* «Mediante la oración Jesús llenó su lámpara de aceite a rebosar, obtuvo consuelo divino y consiguió las fuerzas necesarias para seguir adelante. En lugar de esperar resignadamente al enemigo, se levantó con decisión y valentía, yendo al encuentro de sus captores. A ellos quiso recibir, no con la espada (cf. Lc 22,51; Jn 18,10-11) sino con el poder de Dios (cf. Jn 18,6). El amor lo llevó a la victoria de la Cruz usando las armas espirituales y no las materiales. Recordando las palabras inspiradas escritas por Santiago: «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración» (st 5,13). Por eso es preciso orar sin cesar unos por otros para salir victoriosos de tantos getsemaní, personales, sociales, mundiales. ¡Nunca estaremos solos!»
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