“Cuando me desperté vi a mi esposa llorando y pensé ‘Dios que no sean malas noticias’. El médico, que estaba feliz y tenía una cara de desconcierto, me dio la gran noticia: ‘¡Se ha ido! ¡Tu cáncer no está! Eres un hombre afortunado’. Mi cura es el Padre Pío. Él ha cambiado nuestras vidas para siempre”

No hay comentarios:
Publicar un comentario