* «Morir no es –como estaba en los inicios de la Biblia y en el mundo pagano– bajar al Seól o al Hades para llevar allí una vida de larvas o de sombras; no es –como para ciertos biólogos ateos- restituir a la naturaleza el propio material orgánico para un ulterior uso por parte de otros seres vivos; tampoco es –como en ciertas formas de religiosidad actuales que se inspiran en doctrinas orientales (con frecuencia mal entendidas)– disolverse como persona en el gran mar de la conciencia universal, en el Todo o, según los casos, en la Nada… Es en cambio ir a estar con Cristo en el seno del Padre, ser donde Él es. El velo del misterio no se ha levantado porque no puede suprimirse. Igual que no se puede describir qué es el color a un ciego de nacimiento o el sonido a un sordo, tampoco se puede explicar qué es una vida fuera del tiempo y del espacio a quien aún está en el tiempo y en el espacio. No es Dios quien ha querido mantenernos en la oscuridad… Nos ha dicho, sin embargo, lo esencial: la vida eterna será una comunión plena, alma y cuerpo, con Cristo resucitado, compartir su gloria y su gozo»
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