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sábado, 16 de noviembre de 2024

Homilía del evangelio del domingo: Velar con el corazón ardiendo de amor y la inteligencia iluminada por el conocimiento de los signos que Cristo nos ha dado para reconocer su venida / Por P. José María Prats

 * «El evangelio de hoy nos habla, pues, de la pasión, muerte y resurrección de la Iglesia, una verdad de fe que el mismo Catecismo de la Iglesia Católica formula con estas palabras tan claras: ‘Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad’»

   Domingo XXXIII del tiempo ordinario - B:

Daniel 12, 1-3  /  Salmo 15  /  Hebreos 10, 11-14.18  /  Marcos 13, 24-32 

P. José María Prats / Camino Católico.-  ¿Qué significa el comienzo tan enigmático de este evangelio: «después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán»? 

Unos versículos más arriba Jesús dice que «esa gran angustia» se producirá cuando «veáis que el ídolo abominable y devastador está donde no debe». Son palabras tan misteriosas que hasta el propio evangelista añade: «procure entenderlo el que lee», pero parecen indicarnos un momento de hegemonía tan grande de las fuerzas del mal («el ídolo abominable y devastador») que su ideología llegará a infiltrarse hasta en la misma Iglesia (el lugar «donde no debe»). Y en estas circunstancias, con una Iglesia abatida, perseguida y con grandes dificultades para proclamar el mensaje evangélico, se producirá un gran oscurecimiento de la verdad: «el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán». 

Según este evangelio, será precisamente en ese momento de oscuridad y agonía de la Iglesia cuando aparecerá la luz desbordante de Jesucristo en su venida definitiva para juzgar al mundo: «Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte», y la primera lectura añade: «muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.»

El evangelio de hoy nos habla, pues, de la pasión, muerte y resurrección de la Iglesia, una verdad de fe que el mismo Catecismo de la Iglesia Católica formula con estas palabras tan claras: «Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.» (CEC 675). «La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal.» (CEC 677).

En la segunda parte del evangelio, Jesús nos invita a estar atentos a estos signos que anuncian su venida definitiva como los brotes de la higuera anuncian la llegada del verano. No se trata de hacer especulaciones sobre la fecha del fin del mundo como han venido haciendo tantos grupos apocalípticos, pues «en cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre». Se trata de permanecer alerta, velando la llegada del Esposo con el corazón ardiendo de amor y la inteligencia despierta e iluminada por el conocimiento de los signos que Él mismo nos ha dado para reconocer su venida.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

 «En aquellos días, después de la tribulación aquella, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y los astros estarán cayendo del cielo, y las fuerzas que hay en los cielos serán sacudidas. Entonces, verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará a los ángeles, y congregará a sus elegidos de los cuatro vientos, desde la extremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo.

»De la higuera aprended la semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca; así también, cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, la generación ésta no pasará sin que todas estas cosas se hayan efectuado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas en cuanto al día y la hora, nadie sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre».

Marcos 13, 24-32

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