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viernes, 29 de junio de 2007

Oración para pedir perdón mirando interiormente al Señor / Autores: Arturo y Conchi

Hoy festividad de San Pedro, el discípulo que lloró amargamente después de negar a Jesús tres veces, te proponemos orar sobre el perdón. Pedro se arrepintió al ser mirado por Jesús. Tú mirada interior en silencio puesta en el corazón de Dios puede liberarte de cargas pesadas y ser fuente de perdón. Por eso aquí tienes esta oración:

Perdón Señor

Aquí me tienes Señor,
parándome, después de la centésima caída.
Agradeciendo tu amor infinito,
en la misericordia de tu centenaria acogida.

Vengo a pedirte perdón urgente,
por las mil veces que reduje el amor,
al círculo de mis cercanos.
Por ignorar, indolente,
lo bueno de mis hermanos.

Por recordar con afectuoso sentimiento
sólo a quienes alimentaron mi ego
en algún generoso momento.

Por las veces que pude hacer algo más y mejor,
y me auto disculpé con débil argumento.

Por haber extinguido el grato recuerdo,
de tantos miles que en la vida me han ayudado

Por creer que siempre tenía la razón
en mis acciones y razonamientos.
Perdón, Señor, por mis caprichos personales,
que impuse a los demás sin esperar consentimiento.

Por la rebeldía interior no expresada,
que disfracé en una acción obediente.

Por amar, sin demostrar el sentimiento.
Por las veces que mi amor urgente hacia ti,
no se detuvo en mis hermanos.
Creyendo, ingenuamente,
que llegaría veloz,
sin fraternal demostración real.

Por la cobardía de no cambiar lo suficiente
cuando una palabra o gesto lo advirtió.
Y por las veces que no tuve,
la valentía de señalar el error,
al hermano fraternalmente.

Por no alinear la proa de mi débil barca
hacia el temporal violento,
cuando tú me llamas a maravillosa singladura,
que durará eternamente. Amén.


Ahora sigue callado interiormente invocando el nombre de Jesús para que te moldee según su voluntad. Luego, puedes seguir orando desde el corazón así:

En tus manos, oh Dios, me abandono.
Modela esta arcilla, como hace con el barro el alfarero.
Dale forma, y después, si así lo quieres, hazla pedazos.

Manda, ordena.
"¿Qué quieres que yo haga? ¿Qué quieres que yo no haga?"

Elogiado y humillado, perseguido, incomprendido y calumniado, consolado, dolorido, inútil para todo, sólo me queda decir a ejemplo de tu Madre:

"Hágase en mí según tu palabra".

Dame el amor por excelencia, el amor de la Cruz; no una cruz heroica, que pudiera satisfacer mi amor propio; sino aquellas cruces humildes y vulgares, que llevo con repugnancia.
Las que encuentro cada día en la contradicción, el olvido, el fracaso, los falsos juicios, la indiferencia, en el rechazo y el menosprecio de los demás, en el malestar y la enfermedad, en las limitaciones intelectuales y en la aridez, en el silencio del corazón.

Solamente entonces Tú sabrás que te amo, aunque yo mismo no lo sepa.
Pero eso basta.



Amén.

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