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martes, 31 de diciembre de 2024

Papa Francisco en homilía en vísperas de María Santísima Madre de Dios, 31-12-2024: «La Santa Madre de Dios nos muestra a Jesús, esperanza de un mundo fraterno el Hijo, para que lleguemos a ser hijos del Padre que está en los cielos»

 


* «Tomemos conciencia de cuál es el taller decisivo, el taller que involucra a cada uno de nosotros: este taller es aquel en el que, cada día, permitiré que Dios cambie en mí lo que no es digno de un hijo — ¡cambiar! — lo que no es humano, y en el que me comprometeré, cada día, a vivir como hermano y hermana de mi prójimo»     

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Que nuestra Santa Madre nos ayude a caminar juntos, como peregrinos de esperanza, por el camino de la fraternidad. El Señor nos bendiga, a todos nosotros; nos perdone los pecados y nos dé la fuerza para continuar adelante en nuestro peregrinaje en el próximo año» 

31 de diciembre de 2024.- (Camino Católico) “¿La esperanza de una humanidad fraterna es solo un eslogan retórico o tiene una base ‘roca’ sobre la cual se pueda construir algo estable y duradero? La respuesta nos la da la Santa Madre de Dios mostrándonos a Jesús. La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado por el Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en los cielos, y por lo tanto, hermanos y hermanas entre nosotros”. 

Es lo que ha subrayado el Papa Francisco en su homilía de las primeras Vísperas a María Santísima Madre de Dios y la tradicional oración de acción de gracias del Te Deum, que ha presidido en la Basílica de San Pedro. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

María Santísima Madre de Dios - Celebración de las primeras Vísperas y Te Deum de acción de gracias

 HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCESCO

Basílica de San Pedro
Martes, 31 diciembre 2024

Esta es la hora del agradecimiento, y tenemos la alegría de vivirla celebrando a la Santa Madre de Dios. Ella, que guarda en su corazón el misterio de Jesús, también nos enseña a leer los signos de los tiempos a la luz de este misterio.

El año que termina ha sido un año exigente para la ciudad de Roma. Los ciudadanos, los peregrinos, los turistas y todos los que pasaban por allí han experimentado la típica fase que precede a un Jubileo, con la multiplicación de los grandes y pequeños proyectos. Esta noche es el momento de una reflexión sabia, para considerar que todo este trabajo, además del valor que tiene en sí mismo, ha tenido un sentido que corresponde a la vocación propia de Roma, su vocación universal. A la luz de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, esta vocación podría expresarse así: Roma está llamada a acoger a todos para que todos puedan reconocerse hijos de Dios y hermanos entre sí.

Por eso, en este momento queremos elevar nuestro agradecimiento al Señor porque nos ha permitido trabajar, y trabajar mucho, y sobre todo porque nos ha dado la gracia de hacerlo con este gran sentido, con este amplio horizonte que es la esperanza de la fraternidad.

El lema del Jubileo, "Peregrinos de esperanza", está lleno de significados, según las diferentes perspectivas posibles, que son como tantas “vías” del peregrinaje. Y una de estas grandes rutas de esperanza por las que caminar es la fraternidad: es el camino que propuse en la Encíclica Fratelli tutti. ¡Sí, la esperanza del mundo está en la fraternidad! Y es bello pensar que nuestra Ciudad, en los meses pasados, se ha convertido en un taller para esta finalidad, con este sentido global: prepararse para acoger a hombres y mujeres de todo el mundo, católicos y cristianos de otras confesiones, creyentes de todas las religiones, buscadores de la verdad, de la libertad, de la justicia y de la paz, todos peregrinos de esperanza y de fraternidad.

Pero debemos preguntarnos: ¿tiene esta perspectiva un fundamento? ¿La esperanza de una humanidad fraterna es solo un eslogan retórico o tiene una base "roca" sobre la cual se pueda construir algo estable y duradero?

La respuesta nos la da la Santa Madre de Dios mostrándonos a Jesús. La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado por el Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en los cielos, y por lo tanto, hermanos y hermanas entre nosotros.

Entonces, mientras admiramos con gratitud los resultados de los trabajos realizados en la ciudad, agradecemos por el trabajo de tantos, tantos hombres y mujeres que lo han hecho, y agradecemos al Señor Alcalde por este trabajo de llevar adelante la ciudad, tomemos conciencia de cuál es el taller decisivo, el taller que involucra a cada uno de nosotros: este taller es aquel en el que, cada día, permitiré que Dios cambie en mí lo que no es digno de un hijo — ¡cambiar! — lo que no es humano, y en el que me comprometeré, cada día, a vivir como hermano y hermana de mi prójimo.

Que nuestra Santa Madre nos ayude a caminar juntos, como peregrinos de esperanza, por el camino de la fraternidad. El Señor nos bendiga, a todos nosotros; nos perdone los pecados y nos dé la fuerza para continuar adelante en nuestro peregrinaje en el próximo año. Gracias.

Francisco



Fotos: Vatican Media, 31-12-2024

jueves, 26 de diciembre de 2024

Papa Francisco en homilía de San Esteban en la cárcel de Rebibbia, 26-12-2024: «La gracia de un Jubileo es abrir los corazones a la esperanza. Cada uno sabe cómo hacerlo porque conoce dónde está la puerta cerrada»


* «Me gusta pensar que la esperanza es como el ancla que está en la orilla y nosotros estamos ahí con la cuerda, seguros, porque nuestra esperanza es como el ancla en tierra. No pierdan la esperanza. Este es el mensaje que quiero dar a todos nosotros»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «La esperanza nunca defrauda. Nunca. A veces la cuerda es dura y nos duelen las manos... pero con la cuerda, siempre con la cuerda en la mano, mirando a la orilla, el ancla nos lleva adelante. Siempre hay algo bueno, siempre hay algo que nos hace seguir adelante» 

 

26 de diciembre de 2024.- (Camino Católico) En la apertura de la Puerta Santa de la cárcel de Rebibbia y en la celebración de la Santa Misa, el Papa ha exhortado a “abrir de par en par las puertas del corazón, pues cada quien sabe cómo hacerlo”. Una homilía improvisada llena de gestos y palabras que tocaron los corazones de los tantos reclusos y no, presentes en la celebración, que con compostura y modestia miraban con admiración y agradecimiento, en la capilla del Padre Nuestro del nuevo complejo penitenciario romano, la apertura de la segunda Puerta Santa de este Año Santo 2025.  

Unas 300 personas, entre reclusos, agentes penitenciarios, directivos, las autoridades del gobierno de Roma, colaboradores, voluntarios, el capellán y religiosos, estaban presentes en la celebración en el Nuevo complejo penitenciario. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

SAN ESTEBAN, PRIMER MÁRTIR

Apertura de la Puerta Santa y Santa Misa

 HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCESCO

Centro de detención de Rebibbia, Roma
Jueves, 26 diciembre 2024


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz Navidad!

Quería abrir de par en par la Puerta, hoy, aquí. Abrí la primera en San Pedro, la segunda es esta. Es un hermoso gesto abrir de par en par: abrir las puertas. Pero más importante es lo que significa: es abrir el corazón. Abrir el corazón. Y eso es lo que hace la fraternidad. Los corazones cerrados, duros, no ayudan a vivir.  Por eso la gracia de un Jubileo es abrir y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza. La esperanza no defrauda (ver Rom 5:5), ¡nunca! Pensad detenidamente en esto. Yo también lo creo, en los malos momentos uno piensa que todo ha terminado, que nada está resuelto. Pero la esperanza nunca defrauda.


Me gusta pensar que la esperanza es como el ancla que está en la orilla y nosotros estamos ahí con la cuerda, seguros, porque nuestra esperanza es como el ancla en tierra. No pierdan la esperanza. Este es el mensaje que quiero dar a todos nosotros. A mí primero. A todos nosotros. No pierdan la esperanza. La esperanza nunca defrauda. Nunca. A veces la cuerda es dura y nos duelen las manos... pero con la cuerda, siempre con la cuerda en la mano, mirando a la orilla, el ancla nos lleva adelante. Siempre hay algo bueno, siempre hay algo que nos hace seguir adelante.

La cuerda en la mano y, en segundo lugar, las ventanas de par en par, las puertas de par en par. Especialmente la puerta del corazón. Cuando el corazón está cerrado se vuelve duro como una piedra; se olvida de la ternura. Pero siempre el corazón abierto; el corazón, que es precisamente lo que nos hace hermanos. Abrid de par en par las puertas del corazón. Cada uno sabe cómo hacerlo. Todo el mundo sabe dónde está la puerta cerrada o medio cerrada. Todo el mundo lo sabe”.


Dos cosas te digo. Primero: la cuerda en la mano, con el ancla de la esperanza. Segundo: abrir de par en par las puertas del corazón. Ésta puerta la hemos abierto de par en par, pero este es un símbolo de la puerta de nuestro corazón.

Os deseo un gran jubileo. Os deseo mucha paz, mucha paz. Y todos los días rezo por vosotros. En realidad. No es una forma retórica de hablar. Pienso en vosotros y rezo por vosotros. rezad por mí. Gracias.


Palabras espontáneas después de la bendición final

Ahora no olvidemos dos cosas que debemos hacer con nuestras manos. Primero: agarraos a la cuerda de la esperanza, agarraos al ancla, a la cuerda. Nunca la dejéis. Segundo: abrid de par en par vuestros corazones. Corazones abiertos. Que el Señor nos ayude en todo esto. Gracias.

Palabras improvisadas pronunciadas al final de la Santa Misa

Antes de terminar, les deseo a todos un feliz año nuevo. Que el año que viene sea mejor que este. Cada año tiene que ser mejor. Luego, desde aquí quiero saludar a los presos que permanecieron en sus celdas y que no pudieron venir. Saludos a todos y cada uno de vosotros.

Y no lo olvidéis: agarraos al ancla. Manos entrelazadas. No lo olvidéis. Feliz año nuevo a todos. Gracias.

Francisco


Fotos: Vatican Media, 26-12-2024

Santa Misa, San Esteban, protomártir, presidida por el Papa Francisco, y apertura de la Puerta Santa, en la cárcel de Rebibbia, 26-12-2024

26 de diciembre de 2024.- (Camino Católico) En un gesto cargado de simbolismo, el Papa Francisco ha abierto este 26 de diciembre la segunda Puerta Santa del Jubileo de la Esperanza 2025 en la cárcel de Rebibbia, ubicada a las afueras Roma y ha presidido la Santa Misa de hoy, jueves, Octava de Navidad, San Esteban, protomártir.  En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.


A su llegada a la iglesia del Padre Nuestro, situada junto al centro penitenciario, el Pontífice ha explicado su decisión de elegir una prisión: “Quise que la segunda Puerta Santa estuviera en una cárcel para que todos, tanto dentro como fuera, pudiéramos abrir la puerta del corazón y entender que la esperanza no defrauda”.



Posteriormente, el Papa Francisco ha golpeado la puerta seis veces y ésta se ha abierto de par en par. Más tarde, ha cruzado el umbral caminando, a diferencia de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, cuando lo hizo en silla de ruedas.



Tras el rito de apertura, el Santo Padre ha presidido una Misa con la presencia de algunos reclusos y sus familias. Según las autoridades, han participado 300 personas y otras 300 han seguido la Misa desde el exterior del templo.


El Papa Francisco ha dejado a un lado la homilía escrita para pronunciar unas palabras improvisadas. En su mensaje, ha subrayado dos ideas esenciales: la esperanza nunca defrauda y la necesidad de mantener abiertas las puertas del corazón.



“El gesto de abrir las puertas santas es hermoso, pero lo más importante es lo que significa: abrir los corazones”, destaca el Pontífice. Y Añade que “los corazones duros no ayudan a vivir” y que la gracia del Jubileo reside precisamente en abrirse a la esperanza. ha comparado la esperanza con un ancla agarrada a una cuerda que nos sostiene en los momentos difíciles: “La cuerda a veces puede lastimarnos, pero siempre nos ayuda a avanzar”.


También lamenta que un corazón cerrado “se endurece como una piedra” y pierde la capacidad de sentir ternura, y ha insistido en la necesidad de mantener las puertas del corazón abiertas. Antes de concluir, aseguró a los internos que reza por ellos cada día.



Al final de la liturgia, los reclusos han entregado al Santo Padre varios regalos, entre ellos una reproducción en miniatura de la puerta de la iglesia del Padre Nuestro, realizada con madera de las barcas de migrantes y un cuadro que representa a Cristo Salvador.



La visita a Rebibbia responde a las directrices de la bula Spes non confundit, en la que se insta a ser “signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”.  En especial, el texto papal recuerda a los presos, quienes, además de sufrir la privación de libertad, enfrentan “el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en muchos casos, la falta de respeto”.


Fotos: Vatican Media, 26-12-2024

martes, 24 de diciembre de 2024

Papa Francisco en homilía de Nochebuena, 24-12-2024: «La ‘puerta santa’ del corazón de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, y con Él la vida cambia, la esperanza no defrauda»

* «Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí. El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa 

* «Vayamos a ver al Señor que ha nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro, para ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad» 

24 de diciembre de 2024.- (Camino Católico)  “En esta noche la ‘puerta santa’ del corazón de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para nosotros, para todo hombre y mujer. Y con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda", ha dicho el Papa Francisco en la homilía de la Santa Misa de Nochebuena y la Natividad del Señor, que ha presidido en la Basílica de San Pedro, después de abrir la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, iniciando oficialmente el Jubileo de la Esperanza 2025. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 


APERTURA DE LA PUERTA SANTA Y SANTA MISA DE NOCHEBUENA 

INICIO DEL JUBILEO ORDINARIO

SOLEMIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro

Martes, 24 de diciembre de 2024

Un ángel del Señor, envuelto de luz, alumbró la noche y dio el anuncio gozoso a los pastores: «Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Entre el asombro de los pobres y el canto de los ángeles, el cielo se abrió sobre la tierra; Dios se hizo uno de nosotros para hacernos como Él, descendió entre nosotros para elevarnos y llevarnos al abrazo del Padre.

Esta, hermanas y hermanos, es nuestra esperanza. Dios es el Emanuel, el “Dios con nosotros”. El infinitamente grande se hizo pequeño; la luz divina brilló entre las tinieblas del mundo, la gloria del cielo se asomó a la tierra. ¿Cómo? En la pequeñez de un Niño. Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda.

Hermanas y hermanos, con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Hay esperanza para cada uno de nosotros. Pero no se olviden, hermanas y hermanos, que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No se olviden de esto, que es un modo de entender la esperanza en el Señor.

Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El Evangelio dice que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, «fueron rápidamente» (Lc 2,16). Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente. ¡Y hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Pensemos a las guerras, a los niños ametrallados, a las bombas sobre las escuelas y sobre los hospitales. Disponerse rápidamente, sin aminorar el paso, dejándose atraer por la buena noticia.

Sin tardar, vayamos a ver al Señor que ha nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro, para ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia.

Aprendamos del ejemplo de los pastores, la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar —y muchos de nosotros, tenemos el peligro de acomodarnos en nuestro propio bienestar—; la esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo, también a través de  y nuestra compasión. Y aquí tal vez nos hará bien interrogarnos sobre nuestra compasión: ¿tengo compasión?, ¿sé padecer-con? Pensémoslo.

Viendo cómo a menudo nos acomodamos a este mundo, adaptándonos a su mentalidad, un buen sacerdote escritor rezaba en la santa Navidad de esta manera: “Señor, te pido algún tormento, alguna inquietud, algún remordimiento. En Navidad quisiera encontrarme insatisfecho. Contento, pero también insatisfecho. Contento por lo que haces Tú, insatisfecho por mi falta de respuestas. Quítanos, por favor, nuestras falsas seguridades, y coloca dentro de nuestro ‘pesebre’, siempre demasiado lleno, un puñado de espinas. Pon en nuestra alma el deseo de algo más” (cf. A. Pronzato, La novena de Navidad). El deseo de algo más. No quedarnos quietos. No olvidemos que el agua estancada es la que primero se corrompe.

La esperanza cristiana es precisamente ese “algo más” que nos impulsa a movernos “rápidamente”. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide, en efecto, que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo.

Hermanas y hermanos, este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes.

Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí.

El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón.

Volvamos al pesebre, contemplemos el pesebre, miremos la ternura de Dios que se manifiesta en el rostro del Niño Jesús, y preguntémonos: “¿Tenemos esta expectativa en nuestro corazón? ¿Tenemos esta esperanza en nuestro corazón? Contemplando la benevolencia de Dios, que vence nuestra desconfianza y nuestros miedos, contemplamos también la grandeza de la esperanza que nos aguarda. Que esta visión de esperanza ilumine nuestro camino de cada día” (cf. C. M. Martini, Homilía de Navidad, 1980).

Hermana, hermano, en esta noche la “puerta santa” del corazón de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para mí, para nosotros, para todo hombre y mujer. Y, ¿saben?, con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda.

Francisco


Fotos: Vatican Media, 24-12-2024