* «Como yo había abandonado toda práctica religiosa, no pensé en la Santísima Virgen. Le pregunté si era médico. Me sonrió como quien asiente, dándome a entender que estaba allí para ocuparse de mí. Me sentí en paz, porque comprendí que todo iba a salir bien… Ahora, cada mañana, comienzo rezando el rosario. ¡Es mi motor! En mi oficina tengo un icono misionero de Notre-Dame de Clarté, que proviene de las dominicas de Salernes, que tienen un ministerio de compasión. Durante el día, le confío todos mis pacientes: ‘María, tú les ves, tú les escuchas, pon en su corazón a tu hijo Jesús’. Yo, que a veces soy un poco torpe en mis oraciones, le pido a María que las diga a su manera. Así se convierten en oración suya»
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