25 de diciembre de 2012.- Este mediodía, en la Solemnidad de la Navidad del Señor, desde la
Logia Central de la Basílica Vaticana, Benedicto XVI ha dirigido el tradicional
Mensaje navideño a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y a cuantos lo
escucharon a través de la radio y la televisión, tras lo cual ha impartido la
Bendición Apostólica “Urbi et Orbi” .Tras su Mensaje, el Santo Padre ha expresado
su felicitación por la Navidad, en este Año de la fe, con las palabras tomadas
del Salmo 85: «La verdad brota de la tierra». En el vídeo se visualiza la
bendición en todos los idiomas y el mensaje
integro de Benedicto XVI cuyo texto es el siguiente:
«Veritas de terra orta est» -
«La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85,12)
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras familias.
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras familias.
Expreso mi felicitación esta Navidad, en
este Año de la fe, con estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de la
tierra». En realidad, en el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La
verdad brotará de la tierra»; es un anuncio, una promesa, acompañada de otras
expresiones que juntas suenan así: «La misericordia y la verdad se encontrarán,
/ la justicia y la paz se besarán; / la verdad brotará de la tierra, / y la
justicia mirará desde el cielo; / el Señor nos dará la lluvia, / y nuestra
tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá
sus pasos» (Sal 85,11-14).
Hoy, esta palabra profética se ha
cumplido. En Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, se han encontrado
realmente la misericordia y la verdad, la justicia y la paz se han besado; la
verdad ha brotado de la tierra y la justicia mira desde el cielo. San Agustín
explica con feliz concisión: «¿Qué es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la
tierra? La carne. Investiga de dónde nació Cristo, y verás que la verdad nació
de la tierra… la verdad nació de la Virgen María» (En. in Ps. 84, 13). Y en un
sermón de Navidad afirma: «Con esta festividad anual celebramos, pues, el día
en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra, y la
justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha
brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que
contiene al mundo, ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una
mujer… La Verdad a la que no le basta el cielo, ha brotado de la tierra para
ser colocada en un pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan gran
excelsitud? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de
que creamos» (Serm. 185, 1).
«A condición de que creamos». Ahí está el
poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne.
Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión
humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin
embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la
puerta. Porta fidei. La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante
nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios
puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento
tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha
nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67,7). Sí, hay una tierra buena, una
tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una
tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada
para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de
esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una
esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones
más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.
Sí, que la verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes. Una vez más hago un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución política al conflicto.
Sí, que la verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes. Una vez más hago un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución política al conflicto.
Que la paz brote en la Tierra donde nació
el Redentor, y él conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a
tantos años de luchas y divisiones, y emprender con decisión la vía de la
negociación.
Que en los países del Norte de África,
que atraviesan una profunda transición en la búsqueda de un nuevo futuro – en
particular en Egipto, la amada tierra bendecida por la infancia de Jesús – los
ciudadanos construyan juntos sociedades basadas en la justicia, el respeto de
la libertad y la dignidad de cada persona.
Que la paz brote en el vasto continente
asiático. Que el Niño Jesús mire con benevolencia a los numerosos pueblos que
habitan en aquellas tierras y, de modo especial, a cuantos creen en él. Que el
Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular
China en el alto cometido que les espera. Expreso mis mejores deseos de que en
esta misión se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una
de ellas, de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad
solidaria, para bien de ese noble pueblo y del mundo entero.
Que la Navidad de Cristo favorezca la
vuelta de la paz en Malí y de la concordia en Nigeria, donde crueles atentados
terroristas continúan causando víctimas, particularmente entre los cristianos.
Que el Redentor ayude y consuele a los prófugos del Este de la República
Democrática del Congo y conceda la paz a Kenia, donde sangrientos atentados han
golpeado la población civil y los lugares de culto.
Que el Niño Jesús bendiga a los numerosos
fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer sus virtudes humanas y
cristianas, sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar lejos de su
familia y de su tierra. Que fortalezca a los gobernantes en su compromiso por
el desarrollo y en la lucha contra la criminalidad.
Queridos hermanos y hermanas, amor y
verdad, justicia y paz se han encontrado, se han encarnado en el hombre nacido
de María en Belén. Ese hombre es el Hijo de Dios, es Dios que ha entrado en la
historia. Su nacimiento es un brote de vida nueva para toda la humanidad. Que
todas las tierras sean una tierra buena, que acoge y hace brotar el amor, la
verdad, la justicia y la paz. Feliz Navidad.
Benedicto XVI