«El velo del templo se rasgó... y el hombre de la cruz perdió el aliento entregando su vida al Padre en el Misterio... Y la marabunta se desperdigaba en su abucheo ante un inocente que, llevado al cadalso sin culpa alguna, decidió morir por "muchos". Desde entonces miramos la Cruz con otros ojos. Y a ella nos abrazamos esperanzados, y en ella volcamos nuestros pecados, frustraciones y dolencias; y esperamos que alguna gota de su preciosa sangre se vierta sobre nosotros y sane tanta herida»
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