* «Las dudas no terminaron el día que tuve aquella conversión fulminante Me encontré diciendo: ‘Fantástico, Dios existe y ha venido a buscarme. Gracias, Señor, porque me amas. Pero ahora ¿qué hago? Entonces, tuve una reunión con un sacerdote que se dedicó durante un año, todos los domingos, después de misa, a responder todas mis dudas y preguntas sobre la fe. Y entonces un día me propusieron compartir piso con personas que vivían en la calle y estuvo con ellos durante tres años. Tuve así la ocasión de vivir verdaderamente el evangelio en el día a día. Un pequeño milagro cotidiano»
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