* «Pensé que lo tenía todo y me di cuenta de que no tenía nada… Me senté en el umbral de mi casa, completamente pagada, siendo ateo, y dije: «Dios, si existes, haz algo». Y en pocas semanas sentí la llamada de ser sacerdote, en forma de una voz persistente que insistía en decirme «sé sacerdote»»
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