
que se ha sembrado.
El apóstol Pablo expresa esto poderosamente cuando escribe:
"Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.
Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida." (2 Corintios 4:8-12).
Sólo haciendo frente a nuestra mortalidad podemos entrar en contacto con la vida que trasciende la muerte. Nuestras imperfecciones han abierto para nosotros
la visión de la vida perfecta que Dios a través de Jesús nos ha prometido.
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