* «En el momento de la Primera Comunión, sentí que Él llegaba… Vino con el sacerdote, acercándose lentamente, luminosamente pero sin luz. Primero fui consciente de una intensa fragancia… y con ella un calor como ninguno en la tierra. Me envolvió y tocó mi carne; más ligero que una pluma, más dulce que cualquier sensación conocida, crecía en intensidad a medida que Él se acercaba. Fue un toque humano, deificado, que transmitía a mis sentidos una delicadeza y una ternura infinitos de origen divino, extasiándolos cuando se rendían a la dulzura que los esclavizaba. Fue el toque del Divino Amante, Jesús… Fui envuelta y abrazada en Amor»
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