5 de marzo de 2010.- Benedicto XVI dice que La Cuaresma es como un largo “retiro” durante el que debemos volver a entrar en nosotros mismos y escuchar la voz de Dios para vencer las tentaciones del Maligno y encontrar la verdad de nuestro ser. Podríamos decir que es un tiempo de “combate” espiritual que hay que librar juntamente con Jesús, sin orgullo ni presunción, sino más bien utilizando las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos llegar a celebrar verdaderamente la Pascua, dispuestos a renovar las promesas de nuestro Bautismo (cfr. Benedicto XVI, L’Osservatore Romano, Año XLII, n. 9, 27 feb-5 marzo, 2010, p. 3).
“Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto (...) puede hacer esperar un futuro menos oscuro”, escribió Juan Pablo II (Rosarium Virginis Mariae, 49). El cuidado de la paz reclama de cada uno un constante dominio de sí mismo. Si en el corazón de las personas persisten rencores y malquerencias, no puede germinar allí la paz. Se debe purificar el alma del afecto al pecado. De allí la importancia de la propia lucha interior y de que cada uno se proponga pequeñas y grandes ascensiones en la vida espiritual.
Hemos sido creados para amar. El amor es la más alta forma de existencia. Para ser uno mismo hay que salir de sí mismo. ¿Cómo salir de sí mismo? Pensando en hacer felices a los demás, en hacerles el bien a los demás y a uno mismo. Y el bien personal supone, muchas veces, buscar la purificación, el sacrifico pequeño y escondido. Todos son llamados a la santidad, es decir, al amor. Leer más...
viernes, 5 de marzo de 2010
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