“En este camino de regreso a casa la providencia jamás me abandonó. Derramé un manantial de lágrimas pero también se revelo una inmensa alegría. ¡Toda la gloria es de Dios y solo de él! Los evangelios escuchados vagamente durante mis clases de religión, homilías y catequesis de la infancia, volvían ahora a mi mente como evidencias llenas de luz. Que extraño era, lo que antes no me interesaba, en este instante de gracia, todo se hizo fundamental en mi vida para escurrirse definitivamente en mi corazón”
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