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sábado, 9 de noviembre de 2019

Rito de beatificación de la Madre María Emilia Riquelme, presidido por el Cardenal Becciu en la catedral de Granada, 9-11-19

9 de noviembre de 2019.- (Camino Católico)  “Beata María Emilia, ¡ruega por nosotros!”. Con estas palabras la fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada ha quedado proclamada beata en la celebración de la Santa Misa  que ha tenido lugar esta mañana, 9 de noviembre, en la Catedral de Granada, presidida por Mons. Angelo Beciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Video completo de la transmisión en directo de 13 TV del rito de beatificación de la Madre María Emilia Riquelme
En el denominado “rito de beatificación”, que se celebra al principio de la Santa Misa, antes de entonar el “Gloría”,  se ha dado lectura a la carta apostólica en la que el Papa Francisco inscribe en el Libro de los Beatos a María Emilia Riquelme y Zayas.  Inmediatamente después, y tras un caluroso aplauso, entraban en procesión las reliquias de María Emilia, su cuerpo en el interior de una urna, acompañada por doce hermanas de la congregación: 2 novicias, 2 junioras, la delegada de Brasil, la de Bolivia, Colombia y de USA-México, junto a otras dos ex generales de la Congregación. Reliquias que durante toda la celebración ha estado a los pies del altar, presidido por la Imagen del Rosario, de cuya Archicofradía fue hermana la nueva beata granadina.
Durante el canto de aclamación, se ha descubierto una “gigantografía” (póster a gran formato) de la nueva beata, han tañido las campanas de las iglesias de Granada.
En sus palabras, durante la homilía, Mons. Becciu ha expresado de la nueva beata: “De la llama la atención sobre todo la «pasión» eucarística, vivida personalmente con constancia y transmitida a sus hermanas. Su vida se presenta como un camino gradual de profundización y de maduración, guiado por la perspectiva eucarística como fuente de una caridad con una clara proyección eclesial y misionera. Nos encontramos frente a una religiosa mística y, al mismo tiempo, de gran espíritu apostólico, que vivió en la contemplación continua de Cristo, su esposo, y en la oración incesante por la salvación de las almas. De este gran amor por Jesús Eucaristía y por la Santísima Virgen brotaba ese espíritu misionero que la llevó a fundar las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada para la adoración perpetua y el apostolado comprometido en favor de la educación de la juventud. Y así, Granada se convirtió en el corazón de la misión de un grupo de mujeres intrépidas que adoraban al Santísimo Sacramento día y noche para pedir la gracia de poder educar a las niñas más pobres y poder ir por el mundo para anunciar el Evangelio”.

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