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Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

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jueves, 24 de enero de 2008

Meditación para el octavo y último día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos




Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el octavo y último día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


DÍA OCTAVO. Orad siempre para que sean uno

Que la paz reine entre vosotros (1 Tes 5,13b)

Is 11,6-13. El lobo habitará con el cordero

Sal 122. Haya paz dentro de tus muros

1 Tes 5,13b-18. Que la paz reine entre vosotros

Jn 17,6-24. Que sean uno

Comentario

Dios desea que los seres humanos vivan entre ellos en paz. Esta paz no es simplemente una ausencia de guerra o de conflictos; el shalom querido por Dios nace de una humanidad reconciliada, de una familia humana que comparte y refleja en sí misma la paz que solo Dios puede dar. La imagen del lobo viviendo con el cordero, del león dormido cerca del cabrito, intenta ofrecernos una visión simbólica del futuro que Dios desea para nosotros. Puesto que no podemos establecer este shalom por nuestra sola voluntad, estamos llamados a ser instrumentos de la paz del Señor, artesanos de la obra divina de la reconciliació n. La paz, como la unidad, es un don y una llamada.

La oración de Jesús por la unidad de sus discípulos no era ni una orden ni una petición, sino una invocación dirigida al Padre en la víspera de su muerte. Es una oración que surge de lo más profundo de su corazón y de su misión, en el momento en el que prepara a sus discípulos para el tiempo futuro: Padre, que sean uno.

Mientras celebramos el centenario de la Semana de Oración por la unidad y recordamos todas las aspiraciones, oraciones e iniciativas en la búsqueda de la unidad de los cristianos suscitadas durante siglos, es conveniente hacer balance de los pasos que hemos realizado hasta ahora, guiados por el Espíritu Santo. Para nosotros es ocasión de dar gracias por los numerosos frutos que nos ha dado la oración por la unidad. En muchos lugares, la animosidad y los malentendidos han cedido su lugar al respeto y la amistad entre los cristianos y sus distintas comunidades. Sucede a menudo que cristianos que se reúnen para rezar juntos por la unidad dan a continuación un testimonio común del Evangelio a través de acciones concretas y trabajando codo a codo al servicio de los más necesitados. El diálogo permitió construir puentes de comprensión recíproca y solucionar desacuerdos doctrinales que nos dividían.

No obstante, el momento presente deberá ser también para nosotros un tiempo de arrepentimiento, ya que nuestras divisiones están en contradicción con la oración de Cristo por la unidad y con el mandato de Pablo de vivir en paz entre nosotros. Actualmente, los cristianos están abiertamente en desacuerdo sobre distintos temas: más allá de las diferencias doctrinales que nos separan aún, tenemos a menudo posiciones divergentes sobre cuestiones de moral y ética, sobre la guerra y la paz, sobre problemas de actualidad que necesitan un testimonio común. Debido a nuestras divisiones internas y a los conflictos entre nosotros, no estamos en condiciones de responder a la noble vocación de ser signos e instrumentos de la unidad y de la paz queridos por Dios.

¿Qué decir entonces? Tenemos razones para alegrarnos pero también para estar tristes. Damos gracias, en este centenario, por las últimas generaciones que se consagraron generosamente al servicio de la reconciliació n; renovemos hoy nuestro compromiso de ser artífices de la unidad y de la paz queridas por Cristo. Finalmente, este momento particular nos ofrece la ocasión de reflexionar de nuevo sobre lo que significa orar sin cesar, a través de nuestras palabras y nuestras acciones, a través de la vida de nuestras Iglesias.

Oración

Señor, haz que seamos uno: uno en nuestras palabras para que te dirijamos una oración humilde y común; uno en nuestro deseo y en nuestra búsqueda de la justicia; uno en el amor, para servirte en el más pequeño de nuestros hermanos y hermanas; uno en la espera de ver tu rostro. Señor, haz que seamos uno en ti. Amén.

Meditación para el séptimo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Durante el Octavario, meditaremos cada día los temas propuestos por el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, uniéndonos en oración con toda la Iglesia.

Tradicionalmente, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero.
Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad pidiendo el pleno cumplimiento de las palabras del Señor en la Última Cena: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Juan 17,11). La oración de Cristo alcanza también a quienes nunca se han contado entre sus seguidores. Dice Jesús: Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor (Juan 10, 16).

En el Octavario por la Unión de los Cristianos pedimos por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos une, pero no podemos ceder en cuestiones de fe y moral. Junto a la unidad inquebrantable en lo esencial, la Iglesia promueve la legítima variedad en todo lo que Dios ha dejado a la libre iniciativa de los hombres. Por eso, fomentar la unidad supone al mismo tiempo respetar la multiplicidad, que es también demostración de la riqueza de la Iglesia.


Día séptimo - Orad porque tenemos necesidad -

Sostened a los débiles (1 Tes 5,14)

1 Sm 1,9-20 Ana reza al Señor para que le conceda un niño

Sal 86 Atiende a mi súplica

1 Tes 5,(12a)13b-18 Os pedimos... que sostengáis a los débiles

Lc 11,5-13 Quien pide recibe

Comentario

Profundamente afligida por su esterilidad, Ana imploró de Dios que le conceda un niño: su oración fue escuchada y, pasados unos días, nació Samuel (que significa “al Señor se lo pedí”). En el evangelio de Lucas, Jesús mismo nos dice que “quien pide recibe”; así en la oración, nos dirigimos a Dios para que responda a nuestras necesidades. La respuesta puede no corresponder a lo que esperamos, pero Dios nos responde siempre.

El poder de la oración es inmenso, sobre todo cuando está vinculado al servicio. El Evangelio nos enseña que Cristo quiere que nos amemos y que nos ayudemos unos a otros. En la carta de Pablo a los Tesalonicenses, el tema del servicio se reanuda con el imperativo: “Sostened a los débiles”. Sabemos que es posible responder de manera ecuménica, de una manera concreta, a la miseria y al desamparo. Las Iglesias de tradiciones diferentes trabajan a menudo mano a mano, pero en algunas circunstancias su testimonio es seriamente debilitado por su falta de unidad. Cuando queremos orar juntos, a veces somos profundamente desconfiados respecto de las distintas formas de oración que encontramos en otras tradiciones cristianas: las oraciones de los católicos dirigidos a Dios por la intercesión de los santos o de Maria, la madre de Jesús; las oraciones litúrgicas ortodoxas; las oraciones pentecostales; las oraciones espontáneas que los protestantes dirigen directamente a Dios.

Se observa que la diversidad de las formas de oración es mejor apreciada. En las Iglesias americanas, la experiencia de renovación pentecostal ha conducido también a un mejor reconocimiento del poder de la oración, lo que, poco a poco, ayudó a los pentecostales a sentirse más cómodos en el movimiento ecuménico. Del mismo modo, el diálogo con las Iglesias ortodoxas en el seno del Consejo Ecuménico de las Iglesias ha permitido comprender mejor las formas de las oraciones propias de cada uno.

Es indudable que la fe en el poder de la oración es común al conjunto de nuestras tradiciones y puede contribuir mucho a la causa de la unidad cristiana, una vez que hayamos comprendido y superado nuestras diferencias. Debemos apoyar con nuestras oraciones todos los diálogos que mantienen nuestras Iglesias sobre las divergencias que impiden aún reunirnos en torno a la mesa del Señor. Celebrar juntos el memorial de Cristo y elevar hacia él nuestra común acción de gracias nos permitirá realizar un gran paso adelante en el camino de la unidad.

Oración

Señor, ayúdanos a ser de verdad uno cuando rogamos por la curación de nuestro mundo, de las divisiones entre nuestras Iglesias y por nuestra propia curación. Haz que no dudemos de que tú nos escuchas y que tú nos responderás. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo. Amén.

lunes, 21 de enero de 2008

Meditación para el sexto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos



















DÍA SEXTO. Orad siempre para obtener la gracia de colaborar con Dios


Estad siempre alegres. No ceséis de orar (1 Tes 5,16)

2 Sm 7,18-29. La oración de alabanza y de alegría de David

Sal 86. Señor, escucha

1 Tes 5,(12a)13b-18. Estad siempre alegres

Lc 10,1-24. El envío de los setenta y dos discípulos

Comentario

En la oración modelamos nuestra voluntad según Dios y participamos así en la realización de su deseo. Tenemos necesidad que el Espíritu Santo cambie el corazón de los creyentes y nos dé la gracia de colaborar con Dios y participar en su misión y proyecto de unidad. Mientras pedimos sin cesar por eso, somos conscientes de que son necesarios más obreros para la cosecha. Con motivo de numerosos encuentros ecuménicos, y en particular del National Workshop on Christian Unity que se celebra todos los años en los Estados Unidos, se destacó la necesidad de promover la participación de los jóvenes para que el movimiento ecuménico pueda prosperar hoy y en las generaciones futuras. Es necesario que aún más obreros conozcan la alegría de la oración para contribuir a la obra de Dios.

Las lecturas del sexto día nos ayudan a comprender mejor lo que significa trabajar en el servicio del Evangelio. David, sorprendido de ser elegido por el Señor para participar en la edificación de un espléndido templo, afirma: ¿"De verdad Dios podrá vivir sobre la tierra?" y concluye: "Quieres ahora bendecir la casa de tu criado, para que permanezca siempre en tu presencia".

El salmista ruega: "Señor, enséñame tu camino, para que te sea fiel, guía mi corazón para que tema tu nombre. Señor Dios mío, te daré gracias de todo corazón, daré gloria a tu nombre por siempre".

En el envío de los setenta y dos discípulos, Jesús confirma que gracias a ellos y a todos los que creerán en él a través de su palabra, su paz y la buena noticia que declarará que "el Reino de Dios ha llegado hasta nosotros" serán anunciadas al mundo. Cuando sus discípulos vuelven contentos de nuevo, aunque también traen la experiencia del rechazo, Jesús se alegra de sus éxitos al someter los demonios: es necesario seguir extendiendo la noticia, sin detenerse.

Dios quiere que su pueblo sea uno. Como los cristianos de Tesalónica, se nos exhorta a ser "siempre alegres" y a orar "sin cesar", manteniendo la esperanza de que, si nos comprometemos plenamente a colaborar con Dios, se realizará por fin la unidad según su voluntad.

Oración

Señor Dios, en la perfecta unidad de tu ser, guarda en nuestros corazones el ardiente deseo y la esperanza de la unidad para que nunca dejemos de trabajar al servicio de tu Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Meditación para el quinto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el quinto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


DÍA QUINTO. Orad sin cesar con un corazón paciente

Tened paciencia con todos (1 Tes 5,14

Ex 17,1-4. ¿Por qué?

Sal 1. Dar fruto a su tiempo

1 Tes 5,(12a)13b-18. Tened paciencia con todos

Lc 18,9-14. Una humilde oración

Comentario

No podemos estar satisfechos con la división de los cristianos y en consecuencia no somos impacientes hasta que venga el día de nuestra reconciliació n. Somos legítimamente impacientes a que venga por fin el día de nuestra reconciliació n. Por ello, también debemos ser conscientes de que el ecumenismo no se vive por todas partes al mismo ritmo. Algunos avanzan a grandes pasos, otros son más prudentes. Como Pablo predica, debemos seguir siendo pacientes con todos.

Como el fariseo en su oración, podemos fácilmente presentarnos ante Dios con la arrogancia de los que hacen todo muy bien: "yo no soy como el resto de los hombres". Si a veces se intentan denunciar las lentitudes o las imprudencias de los miembros de nuestra Iglesia, o las de nuestros interlocutores ecuménicos, la invitación a la paciencia resuena como una advertencia importante.

En ocasiones, incluso, nos mostramos impacientes para con Dios. Como el pueblo en el desierto, a veces gritamos hacia Dios: ¿por qué toda esta marcha, dolorosa, si todo se debe acabar ahora? Tengamos confianza: Dios responde a nuestras oraciones, a su manera, a su debido tiempo. Él sabrá suscitar nuevas iniciativas para la reconciliació n de los cristianos, aquellas que en nuestro tiempo se necesitan.

Oración

Señor, haz de nosotros tus discípulos, que escuchemos tu Palabra día y noche. En nuestro camino hacia la unidad, danos saber esperar los frutos a su tiempo. Cuando los prejuicios y la desconfianza triunfan, concédenos la humilde paciencia necesaria para la reconciliació n. Así te lo pedimos.

domingo, 20 de enero de 2008

Cien años de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos / Autor: Benedicto XVI

Intervención con motivo del Ángelus

Publicamos la intervención de Benedicto XVI antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus a mediodía de este domingo junto a unos 200.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:


Hace dos días hemos comenzado la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, conscientes de que sus divisiones constituyen un obstáculo a la acogida del Evangelio, imploran juntos del Señor, de manera todavía más intensa, el don de la plena comunión. Esta iniciativa providencial nació hace cien años, cuando el padre Paul Wattson comenzó el «Octavario» de oración por la unidad de los discípulos de Cristo.

Por este motivo, hoy están presentes en la plaza de San Pedro los hijos e hijas espirituales del padre Wattson, los hermanos y hermanas del Atonement, a quienes saludo cordialmente y a quienes aliento a continuar en su entrega especial a la causa de la unidad.

Todos tenemos el deber de rezar y trabajar por la superación de toda división entre los cristianos, respondiendo al anhelo de Cristo «Ut unum sint» [«Que sean uno», ndt.]. La oración, la conversión del corazón, la intensificación de los vínculos de comunión constituyen la esencia de este movimiento espiritual, que esperamos pueda llevar pronto a los discípulos de Cristo a la común celebración de la Eucaristía, manifestación de su plena unidad.

El tema bíblico de este año está lleno de significado: «No ceséis de orar» (1 Tesalonicenses 5,17). San Pablo se dirige a la comunidad de Tesalónica, que en su interior experimentaba conflictos, para recordar con fuerza algunas actitudes fundamentales, entre las que destaca precisamente la oración incesante. Con esta invitación, quiere dar a entender que de la nueva vida en Cristo y en el Espíritu Santo procede la capacidad de superar todo egoísmo, de vivir juntos en paz y en armonía fraterna, de cargar con disponibilidad el peso y los sufrimientos de los demás.

¡No tenemos que cansarnos nunca de rezar por la unidad de los cristianos! Cuando Jesús, durante la Última Cena, rezó para que todos «sean uno», tenía un fin preciso: «para que el mundo crea» (Juan 17, 21). La misión evangelizadora de la Iglesia pasa por tanto por el camino ecuménico, el camino de la unidad de fe, del testimonio evangélico y de la auténtica fraternidad.

Al igual que todos los años, el próximo viernes, 25 de enero, iré a la Basílica de San Pablo Extramuros para clausurar, con las Vísperas solemnes, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Invito a los romanos y a los peregrinos a unirse a mí y a los cristianos de las iglesias y comunidades eclesiales que participarán en la celebración para invocar de Dios el don precioso de la reconciliación entre todos los bautizados.

Que la santa Madre de Dios, de la que hoy se recuerda la aparición a Alfonso Ratisbonne en la iglesia de san Andrés delle Fratte, alcance del Señor para todos su discípulos la abundancia del Espíritu Santo, de manera que juntos podamos alcanzar la perfecta unidad y ofrecer el testimonio de fe y de vida del que tiene urgente necesidad el mundo.

[Después del Ángelus, el Papa intervino en varios idiomas. En italiano dijo:]

Deseo, ante todo, saludar a los jóvenes universitarios, a los profesores y a todos vosotros que habéis venido hoy, tan numerosos, a la plaza de San Pedro para participar en la oración del Ángelus y para expresarme vuestra solidaridad. Dirijo también un saludo a muchos otros que se unen a nosotros espiritualmente. Os doy las gracias de corazón, queridos amigos; doy las gracias al cardenal vicario que ha sido promotor de este momento de encuentro.

Como sabéis, había acogido con gusto la gentil invitación que se me había dirigido para intervenir el jueves pasado en la inauguración del año académico de «La Sapienza», universidad de Roma. Conozco bien este centro universitario, tengo estima por él y afecto por sus estudiantes: cada año, en varias ocasiones, muchos de ellos vienen a verme, junto a colegas de otras universidades.

Por desgracia, como es sabido, el clima que se había creado ha hecho inoportuna mi presencia en la ceremonia. A pesar mío, desistí de acudir a la invitación, pero de todos modos he querido enviar el texto que había preparado para esa ocasión. Con el ambiente universitario, que durante largos años fue mi mundo, me unen el amor por la búsqueda de la verdad, por el diálogo franco y respetuoso de las recíprocas posiciones. Todo esto también forma parte de la misión de la Iglesia, comprometida a seguir fielmente a Jesús, Maestro de vida, de verdad y de amor. Como profesor por así decir emérito, que ha conocido a tantos estudiantes en su vida, os aliento a todos, queridos universitarios, a respetar siempre las opiniones de los demás y a buscar, con espíritu libre y responsable, la verdad y el bien. A todos y a cada uno renuevo mi gratitud, asegurando mi afecto y oración.

Saludo ahora a los responsables, dirigentes, profesores, padres y alumnos de las escuelas católicas, reunidos con motivo de la jornada de la escuela católica, que celebra hoy la diócesis de Roma. En la educación en la fe de los muchachos y de los jóvenes, una tarea importante es encomendada también a la escuela católica: os aliento, por tanto, a seguir con vuestro trabajo que pone al Evangelio en el centro, con un proyecto educativo que busca la formación integral de la persona humana. A pesar de las dificultades que encontráis, seguid por tanto con valentía y confianza en vuestra misión, cultivando una constante pasión educativa y un generoso compromiso al servicio de las nuevas generaciones.

[En español dijo :]

Saludo a los peregrinos de lengua española, particularmente a los fieles de las parroquias de san Pablo y san Juan Bautista de Archena, Murcia. En esta semana de oración por la unidad de los cristianos, invito a todos a intensificar las plegarias para obtener el don de la plena comunión de cuantos creen en Cristo. ¡ Feliz domingo!

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[Traducción del original italiano por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

Meditación para el cuarto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el cuarto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


DÍA CUARTO. Orad sin cesar por la justicia

Mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario, buscad siempre haceros el bien los unos a los otros y a todos (1 Tes 5,15)

Ex 3,1-12. El Señor oye el grito de los hijos de Israel

Sal 146. El Señor… hace justicia a los oprimidos

1 Tes 5,(12a)13b-18. Mirad que nadie devuelva mal por mal

Mc 5,38-42. No hagáis frente al que os hace mal

Comentario

Como pueblo de Dios, somos llamados a orar juntos por la justicia. Dios oye el grito de los oprimidos, de los necesitados, del huérfano y de la viuda. Dios es un Dios de justicia y responde a nuestras oraciones a través de su Hijo, Jesucristo, que nos pidió que trabajemos juntos en la unidad y la paz, y no en la violencia. Es también lo que nos recuerda Pablo cuando destaca: "Mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario, buscad siempre haceros el bien los unos a los otros y a todos".

Los cristianos rezan sin cesar por la justicia, para que toda vida humana sea tratada con dignidad y reciba lo que le corresponde. En los Estados Unidos, la injusticia de la esclavitud sólo finalizó con una guerra civil sangrienta, a la cual sucedió un siglo de racismo mantenido por el Estado. La segregación en función del color de la piel existía incluso en las Iglesias. Desgraciadamente el racismo y otras formas de sectarismo como la xenofobia aún no desaparecieron de la sociedad norteamericana.

Sobre todo gracias a los esfuerzos de las Iglesias, en particular de las Iglesias afroamericanas y de sus socios ecuménicos, y muy especialmente gracias a la resistencia no violenta del Reverendo Martín Luther King, Jr, los derechos cívicos de todos se inscribieron en la legislación americana. Estaba convencido profundamente de que solamente el amor cristiano puede superar el odio y permitir la transformació n de la sociedad; los cristianos siguen hoy alimentándose con esta certeza que los lleva a trabajar juntos en favor de la justicia. El aniversario del nacimiento de Martín Luther King es una fiesta nacional en los Estados Unidos. Cada año, cae exactamente antes o durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos.

Dios oyó y respondió a los gritos de los hijos de Israel. Dios sigue oyendo y responde a los gritos de todos los oprimidos. Jesús nos recuerda que la justicia divina se revela en su voluntad personal de renunciar incluso a su seguridad, su potencia y su prestigio, y también a su vida con el fin de aportar al mundo la justicia y la reconciliació n gracias a los cuales todos los seres humanos se considerarán iguales en valor y en dignidad.

Sólo cuando oímos y respondemos a los gritos de los oprimidos, podemos progresar juntos en el camino de la unidad. Eso vale también para el movimiento ecuménico que nos puede exigir "dar pasos suplementarios" en nuestra voluntad de escuchar al otro, de renunciar a ser vengativos y de actuar en la caridad.


Oración

Señor Dios, tú has creado la humanidad, hombre y mujer, a tu imagen. Concédenos orar sin cesar, con una sola alma y un único corazón, para que todos los que tienen hambre en el mundo queden satisfechos, que los oprimidos se liberen, que todo ser humano sea tratado con dignidad; haz de nosotros tus instrumentos para que este deseo se convierta en realidad. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

viernes, 18 de enero de 2008

Meditación para el tercer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos


Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el tercer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


DÍA TERCERO. Orad sin cesar por la conversión de los corazones

Animad a los tímidos y sostened a los débiles (1 Tes 5,14)

Jon 3,1-10. La conversión de Nínive

Sal 51,8-15. Crea en mí un corazón puro

1 Tes 5 (12a) 13b-18. Animad a los tímidos

Mc 11,15-17. Una casa de oración

Comentario

En el origen y en el corazón del ecumenismo, se encuentra una llamada urgente al arrepentimiento y a la conversión. Es necesario sabernos desafiar mutuamente en nuestras comunidades cristianas, como Pablo nos invita en la primera carta a los Tesalonicenses. Si uno u otro siembra división, que se corrija; si algunos tienen miedo a lo que implica una reconciliació n costosa podría implicar, que se animen.

¿Por qué ocultarlo? Si las divisiones entre cristianos permanecen, es también por falta de voluntad de comprometerse con determinación en el diálogo ecuménico e incluso simplemente en la oración por la unidad.

La Biblia nos informa de cómo Dios envió a Jonás para interpelar a Nínive y cómo toda la ciudad se arrepintió. De la misma manera, las comunidades cristianas deben ponerse a la escucha de la Palabra de Dios y arrepentirse. Durante el último siglo, los profetas de la unidad no faltaron para recordar a los cristianos la infidelidad de su desunión y la urgencia de la reconciliació n.

A imagen de la intervención vigorosa de Jesús en el templo, la llamada a la reconciliació n de los cristianos puede seriamente trastornar nuestras certezas. Necesitamos purificarnos también. Debemos saber purificar nuestro corazón de todo lo que le impide ser una auténtica casa de oración, preocupada por la unidad de todas las naciones.

Oración

Señor, tú quieres la verdad en el fondo del ser; en el secreto de nuestro corazón; tú nos enseñas la sabiduría. Haz que nos animemos mutuamente en los caminos de la unidad. Muéstranos las conversiones necesarias para la reconciliació n. Da a cada uno un corazón renovado, un corazón verdaderamente ecuménico; así te lo pedimos. Amén.

Meditación para el segundo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el segundo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


Textos bíblicos, meditaciones y oraciones
para el Octavario


Día segundo Orad siempre, no tengáis confianza más que en Dios

Manteneos en constante acción de gracias (1 Tes 5,18)

1 Re 18,20-40 El Señor es Dios

Sal 23 El Señor es mi pastor

1 Tes 5,(12a)13b-18 Manteneos en constante acción de gracias

Jn 11,17-44 Padre, te doy gracias porque tú me has escuchado

Comentario

La oración se fundamenta en la confianza de que Dios es poderoso y fiel. Solo él abarca todo, presente y futuro. Su palabra es creíble y verídica.

La historia de Elías en 1 Reyes muestra de manera impresionante la unicidad de Dios. Elías amonesta a los apostatas que veneran a Baal que no responde a sus oraciones. Sin embargo cuando Elías ora al Dios de Israel, la respuesta es inmediata y milagrosa. El pueblo toma conciencia y de nuevo vuelve su corazón hacia Dios.

El Salmo 23 es una profunda confesión de confianza. Describe a una persona convencida de que Dios guía sus pasos y que lo tiene cerca de sí mismo en los momentos difíciles de la vida, cuando está presa de la desolación y de la opresión.

Probablemente nos encontramos en circunstancias difíciles, a veces incluso de gran agitación. Probablemente atravesamos por momentos de desesperación y desaliento. A veces, nos parece que Dios se oculta. Pero no está ausente. Manifestará su poder para liberarnos en medio de nuestras luchas existenciales. Esta es la razón por la que le damos gracias en toda circunstancia.

La resurrección de Lázaro es uno de los episodios más espectaculares narrados en el evangelio de Juan. Revela el poder de Cristo capaz de romper los vínculos de la muerte y anticipa la nueva creación. Jesús ora en voz alta en medio del pueblo y da gracias a su Padre por los potentes milagros que realizará. La obra salvadora de Dios se realiza a través de Cristo para que todos crean en él.

El peregrinaje ecuménico nos ayuda mejor a tomar conciencia de las acciones maravillosas de Dios. Comunidades cristianas separadas unas de las otras se encuentran. Descubren su unidad en Cristo y comprenden que todas son parte de una sola y misma Iglesia, y tienen necesidad unos de los otros.

Probablemente hay sombras que vienen a ocultar la perspectiva de la unidad, que se ponga en peligro por algunas frustraciones y tensiones, que nos preguntemos si nosotros, los cristianos, estamos realmente llamados a la unidad. Nuestra oración incesante nos sostiene cuando nos volvemos hacia Dios y tenemos confianza en él. No dudamos que realiza su obra en nosotros y nos conducirá hacia la luz de su victoria. Siempre nuestra reconciliación y nuestra unidad son el principio de su reino.

Oración

Dios de toda la creación, escucha a tus niños en su oración. Ayúdanos a conservar nuestra fe y nuestra confianza en ti. Enséñanos a darte gracias en toda circunstancia, a tener confianza en tu misericordia. Danos la verdad y la sabiduría, para que tu Iglesia nazca a la nueva vida en la comunión. Tú solo eres nuestra esperanza. Amén.

Meditación para el primer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el primer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 18 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


Textos bíblicos, meditaciones y oraciones
para el Octavario

Día primero Orad siempre


No ceséis de orar (1 Tes 5,17)

Is 55,6-9 Buscad al Señor mientras se le encuentra

Sal 34 Llamé al Señor y él me respondió

1 Tes 5,13b-18 No ceséis de orar

Lc 18,1-8 Orar constantemente y sin desfallecer

Comentario

Pablo ha escrito: "Estad siempre alegres. No ceséis de orar. Manteneos en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros como cristianos". Su carta va dirigida a una comunidad de fieles ansiosos ante la muerte. Muchos hermanos y hermanas, buenos y creyentes, se "durmieron" antes de que el Señor vuelva de nuevo para unirlos a todos en su resurrección. ¿Que será de estos fieles difuntos? ¿Cuál será la suerte de los vivos? Pablo los reconforta diciendo que los muertos resucitarán con los vivos y los invita "a orar sin cesar". ¿Pero qué significa orar sin cesar? Las lecturas de hoy ofrecen algunos elementos como respuesta a esta cuestión. Toda nuestra vida debe ser una búsqueda de Dios, en la convicción que si buscamos, encontraremos.

En pleno exilio, cuando todo parece inútil y sin esperanza, el profeta Isaías proclama: "Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca". Incluso en el exilio, el Señor está cerca de su pueblo y le exhorta a dirigirse a él en la oración, y a seguir sus órdenes para que pueda conocer su misericordia y su perdón. En el centro del salmo 34 encontramos esta convicción profética que el Señor responderá a la llamada de los que lo invocan, uniendo la alabanza a la llamada a la oración continua.

En el evangelio de Lucas, Jesús dice la parábola de la viuda que pide justicia por un juez que no tiene temor de Dios ni respeto a los hombres. Este relato es una manera de recordar la necesidad de una oración constante, "orar siempre y sin desfallecer", y la certeza que la oración concederá: "¿Y Dios no haría justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?".

Como cristianos en búsqueda de la unidad, meditamos sobre estas lecturas para encontrar "la voluntad de Dios" respecto a nosotros "en Cristo Jesús". Es Cristo aquel que vive en nosotros. La llamada de orar sin cesar se convierte en parte integral de su intercesión eterna ante el Padre: "Que todos sean uno... para que el mundo crea... ". La unidad que buscamos es la unidad "tal como Cristo la quiere" y la celebración del "octavario" de oración por la unidad de los cristianos es el reflejo del concepto bíblico de plenitud, es decir, la esperanza que un día habrá respuesta a nuestra oración.

La unidad es un don que Dios hace a la Iglesia. Es también la vocación de los cristianos destinados a vivir de este don. La oración por la unidad es la fuente de donde brota cualquier esfuerzo humano dedicado para manifestar la unidad plena y visible. Numerosos son los frutos producidos hace un siglo de octavarios de oración por la unidad. Con todo, numerosas también son las barreras que dividen aún los cristianos y sus Iglesias. Con el fin de no desalentarnos, debemos ser constantes en la oración y buscar al Señor y su voluntad en todo lo que emprendemos y en todo lo que somos.

Oración

Señor de la unidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te pedimos sin cesar para que todos seamos uno como tú eres uno. Padre, oye nuestra llamada cuando te buscamos. Cristo, condúcenos a la unidad que deseas para nosotros. Espíritu Santo, procura que no nos desalentemos nunca. Amén.