* «La fe nos enseña que debemos respetar la creación no sólo por intereses egoístas, para no dañarnos a nosotros mismos, sino porque la creación no es nuestra. Es verdad que al principio Dios dijo al hombre que «dominara» la tierra, pero en dependencia de él, de su voluntad; como administrador, no como amo absoluto. Él ordena «labrar y cuidar» el jardín (Gn 2,15); el hombre es por lo tanto custodio, no dueño de la tierra. Entre él y las cosas hay más una relación de solidaridad y de fraternidad que de dominio. Había comprendido bien todo esto San Francisco de Asís que llamaba hermano o hermana a todas las criaturas: el sol, la luna, las flores, la tierra, el agua»
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