* «Tuve una experiencia en el 96. Estaba leyendo en inglés un libro de Anthony de Mello, La oración de la rana, de pequeñas frases sueltas. Y en una frase del texto, Dios decía: “no leas sobre Mí, simplemente degústame”. Y fue como si una lanza dulce penetrase en mí y me tirase. Era una presencia suave. Es indescriptible. Era como una fuerza poderosa. Incluso me caí, físicamente, a la cama que estaba allí al lado. Sentía como una especie de miedo por esa fuerza tan tremenda, aunque era dulce. Es difícil de explicar, pero alguna vez he podido describirlo a personas que han vivido algo similar y ellos sí lo entienden. El alma ya se había abierto, estaba como afinada, e iba detectando… Me dije: ‘¿Y ahora qué hago? ¿Cuál ha de ser mi camino?’ Y vi la cruz de un edificio, de una iglesia, y fui a preguntar. Necesitaba que me lo explicasen todo, que me explicasen la religión católica, porque yo no tenía ni idea. Quería confesarme antes de Navidades, quería sentir, quizá, lo mismo que sentía de niño. Y en una librería encontré un libro de San Juan de la Cruz, lo leí, me identifiqué y empecé a devorar libros de místicos. Ahora mis preguntas sobre ciencia me parecían banales»
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