos que nunca; un día hace tres años una hermana se acercó durante un retiro y me dijo: ¿está usted embarazada? Yo me reí y le dije: no, yo ya terminé, aunque estoy siempre abierta a la vida, pero yo ya tengo mas de 35 años. Ella me contestó, es que el Señor dice que usted va a tener un varón. Yo volví a reírme como la Sara de Abraham y le dije: ni siquiera tengo la idea de embarazarme, mi hijo más chico tiene 13 años. Para no cansarlos más, seis meses después me embaracé a pesar de todos mis cuidados (utilizamos el método Billings); tuve un hijo varón como decía la Palabra de Dios y con ese niño el Señor me regaló mucha sanación interior y liberación.

Después me dio una promesa en el salmo 45(44): "Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey se prendará de tu belleza. Él es tu Señor, ¡póstrate ante él! La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante. Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas; entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey. En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra. ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!"

Mi hija de veinte años se casó y mis dos hijos varones de 19 y 15 están con la inquietud de que han recibido el llamado al Sacerdocio; ese es el mejor regalo que Dios podía hacernos, tomar flores de nuestro jardín para la Predicación del Reino.

Gloria a Dios porque sólo Él salva y sana; Jesús está vivo, yo soy testigo.

Dios los bendiga.

Felicidad y madurez / Autor: Lanza del Vasto


¿Dónde se encuentra la dicha?
«Os extrañará que los hombres que se pasan la vida divirtiéndose y
cuyo único fin es distraerse sean hombres devorados por el hastío,
perseguidos por el hastío hasta en su lecho de muerte. ¿Qué es el
hastío? Es el vacío que el distraído encuentra cuando por desdicha o
descuido echa una ojeada sobre sí mismo. Todo se ha vaciado en
sus actividades útiles o fútiles (pues la mayoría de las actividades
consideradas útiles son distracciones disfrazadas)...
Pero aún más molesto que el alborozo para la vida interior es la
tristeza. No hay frase más profunda y justa que ésta: «no hay santos
tristes». Más molesto aún que el alborozo y la tristeza es el hastío,
pues el hastío es la muerte, la nada de la vida interior. Hemos visto
además que cada uno de ellos está íntimamente vinculado con el
otro, ya que cuanto más alborozo buscamos, más tristeza
encontramos; cuanto más buscamos la diversión, más encontramos el
hastío; cuanto más placer buscamos, más caemos en el dolor...
¿Cuál es entonces la actitud justa? Ni tristeza ni alborozo:
serenidad. Buscad la densidad interior. Haced lo contrario a
distraeros, a divertiros. Convertíos. Convertirse es volverse hacia el
interior. Arrepentíos, deteneos en la pendiente que conduce a la
dispersión y a la muerte...
El hombre que se ejercita en llevar sus sentidos hacia el interior,
que busca su presencia en lugar de huir, ese hombre no se hastía
nunca; ese hombre nunca está triste; ese hombre nunca es
desdichado. Aunque lo encierren en un calabozo profundo y lo
carguen de cadenas, permanece dichoso y libre en la luz. Cuando se
alcanza esa densidad, nace una tercera cosa que no es alborozo ni
tristeza; esa tercera cosa se llama gozo. Y el gozo, debéis saberlo,
nunca se expresa con risas. Ni siquiera los grandes gozos naturales.
Recuerdo que cuando estaba enamorado, mi único placer era el
subirme a la rama más alta de un árbol y pasarme allí todo el día,
completamente solo, soñando en mis amores. Y volvía tan pálido y
con los ojos hundidos, que mis amigos se acercaban y me decian:
Querido, ¿qué te pasa?; ¿estás enfermo? -No. Era feliz...
El hombre espiritual se reconoce en eso: en que está
constantemente relajado, libre y sencillo. Es sereno, y la serenidad es
siempre sonriente, afable, amante y amable; o bien grave y
majestuosa, sin nada de arrogante y de soberbia... Puede
conmoverse, pero no disturbarse... Los chinos dicen: El sabio tiene
tres aspectos: de lejos parece grave, de cerca parece amable, a
quien lo escucha le parece inflexible.

LANZA DEL VASTO
Umbral de la vida interior, 133-34

12 de septiembre: El Dulce nombre de María / Autora: María de la Eucaristía, R. DE J. M.


¡Con qué reverente brevedad escribe San Lucas, en el capítulo primero de su Evangelio, la frase que sirve de pórtico al divino cuadro de la Encarnación!: "¡Y el nombre de la Virgen era María!". Es como presentarnos, en toda su regia sencillez, en el azahar florido y oloroso de su huerto cerrado, a la llena de gracia, a la Reina de los cielos y tierra, a la elegida, a la excelsa Madre de Dios.

Y, escuchando el acelerado palpitar de aquel corazón sorprendido ante el inefable misterio que va a realizarse, el ángel San Gabriel, con dulce confianza de siervo expresamente encargado de la custodia y guarda de su Señora, le dice, subrayando su augusto nombre: "No temas, María... ".

La creación entera se goza en balbucear el eufónico nombre que Dios le impuso a su Madre. "Nombre cargado de divinas dulzuras", como asegura San Alfonso María de Ligorio; nombre que sabe a mieles y deja el alma y los labios rezumando castidad, alegría y fervor: ¡María! Por medio de la que así es llamada, nos han venido todos los bienes y la pobre humanidad puede levantar la humillada cabeza y presentir de nuevo la cercanía de inacabables bienaventuranzas: O clemens, o pia, o dulcis Virgo María!

Bien le cantamos Mutans Evae nomen, porque Ella devolvió a la gracia, con el nombre de vida, todo lo que la desdichada madre natural de los hombres había entregado a las tinieblas, con el nombre de muerte.

Prueba de sabiduría y de acierto es imponer a la persona el nombre que justamente le corresponde. Y nadie como Dios ha sabido dar exactitud, expresión y síntesis a los nombres que Él mismo ha elegido e inspirado.

Desde la más remota antigüedad, el nombre impuesto a las personas y a las cosas tuvo, en la mayoría de los pueblos, una significación simbólica. Aun ahora, muchas tribus africanas, otras dispersas en los inmensos parques de América del Norte, y los negros australianos, consideran el nombre como una parte integrante de la personalidad, ocultándolo, a veces, a los extranjeros, bajo apodos y paráfrasis, por temor a los perjuicios que pudiera acarrear su conocimiento.

En los países cuya historia se ha ido desenvolviendo al veril de una civilización normal y cada vez más pujante, el simbolismo de los nombres perdió, poco a poco, su luz bajo la potencia bienhechora o maléfica de las personas que los ostentaron. Con razón se dice, pues, que el nombre no hace a la persona, sino la persona al nombre. Y afirma San Pedro Canisio que, puesto que "el nombre es símbolo y cifra de la persona, invocar el nombre de María equivale a empeñar su poder en favor nuestro".

Si el Señor escogió entre todas las criaturas la más perfecta, para ser Madre del Hijo divino; si como privilegio de esta maternidad la hizo inmaculada y arca de todas las virtudes, nos parece muy lógico que también eligiera para Ella el nombre más hermoso, el de más alta y acendrada significación, el más dulce entre todos los del humano lenguaje.

¿Qué significados tiene, pues, según la etimología, ese nombre cuyo misterioso sentido sólo Dios nos podría explicar?

Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada. Según otros, la significación sería Estrella del mar. Si el nombre de María proviene del siríaco, la raíz es mar, que significa Señor. El padre Lagrange opina que los hebreos debieron utilizar el nombre de María con el significado de Señora, Princesa. Nada más conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena. Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen que la palabra María es de origen estrictamente hebreo. Y sus diversas y preciosas significaciones son las siguientes:

Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de su Hijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario. Y un mar de amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.

Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes. "El nombre de María —escribe el padre Campana— es de una energía singular y tiene en sí una fuerza divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo."

Tercera. Estrella del mar. Le cantamos Ave, Maris Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta expresiva metonimia!

Cuarta. Señora de mí linaje. Frase muy justa y apropiada a la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.

Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, es el camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios y los hombres. "Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María —exclama San Buenaventura—, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace reportar frutos de justicia."

Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de "Señora y Maestra".

Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz. Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana. "El nombre de María indica castidad", dice San Pedro Crisólogo.

Deliciosamente narra sor María Jesús de Agreda, en su Mística Ciudad de Dios, la escena en la cual la Santísima Trinidad, en divino consistorio, determina. dar a la "Niña Reina" un nombre. Y dice que los ángeles oyeron la voz del Padre Eterno, que anunciaba: "María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico. Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna".

Y a ese nombre, suave y fuerte, respondió durante su larga, humilde y fecunda vida, la humilde Virgen de Nazaret, la que es Madre de Dios y Señora nuestra. Y ese nombre, "llave del cielo", como dice San Efrén, posee en medio de su aromática dulzura, un divino derecho de beligerancia y una seguridad completa de victoria. Por eso su fiesta lleva esa impronta: Acies ordinata.

"El Señor ha hecho vuestro Nombre tan glorioso que no se caerá de la boca de los hombres" (Judith, 13, 25). Sublime elogio que corresponde a María, a la cual todas las generaciones llaman bienaventurada, y Aquel que "hizo en Ella cosas grandes y cuyo Nombre es santo", quiso darle íntima participación de esa misma santidad para consuelo y gozo de quienes invocaren su dulce Nombre. Nombre que ha de ser también loado, "santificado", como el Nombre de Dios, en todo el mundo, porque —repitámoslo una vez más— infunde valor y fortaleza. Bien lo aprendieron los indios mejicanos de boca de los pobres soldados españoles cautivos, que subían al pavoroso "teocalli" invocando: "¡Ay, Santa María!", y con este nombre en los labios expiraban.

En el áureo Blanquerna, de Raimundo Lulio, en el cual, según alada frase del excelentísimo doctor García y García de Castro, arzobispo de Granada, "el beato mallorquín logró aprisionar las transparencias de las ondas del mar de Mallorca y las incógnitas armonías de los montes de Miramar...", se lee de aquel monje que sólo tenía por oficio dirigir, tres veces al día, una salutación a Nuestra Señora. "Es el ruiseñor del monasterio —continúa el doctor García y García de Castro con galana pluma— y canta las delicias de María, y envídianle los otros ruiseñores esparcidos por aquellos bosques que se reflejan en las aguas luminosas del Mediterráneo mallorquín".

"¿Quién se resistirá a escuchar sus melodiosos trinos?"

"¡Ave, María! Salúdate tu siervo de parte de los ángeles y de los patriarcas y los profetas y los mártires y los confesores y las vírgenes, y salúdate por todos los santos de la gloria. ¡Ave, María! Saludos te traigo de todos los cristianos, justos y pecadores; los justos te saludan porque eres digna de salutación y porque eres esperanza de salvación; los pecadores te saludan porque te piden perdón y tienen esperanza de que tus ojos misericordiosos miren a tu Hijo para que tenga piedad y misericordia de sus culpas y recuerde la dolorosa pasión que sostuvo para darles salud y perdonarles sus culpas y pecados.

¡Ave, María! Saludos te traigo de los sarracenos, judíos, griegos, mongoles, tártaros, búlgaros, húngaros de Hungría la menor, comanos nestorinos, rusos, quinovinos, armenios y georgianos. Todos ellos y muchos otros infieles te saludan por ministerio mío, cuyo procurador soy..." (Obras selectas de Raimundo Lulio: B.A.C., p.160).

Esa debe ser nuestra salutación y nuestro ruego: que todos conozcan y alaben a María, que todos pronuncien con reverencia su santo Nombre y que Ella mire a todos sus hijos, dispersos por el mundo, con ojos de misericordia y de amor.

Su Nombre, para los que luchamos en el campo de la vida, es lema, escudo y presagio. Lo afirma uno de sus devotos, San Antonio de Padua, con esta comparación: "Así como antiguamente, según cuenta el Libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquél que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro, incluso para los homicidas voluntarios: el Nombre de María. Torre fortísima es el Nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es Nombre dulce, Nombre que conforta, Nombre de consoladora esperanza, Nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos."

Que el sabroso Nombre de Nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo y ambos sean la contraseña que nos abra, de par en par, las puertas de la gloria.