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jueves, 16 de agosto de 2007

La Iglesía es y quiere ser la Iglesía de los pobres / Autor: Hº Jaume Ruiz Castro, CM


Foto: San Vicente de Paul


1. Una vuelta a los orígenes de la Iglesia:

A) La eclesiologia del Concilio de Trento: El perfil de Iglesia que nos traza el Concilio de Trento es una Iglesia sacramental, jerárquica, sociedad perfecta donde toda la actividad de la Iglesia recae en la jerarquía y el laicado tiene un papel pasivo en el seno de la Comunidad Cristiana.

B) La eclesiologia en la mentalidad de San Vicente de Paúl: San Vicente de Paúl a pesar que en los ejercicios a los ordenandos y en la Conferencia de los martes iba plasmando la reforma de Trento en lo que atañe a la liturgia sobretodo en la forma de celebrar la Eucaristía quiso dar una cierta vitalidad a esta Iglesia:

En primer lugar nos encontramos a un San Vicente que vuelca a clérigos y a laicos de cara a la Evangelización de los Pobres (XI, 356) encargándose los laicos del aspecto de la caridad, a imagen de los siete diáconos de los Hechos de los Apóstoles (Hch 6,1-6).

Después de cada Misión, quedaba organizada la “Caridad” en cada Parroquia, que es lo que actualmente seria “Caritas Parroquial”.

En segundo lugar los laicos también son enviados a las Misiones Extranjeras (X, 579, 645, 937, 952) y ejercen funciones de suplencia ejerciendo su sacerdocio común, o su don profético (XI, 12) como hacían los delegados de la Palabra que San Pablo había instituido en las Comunidades de Galacia: unos líderes, que instruían a aquellas comunidades (¡se les presuponen buenos conocimientos de historia sagrada!) y las acompañaban en su crecimiento.

En cuanto a la forma de aquella enseñanza, Gálatas usa dos términos que han pasado a la posteridad: «catequista» y «catecúmeno», dos derivados de la palabra griega êkhô) «eco»: el maestro pronuncia unas palabras y el discípulo las va repitiendo hasta que las aprende. Con todo, la relación entre uno y otro debió de ser más profunda: “Que el catequizado comparta toda clase de bienes con aquel que lo catequiza en la palabra” (Ga 6,6).

Es decir: que el catequizado no sólo tiene que preocuparse de la manutención de aquel que lo catequiza (recordemos que Pablo, personalmente, renunciaba a ello), sino que le tiene que contar sus alegrías y sus penas.

Por lo tanto, los laicos tienen la misma vocación que los clérigos (XI, 41, 648 – 649, 683), es decir, que toda la Comunidad Cristiana es misionera.

En tercer lugar, San Vicente piensa en una Iglesia como Pueblo de Dios, donde la autoridad está al servicio de la Comunidad, una Comunidad que sigue a Cristo Evangelizador de los Pobres que saciaba a los Pobres con el pan de la Palabra, el pan de sus necesidades materiales. Es una Comunidad Profética que a través de la Caridad y de la entrega generosa del martirio denuncia la opresión y la esclavitud que está viviendo el Pueblo.

Los Pobres saciados de los panes anteriormente citados son reconducidos a saciarse del pan de la Eucaristía, siendo la Eucaristía la que impulsa a la Comunidad a la Misión y esta dimensión San Vicente se encargaba tanto en los ejercicios a los ordenandos como en la Conferencia de los martes para que los clérigos celebrasen con devoción la Eucaristía y motivasen al laicado a la misión.

1.1. Una Comunidad que sigue a Cristo Evangelizador de los pobres: El misionero como imitador y seguidor de Cristo Evangelizador de los pobres predica como Jesús el Reino de Dios, un Reino que es para los pobres, que está en su fase inicial y en medio de nosotros y que llegará a su plenitud a final de los tiempos.

El misionero en su vida normal y en la comunitaria tiene que vivir esta realidad para ser como Jesús Testigo del Reino y para esto hace falta una adhesión personal al Señor [FE] y un proceso continúo de conversión.

El seguimiento es una llamada del Señor con absoluta libertad: Hay una llamada universal, ser santos y otras llamadas como la de los consejos que es una modalidad de vivir esta llamada a la Santidad.

Cristo es la Regla de la Misión, regla de vida, caridad para con los pobres, verdadero adorador del Padre y Evangelizador de los pobres.

Ser Evangelizador es un don para la construcción de la Iglesia y capta las características del destinatario del anuncio para amoldar el anuncio a esas características.

Las palabras: imitación, seguimiento y respuesta van entrelazadas y son complementarias, ya que todas ellas nos requiere que nos revistamos del Espíritu de Cristo.

Para que:

A) Revestidos del Espíritu de Cristo: Partimos de la antropología paulina que define al hombre como cuerpo, alma y espíritu, siendo el espíritu el que formatea o da forma al ser humano y por lo tanto al revestirse del Espíritu de Cristo produce la acogida y vivir los sentimientos (Fp 2,5) y acciones de Cristo que conlleva a un cambio de estilo en la vida de la persona.

Esto implica abandonar mis sentimientos, transformar mi interioridad y produce un nuevo estilo de vida que a imagen de Cristo es una persona pobre siendo sal y luz.

Revestirse es entrar en la lógica de Dios viviendo las virtudes vicencianas, que son las facultades del alma de la CM, como el Espíritu de revestirse de Cristo adquiriendo la propia perfección que es en definitiva transformarse en el mismo Cristo.

B) Personalmente o Comunitariamente podamos evangelizar a los pobres y en especial a los más necesitados: La Iglesia es una Asamblea nacida del anuncio y este anuncio nace de la caridad comprensiva de Cristo hacia los pobres, es lo que actualmente se le llama Caridad Pastoral y en boca de San Vicente el celo por las almas.

No es la situación en el que el mundo se encuentra sumergido ya que tiene parcelas aptas para escuchar la Palabra de Dios y otras que no lo son.

Es la Caridad de Cristo que nos urge, que nos obliga a Evangelizar y hacer un apostolado entre los pobres y nos pone en disposición a ir por el mundo entero.

Entre los estados de pobreza nos encontramos con la sociedad que tiene:

- Una mentalidad empirista: Ciencia vs. Religión.

- Una sensibilidad humanista atea en contra del humanismo Cristiano que tiene a Dios como criterio orientador de la vida. La dignidad y la libertad de la persona nos viene de Dios y esto la sociedad lo niega.

- Una mentalidad pragmática.

Para tener una opción preferencial por los pobres hay que tener claros los sentimientos y la vocación de uno y como armas son: Conversión personal, participación en la pobreza y una disponibilidad para ir por todo el mundo.

C) Ayudando en la Formación de los Clérigos y de los Laicos en función de la Evangelización de los pobres: SVP influenciado por las personas de su entorno empezó a implantar las reformas de Trento en función de las Misiones, a través de las conferencias de los martes y los ejercicios a ordenandos. También promocionó la formación de los Hermanos Coadjutores como cuerpo técnico bien preparado para asistir a los pobres en misiones y en los servicios internos de la Comunidad. Tuvo, también en cuenta la formación de los laicos de cara a la Misión, ya que San Vicente también envió a laicos a la Misión malgache.

- El Perfil del sacerdote paúl: En persona de Cristo Convoca, Congrega y dirige o anima a la Iglesia y como persona de Iglesia se siente convocado, congregado y animado.

Ministerio de la Palabra (Convoca): Dejarse seducir por ella al estilo de los grandes profetas (coherencia entre predicación y vida), conocerla y transmitirla adaptando el lenguaje siendo fiel al magisterio.

Ministerio de los Sacramentos (Congrega): El sacerdote como persona en Cristo hace presente a Cristo y Cristo actúa en ellos y como persona de Iglesia lo recibe con gozo y alegría. Las celebraciones tienen que ser con sencillez y dignidad.

Ministerio del Gobierno: El Pastor dirige, anima a la Comunidad y transmite la Palabra.

La Comunidad: Siguiendo el perfil de Maria Magdalena, una mujer que se le perdonó mucho porque amó mucho (Lc 7, 47-50) nos podemos encontrar en una Comunidad anclada en el sepulcro que no se autoregenera o una Comunidad que se encuentra y vive con el Resucitado (Jn 20, 1-18) que es el ideal de toda Comunidad a pesar de los ataques que puede recibir del exterior.

La C. 20 de la congregación de la Misión nos dice que el Señor nos convoca para vivir en fraternidad y para evangelizar. Este texto es un calco de Mc 3,13-15 que dice: “Después subió Jesús a un cerro y llamó a quienes le pareció conveniente. Una vez reunidos, eligió a doce de ellos para que le acompañasen y para enviarlos a anunciar el mensaje. Los llamó apóstoles y les dio autoridad para expulsar a los demonios”. En ella podemos ver estos elementos:

 Con-vocación: Vivir nuestra vocación o llamada del Señor con el otro. Hacer Iglesia.

 Comunidad: Una Iglesia que vive con el Señor.

 Predicar: La Misión tiene sus signos de credibilidad. Por lo tanto hay que dejar a Dios que dirija y mueva a la Comunidad a través de sus miembros.

La tradición vicenciana nos habla de dos apoyos para formar una Comunidad Vicenciana, a saber:

A) Apoyo en la vocación: Cuando falla la Comunidad en hacer piña de unos con los otros cuya base es el amor de Dios amando al prójimo falla la esencia de la vocación.

B) Apoyo en los ideales: En el seguimiento de Cristo de cada uno de sus miembros, ya que hemos sido llamados, amados y escogidos por Dios.

1.1.1. El programa misionero de Jesús:

El programa misionero de Jesús proclamado en la Sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-20) corresponde a una Evangelización integral, en el cual hay un anuncio y unos signos que dan credibilidad a este anuncio:

- He sido enviado a llevar la Buena Noticia a los Pobres.

- A dar libertad a los cautivos: Es la faceta que tiene acentuada la Orden la Merced, pero hay otros tipos de cautiverio que tiene la sociedad que nos impiden ser libres: el pecado, la droga, la pobreza.

- A dar luz a los ciegos: Mucha gente va ciega por el mundo, sin ningún tipo de criterio, tal como dice el refrán: "¿A dónde va Vicente? A donde va la gente". La misión de Jesús es lo que hizo con el ciego de nacimiento, es decir, dar luz y que descubra la verdad y que tenga sentido su vida, a pesar de las adversidades que pueden pasar.

- A poner en libertad a los oprimidos: La opresión es un tipo de cautiverio que tiene la sociedad. El Evangelio tiene que dar una respuesta a esas personas que se sienten el ombligo del mundo.

- Y a anunciar el año de gracia del Señor: Vendrá un día el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva que todos anhelamos.

Jesús mandó a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia del Reino con unos signos de liberación que verifican la autenticidad del mensaje (Lc 10,9.18-20), haciéndolos participar de una cierta pobreza (austeridad) incluso en los medios necesarios para anunciar el Evangelio (Lc 10,3-4)

1.2. Cuya autoridad está al servicio de la Comunidad:
“El que quiera ser grande entre vosotros, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos” (Mc 10,43b-45)

El caso lo tenemos en el nombre de la Superiora local de las Hijas de la Caridad que recibe el nombre de Hermana Sirviente, es la que anima a su Comunidad, da ejemplo de servicio a la Comunidad y adaptando la máxima de San Ambrosio, podemos afirmar: “Superiora para vosotras e Hija de la Caridad como vosotras”.

La autoridad es por lo tanto y principalmente un miembro más de la Comunidad Cristiana que ha sido escogido para un cargo que lo tiene que ejercer bajo espíritu de servicio y humildad.

1.3. Donde los laicos trabajan en colaboración y en comunión con los clérigos de cara a la Evangelización de los pobres:
“Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes y les dijeron: ‘No está bien que nosotros dejemos de anunciar el mensaje de Dios para dedicarnos a la administración. Por eso, hermanos, buscad entre vosotros siete hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos. Nosotros seguiremos orando y proclamando el mensaje de Dios’” (Hch 6,2-4).

En las Comunidades de los Misioneros Vicencianos de la época de San Vicente, los hermanos coadjutores se dedicaban al mantenimiento interno de la Comunidad, algunos se dedicaron a colaborar con el gobierno de la Congregación y otros colaboraban en la Misión organizando la caridad o ejerciendo su profesión de antes de entrar a la Congregación de una forma generosa, se da un caso de que un hermano hacía de dentista en la aldea que era misionada.

El Concilio Vaticano II abre caminos para que los laicos puedan colaborar en el ministerio pastoral, es decir, en tareas específicas de los pastores. Sólo es preciso recordar este texto conciliar:

«La jerarquía encarga a los laicos algunas tareas más próximas mas a los deberes de los pastores, como son las relacionadas a la exposición de la doctrina cristiana, con ciertos actos litúrgicos o el de la salvación de las almas» (AA 24). En este sentido, Juan Pablo II afirma que «cuando la utilidad o necesidad de la Iglesia lo exige, los pastores pueden confiar a los laicos, según las normas establecidas por el derecho universal, algunas tareas relacionadas con su propio ministerio de pastores, pero que no exigen el carácter del orden» (ChFL, 23)

Los laicos colaboran con sus pastores en el campo de la evangelización (misión de los seglares en el mundo) y en la formación permanente de la Comunidad Cristiana (Misión de los seglares en la Iglesia); por lo tanto están desarrollando su función Profética

San Vicente de Paúl decía: [los laicos] confiesan su fe con los confesores de la fe, predican con los predicadores, evangelizan a los pobres con los sacerdotes misioneros que los evangelizan y, por tanto, viven en esa conformidad con nuestro Señor Jesucristo» 1, y en esta línea el doctor Martínez Sistach, citando el Derecho Canónico, afirma en su carta dirigida a toda la diócesis de Tarragona el 18 de Abril del 2001 titulada: “Reorganització de la Diòcesi davant de la disminució de preveres” escribió: “En referencia al don profético que se recibe en el bautismo, los laicos pueden realizar el servicio de la catequesis, puede recibir el nombramiento de enseñar ciencias sagradas, pueden ser llamados para cooperar con el obispo y los presbíteros en el ministerio de la Palabra, ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, pueden ser enviados a una tarea misional […] Con relación al Don sacerdotal, los laicos pueden recibir los ministerios de lector y acolitado; puede administrar el bautismo un laico catequista [delegado de la Palabra] u otro designado por el obispo, si está ausente o impedido el ministro ordinario, pueden ser ministros extraordinarios de la Eucaristía, ser delegados para matrimonios, allá donde no haya ni presbíteros ni diáconos, previo el voto favorable de la Conferencia Episcopal y la licencia de la Santa Sede” . Estos ministerios que se desprende del don sacerdotal, son tareas de suplencia que realizan los laicos.

Mons. Luís prosigue: “En referencia a aquella primera categoría de las tareas intraeclesiales propias de los laicos, es necesario que el campo sea muy amplio para todos los ámbitos, pero especialmente en el parroquial y en el arciprestal. Será innumerable la lista de participación que está haciendo el laico en el Seno de la Iglesia colaborando con los sacerdotes y diáconos. Como afirma Pere Tena: ‘la capacidad de colaborar con el ministerio jerárquico viene de la misma condición sacramental del cristiano, será tan amplia como lo pidan las necesidades de la vida cristiana, en el marco de la comunión eclesial’ ‘El ejercicio de estas tareas no hace del laico un pastor: en realidad no es la tarea que constituye un ministerio, sino al orden sacerdotal’ . Así mismo es preciso evitar el peligro de clericalizar a los laicos asumiendo indebidamente tareas eclesiales que corresponden a los clérigos”

Tal como hizo San Vicente de Paúl en su época, la Iglesia, haciendo un análisis exhaustivo de la zona que está evangelizando, tiene que ir más allá de lo establecido por el Código de Derecho Canónico para descubrir los innumerables misterios laicales que se desprende de la Función Profética.

1.4. Una Comunidad profética:
“Escuchad esto, vacas de Basán, flor y nata de Samaria, que oprimís a los pobres, maltratáis a los necesitados” (Amós 4,1a)

Podía quedar uno boquiabierto como algunos indianos de Vilanova i la Geltrú invirtieron su fortuna para hacer las infraestructuras de la ciudad durante el siglo XIX: canalización del agua, llegada del tren, etc.… y algunos como el Marqués de Samá bajo una falsa caridad cristiana hizo construir un colegio para la educación de los niños pobres, siendo el dinero mal adquirido por la esclavitud en Cuba.

Pero Mons. Antonio Maria Claret les habló con dureza porque obtenían la riqueza a través de la esclavitud y estos indianos intentaron a través de unos asalariados matar al obispo, porque no podían soportar esta denuncia profética.

San Vicente de Paúl tuvo su voz profética con los presos de las galeras, el cautiverio de los cristianos en Argel y Túnez, con aquella familia que sufría la peste que originó más tarde las Voluntarias de la Caridad en 1617.

Hoy, la Iglesia como Buena Samaritana no tiene que bajar la guardia, ni cruzarse de brazos delante de tanta pobreza, situación precaria y esclavitud encubierta y con la fuerza del Evangelio debe denunciar estas situaciones y transformar la sociedad para que contribuya a la dignidad de las personas como hijos de Dios.

2. Relectura a la luz del Concilio Vaticano II: Aunque todos los cristianos están configurados en Cristo como Sacerdotes, Profetas y Reyes, a la hora de la práctica tenemos una función más desarrollada que los demás: el sacerdote a pesar de ser el animador de la evangelización de los no creyentes, catecúmenos y cuasicatecúmenos y de la formación permanente de la Comunidad Cristiana (función profética), tiene más acentuada la función sacerdotal, por motivo de su ministerio y en el orden de las celebraciones litúrgicas.

El Vaticano II nos recuerda que “los laicos reciben el deber y el derecho al apostolado de su unión con Cristo Cabeza. Injertados por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, fortalecidos por la confirmación están destinados al apostolado por el mismo Señor” (AA3) Los laicos son Iglesia y realizan su participación en la única misión eclesial, tanto en el seno de la Comunidad
Cristiana como en el mundo, tanto en el orden espiritual como en el temporal.

Lo propio de los laicos es el carácter secular, sin negar su participación en
el seno de las comunidades eclesiales. Aquí conviene recordar las palabras de
Pablo VI: “El primer e inmediato trabajo de los laicos no es la institución ni
el desarrollo de la Comunidad eclesial —eso es función de los pastores —, sino
que es la realización de todas las virtualidades cristianas y evangélicas, escondidas ciertamente y operantes en las realidades del mundo” y los pastores lo tienen que promover como principales promotores y animadores de la Comunidad Cristiana y su obra de Evangelización.

“Contemplemos finalmente a los Santos, a quienes han ejercido de modo ejemplar la caridad. Pienso particularmente en Martín de Tours († 397), que primero fue soldado y después monje y obispo: casi como un icono, muestra el valor insustituible del testimonio individual de la caridad. A las puertas de Amiens compartió su manto con un pobre; durante la noche, Jesús mismo se le apareció en sueños revestido de aquel manto, confirmando la perenne validez de las palabras del Evangelio: « Estuve desnudo y me vestisteis... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis » (Mt 25, 36. 40). Pero ¡cuántos testimonios más de caridad pueden citarse en la historia de la Iglesia! Particularmente todo el movimiento monástico, desde sus comienzos con san Antonio Abad († 356), muestra un servicio ingente de caridad hacia el prójimo. Al confrontarse « cara a cara » con ese Dios que es Amor, el monje percibe la exigencia apremiante de transformar toda su vida en un servicio al prójimo, además de servir a Dios. Así se explican las grandes estructuras de acogida, hospitalidad y asistencia surgidas junto a los monasterios. Se explican también las innumerables iniciativas de promoción humana y de formación cristiana destinadas especialmente a los más pobres de las que se han hecho cargo las Órdenes monásticas y Mendicantes primero, y después los diversos Institutos religiosos masculinos y femeninos a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Figuras de Santos como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta —por citar sólo algunos nombres— siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad. Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor”. (DCE, 40), porque en todos los tiempos “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.” (GS 1) y la Iglesia ha hecho esta opción preferencial por los pobres.

3. Algunas concreciones en la formación de los clérigos y de los laicos: Los últimos Papas insisten en el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia en la catequesis Parroquial, en los colegios católicos adecuado a las diferentes edades del laico junto con la formación sólida de la fe en sus diversas maneras e índoles y en la formación permanente de los clérigos, ya que la Doctrina Social nos muestra posibles itinerarios de hacer efectivo el Evangelio y que cada uno lo vaya concretando desde su lugar, la situación y la Pastoral Social que desarrolla o su voluntariado en Caritas o en alguna ONG-D.

Teniendo en cuenta que los derechos humanos tienen una vocación de construir una sociedad fraterna (DH1) y entonces se mira que los derechos humanos de nuestros hermanos no sean anulados, con el permiso de la dirección de la escuela se puede hacer una campaña de sensibilización bajo una asignatura de ética social que aborde desde los Derechos Humanos todo el proyecto social de la misión, la autogestión de ellos para recoger fondos y la ayuda internacional para complementar (DH 22) contribuyendo a que “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos” (DH 28)

4. Las Misiones Populares Vicencianas y la Comunidad Cristiana Vicenciana: En el momento de presentar la Misión hay que presentar al Párroco los fundamentos sólidos de la Construcción de la Comunidad Parroquial para que se transforme en misionera haciendo efectivo el Evangelio tanto de Palabra como de obras y como las Comunidades Familiares de Caridad contribuyen a la larga a esta sensibilización, ya que uno de los temas que se tratan en el grupo o bien por la predicación misionera es el de justicia y caridad.

En la campaña de los colegios e institutos después de tener un contacto con la dirección del centro intentar programar una sesión atractiva de ética social para enganchar al niño y al joven para que vengan a los actos de catequesis de la misión infantil y juvenil.

Es un sistema que llegaría la misión a más gente y se necesitaría personal especializado para ello mientras que el resto del equipo se encarga de concretar las Comunidades, Visita de enfermos, etc.…

Lo siento, no soy creyente / Autor: Enrique Monasterio



— ¿Es usted creyente?

A uno ya nadie le pregunta estas cosas. Claro que, siendo sacerdote y vistiendo como tal, la fe se te nota enseguida. Los curas, como los taxistas, necesitamos atrapar clientes al vuelo, y es útil que nos reconozcan desde lejos. No sé cómo no lo comprenden algunos colegas, ilustres y piadosos por otra parte. Si no fuese demasiado pintoresco, yo me colocaría en la cresta una lucecita verde.

El caso es que, como iba diciendo, ya nadie me interroga sobre mis convicciones religiosas. Es una pena, porque, si un día me preguntaran por la calle ¿es usted creyente?, con toda sinceridad y con ánimo de escandalizar sólo un poquito, respondería:

— Por supuesto que no.

Sería una forma, como otra cualquiera, de decir que uno es católico, ya que, en esta sociedad moderadamente pagana y laicista, los cristianos nos distinguimos de los que no lo son, no tanto por lo que creemos, como por aquellas cosas en las que no nos da la gana creer.

El paganismo sí que ha sido y es creyente; incluso crédulo, supersticioso, idólatra, devotamente asustadizo ante las fuerzas ocultas que imagina sepultadas en lo hondo de las alcantarillas. El paganismo prescinde del Dios que da racionalidad y sentido a cada una de las criaturas, olvidando que al principio no existía el caos, sino el Verbo, la inteligencia divina que todo lo abarca y penetra. Sin ella el universo se torna opaco, irracional, esclavo de extravagantes poderes que nadie controla. De ahí que el pagano recurra a dioses de bisutería, a conjuros, amuletos, horóscopos y demás ansiolíticos en oferta para aplacar sus inevitables ataques de pánico. Lo decía Joseph Ratzinger años antes de ser elegido Papa: el mundo sin su Creador se convierte en un lugar muy peligroso.

— Pero el laicismo es otra cosa… ¿O no?

— No, mi querido Kloster. El laicismo, al menos en teoría, expulsa de la sociedad a todos los dioses. Los tolera como se toleran las enfermedades infecciosas, pero toma medidas: procura ponerlos en cuarentena para evitar contagios. El laicismo da por supuesto que la fe se sitúa en el ámbito de lo irracional, de lo que nunca debe inficionar el mundo del pensamiento, de la cultura o de la ciencia.

Lo que ocurre es que, a la postre, también el laicismo necesita sus propias creencias. Y este laicismo, versión siglo XXI, ha creado un elenco interminable de dogmas políticamente correctos que se presentan a sí mismos como artículos de fe civil, se proclaman por todos los medios y cristalizan en frases-tópico que todo buen demócrata debe repetir de vez en cuando y aceptarlas religiosamente si no quiere ser anatemizado por los inquisidores y enviado a las tinieblas de la reacción y el fundamentalismo.

Por eso digo que no soy "creyente" ni estoy dispuesto a serlo. No puedo creer en las majaderías del paganismo, y me revientan aún más las pedanterías dogmáticas del relativismo militante. Quizá en un próximo artículo me anime a explicar con más detalle por qué la tengo tomada con la palabra "creyente". Baste decir este mes que sólo pretendo ser una persona juiciosa: creer con toda el alma en Dios y en muy pocas cosas más, porque eso es lo sensato; ser consciente de que la fe es un don recibido, desde luego, pero un don razonable al decir de San Pablo, que enriquece la inteligencia y ayuda a pensar por libre.

En todo caso no un sentimiento, ni una neurosis. Al laicismo le encanta hablar del respeto a los "sentimientos religiosos". Ya se ve que el laicismo es sensiblón y compasivo. Pero a las 6 de la mañana uno anda escaso de ese tipo de sentimientos y no por eso deja de ser cristiano.

Ahora llegaría el momento de decir en qué cosas no creo…; pero me falta el valor. Temo que mis lectores se rasguen las vestiduras, y no está el tiempo para andar muy ventilados.

Oración por la familia / Enviada por Viviana


Que ninguna familia comience en cualquier de repente,
y que ninguna familia se acabe por falta de amor.
La pareja sea el uno en el otro de cuerpo y de mente,
y que nada en el mundo separe un hogar soñador.

Que ninguna familia se albergue debajo del puente,
y que nadie interfiera en la vida y en la paz de los dos,
y que nadie los haga vivir sin ningún horizonte,
y que puedan vivir sin temer lo que venga después.

La familia comience sabiendo porqué y dónde va
y que el hombre retrate la gracia de ser un papá.
La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor,
y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor.

Bendecid, oh Señor, las familias. Amén.
Bendecid, oh Señor, la mía también. (2 veces)

Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida,
y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón,
que en la cuna los niños aprendan el don de la vida.
La familia celebre el milagro del beso y el pan.

Que marido y mujer de rodillas contemplen sus hijos,
y que por ellos encuentren la fuerza de continuar.
Y que en su firmamento la estrella que tenga más brillo,
pueda ser la esperanza de paz y certeza de amar.

Jesús, Compañero de Camino / Autor: P. Mariano de Blas LC



Jesucristo se nos da en la Eucaristía como Compañero de camino. Recordemos aquel pasaje de los dos discípulos de Emaús que se iban de Jerusalén a su pueblito, tal vez con la convicción de que no había ya nada que hacer. Regresaban a lo de antes, regresaban a su vida antigua. Y, de pronto, un caminante se les acerca, un caminante que no quería, no permitía que lo reconocieran; era Jesús. Comienza una conversación más o menos larga, un poco difícil al principio, porque hasta le dicen: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha pasado en Jerusalén?” Y Él pregunta: “¿qué?, ¿qué ha pasado?” Después... les explica con la Biblia en la mano todos los pasajes que se referían a Él; dando obviamente a esta explicación un calor, una vitalidad que tuvo efecto

Cuando ya llegaron a Emaús, Jesús hizo el ademán de seguir adelante, como queriendo decir: ¡si me necesitan, díganmelo! Entonces le dijeron: ¡Quédate con nosotros! Lo invitan a cenar, Y a lo que voy es a esto, que cuando están cenando, Él permite que lo reconozcan: se les abren los ojos, y en ese momento se desaparece. La frase en la que me quiero fijar ahora es ésta, la que dijeron ellos: ¿No ardía nuestro corazón mientas nos hablaba en el camino y nos explicaba las escrituras? Eso es lo que pasa con los cristianos, con las personas que tienen fe en la Eucaristía, en los que saben reconocer que en el camino de su vida nunca van solos; Jesús va con ellos. “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”

La vida puede ser dura, puede tener muchas lágrimas, muchas amarguras, mucho sufrimiento, pero es muy distinto sufrir solos que sufrir con Jesús; es muy diferente caminar solos por la vida que caminar codo con codo con Jesús de Nazareth; su presencia transforma el mismo sufrimiento en una cosa distinta. Pero muchas veces nosotros nos empeñamos en caminar solos por la vida; nos hacemos una vida amarga, dura, demasiado difícil, y Jesús nos podría decir: “¿No estoy yo aquí? ¿por qué no me llamas? ¿por qué no crees en Mí?
“Venid a mí todos: los leprosos, los tullidos, los endemoniados”. Todos cabemos ahí
¿Pero, dónde estás, dónde das cita?
Y Él nos dice:
“En todos los Sagrarios del mundo”- En tu parroquia, de día y de noche, sin horas de citas, con ganas enormes de darnos lo que nos ha regalado a precio de su sangre.

No cabe duda que se le queman las manos y el corazón por ayudarnos. Ojalá que vayamos muchas veces, aunque sea con el alma destrozada, tristes, cansados, y sepamos hallar allí la paz y el consuelo prometidos.

El que queda más contento es Él, porque Cristo encuentra su felicidad en curarnos, en salvarnos, en darnos la paz. ¡Hagamos feliz a Cristo! Podemos entristecerlo o alegrarlo, si vamos a Él con fe, o si huomos de Él como el joven rico. Zaqueo hizo feliz a Jesús en día de su conversión; María Magdalena hizo feliz a Jesús el día de su cambio de vida. El Hijo pródigo hizo feliz al Padre Celestial, al regresar; pero el joven rico lo puso muy triste. Cuando tú te vas, ten la certeza de que Jesús llora, y, cuando regresas, ten la certeza de que Jesús está muy contento.

Pensemos, por otra parte, en aquellos que no vienen a la Eucaristía. ¡Cuantos hombres hay hoy infelices, desgraciados, desesperados, ¡cuantos jóvenes, sobre todo, que están en la primavera de la vida, y están viviendo la crueldad y la dureza de un invierno! Estando el remedio tan cerca. La fuente a unos pasos, y morirse de sed. Además siendo tan fácil, porque ¿qué hace falta para acercarnos a Cristo en la Eucaristía? Tener un alma dispuesta, ser humildes, un precio bastante pequeño.

Es necesario llegar a ese Cristo, a ese compañero de camino y decirle desde el corazón :”Tengo un hambre y una sed incontenibles. Vengo cansado de buscar por mil caminos... No he encontrado, no he encontrado paz, ni amor verdadero; no he encontrado sentido a la vida... lejos de ti. Y tú has dicho que eres el camino, la verdad y la vida ¡Por eso vengo a pedirte ese maravillosos Pan de tu Eucaristía, quiero comer de ese pan para encontrar la paz, la vida verdadera, el amor y la felicidad auténticos! “Señor, danos siempre de ese pan y acompáñanos siempre en nuestro caminar”

Petición de Oración por un bebé que se está gestando con problemas / Autor: Daniel B. desde Argentina

Mi hija mayor está nuevamente embarazada de dos meses, pero no viene bien el bebé y hay una fisura en su bolsa, que hace que pierda liquido, lo que la ha puesto en reposo. Pero además es inquieta, se debe también a su hija, teme por su trabajo y está construyendo su casa.
Pido la mediación de ustedes hermanos para que intercedan ante Dios nuestro Señor, que por el Espíritu Santo, su Hijo sea Glorificado en la Intercesión de su Madre para la salvación, protección y resguardo de mi hija María Elena y su bebé. Sabiendo que se hará Su Voluntad y desde ya aceptándola. Seguro que será lo mejor para todos, sea la que fuera, obviamente buscando nombre a este nieto/a aunque se lo vayan a poner sus padres. Hermanos doy Gloria a Dios, alabo a Nuestro Señor Jesús por darnos su ejemplo, y me estrego confiado al Paráclito Consolador el Espíritu Santo para que me fortalezca y me permita ser luz para mi hija y su familia. Doy Gracias a María , la gran Intercesora y me entrego a ella para seguir luchando contra el aborrecible crimen del aborto.

Signo del No al aborto de la Virgen de Guadalupe / Enviado por Daniel Lázaro


El mundo avanza hacia la generalización del crimen más horrendo, el aborto de millones de niños inocentes. En forma sostenida, la legislación de diversos países permite y promueve más y más el asesinato de los pequeños santos nonatos.

Cuando la ciudad de México introdujo esta legislación perversa poco tiempo atrás, allí mismo se produjo el signo que muestra el profundo dolor que Dios siente ante este crimen. En la Villa de Guadalupe, donde se guarda la imagen de la Virgen de Guadalupe que hace quinientos años se imprimiera milagrosamente en la tilma de San Juan Diego, estalló el milagro.

La multitud acudía a Misa, cuando en la imagen de la Virgen se iluminó el Vientre Maternal, donde el Niño Jesús espera Su Nacimiento. La luz tiene la forma clara de un niño creciendo a pocas semanas de su concepción. María lleva la Vida en su cuerpo virginal, cuerpo que es Vaso Perfecto porque alberga al Rey de Reyes. De este modo, Dios quiso dejar así en claro que la vida es plena desde su mismo origen, que allí dentro de la Madre de Dios se muestra como hay que proteger a la vida desde la misma concepción.

El mundo debe recapacitar ante esta señal del Cielo. Que Dios nos perdone por lo que hacemos, somos una humanidad que amenaza perderse en el más horrendo de los crímenes, el de millones de almas inocentes que no tienen forma de defenderse.
Veamos en este milagro el llamado a la lucha, como cristianos, en contra del aborto. Actuemos con nuestra voz, con nuestro voto, con nuestra voluntad, y así podremos mover al mundo.

Ante el Cristo de la Buena Muerte / Autor: José María Pemán



¡Cristo de la Buena Muerte, el de la faz amorosa, tronchada
como una rosa sobre el blanco cuerpo inerte que en el madero reposa.

¿Quién pudo de tal manera darte esa noble y severa majestad llena
de calma? No fue una mano, sino un alma la que talló tu madera.

Fue, Señor, que el que tallaba tu figura, con tal celo
y con tal amsoa que te amaba, que, a fuerza de amor, llevaba dentro del alma el modelo.

Fue que al tallarte sentia un ansia tan verdadera, que en arrobos,le sumía
y cuajaba en la madera lo que en los arrobos veía.

Fue que ese rostro, Señor, y esa ternura al tallarte, y esa expresión de tanto dolor,
más que milagros del arte, fueron milagros de amor.

Fue, en fin, que ya no pudieron sus manos llegar a tanto,
y desmayadas cayeron. ¡Los ángeles te hicieron con sus manos mientras tanto!
¡Cristo de la Buena Muerte!

Por eso a tus pies postrado;
por tus dolores herido de un dolor desconsolado;
ante tu imagen vencido y ante tu Cruz humillado,
siento unas ansias fogosas de abrazarte y bendecirte.
Ante tus plantas piadosas, quiero decirte
mil cosas que no se cómo te puedo decire.

¡Frente que herida de amor, te rindes con sufrimientos
sobre el pecho del Señor como los lirios que, en flor, tronchan, al paso, los vientos!

Brazos rígidos y yertos, por tres garfios traspasados
que aquí estas por mis pecados,
para recibirme, abiertos, para esperarme, clavados.

¡Cuerpo llagado de amores yo te adoro y te sigo!
Señor de los señores, quiero partir tus dolores subiendo a la cruz contigo.
¡Cristo de la Buena Muerte!

Quiero en la vida seguirte,
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo, y bendecirte sufriendo, y muriendo bendecirte.

Quiero, Señor, en tu encanto tener mis sentidos presos,
unido a tu cuerpo santo, mojar tu rostro con llanto, y secar tu llanto con besos.

Quiero, en santo desvarío, besando tu rostro frio,
besando tu cuerpo inerte, y llamarte mil veces mio.

Y Tú, Rey de los bondades, que mueres por tu bondad,
muéstrame con claridad la verdad que es sobre toda verdad.

Que mi alma, en Ti prisionera, vaya fuera
de su centro por la vida bullanguera.
Que no le Ileguen adentro las algazaras de fuera;
que no ame la poquedad de cosas que, van y vienen; que adore la austeridad
de estos sentires que tienen los sabores de eternidad;
que no turbe mi conciencia la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia de ver con indiferencia la adulación y el desprecio; que sienta una dulce herida de ansia de amor desmedida, que ame tu Ciencia y tu Luz; que vaya, en fin, por la vida como Tú estás en la Cruz:
de sangre los pies cubiertos, llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos, y los dos brazos abiertos para mis hermanos.

¡Cristo de la Buena Muerte!
aunque no merezco que tu escuches mi quejido; por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco y escucha lo que te pido ofrecerte, Señor,
vengo mi ser, mi vida, mi amor, mi alegria y mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo; cuanto me has dado, Señor.

Y a cambio de este alma llena de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena y una muerte santa y buena. ¡Cristo de la Buena Muerte!

viernes, 10 de agosto de 2007

Maldición de la higuera en el camino (Mc 11, 12-14) / Autor: José H. Prado Flores




El pasaje de la maldición de la higuera nos muestra un aspecto contrastante del perfil del Dios revelado por Jesús, que no podemos omitir, pues el mosaico quedaría incompleto.

Aparentemente parece muy duro y hasta injusta la actitud del Maestro. Sin embargo, nos previene revelándonos aquello que Dios no soporta.

El hecho está lleno de aspectos ilógicos que, como en los dramas, son claves para descifrar el mensaje.

Jesús salió de Betania muy temprano y se dirigió a Jerusalén, que está a unos pocos kilómetros. Lo normal sería que sus buenos amigos lo hubieran atendido con la legendaria hospitalidad oriental y le hubieran preparado un desayuno. Sin embargo, siente hambre. ¿Cómo podemos entender esto? Posiblemente aquellas ramas frondosas le hicieron suponer que habría frutos maduros y eso le abrió el apetito. Las verdes hojas activaron sus glándulas gustativas y comenzó a saborear los higos que le estarían esperando.

No obstante, estando a la orilla del camino y cualquier otro viandante se hubiera ya adelantado y comido las frutas, Jesús se acerca a la higuera y hurga entre las ramas, buscando algún fruto para comer. Sin embargo, nada encuentra y se enfada. Entonces respondió a la higuera: "Que nunca jamás nadie coma fruto de ti".

En primer lugar, el texto original griego afirma que Jesús "respondió". Es extraño que Jesús hable con un objeto natural, pero lo más incomprensible es que "responda" a quien nunca le ha dicho nada antes. Y lo peor es que maldice a la pobre higuera que no tenía higos, a sabiendas de que "no era tiempo de higos", como claramente lo reporta el Evangelio.

Jesús, hombre de campo (frecuentemente se refería a la siembra y la cosecha), conocía las estaciones del año. Bien sabía que no era temporada para encontrar fruto en las higueras. Entonces, ¿por qué actúa de forma tan severa?, ¿por qué se enoja si no es tiempo de higos?, ¿qué le había sucedido y por qué reacciona tan violentamente si la higuera no tiene la culpa?
Estamos una semana antes de la Pascua y como sabemos, apenas estaba por comenzar la primavera, pues la pascua se celebra siempre la primera luna llena de primavera. Jesús sabía y así lo había declarado: "cuando las ramas de la higuera están tiernas y brotan las hojas, es porque el verano está cerca": Mc 13,38 . Por tanto, las higueras apenas comienzan a reverdecer al comienzo del verano, y nos encontramos al inicio de la primavera. No es justo que Él se comporte de esa manera con una higuera inocente.

La solución radica en saber que las higueras del Mediterráneo casi al mismo tiempo que tienen follaje, aparecen los frutos. Así pues, aquella higuera está dando a entender que posee frutos, sin tenerlos.

Por lo tanto, lo que parecía una incongruencia es la llave de solución: Si por una parte no es tiempo de frutos, tampoco es tiempo de follaje. Su problema no es lo que le falta, sino lo que tiene de más, porque de esa manera engaña a los transeúntes, haciéndoles suponer que tiene exquisitos frutos. Las hojas que deberían aparecer tres meses después, desconciertan a todos.

La higuera era una de las figuras proféticas preferidas para representar al pueblo de Dios (Ver: Ct 2,13; Jl 2,22; Na 3,12; Ha 3,17; Za 3,10; Jr 24,5). Por tanto, nos representa a cada uno de nosotros así como a nuestras comunidades.

El problema no es no tener frutos, sino sólo tener follaje. Es decir, sólo tener apariencias, nada más que lo exterior. Lo que no admite Jesús es ser engañado con sólo follaje cuando no existe fruto.

Esta situación tiene un nombre en el evangelio: Fariseísmo, propio de quienes se creen buenos simplemente porque cumplen una Ley y hasta se sienten con derecho a juzgar y condenar a los demás. Los que pagan el diezmo o dan limosnas, pero han olvidado la justicia, la misericordia y la fe (Mt 23,23). Los que limpian la copa por fuera, pero por dentro está llena de rapiña e intemperancia (Mt 24,25). Los sepulcros blanqueados que guardan muertos (Mt 23,27). Los que dicen y predican una cosa, pero viven otra. Los que aparentan que se entregan completamente, pero no ponen toda su confianza en Dios, sino que confían en ellos mismos y sus seguridades humanas.

A la higuera que sólo tiene follaje sin frutos se le llama hipocresía. Jesús era comprensivo con los pecadores y hasta absolvía a las prostitutas, pero no podía soportar a los hipócritas que juzgaban sólo lo exterior, como Simón cuando lo invitó a comer (Lc 7,36-50). No olvidemos que a los fariseos Jesús les dirigió los epítetos más fuertes, como "serpientes" y "raza de víboras" (Mt 23,13-36).

El Maestro no reacciona jamás así hacia ningún pecador, sino contra los que se lavan las manos hasta el codo, pero su corazón permanece en las tinieblas porque no aceptan la luz del Evangelio.

Jesús es áspero y agresivo contra los que quieren salvarse por sí mismos, confiando en sus obras buenas, de las cuales llevan meticulosa cuenta cada día.

En este sentido es como podemos entender el caso de Ananías y Safira, aquel buen matrimonio que tomó el importe de la venta de su terreno y lo fue a depositar a los pies de Pedro (Hch 5,1-11). Sin embargo, en vez de agradecerlo, los hizo caer muertos enseguida.
El problema no fue lo que dieron sino que fingieron entregarlo todo. Aparentaron una donación total, cuando en realidad se estaban guardando algo. Somos libres para entregar algo al Señor o para no abrirle cuando él toque nuestra puerta, pero no somos libres para tratar de engañar al Espíritu Santo. Cuando eso sucede, nos secamos y nos morimos sin dar fruto alguno. La higuera se secó inmediatamente, para nunca más dar frutos.

Nosotros somos higuera con follaje y sin frutos, cuando estudiamos la Biblia pero no la vivimos. Cuando rezamos con formalismos, pero no entramos en contacto con Dios. Cuando visitamos a los enfermos para esperar recompensa. Cuando presumimos nuestras relaciones con autoridades civiles y religiosas. Cuando traemos una cruz de oro en el pecho, pero no llevamos la cruz de Jesús en nuestra vida. Si no tenemos fruto, es preferible que tampoco haya follaje. Pero lo ideal sería que existiera también el fruto.

Ayunar desfigurándose el rostro para que los demás lo perciban, dar limosna trompeteando para ser honrados por los hombres y orar en las plazas para ser vistos por los demás, no tiene ningún valor ni recompensa de parte de Dios. Lo que a Dios le importa es la pureza de corazón. No lo que hacemos sino cómo lo hacemos. Todo depende de la pureza de intención con la cual actuemos. Allí radica el valor a los ojos de Dios. Por eso una pobre viuda entrega más que los fariseos cuando sólo ofrece dos moneditas, porque da de lo que le hace falta y no de lo que le sobra.

Dios tolera que no tengamos fruto, y por eso nunca nos castigará, pues sabe que todo tiene su tiempo. Sin embargo, lo que no admite son las apariencias: follaje sin frutos.

Si Jesús nos visita y no tenemos fruto, es mejor que nos demos una podada de follaje para evitar problemas posteriores. Es preferible reconocer nuestros pecados como Zaqueo, que sentirse buenos como Simón el fariseo.

Si en otros momentos hemos visto el aspecto amoroso y tierno de Dios, en este pasaje se nos muestra otra cara de la misma moneda. Dios es verdad y por eso no consiente la mentira ni la falsedad. Es rico en amor, por eso es misericordioso, pero también es rico en fidelidad; por eso no admite la infidelidad. Al actuar así Jesús con la higuera, nos muestra un Dios que es capaz de perdonar la ausencia de fruto, pero no consiente la doblez de un follaje que es sólo apariencia exterior.

"Cada uno da lo que posee" / Enviado por Vivy



Una persona perversa resuelve hacer un presente
a una persona pobre por su aniversario
e irónicamente manda preparar una bandeja
llena de basura y desperdicios.
En presencia de todos, manda entregar el presente,
que es recibido con alegría por el agasajado.
Gentilmente, el agasajado agradece
y pide que lo espere un instante,
ya que le gustaría poder retribuir la gentileza.
Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores,
y la devuelve con un papel, donde dice:

"Cada uno da lo que posee."

Así que, no se entristezca con la actitud de algunas personas;
no pierda su serenidad.
La rabia hace mal a la salud,
el rencor daña el hígado y la cólera envenena el corazón.
Domine sus reacciones emotivas.
Sea dueño de si mismo.
No arroje leña en el fuego de su aborrecimiento.
No pierda su calma.
Piense antes de hablar y no ceda a su impulsividad.
"Guardar resentimientos es como tomar veneno".
Amen aun cuando nadie les crea.
Amen y den siempre lo mejor de si.

El grano de trigo / Autor: P. Clemente González



Juan 12, 24-26

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Reflexión

Jesucristo dice: “Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.

Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.

Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”.

Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura “nada”, por toda la vida eterna.

Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.

Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. “El que se aborrece a sí mismo”. Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!

Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: ¡Miren cómo se aman!”. Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.

El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.

Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;

El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.

Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”, y “”Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.

Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?

¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.

jueves, 9 de agosto de 2007

Jesús se nos da como víctima en la Eucaristía / Autor: P Mariano de Blas LC



Viendo Jesús que le quedaban pocas horas, menos de un día, se apresuró a hacer su testamento, que comienza con aquellas palabras de Juan: “Como hubiese amado a os suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. En menos de un día iba a darnos la Eucaristía y el Sacerdocio, su Madre, su vida y su preciosa sangre.

Cristo quiso amarnos como Él sólo puede hacerlo, a lo divino, con toda su potencia, con toda su grandeza, olvidando que íbamos a ser ingratos, infieles, cobardes y aún traidores.

Nos dio todo. Es importante reflexionar en esto a la hora de decir: ¿qué le voy a dar yo a Jesucristo? Se trata de dar a Dios, a un Dios que a mí antes me ha dado todo.

Jesús se nos da como Víctima. Como víctima perenne de nuestra redención. Recordemos la escena verdaderamente dramática del sacrificio de Isaac: Su padre Abraham, el hombre de fe y el hombre obediente, había recibido el encargo de Dios de sacrificar a su hijo, su único hijo que había nacido de manera milagrosa, y que era el único heredero, heredero de una descendencia más grande que las estrellas del cielo y que las arenas del mar. Dios parecía contradecirse. Sin embargo este buen hombre, hombre de fe, tomó un burrito, dos siervos, la leña, el fuego, el cuchillo y se fue con su hijo rumbo al Monte Moria.

Mientras caminaban, el muchacho, que no era tonto, preguntó: -¿padre, tenemos todo, pero nos falta una cosa -y esa cosa era la más importante - ¡nos falta la víctima! Abraham, comiéndose las lágrimas, dijo: -Dios proveerá la víctima, hijo mío. Y siguieron adelante. Cuando ya estaban en la falda del monte, dejó al burrito, a los criados y subió solo a la montaña llevando el fuego, el cuchillo y la leña a espaldas de Isaac.

Al llegar a la cima, apiló una piedras en forma de altar y ahora sí se dirigió a Isaac; le ató las manos y los pies como a un corderito, lo puso sobre el altar y cogió el cuchillo para degollarlo. Él ya veía el cuchillo clavado en el cuello de su hijo, veía brotar la sangre... En ese mismo instante le llaman: -"Abraham, Abraham-, y él respondió: - Aquí estoy-. Dios le dijo: -“Has sido realmente muy obediente, no le hagas daño al niño”-. Y encontró un carnero enredado en las zarzas y fue la víctima del sacrificio.

Pues bien, el cuchillo que Dios no quiso que Abraham clavara en el cuello de Isaac Dios lo clavó en las manos y en los pies y en el corazón de su propio hijo. Y eso por amor a nosotros y por nada más. Ahí podemos adivinar hasta dónde llega el amor de Dios a nosotros.

Ir a la misa es ir cada día al Calvario para ver cómo un Dios muere por los hombres: por ti y por mí. Por eso, el ir a misa o el no ir a misa tiene este significado: yo sé que Dios ha muerto por mí, o yo no sé que Dios ha muerto por mí.
Todos los días tenemos que ser redimidos. Tenemos que ser redimidos de nuestra soberbia, egoísmo, sensualidad y mil cosas más. Ir a la misa significa ir a pedir esa redención a Cristo.
Si yo en el Calvario o en la última cena no hubiera sido un indiferente, pues no serlo en la Eucaristía, en la misa, ya que se trata de lo mismo.

Se nos da como Víctima perenne. Es decir, Jesús se está ofreciendo al Padre todos los días en mi lugar como una víctima que asume lo que yo debería sufrir; todos los castigos, todas las penitencias que yo debería asumir y Él las toma sobre sí. Dios cargó sobre Él nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestros pecados, más aún, la Biblia dice: Dios lo hizo pecado por amor a nosotros

¡Necio! Esta misma noche morirás / Autor: P. Luis Gralla


¡Necio! Esta misma noche morirás

Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de la gente a Jesús: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Él le respondió: ¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y les dijo: Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes. Les dijo una parábola: Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.

Reflexión

Cuentan que en una ocasión murió el señor más rico y conocido de todo el mundo, y al llegar al cielo vio una gran cantidad de castillos y palacios. Se preguntaba en cuál de ellos habitaría: “Quizá en aquel que tiene seis torres, o este otro que tiene techos de oro”. Al ver a su ángel le dijo: “ Sin duda que aquel que tiene seis torres es el mío, pues como yo fui el hombre más famoso y rico de la tierra, ese debe ser el lugar donde viviré, además con todo mi dinero lo podía haber construido”. Sin embargo, el ángel le dijo: “ Lamento defraudarte, pero su sitio es aquel del fondo, esa casita con cuatro palos a punto de caerse, pues eso fue lo único que le pudimos construir con las cosas que atesoró para el cielo”.

Pongámonos por un momento en el lugar de este señor. Cuántas veces nosotros también atesoramos para la tierra y no para el cielo. Nos confiamos en el éxito de un examen, de un negocio, en la compra o venta de algún objeto. Preguntémonos ¿Cuántas veces ante un bienestar humano, en lugar de acercarnos más a Dios nos hemos alejado? ¿Por qué en ocasiones nos sucede que cuantos más bienes materiales tenemos sentimos menos necesidad de acudir a Dios? Y al contrario, cuando todo nos falla, cuando los amigos nos traicionan, cuando en el estudio o en el trabajo las cosas marchan mal, cuando el dinero no alcanza para pagar el colegio de los hijos, -y cada cual ponga su situación personal-, es cuando parece que tenemos más necesidad de Dios.

Esta es la lección que Cristo nos quiere dejar hoy. Que en las buenas y en las malas contemos con Él. Con el que TODO lo puede. Con el que nos ha creado por amor, para hacernos felices en el amor a Él por encima de todo. El secreto del éxito en nuestra vida está en querer lo que Dios quiere de nosotros, pues Él sólo quiere para nosotros lo mejor.

Que nuestro propósito para este día sea estar invariablemente unido a Cristo, a Dios. Que ante los éxitos de hoy sigamos unidos y confiados en Cristo de la misma manera que si recibimos desilusiones y fracasos.

No me quites la alegría / Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


Foto: Santa Teresa de Jesús



Cuenta una anécdota que yendo santa Teresa a hacer las escrituras de una de las fundaciones, preguntó al escribano, después de hechas, cuánto eran sus honorarios. Éste le contestó con desparpajo:

– Solamente un beso.

Y la santa se lo dio, natural y sonriente, al tiempo que exclamaba:

– Nunca una escritura me salió tan barata.

El pueblo ha visto en Santa Teresa de Jesús la santa del buen humor, de la gracia y del donaire. Estaba dotada verdaderamente de gracias naturales como la jovialidad, espontaneidad, cordialidad, afabilidad y sencillez. María de la Encarnación nos dice que “era muy discreta, y alegre con gran santidad, y enemiga de santidades tristes y encapotadas, sino que fuesen los espíritus alegres en el Señor, y por esta causa corregía a sus monjas si andaban tristes, y les decía que mientras les durase la alegría les duraría el espíritu”.

La vida de sacrificio y penitencia no la consideraba reñida con la alegría. Tanta importancia daba a la hora de la recreación como a la de la oración. Así ponía gran empeño en que las monjas participaran del momento de la recreación y pudieran compartir libremente. En cierta ocasión, estando en Medina del Campo, reprimió severamente a la hermana Alberta, que se quejaba: “¿Ahora nos llaman a cantar? Mejor fuera para contemplar”.

Gozaba de gran libertad para hablar de sí misma, de sus dolores y achaques. Bromeaba con la Inquisición, ponía apodos con gracia. Al pintor Fray Juan de la Miseria, que la retrató, le dijo: “Dios te perdone, Fray Juan, que ya que me pintaste podías haberme sacado menos fea y legañosa”.

Santa Teresa fue una mujer madura, capaz de maravillarse y asombrarse de las cosas de cada día. Ella nos dejó esta frase célebre: “También entre los pucheros anda Dios”, gozó con todo lo creado. De su fe en este Dios cercano, vivo en cada cosa y acontecimiento, le brotó esa alegría natural y contagiosa. A brazo partido luchó para que sus monasterios gozaran de este ambiente de libertad donde se respirase a un Dios alegre, capaz de llenar de felicidad cualquier corazón humano.

Un grupo de matrimonios americanos que regresaban a su patria acudió a visitar a la Madre Teresa. Al despedirse le pidieron un consejo para su vida de familia. “Sonrían a sus mujeres”, dijo a los hombres. “Sonrían a sus maridos”, dijo después a las mujeres. Extrañado alguno de ellos, preguntó a la religiosa: “¿Usted está casada?”. Y la Madre Teresa, sin perder la sonrisa, sorprendió a los presentes con esta respuesta: “Naturalmente que estoy casada. Y créame que no siempre me es fácil sonreír a mi marido. Porque Jesús es un esposo muy exigente”.

¿Si podemos enamorarnos de personas y de cosas, si nuestro corazón queda prendado de una puesta de sol o de un paisaje tropical, por qué no nos vamos a poder enamorar de Dios? Dichosos aquellos que se enamoran radicalmente de Dios, porque su vida será una fuente inagotable de paz, de alegría y de felicidad.

El amor a Dios es un mandato para todos los creyentes. No es especialidad o exclusividad de una cultura, época, edad o estado. Lo que importa es el amor, no la manera de expresar ese amor.

Se puede amar en el silencio de una noche y en medio del bullicio del día. No dejamos de amar a los nuestros cuando trabajamos o cuando estamos de brazos cruzados, cuando sonreímos o cuando lloramos. Lo que importa es amar.

Siempre que amamos a Dios lo debemos demostrar con la vida amando al hermano. Y al hermano también se le puede demostrar el amor de mil maneras. La mamá ama a su hijo cuando lo mece, cuando lo corrige, cuando le da de comer, cuando lo lleva al médico...

El cristianismo se puede vivir de varias formas. Lo importante no es el modo que se elige, la vocación o profesión. Lo importante es ser y vivir lo que se cree, pues cualquier trabajo se pude hacer a la perfección o rayando la mediocridad. Y si uno es mediocre, no es por la profesión o vocación que se ejerce, sino por la talla de la propia persona.

Podemos sonreír a todo y en todo. Un poco de alegría vale más que todo el oro del mundo. Son innumerables los beneficios que acarrea una simple sonrisa: ahuyenta la tristeza, la melancolía, la depresión... La sonrisa rejuvenece, sana las heridas del pasado, abre horizontes al futuro y pone alas en el alma. La sonrisa es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. La alegría más auténtica nace del corazón.

Consciente san Pablo de la importancia de la alegría, repetía machaconamente a los cristianos que siempre estuvieran alegres. No nos debe extrañar, pues, el consejo de la Madre Teresa a los matrimonios: “Sonrían”. Quizá debamos repetir con Neruda: “Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu sonrisa porque moriría”.

En la presencia de Dios / Autor: Caudio de Castro



Hoy cuando salí del trabajo me sentía un poco apesadumbrado. Vivimos en un mundo tan violento que es difícil encontrar la santidad. Las tentaciones abundan, los malos ejemplos sobreabundan. Pareciera que hemos perdido la fe. Generalmente, cuando me siento así, busco un sacerdote para confesarme y pedir su consejo. Iba pensando en esto, camino a la Iglesia. ¿Cómo entrar al Paraíso? ¿Cómo lograr la santidad? ¿Cómo agradar a Dios? Encendí la radio y sintonicé una emisora católica en la que oraban con este salmo:

“Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda
y habitará en tu montaña santa?
El que es irreprochable y actúa con justicia,
el que dice la verdad de corazón
y no forja calumnias;
el que no daña a su hermano
ni al prójimo molesta con agravios...”


Dios me estaba hablando, como nos habla a todos en la Biblia. Pero yo sentía que esta vez me hablaba a mí. Me mostraba el camino. Respondía mis inquietudes. ¿Qué nos decía Dios? Que debemos actuar con justicia, que hay que decir la verdad de corazón y no dañar ni desear mal a los demás. Los santos lo descubrieron hace muchos siglos. Por eso San Agustín repetía: “Ama, ama bien, y luego haz lo que quieras, porque quien ama verdaderamente a Dios, no será capaz de hacer lo que a Él le desagrade y en cambio se dedicará a hacer todo lo que a Él le agrada”.

Vivir en la presencia de Dios y amarlo con todo el corazón, es lo que te conducirá a la perfección y la santidad. Tener presencia de Dios en tu vida. Pero somos tan débiles... ¿Quién podrá lograrlo? ¿Cómo perdonar tantas ofensas con que nos lastiman a diario? ¿Cómo voy a reconciliarme con mi hermano? No te desanimes. Dios te ama, te conoce, y no te abandonará a mitad del camino. La verdad es que ha enloquecido de Amor por nosotros.

La vida de pecados, te aleja de Dios. Debes entonces enmendarte e iniciar un nuevo camino. ¿Cómo? Reconciliándote con el Padre, haciendo una buena confesión sacramental.

¿Y para fortalecerme? ¿Cómo voy a superar mis debilidades? La Eucaristía es la fuente de la que recibirás los dones del cielo necesarios para fortalecerte y ser irreprochable y actuar con justicia. Por eso la comunión diaria es tan importante en nuestros tiempos. ¿Y luego? Luego camina por el sendero del bien. Aprende a confiar. Participa en tu parroquia. Anima a tus sacerdotes. Lleva la buena Nueva a un mundo cansado y triste. Eres hijo de un Rey. Su Misericordia y su gracia nunca te faltarán.

"El placer de servir" / Enviado por Lili



Toda naturaleza es un anhelo de servicio
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.
Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Que triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.
Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa,
ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquel que critica, éste es el que destruye, tú sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: "El que Sirve"
Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quien?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

Atiende a la pobreza, la humildad y la caridad de Cristo / Autora: Santa Clara



De la carta de santa Clara, virgen, a la beata Inés de Praga
Escritos de santa Clara:


Dichoso, en verdad, aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete y unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza admiran sin cesar las multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva fuerza, cuya benignidad sacia, cuya suavidad llena el alma, cuyo recuerdo ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a la vida y cuya visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén celestial: él es el brillo de la gloria eterna, un reflejo de la luz eterna, un espejo nítido, el espejo que debes mirar cada día, oh reina, esposa de Jesucristo, y observar en él reflejada tu faz, para que así te vistas y adornes por dentro y por fuera con toda la variedad de flores de las diversas virtudes, que son las que han de constituir tu vestido y tu adorno, como conviene a una hija y esposa castísima del Rey supremo. En este espejo brilla la dichosa pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como puedes observar si, con la gracia de Dios, vas recorriendo sus diversas partes.

Atiende al principio de este espejo, quiero decir a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre. En el medio del espejo, considera la humildad, al menos la dichosa pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que sufrió por la redención del género humano. Al final de este mismo espejo, contempla la inefable caridad por la que quiso sufrir en la cruz y morir en ella con la clase de muerte más infamante.

Este mismo espejo, clavado en la cruz, invitaba a los que pasaban a estas consideraciones, diciendo: Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad, fijaos: ¿Hay dolor como mi dolor? Respondamos nosotros, a sus clamores y gemidos, con una sola voz y un solo espíritu: No hago más que pensar en ello, y estoy abatido. De este modo, tu caridad arderá con una fuerza siempre renovada, oh reina del Rey celestial.

Contemplando, además, sus inefables delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y suspirando por el intenso deseo de tu corazón, proclamarás: «Arrástrame tras de tí, y correremos atraídos por el aroma de tus perfumes, esposo celestial. Correré sin desfallecer, hasta que me introduzcas en la sala del festín, hasta que tu mano izquierda esté bajo mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente y me beses con los besos deliciosos de tu boca». Contemplando estas cosas, dígnate acordarte de esta tu insignificante madre, y sabe que yo tengo tu agradable recuerdo grabado de modo imborrable en mi corazón, ya que te amo más que nadie.

Oración

Oh Dios, que infundiste en santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

Santa Clara de Asís / Autor: SCTJM




La Fiesta de Santa Clara es el 11 de Agosto

Clara significa: "vida transparente"

"El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre" -Santa Clara.

Clara nació en Asís, Italia, en 1193. Su padre, Favarone Offeduccio, era un caballero rico y poderoso. Su madre, Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor.

Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y mortificación. Siempre mostró gran desagrado por las cosas del mundo y gran amor y deseo por crecer cada día en su vida espiritual.

Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de corazón a ellos y a su visión.


Su llamada y su encuentro con San Francisco. Cofundadora de la orden.

La conversión de Clara hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. En 1210, cuando ella tenía 18 años, San Francisco predicó en la catedral de Asís los sermones de cuaresma e insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales. Al oír las palabras: "este es el tiempo favorable... es el momento... ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo... es el tiempo de optar, de escoger..", sintió una gran confirmación de todo lo que venía experimentando en su interior.

Durante todo el día y la noche, meditó en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Tomó esa misma noche la decisión de comunicárselo a Francisco y de no dejar que ningún obstáculo la detuviera en responder al llamado del Señor, depositando en El toda su fuerza y entereza.

Cuando su corazón comprendió la amargura, el odio, la enemistad y la codicia que movía a los hombres a la guerra comprendió que esta forma de vida eran como la espada afilada que un día traspasó el corazón de Jesús. No quiso tener nada que ver con eso, no quiso otro señor mas que el que dio la vida por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía para alimentarnos diariamente. El que en la oscuridad es la Luz y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es puro Amor. Renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a Dios de una manera total y radical.

Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal entendida.

Santa Clara se fuga de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón. Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco.

Empiezan las renuncias.

De rodillas ante San Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa religiosa.

Para Santa Clara la humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en servicio y en deseos de darse sin límites a los demás.

Días más tardes fue trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero Offeduccio a dejarla. Días más tardes, San Francisco, preocupado por su seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San Angelo. Allí la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir así) predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima Pacífica.

San Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor había hablado a su corazón diciéndole, "Reconstruye mi Iglesia". Esas palabras del Señor habían llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa respuesta de amor, de su gran "Si" al Señor, había dado vida a una gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual Santa Clara se inspiraría y formaría parte crucial, siendo cofundadora con San Francisco en la Orden de las Clarisas.

Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava. Así se convierte en la madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa sanadora de las enfermas.

Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado para la Orden se viviera en plenitud.

Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.

Sta. Clara acostumbraba tomar los trabajos mas difíciles, y servir hasta en lo mínimo a cada una. Pendiente de los detalles más pequeños y siendo testimonio de ese corazón de madre y de esa verdadera respuesta al llamado y responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos.

Por el testimonio de las misma hermanas que convivieron con ella se sabe que muchas veces, cuando hacía mucho frío, se levantaba a abrigar a sus hijas y a las que eran mas delicadas les cedía su manta. A pesar de ello, Clara lloraba por sentir que no mortificaba suficiente su cuerpo.

Cuando hacía falta pan para sus hijas, ayunaba sonriente y si el sayal de alguna de las hermanas lucía más viejo ella lo cambiaba dándole el de ella. Su vida entera fue una completa dádiva de amor al servicio y a la mortificación. Su gran amor al Señor es un ejemplo que debe calar nuestros corazones, su gran firmeza y decisión por cumplir verdaderamente la voluntad de Dios para ella.

Tenía gran entusiasmo al ejercer toda clase de sacrificios y penitencias. Su gozo al sufrir por Cristo era algo muy evidente y es, precisamente esto, lo que la llevó a ser Santa Clara. Este fue el mayor ejemplo que dio a sus hijas.

La humildad brilló grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el nombre del Señor. Lo que ella mandaba a sus hijas lo cumplía primero ella misma con toda perfección. Se exigía mas de lo que pedía a sus hermanas.

Hacía los trabajos mas costosos y daba amor y protección a cada una de sus hijas. Buscaba como lavarle los pies a las que llegaban cansadas de mendigar el sustento diario. Lavaba a las enfermas y no había trabajo que ella despreciara pues todo lo hacía con sumo amor y con suprema humildad.

"En una ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo besó."

Con su gran pobreza manifestaba su anhelo de no poseer nada mas que al Señor. Y esto lo exigía a todas sus hijas. Para ella la Santa Pobreza era la reina de la casa. Rechazó toda posesión y renta, y su mayor anhelo era alcanzar de los Papas el privilegio de la pobreza, que por fin fue otorgado por el Papa Inocencio III.

Para Santa Clara la pobreza era el camino en donde uno podía alcanzar mas perfectamente esa unión con Cristo. Este amor por la pobreza nacía de la visión de Cristo pobre, de Cristo Redentor y Rey del mundo, nacido en el pesebre. Aquel que es el Rey y, sin embargo, no tuvo nada ni exigió nada terrenal para si y cuya única posesión era vivir la voluntad del Padre. La pobreza alcanzada en el pesebre y llevada a su cúlmen en la Cruz. Cristo pobre cuyo único deseo fue obedecer y amar.

La vida de Sta. Clara fue una constante lucha por despegarse de todo aquello que la apartaba del Amor y todo lo que le limitara su corazón de tener como único y gran amor al Señor y el deseo por la salvación de las almas.

La pobreza la conducía a un verdadero abandono en la Providencia de Dios. Ella, al igual que San Francisco, veía en la pobreza ese deseo de imitación total a Jesucristo. No como una gran exigencia opresiva sino como la manera y forma de vida que el Señor les pedía y la manera de mejor proyectar al mundo la verdadera imagen de Cristo y Su Evangelio.

Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y, aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo padre: le suplico que me absuelva y me libere de todos mis pecados, pero no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".

Mortificación de su cuerpo.

Si hay algo que sobresale en la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo de su túnica, como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de caballo. Su lecho era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la que se vio obligada a cambiar por obediencia a Francisco, debido a su enfermedad.

Los ayunos. Siempre vivió una vida austera y comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias hermanas. No se explicaban como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de cuaresma, pasaba días sin probar bocado y los demás días los pasaba a pan y agua. Era exigente con ella misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de una entrega total al amor que la consumía interiormente y su gran anhelo de vivir, servir y desear solamente a su amado Jesús.

Por su gran severidad en los ayunos, sus hermanas, preocupadas por su salud, informaron a San Francisco quien intervino con el Obispo ordenándole a comer, cuando menos diariamente, un pedazo de pan que no fuese menos de una onza y media.

La vida de Oración

Para Santa Clara la oración era la alegría, la vida; la fuente y manantial de todas las gracias, tanto para ella como para el mundo entero. La oración es el fin en la vida Religiosa y su profesión.

Ella acostumbraba pasar varias horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y recoger en su silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su tiempo de oración, se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran gozo de la adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás movida por un gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes propias y de los hombres.

Se postraba rostro en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las lágrimas brotaban de lo mas íntimo de su corazón. Muchas veces el silencio y soledad de su oración se vieron invadidos de grandes perturbaciones del demonio. Pero sus hermanas dan testimonio de que, cuando Clara salía del oratorio, su semblante irradiaba felicidad y sus palabras eran tan ardientes que movían y despertaban en ellas ese ardiente celo y encendido amor por el Señor.

Hizo fuertes sacrificios los cuarenta y dos años de su vida consagrada. Cuando le preguntaban si no se excedía, ella contestaba: Estos excesos son necesarios para la redención, "Sin el derramamiento de la Sangre de Jesús en la Cruz no habría Salvación". Ella añadía: "Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno". Santa Clara aportó de una manera generosa a este equilibrio.

Milagros de Santa Clara

La Eucaristía ante los sarracenos

En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos.

En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.

El milagro de la multiplicación de los panes.

Cuando solo tenían un pan para que comieran cincuenta hermanas, Santa Clara lo bendijo y, rezando todas un Padre Nuestro, partió el pan y envió la mitad a los hermanos menores y la otra mitad se la repartió a las hermanas. Aquel pan se multiplicó, dando a basto para que todas comieran. Santa Clara dijo: "Aquel que multiplica el pan en la Eucaristía, el gran misterio de fe, ¿acaso le faltará poder para abastecer de pan a sus esposas pobres?"

En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: "quiero que seas tu la que bendigas estos panes". Santa Clara le dice que sería como un irespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.

Larga agonía.

Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita".

Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.

San Francisco ya había muerto pero tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".

El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.

Cuando el Señor ve que el mundo está tomando rumbos equivocados o completamente opuestos al Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los grandes males con grandes bienes.

Podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza. Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella.

El Señor en su gran sabiduría y siendo el buen Pastor que siempre cuida de su pueblo y de su salvación, nunca nos abandona y manda profetas que con sus palabras y sus vidas nos recuerdan la verdad y nos muestran el camino de regreso a El. Los santos nos revelan nuestros caminos torcidos y nos enseñan como rectificarlos.

Tras los pasos de Santa Clara en Asís.

En la Basílica de Sta. Clara encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias.

En el convento de San Damiano, se recorren los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó muchos años de su vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas. También se conservan el oratorio, la capilla, y la ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía.

Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el mundo.

Testimonio de sanación fisica / Autora: Hna. Briege Mckenna, Clarisa



Voy a compartir con ustedes lo que a mí me gusta llamar "Una historia de amor". Es la historia de cómo el Señor tocó mi vida; a mí me costó mucho permitirle que tocara mi vida. Yo había hecho grandes planes para mi vida y pensaba que eran planes muy buenos. Pero el Señor tenía un plan diferente; y tuve que morir al plan mío para poder experimentar la libertad de Dios y su gozo. A los 14 años y medio. Dios me llamó y fui a una Congregación de Clausura. a ver si me aceptaban. La Madre Superiora me dijo: "No; demasiado joven". Unos meses más tarde volví. Finalmente. a la edad de 15 años. fui aceptada en las Clarisas.

Yo tenía qrandes planes de lo que iba a hacer para Dios; no era tanto lo que El iba a hacer para mí. Yo le iba a ayudar a El. A los 18 años. ya había hecho los votos; pero. de repente. me enfermé de artritis reumática y estuve muy mal. Por un año. tuve que tener los pies enyesados para prevenir deformaciones.

En este tiempo. yo habría dicho: "Yo conozco a Jesús". Pero. ahora. mirando hacia atrás. veo que en ese tiempo yo conocía "acerca" del Señor. pero no lo conocía a El. Hay millones que conocen acerca de Dios. pero conocer cosas acerca de Dios no cambia la vida; sólo el conocerlo a El cambió mi vida.

Durante ese tiempo. en que estaba en el hospital. yo pensaba: "Bueno. esto tenqo que ofrecerlo al Señor. Esta debe ser la voluntad de Dios para mí". ¿Ven la contradicción que hay aquí? Cuando estamos enfermos. buscamos por todos los medios alivio médico. pero. tratándose de la oración. decimos: "Quizás no es la voluntad de Dios que yo esté sana".

Pero. además. yo tenía la idea de no ser lo suficientemente buena; si yo fuera verdaderamente santa. entonces. quizás. Dios me sanaría. También entendí que. al declarar que la enfermedad era la voluntad de Dios. yo evitaba encarar
el problema. Porque. en realidad. en lo más profundo de mi ser. no creía en el poder de Dios parasanar en estos tiempos.

Por lo demás. me parecía ver muchas otras cosas mucho más importantes en mi vida que necesitaban sanación. Pero. hermanos. todo lo que hay en mi vida le importa íntimamente a Dios. porque para El. siempre soy importante. Finalmente. en 1967. vine de Irlanda a Florida. en Estados Unidos. Esperaba que el clima de florida
me ayudaría un poco. pero en lugar de eso. mi salud empeoró. En 1969. el doctor me dijo. después de recetarme Cortisona 9 veces al día. que no podía
hacer nada más por mí y que yo. a partir de los 30 años. tendría que pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas.

LA ENFERMEDAD

Durante ese año. entró en mi corazón un hambre de conocer al Señor. Yo era fiel a mi oración. pero sentía como que había algo que faltaba en mi vida espiritual. Me di cuenta de que todo lo que había lo estaba haciendo sola. Si iba a una cárcel para visitar a los presos. creía que era mi responsabilidad cambiarlos a ellos. Era profesora de primer grado y también veía ese trabajo como mi responsabilidad; yo tenía que moldear a los alumnos. formarlos y enseñarles a Jesús. Siempre era lo que yo hacía.

Que en el Bautismo recibimos un don; es como cuando una persona. en su cumpleaños. recibe un regalo; quizás es muy lindo el papel que lo envuelve; pero si sólo admiramos el papel y jamás abrimos el regalo nunca podremos usar lo que está dentro. En el Bautismo. cada uno de nosotros recibió un regalo. pero muchos de nosotros jamás hemos abierto ese regalo para ver qué hay dentro. No estamos conscientes que Jesús nos dijo que nos enviaría Su Espíritu. y que Su Espíritu nos fortalecería y nos enseñaría. Y todo lo que estaba haciendo. lo estaba haciendo sola. Nos dijo: "Oren simplemente y pidan la Gracia para desenvolver ese regalo y dejen que el Espíritu llene a ustedes en todo su ser".

A comienzos del año 1970. fui a un retiro. Durante ese retiro. escuché una charla acerca del poder de la oración. Muchos habían orado por mí antes. muchas veces. pero cuando oraban por mí. yo presentaba mi lista delante de Dios de lo que yo quería.
Cuando yo lo escuchaba. no estaba pensando en mi condición física. pero sí tenía esa larga lista de mis peticiones. Y pensé: "Si este hombre ora conmigo. entonces sí que voy a recibir todo lo que quiero". Esa es una equivocación muy grande. en la que. a veces. caemos. Yo miraba a ese hombre; él era el que iba a responder.

Fue en ese domingo de 1970 que escuché una disertación muy preciosa de lo que quiere decir el Bautismo en el Espíritu Santo. El sacerdote explicó:
Muchas veces. quebrantamos así el primer mandamiento y ponemos la esperanza en las personas. como si fuera Dios. Ninguna persona puede traerte salud. paz. fortaleza o valentía. si no es el Señor Jesucristo. Lo único que Dios pide de nosotros que seamos como alambres eléctricos. El es la corriente. Ese alambre no sirve para nada si no hay una corriente que fluye por él.

El Señor me enseño esa lección cuando yo miraba a ese hombre; en mi espíritu escuché que me dijo: "Búscame a mí". Cerré los ojos y lo único que pedí fue: "Jesús, ayúdame por favor". En ese momento, sentí una mano que tocó mi cabeza; pensé que ese hombre había venido y me tocaba la cabeza; abrí los ojos y no había nadie ahí. pero entró un poder en mí y empezó a pasar por todo mi cuerpo. Muchas veces lo he descrito como cuando le quitan la cáscara a un plátano. Era como si alquien me estuviera quitando la cáscara y yo estaba siendo liberada. En el momento en que pasó esta corriente por mi cuerpo y entró en mis piernas y mis pies, los pies se enderezaron y quedé completamente sana.

Esta sanación física fue muy pequeñita comparada con lo que Dios hizo en mí espiritualmente; porque, en ese día. me encontré con Jesús. Me sentí iqual que esos dos hombres que iban a Emaús; mis ojos se abrieron y estuve muy consciente de la presencia de Jesús, ahí a mi lado. Sin embarqo. Aunque respondí a El que lo amaba y vi como me sanó, había una parte de mi vida que yo temía aún que entregar al Señor.
Yo tenía mucho temor de las curaciones milagrosas. porque no sabía en realidad de qué se trataba. Pero eso me dije en mi interior: "No le vayas a comunicar a nadie esta curación, sino sólo a mi congregación; porque. si la gente sabe que he sido sanada, van a empezar a asociarme con una curación" (En la reqión de Irlanda de donde venqo, hay mucha superstición y muchas curaciones supersticiosas y yo no quería desprestiqiarme).

Volví de ese retiro y desde ese día hasta hoy. nunca he tenido ningún dolor más. El médico me suprimió todo tratamiento y empecé a trabajar con jóvenes y a hacer todo tipo de cosas para el Señor; sin embargo. jamás di testimonio a nadie acerca de mi curación física. Muchas veces me decía: "Esto no tiene que ver con nadie. sino sólo conmigo". Pero ahora miro hacia atrás y me doy cuenta de que invité a Cristo a entrar en mi vida. pero bajo mis condiciones. Era como si yo invitara a una persona a mi casa y le dijera: "Puedes entrar en todas las partes que quieras", pero guardaba para mí un cuarto con un letrero: "Reservado, no entrar". Creo que eso es lo que el Señor nos estaba diciendo esta mañana: "Ustedes, si me aman; pero todavía hay unas áreas en
sus vidas de las cuales Yo no tengo el control".
Tenemos que abrir cada parte de nuestra vida; Jesús debe ser el Señor de todo nuestro ser. Para mí. esto fue muy difícil.