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lunes, 16 de diciembre de 2019

Lucía Fonts estudió enfermería: «Salía con chicos, me fui acercando a la Palabra de Dios, me pregunté qué quería Dios de mí y sentí que me llamaba a ser Misionera Comboniana»

 «Los primeros “culpables“, después de Dios, claro, fueron mis padres, que me transmitieron la fe con mucho cariño y empeño desde pequeña. Mi familia pertenece al Camino Neocatecumenal y fue en el seno de este Camino en que fui descubriendo la riqueza de compartir la fe con una comunidad creyente, pero no fue hasta que conocí a las Misioneras Combonianas, a la edad de 18 años, que no supe lo que era la vocación misionera»
*  «De hecho, tuvieron que pasar varios años y miles de acontecimientos para finalmente aceptar el hecho de que la misión ocupaba un lugar privilegiado en mi vida y, que la forma en que sentía que Dios me llamaba a entregarme a ella era… del todo y para siempre. Cuando al fin lo acogí así como lo sentía, sentí una paz muy grande y esa fue la que me impulsó a dar el paso de entrar al postulantado. Cada día me siento más enamorada de Jesús y de la misión que me encomienda: Ser portadora del amor que Él me dio gratuitamente. ¿Puede haber una ocupación mejor en la vida? Para mí no. Así que sigo conociéndole mejor y tratando de acoger lo que venga día a día como lo mejor que Él tiene preparado para mí»
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