* «Yo pensaba que Dios y la Virgen me miraban mal por mis pecados. Así que un día pedí a Dios que me concediese el compromiso de rezar 15 minutos diarios de por vida. El día que se lo pedí, estuve media hora, que me resultó larguísima y aburrida. Pero por la noche empecé a sentir una sed superfuerte de Dios. Necesitaba físicamente estar ante el sagrario, aunque estaban las iglesias cerradas. Fui literalmente corriendo a casa del párroco, le dije que no sabía qué me pasaba, pero que necesitaba estar ante el sagrario, y en lugar de pensar que estaba loca, me abrió la iglesia y me dejó a solas. Al entrar, caí de rodillas… y entendí que dentro del sagrario estaba, está Dios. Mi Dios de amor infinito. La fuente del amor, metido en una cajita. Entendí que Él es Dios. Que si he tenido amor en mi vida ha sido porque Él lo puso en mi corazón el día de mi bautismo. Aunque sé que suena raro, entendí como por ciencia infusa su entrega en la cruz, su presencia en la Eucaristía, por qué hacen falta sacerdotes para los sacramentos… Fue como entender de golpe la fe católica»
No hay comentarios:
Publicar un comentario