* «Mi tío me llevó al Sahara y me ató a un arbusto, diciéndome: “Tienes hasta el viernes para cambiar de opinión y regresar al islam. De lo contrario, te cortaré la garganta“. Vosotros no conocéis el desierto: hace mucho calor durante el día, pero por la noche es como una hoja de hielo que penetra en tu corazón. Todos los días venían a pegarme, a mostrarme el cuchillo y a preguntarme: “¿Quieres abjurar o morir?” Respondía: “Estoy listo para morir porque espero en Jesucristo y nadie me lo puede quitar”. Me hubiera muerto si un primo, en la noche, no hubiera venido a salvarme: “Estaba en la reunión familiar”, me dijo, “y ya han pronunciado la fatwa: si no regresas al islam, después de la oración del viernes te decapitarán y tu tío lo hará frente a todos”. Vio que no cambiaría de opinión y me liberó. Cogí algo de ropa y huí a la capital»
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