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domingo, 10 de noviembre de 2024

Homilía del evangelio del domingo: Todo lo que se ofrece para la construcción del Reino de Dios se convierte en frutos de vida eterna / Por P. José María Prats

  

* «Lo que Jesús nos plantea con el ejemplo de la viuda pobre es la cuestión fundamental de dónde hemos puesto nuestro corazón, si en la construcción de nuestro propio reino o en la del Reino de Dios. Nuestros afanes, esfuerzos y desvelos ¿están encaminados a realizar nuestros sueños y asegurar nuestro bienestar o aspiran a construir un mundo más justo, solidario y fraterno, conforme al designio de Dios?»

     Domingo XXXII del tiempo ordinario - B:

1ª Reyes 17, 10-16  /  Sal 145  /  Hebreos 9, 24-28  /  Marcos 12, 38-44

P. José María Prats / Camino Católico.- En el evangelio que acabamos de proclamar Jesús alaba a una viuda pobre que echó en el tesoro del Templo todo lo que tenía para vivir. ¿Nos pide entonces Jesús que demos a la Iglesia incluso aquello que necesitamos para vivir? Evidentemente que no: sería absurdo darlo todo y a continuación tener que acudir a nuestros familiares y amigos, o a la misma Iglesia, para que socorrieran nuestras necesidades.

Lo que Jesús nos plantea con el ejemplo de la viuda pobre es otra cosa: es la cuestión fundamental de dónde hemos puesto nuestro corazón, si en la construcción de nuestro propio reino o en la del Reino de Dios. Nuestros afanes, esfuerzos y desvelos ¿están encaminados a realizar nuestros sueños y asegurar nuestro bienestar o aspiran a construir un mundo más justo, solidario y fraterno, conforme al designio de Dios?

El testimonio de la viuda pobre del Evangelio es un ejemplo elocuente de esta opción radical por el Reino de Dios: el Templo de Jerusalén representaba para ella la presencia y la gloria de Dios en medio de su pueblo, y su ofrenda era un acto de alabanza, una manifestación de su entrega total al servicio del Reino de Dios.

En cambio, los escribas, que buscaban bienes, reverencias, ocupar los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes, son ejemplos penosos del olvido del Reino de Dios para construir su propio reino, un reino de insolidaridad y vanidad.

Un poema de R. Tagore en el que un mendigo cuenta su historia dice así:

«Había estado mendigando de puerta en puerta por toda la aldea, cuando apareció a lo lejos una carroza de oro. Era la carroza del hijo del rey. Yo pensé: “Es la oportunidad de mi vida”. Me senté abriendo mi alforja de par en par, esperando que se me daría la limosna sin tener que pedirla siquiera; más aún, que las riquezas lloverían al suelo a mi alrededor. Pero cuál fue mi sorpresa cuando, al llegar junto a mí, la carroza se paró, el hijo del rey bajó y, tendiendo la mano derecha, me dijo: “¿Qué tienes para darme?”. ¿Qué clase de gesto real era ese de tenderle la mano a un mendigo? Confuso e indeciso, saqué de mi alforja un grano de arroz, sólo uno, el más pequeño, y se lo di. Pero qué tristeza sentí por la noche cuando, hurgando en mi alforja, encontré un pequeño grano de oro, sólo uno. Lloré amargamente por no haber tenido el valor de dárselo todo».

Este es el secreto que conocía la viuda pobre: que todo lo que se ofrece para la construcción del Reino de Dios se convierte en oro, en frutos de vida eterna.

P. José María Prats


Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a las gentes en su predicación:

«Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa».

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: 

«Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir».

Marcos 12, 38-44

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