martes, 22 de octubre de 2024
Por la mañana que tu primer pensamiento sea para Dios: «Buenos días, Señor, buenos días Virgen María, buenos días, Ángel de la guarda» / Por P. Carlos García Malo
miércoles, 2 de octubre de 2024
Papa Francisco en homilía de Apertura del Sínodo de los Obispos, 2-10-2024: 29-9-2024: «Con la ayuda del Espíritu Santo, escuchar y comprender las voces, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia»
* «Reemprendamos este camino eclesial con la mirada puesta en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio. Hoy es más que nunca necesario, especialmente en esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras. Para invocar por la intercesión de María Santísima el don de la paz, el próximo domingo iré a la Basílica de Santa María la Mayor, donde rezaré el Santo Rosario y presentaré a la Virgen una sincera súplica. Si es posible, les pido también a ustedes, miembros del Sínodo, que me acompañen en esa ocasión. Y al día siguiente, 7 de octubre, pido a todos que vivan una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo. Caminemos juntos. Pongámonos a la escucha del Señor. Y dejémonos conducir por la brisa del Espíritu»
Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa
* «Las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros, sino Dios, y recordémonos que en el desierto no se bromea; si uno no presta atención al guía, presumiendo de autosuficiencia, puede morir de hambre y de sed, arrastrando consigo a los demás. Escuchemos, pues, la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades»
2 de octubre de 2024.- (Camino Católico) En la Plaza de San Pedro abarrotada de fieles, Francisco ha presidido la Misa de apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad y en su homilía ha invitado a todos los que se implicarán en los trabajos, que durarán hasta el 27 de octubre, a escucharse, a no encerrarse en las propias convicciones y a saber sacrificar lo particular, si es necesario, por el bien común: ”Se trata, con la ayuda del Espíritu Santo, de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
APERTURA DE LA ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS - SANTA MISA
CAPILLA PAPAL
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Plaza de San Pedro
Domingo, 2 de octubre de 2024
Hoy celebramos la memoria litúrgica de los santos Ángeles Custodios, y retomamos la sesión plenaria del Sínodo de los Obispos. En escucha de lo que nos sugiere la Palabra de Dios, podríamos como punto de partida para nuestra reflexión tomar tres imágenes: la voz, el refugio y el niño.
Primero, la voz. En el camino hacia la Tierra prometida, Dios aconseja al pueblo que escuche la “voz del ángel” que Él ha enviado (cf. Ex 23,20-22). Es una imagen que nos toca de cerca, porque el Sínodo es también un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar adonde Él quiere llevarnos. Pero, ¿cómo podemos, nosotros, ponernos a la escucha de la “voz del ángel”?
Un camino es ciertamente el de acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de trabajo, de mutuo intercambio, de debates y de paciente esfuerzo de purificación de la mente y del corazón. Se trata, con la ayuda del Espíritu Santo, de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia (cf. Renato Corti, ¿Cuál sacerdote?, Apuntes inéditos). Como hemos recordado repetidamente, la nuestra no es una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en la comunión, donde, como dice san Gregorio Magno, lo que alguien tiene en sí parcialmente, lo posee de modo completo otro, y aunque algunos tengan dones particulares, todo pertenece a los hermanos en la “caridad del Espíritu” (cf. Homilías sobre los Evangelios, XXXIV).
Para que esto suceda hay una condición: que nos liberemos de lo que, en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la “caridad del Espíritu” crear armonía en la diversidad. Quien, con arrogancia, presume y pretende tener el derecho exclusivo sobre la voz del Señor, no es capaz de escucharla (cf. Mc 9,38-39). Toda palabra ha de ser acogida con gratitud y con sencillez, para convertirse en eco de lo que Dios ha donado en beneficio de los hermanos (cf. Mt 10,7-8). En concreto, cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios. De lo contrario, acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de “llevar agua a su molino” sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor.
Las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros, sino Él (cf. Jn 14,6), y recordémonos que en el desierto no se bromea; si uno no presta atención al guía, presumiendo de autosuficiencia, puede morir de hambre y de sed, arrastrando consigo a los demás. Escuchemos, pues, la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades (cf. Sal 23,4).
Esto nos lleva a la segunda imagen, el refugio. Su símbolo son las alas que protegen: «hallarás un refugio bajo sus alas» (Sal 91,4). Las alas son instrumentos poderosos, capaces de levantar un cuerpo del suelo con sus vigorosos movimientos. Pero, aun siendo tan fuertes, también pueden plegarse y estrecharse, convirtiéndose en escudo y nido acogedor para las crías, necesitadas de calor y protección.
Esta imagen es un símbolo de lo que Dios hace por nosotros, pero también un modelo a seguir, especialmente en este tiempo de asamblea. Entre nosotros, queridos hermanos y hermanas, hay muchas personas fuertes, bien preparadas, capaces de elevarse a las alturas con movimientos vigorosos de reflexión y brillantes intuiciones. Todo esto es una riqueza que nos estimula, nos empuja, nos obliga con frecuencia a pensar más abiertamente y a avanzar con decisión; además, que nos ayuda a permanecer firmes en la fe, incluso ante los desafíos y las dificultades. El corazón abierto, el corazón en diálogo. Un corazón cerrado en sus convicciones no es propio del Espíritu del Señor. El abrirse es un don, un don que debe armonizarse, en el momento oportuno, con la capacidad de relajar los músculos e inclinarse, para ofrecernos los unos a los otros como abrazo acogedor y lugar de cobijo, y ser, como decía san Pablo VI, «una casa […] de hermanos,un taller de intensa actividad, un cenáculo de ardiente espiritualidad» (Discurso al Consejo de Presidencia de la C.E.I., 9 mayo 1974).
Todos, aquí, se sentirán libres de expresarse tanto más espontánea y libremente cuanto más perciban a su alrededor la presencia de amigos que los quieren y respetan, los aprecian y desean escuchar lo que tienen que decir.
Y para nosotros ésta no es sólo una técnica para “facilitar” —es verdad que en el Sínodo hay “facilitadores”, esto ayuda a avanzar—, pero no es sólo una técnica para facilitar el diálogo o una dinámica de comunicación de grupo, porque abrazar, proteger y cuidar forma parte, de hecho, de la naturaleza misma de la Iglesia. Abrazar, proteger y cuidar. La Iglesia es por su misma vocación lugar de acogida y encuentro, donde «la caridad colegial exige una perfecta armonía, de la que deriva su fuerza moral, su belleza espiritual, su ejemplaridad» (ibíd.). Esa palabra es muy importante, la “armonía”. No hay [que ver] mayorías ni minorías; esto puede ser un primer paso. Lo que importa, lo fundamental es la armonía. La armonía que sólo puede generar el Espíritu Santo. Él es el maestro de la armonía, quien de muchas diferencias, de muchas voces distintas, es capaz de crear una sola voz. Pensemos en la mañana de Pentecostés, cómo el Espíritu Santo creó esa armonía en la diversidad. La Iglesia necesita “lugares pacíficos y abiertos”, que se creen ante todo en los corazones, donde cada uno se sienta acogido como un niño en brazos de su madre (cf. Is 49,15; 66,13) y como una criatura alzada contra la mejilla de su padre (cf. Os 11,4; Sal 103,13).
Y así llegamos a la tercera imagen, la del niño. Es Jesús mismo, en el Evangelio, quien “lo pone en medio” de los discípulos, se lo muestra, invitándolos a convertirse y a hacerse pequeños como él. Le habían preguntado quién era el más grande en el reino de los cielos; Él responde animándolos a hacerse pequeños como un niño. Pero no sólo eso; añade también que quien recibe a un niño en su nombre, lo recibe a Él mismo (cf. Mt 18,1-5).
Esta paradoja es fundamental para nosotros. El Sínodo, dada su importancia, en cierto sentido nos pide ser “grandes” ―de mente, de corazón, de mirada―, porque las cuestiones a tratar son “grandes” y delicadas, y los escenarios en que se sitúan son amplios, universales. Pero precisamente por eso, no podemos permitirnos apartar la mirada del niño, a quien Jesús sigue colocando en el centro de nuestras reuniones y mesas de trabajo, para recordarnos que la única manera de estar “a la altura” de la tarea que se nos ha confiado es abajándonos, haciéndonos pequeños y acogiéndonos recíprocamente, con humildad, como tales. El más alto en la Iglesia es el que más se abaja.
Recordémonos que es haciéndonos pequeños cómo Dios nos «demuestra cuál es la verdadera grandeza, más aún, qué quiere decir ser Dios» (Benedicto XVI, Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor, 11 enero 2009). No es casualidad que Jesús diga que los ángeles de los niños «en el cielo están constantemente en presencia [del] Padre celestial» (Mt 18,10); es decir, que los ángeles son como un “telescopio” del amor del Padre.
Hermanos y hermanas, reemprendamos este camino eclesial con la mirada puesta en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio. Hoy es más que nunca necesario, especialmente en esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras.
Para invocar por la intercesión de María Santísima el don de la paz, el próximo domingo iré a la Basílica de Santa María la Mayor, donde rezaré el Santo Rosario y presentaré a la Virgen una sincera súplica. Si es posible, les pido también a ustedes, miembros del Sínodo, que me acompañen en esa ocasión.
Y al día siguiente, 7 de octubre, pido a todos que vivan una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo.
Caminemos juntos. Pongámonos a la escucha del Señor. Y dejémonos conducir por la brisa del Espíritu.
Francisco
Fotos: Vatican Media, 2-10-2024
Santa Misa, presidida por el Papa Francisco, de Apertura del Sínodo de los Obispos, Santos Ángeles custodios, 2-10-2024
Fotos: Vatican Media, 2-10-2024
2 de octubre de 2024.- (Camino Católico) En el día en el que la Iglesia Católica celebra a los Santos Ángeles Custodios, el Papa Francisco ha presidido a las 9.00 hora local la Misa de inauguración de la segunda sesión de la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad ante los participantes y fieles que les escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.
En su homilía, el Pontífice ha definido el Sínodo como “un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar adonde Él quiere llevarnos”.
En este sentido, destaca que se trata de un camino para “acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de intenso trabajo”. Con la ayuda y la fuerza del Espíritu Santo, continúa el Papa Francisco , se trata de “escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia”. Remarca, como en ocasiones pasadas, que no se trata de “una asamblea parlamentaria”, sino “un lugar de escucha en la comunión”.
Para que esto suceda, invitó a los participantes a liberarse de aquello que, “en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la caridad del Espíritu crear armonía en la diversidad”.
Francisco, al final de la homilía ha convocado una jornada de oración y ayuno de comidas para pedir el don de la paz el próximo lunes, primer aniversario del brutal ataque de Hamás a Israel. Y anuncia una visita el día anterior, 6 de octubre, a Santa María la Mayor para rezar el Rosario y rezar a la Virgen, pidiendo la participación de todos los miembros del Sínodo.
Oración al Santo Ángel Custodio pidiendo escuchar su mensaje y ponerlo por obra
Camino Católico.- Cada 1 de octubre celebramos la fiesta de los Santos Ángeles Custodios.
En la Biblia la palabra Ángel significa "Mensajero", un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.
En el Antigua Testamento, dice en Exodo 23, 20-23a: “Así habla el Señor: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti.»”
En el siglo II el gran sabio Orígenes señalaba que "los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja".
En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: "Será su ángel" (Hechos 12, 15).
También, dice en Mateo 18,10: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”.
San Basilio afirmaba: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv, Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S. Th., I, q. 11, a. 3).
Muchos santos han dado testimonio de una bella relación con sus ángeles custodios: Sta. Francisca Romana veía a su ángel custodio.
En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custódiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amen”.
Y en el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.
Pidamos al ángel custodio que nos dé la gracia de poder escuchar su mensaje y ponerlo por obra en cada situación, con la siguiente oración:
Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.
En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.
En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.
(Himno de la Liturgia de las Horas)
La más conocida de las oraciones que rezan los niños al ángel custodio
Oración del Padre Pio al ángel custodio
Oración de San Macario, el egipcio, al ángel custodio