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domingo, 9 de agosto de 2020

Papa Francisco en el Ángelus, 9-8-2020: «Abandonarnos con confianza en Dios en todo momento de nuestra vida, en la prueba, la turbación, la duda y el miedo»

 

* «No tenemos que avergonzarnos de gritar, como Pedro: ‘¡Señor, sálvame!’. Llamar al corazón de Dios, al corazón de Jesús: ‘¡Señor, sálvame!’. ¡Es una bonita oración! Podemos repetirla muchas veces: ‘¡Señor, sálvame!’. Y el gesto de Jesús, que enseguida tiende su mano y agarra la de su amigo, debe ser contemplado durante mucho tiempo: Jesús es esto, Jesús hace esto, Jesús es la mano del Padre que nunca nos abandona; la mano fuerte y fiel del Padre, que quiere siempre y solo nuestro bien. Dios no es el gran ruido, Dios no es el huracán, no es el incendio, no es el terremoto – como recuerda hoy también la historia del profeta Elías –; Dios es la brisa ligera – literalmente dice así: el “susurro de una brisa suave”- que no se impone sino que pide escuchar. Tener fe quiere decir, en medio de la tempestad, tener el corazón dirigido a Dios, a su amor, a su ternura de Padre»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «El 6 y el 9 de agosto de 1945, hace 75 años, tuvieron lugar los trágicos bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Mientras recuerdo con conmoción y gratitud la visita que realicé en esos lugares el año pasado, renuevo la invitación a rezar y a comprometerse por un mundo totalmente libre de armas nucleares. En estos días pienso a menudo en el Líbano. La catástrofe del martes pasado llama a todos, empezando por los libaneses, a colaborar por el bien común de este amado país. El Líbano tiene una identidad peculiar, fruto del encuentro de varias culturas, que ha surgido con el tiempo como modelo de convivencia. Ciertamente esta convivencia ahora es muy frágil, lo sabemos, pero rezo para que, con la ayuda de Dios y la leal participación de todos, pueda renacer libre y fuerte. Invito a la Iglesia en el Líbano a estar cerca del pueblo en su Calvario, como está haciendo en estos días, con solidaridad y compasión, con el corazón y las manos abiertas al compartir. Renuevo además el llamamiento para una ayuda generosa por parte de la comunidad internacional. Y, por favor, pido a los obispos, a los sacerdotes y a los religiosos del Líbano que estén cerca del pueblo y que vivan con un estilo de vida marcado por la pobreza evangélica, sin lujo, porque vuestro pueblo sufre, y sufre mucho»

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