* «Dicen que Dios se encarna en nuestras vidas, nuestros fracasos, nuestras alegrías, nuestros encuentros… Y también creo que Dios llora. Cristo llora en el Evangelio. Jesús se hizo uno de nosotros; también tengo la impresión de que nuestras lágrimas forman parte de las suyas. Él las lleva consigo. Cuando llora, lo hace por las lágrimas de todo el mundo. Y si Dios llora, pues sí, hay una relación entre Dios y las lágrimas. Los autores de la Edad Media no se equivocaban cuando hablaban del “don” de las lágrimas»
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