* «Nosotros, sacerdotes, somos el pobre y quisiéramos tener el corazón de la viuda pobre cuando damos limosna y le tocamos la mano al mendigo y lo miramos a los ojos. Nosotros, sacerdotes, somos Bartimeo y cada mañana nos levantamos a rezar rogando: «Señor, que pueda ver» (Lc 18,41). Nosotros, sacerdotes somos, en algún punto de nuestro pecado, el herido molido a palos por los ladrones. Y queremos estar, los primeros, en las manos compasivas del Buen Samaritano, para poder luego compadecer con las nuestras a los demás. Les confieso que cuando confirmo y ordeno me gusta esparcir bien el crisma en la frente y en las manos de los ungidos. Al ungir bien uno experimenta que allí se renueva la propia unción. Esto quiero decir: no somos repartidores de aceite en botella. Ungimos repartiéndonos a nosotros mismos, repartiendo nuestra vocación y nuestro corazón. Al ungir somos reungidos por la fe y el cariño de nuestro pueblo. Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega. El que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad»
Video completo de la transmisión en directo de 13 TV con la homilía del Papa traducida al español
18 de abril de 2019.- (Camino Católico) El Papa Francisco presidió, en la mañana de este Jueves Santo, 18 de abril, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Santa Misa Crismal junto con los Cardenales, Obispos y presbíteros presentes en Roma. En su homilía, el Santo Padre quiso reflexionar sobre el sentido del término “multitud” en los Evangelios, y su relación con Jesús. En concreto, Francisco se centró en las tres gracias que caracterizan la relación entre Jesús y la multitud: seguimiento, admiración y cohesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario