* «En el tiempo de Juan Bautista el escándalo derivaba del cuerpo físico de Jesús; de su carne tan parecida a la nuestra, excepto el pecado. También hoy es su cuerpo, su carne la que escandaliza: su cuerpo místico, la Iglesia, tan semejante al resto de la humanidad, sin excluir siquiera el pecado. Así como Juan Bautista hizo reconocer a sus contemporáneos a Cristo bajo la humildad de la carne, así es necesario hoy hacerlo reconocer en la pobreza de la Iglesia y de nuestra propia vida»
Video completo en italiano de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la 1ª Predicación de Adviento del Cardenal Raniero Cantalamessa al Papa y la Curia. Puedes habilitar los subtítulos de la traducción automática al español
* «Comentando las palabras de San Juan Pablo II, alguien dijo que la nueva evangelización puede y debe ser, sí, nueva “en el fervor, en el método y en la expresión”, pero no en los contenidos que siguen siendo los de todos los tiempos y que derivan de la revelación. En otras palabras: que puede y debe haber una nueva evangelización, pero no un nuevo Evangelio. Todo esto es verdad. No puede haber contenidos verdadera y totalmente nuevos. Puede haber, sin embargo, contenidos nuevos, en el sentido de que en el pasado no fueron suficientemente destacados, que habían permanecido en la sombra, infravalorados. La predicación de Juan Bautista nos ofrece la oportunidad de hacer una observación importante precisamente sobre este “crecimiento” de la palabra de Dios que el Espíritu Santo opera en la historia. Del Precursor la tradición litúrgica y teológica ha recogido, sobre todo, el grito: “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” La Liturgia nos lo presenta nuevamente en cada Misa antes de la comunión, después de que el pueblo haya cantado tres veces: “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”. En realidad, sin embargo, esto es sólo la mitad de la profecía del Bautista sobre Cristo. El presenta a Jesús, en el mismo contexto, como “él que bautiza con el Espíritu Santo” (Jn 1,33; Mt 3,11). La salvación cristiana no es, por tanto, sólo algo negativo, una “quita del pecado”. Es sobre todo algo positivo: es un “dar”, una infusión de vida nueva, vida del Espíritu. Es un renacimiento»
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