* «Y luego, me fui a la cama. Y ahora a medianoche, me pongo a llorar sollozando: 20 minutos, ½ hora, hasta 1 hora. Tres días después, fui a una universidad católica para conseguir un trabajo como profesor de matemáticas y me aceptaron. Y, después, me encontré con un catequista que me dijo: ‘¡Jean-Claude, experimentaste una conversión!’»
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