* «Fue divino, fue algo que se precipitó, de gozo y de paz. Yo ya creía en esas cosas, pero me había resistido por mi orgullo y egoísmo. Puedes leer mucho, pero necesitas abrir esa puerta a Cristo para dejarle entrar. Aprendí que no era el más listo de la habitación, que a menudo era el más torpe y ciego»
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