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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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lunes, 21 de enero de 2019

Manuel Arturo López Quintela, catedrático y experto en nanoquímica de la Universidad de Santiago, ateo convencido: sintió la «presencia suave» de Dios que lo transformó todo

* «Tuve una experiencia en el 96. Estaba leyendo en inglés un libro de Anthony de Mello, La oración de la rana, de pequeñas frases sueltas. Y en una frase del texto, Dios decía: “no leas sobre Mí, simplemente degústame”. Y fue como si una lanza dulce penetrase en mí y me tirase. Era una presencia suave. Es indescriptible. Era como una fuerza poderosa. Incluso me caí, físicamente, a la cama que estaba allí al lado. Sentía como una especie de miedo por esa fuerza tan tremenda, aunque era dulce. Es difícil de explicar, pero alguna vez he podido describirlo a personas que han vivido algo similar y ellos sí lo entienden. El alma ya se había abierto, estaba como afinada, e iba detectando… Me dije: ‘¿Y ahora qué hago? ¿Cuál ha de ser mi camino?’ Y vi la cruz de un edificio, de una iglesia, y fui a preguntar. Necesitaba que me lo explicasen todo, que me explicasen la religión católica, porque yo no tenía ni idea. Quería confesarme antes de Navidades, quería sentir, quizá, lo mismo que sentía de niño. Y en una librería encontré un libro de San Juan de la Cruz, lo leí, me identifiqué y empecé a devorar libros de místicos. Ahora mis preguntas sobre ciencia me parecían banales»

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