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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Página web de Escuchar la Voz del Señor

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martes, 4 de junio de 2019

Jay Lampart dejó de ir a la Eucaristía, se hizo protestante y vivió adicto a la pornografía, drogas y alcohol, hasta fue a la Misa de Nochebuena: «Jesús cura todas las heridas»

* «Completamente deshecho, en la víspera de Navidad, me encontré solo en la misa de medianoche, con lágrimas cayendo por mi cara. No había más doctrina por la que discutir. No más argumentos que hacer. No más enemigos a los que enfrentarse. Desde que llegué a casa, a la Iglesia Católica, Él ha sanado las heridas que heredé de generaciones de pecado en mi familia. Él sanó las heridas que me fueron infligidas a lo largo de mi infancia y en mi edad adulta. Él sanó las heridas que infligí a otros cuando blandí una espada afilada, con la intención de corregir todos mis males, con mi propia fuerza, causados por mis propias heridas. Él nos sana a través de esa misma Iglesia que estableció. Él nos sana por medio de la oración y el sacramento. Él cura a las ovejas errantes cuando finalmente escuchamos lo suficiente como para oír la pequeña y tranquila voz del Espíritu Santo susurrando: «Bienvenido a casa»»

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