Antes era el hombre quien esperaba a Dios, ahora resulta que es Dios quien espera al hombre y éste ni se entera. Por eso, no te pierdas la visita diaria a Jesús. "La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo Nuestro Señor" (Cat 1418). Y la Iglesia concede una indulgencia plenaria al fiel que visite a Jesús para adorarlo en la Eucaristía, durante media hora.
¡Cuántas bendiciones traerá a tu vida la visita diaria a Jesús! Si la haces en la mañana, antes de ir al trabajo, será como un acumulador eléctrico, pues durante todo el día te irradiará amor, paz y alegría. ¡Llénate de energías por la mañana delante del Santísimo! Y si vas por la noche, después de un día de trabajo agotador, entonces te parecerá que se abre una válvula de escape, que te relajará de tus tensiones y así te apaciguará y te dará tranquilidad para dormir mejor.
¿Acaso es demasiado pedir que todos los días visites a tu Dios? ¿No tienes acaso nada que agradecerle en este día?, ¿nada, nada? Visitar a Jesús Sacramentado cada día es exponer nuestra alma enfermiza y anémica a la irradiación invisible de su amor. De este modo, nuestra alma comenzará a renovarse con una nueva vitalidad, florecerá como en primavera y brotará con vigor la alegría y la paz dentro del corazón.
"Jesús es un Dios cercano, un Dios que nos espera, un Dios que ha querido permanecer con nosotros para siempre. Cuando se tiene esta fe en su presencia real, ¡Qué fácil resulta estar junto a El, adorando al Amor de los amores! ¡Qué fácil es comprender las expresiones de amor con que a lo largo de los siglos los cristianos han rodeado la Eucaristía" (Juan Pablo II, Lima 15-5-88). S. Alfonso María de Ligorio escribió su famoso libro "Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima", que ha superado las dos mil ediciones y dice así: "¿Dónde tomaron las almas santas más bellas resoluciones que al pie del Santísimo Sacramento? ¡Y quién sabe si tú resolverás las tuyas al darte del todo a Dios ante este sacramento! ¡Qué ventura es conversar amorosamente con el Señor que, sobre el altar, está rogando por nosotros al Eterno Padre, ardiendo en llamas de amor! Este amor es quien lo hace permanecer escondido, desconocido y hasta despreciado de los hombres. Pero ¿a qué más palabras? Gustad y ved".
"Venid y veréis" (Jn 1,39). Pero alguno me dirá: es que las Iglesias están cerradas. Ciertamente, que esto ocurre con demasiada frecuencia. ¡Cuántas bendiciones y gracias se pierden así para la persona y para sus familias, para la Iglesia y para el mundo en general, porque los fieles no tienen facilidad para visitar a Jesús! "La visita al Santísimo Sacramento es un gran tesoro de la fe católica... Y todo acto de reverencia, toda genuflexión que hacéis delante del Santísimo Sacramento es importante, porque es un acto de fe en Cristo, un acto de amor a Cristo.
Y cada señal de la cruz, cada gesto de respeto hecho todas las veces que pasáis ante una iglesia, es también un acto de fe. Que Dios os conserve esta fe en el Santísimo Sacramento" (Juan Pablo II, homilía en Dublin, 29-9-79). El Papa Pío XII en la encíclica Mediator Dei pide que "los templos estén abiertos lo más posible para que los fieles, cada vez más numerosos, llamados a los pies de Nuestro Salvador; escuchen su dulce invitación: "Venid a mí todos los que estáis agobiados y sobre cargados que yo os aliviaré". Y el canon 937 ordena que "la Iglesia en que está reservada la Santísima Eucaristía debe quedar abierta a los fieles, por lo menos algunas horas al día, a no ser que obste una razón grave, para que puedan hacer oración ante el Santísimo Sacramento" Esto mismo se dice en la Instrucción Eucharisticum mysterium y en el Ritual de la Eucaristía.
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