* «Llegué a la Villa de Guadalupe y me dirigí inmediatamente a Capuchinas, pero no pude estar ahí y me salí. Anduve caminando, pero no podía permanecer en ningún lado. Decidí andar entonces por el jardín de las Bienaventuranzas, me coloqué frente a la estatua de Cristo Rey, me hinqué, me puse a llorar y le dije que me ayudara y que me perdonara….Ahora voy a la Iglesia todos los domingos rezo diariamente el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia… Tiene ya tiempo que mi vida es como un renacer»
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