* «Por primera vez me di cuenta de que la muerte me podía afectar. Asentí y Paul se levantó, llamó a un capellán e hice una confesión completa. Mientras estaba acostado esa noche pensé para mi mismo qué sensación tan reconfortante era estar libre de miedos y preocupaciones. Ahora podría simplemente entregarlos a Dios. Tuve la gracia de la conversión, Dios estaba pendiente de mí, como lo está de ti. Dios no sólo fue justo sino misericordioso»
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