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miércoles, 11 de junio de 2008

Antitópicos / Autor: J. I. Munilla, obispo de Palencia

No son pocos los católicos que se sienten confusos ante el bombardeo de tantos tópicos laicistas y/o anticlericales que estamos recibiendo. ¿Qué deberíamos hacer los obispos en esta situación? Si hablamos…, algunos dirán que estamos polemizando innecesariamente o que estamos “entrando al trapo”. Si callamos…, otros concluirán que “quien calla otorga” o simplemente, que la Iglesia no es capaz de dar respuesta a las acusaciones que se le hacen. Aun sabiendo que mis palabras serán objeto de interpretaciones encontradas, me dispongo a dar unas breves respuestas a algunos de los tópicos anticlericales más en uso:

1. “La Iglesia no sabe vivir en democracia”
Lo cierto es que, la Iglesia Católica tuvo un papel histórico muy importante en la transición española, y es de sobra conocido que su aportación fue esencial para la reconciliación de las dos Españas. La integración de la Iglesia en el marco democrático no fue nada complicada, y su labor a lo largo de todos estos años ha sido subsidiaria del derecho que la Constitución reconoce a las familias para educar a los hijos conforme a sus valores religiosos y morales.
En este contexto histórico, la Iglesia no aspiró a un marco político confesional, ni ha pretendido imponer la fe a nadie, sino simplemente proponérsela a los que así lo soliciten. ¿Es mucho pedir por nuestra parte que las autoridades políticas tampoco impongan obligatoriamente sus ideologías a las nuevas generaciones, sino que respeten el derecho de los padres a elegir libremente? ¿Es antidemocrático el proceder y el posicionamiento de la Iglesia?

2. “La Iglesia se mete en política”
El hecho de que un obispo escriba una carta del tenor de la presente, ¿supone una intromisión indebida de la Iglesia en la política? ¿O no debería ser interpretada, más bien, como una contribución más en esta sociedad, en pro del bien común y de la madurez del sistema democrático? No olvidemos aquella frase profética de Juan Pablo II: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto”.

3. “La religión tiene que ser expulsada de la escuela pública”
El movimiento a favor de la expulsión de la clase de religión del horario lectivo en la escuela pública, olvida que, estrictamente hablando, España no es un estado laico, sino aconfesional. La aconfesionalidad supone que ninguna religión sea discriminada con respecto a las otras, sino en función de la demanda de los ciudadanos. Por ejemplo, los padres musulmanes que quieren que sus hijos reciban religión en la escuela, tienen perfecto derecho a ello, si se reúnen el número mínimo de alumnos.
Quienes piden la expulsiónde la religión de la escuela, no sólo están excluyendo a sus hijos de esta asignatura, sino que también aspiran a impedir que otros padres puedan elegir libremente esta opción.

4. “Estatuto abusivo de los profesores de religión”
Algunos critican que sea la Iglesia Católica la que tenga la facultad de dar el “visto bueno” a los profesores de Religión Católica en las escuelas públicas; así como que éstos reciban su sueldo de la Administración, como los demás profesores.

Pero, en el fondo, estas críticas tienen su orgen en la resistencia a asumir todas las consecuencias que se derivan del artículo 27.3 de nuestra Constitución: “Los poderes políticos garantizan el derecho de los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones morales”. El profesor de religión recibe la capacitación de la Iglesia, no en virtud de ningún privilegio eclesiástico, sino por el derecho de los padres a que su hijo sea formado según sus valores católicos. De lo contrario, ¿quién iba a formar adecuadamente a los profesores de religión, conforme a la sensibilidad demandada por los padres? Y respecto a la dificultad en admitir que quienes imparten religión católica formen parte de la plantilla del profesorado, ¿acaso los padres católicos no pagan sus impuestos exactamente igual que quienes eligen para sus hijos las asignaturas alternativas a la religión?

5. “La Iglesia vive a costa del dinero público”
¿Es cierta esa imagen que se transmite de que la Iglesia en España vive a costa del estado español? Algunos se han tomado la paciencia de hacer cálculos sobre el ahorro que supone anualmente para el Estado Español la vida de la Iglesia:

Si el Estado tuviera que hacerse cargo del coste del millón de alumnos de la Escuela Católica -atendidos en 5.141 centros de enseñanza-, además de asumir el cuidado de los enfermos de los 107 hospitales católicos, añadiendo los 1.004 centros de acogida, ambulatorios, dispensarios y asilos, 365 centros de reeducación social y 937 orfanatos; si tuviera que dar cobertura a los más de dos millones de personas que son atendidas por Cáritas y Manos Unidas… entonces podríamos calcular que tendría que desembolsar 36.000 millones de euros al año. Más aún, renunciamos a añadir otros cálculos, difícilmente cuantificables, como es el caso del movimiento turístico generado gracias al patrimonio de la Iglesia y a sus manifestaciones religiosas, etc. Sin embargo, resulta bastante sorprendente que con estos datos contrastables, la imagen que trasciende a la opinión pública sea la de un parásito social que vive del cuento. No tenemos otro remedio: Frente a los tópicos, paciencia y razones.
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sábado, 7 de junio de 2008

“El contexto empresarial actual no ayuda a las personas a ser esposos y padres” / Autora: Inmaculada Álvarez

Habla Nuria Chinchilla, experta en conciliación entre trabajo y vida familiar

BARCELONA, (ZENIT.org).- Nuria Chinchilla Albiol, casada y madre de una hija, es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Navarra, licenciada en Derecho por la Universidad de Barcelona, Master en Economía y Administración de Empresas y doctora en Dirección de Empresas por el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) de la Universidad de Navarra.

Sobre el tema de la conciliación trató recientemente, el pasado 14 de mayo en Barcelona, en el congreso internacional "Familia y Sociedad. La familia, paradigma del cambio social", organizado por la Universidad Internacional de Cataluña (http://www.unica.edu/) y en cuya clausura participó monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei.

En la primera parte de la entrevista, la doctora Chinchilla mostraba cómo la mujer madre que trabaja es el verdadero agente de cambio de las empresas a favor de una mayor humanización del trabajo. La flexibilidad y el trabajo por objetivos son, en su opinión, las claves del desarrollo empresarial de las próximas décadas.

--Se ha dicho en muchas ocasiones que la crisis de la familia se produce por la incorporación de la mujer al trabajo. ¿Qué opina al respecto?

--Nuria Chinchilla: Lo que yo creo es que el contexto empresarial que tenemos no ayuda ni a ser padre ni madre ni esposos. Hay que repensar la empresa, visto que la mujer sale de modo masivo al mercado de trabajo. La situación que vivimos actualmente es insostenible.

Evidentemente, el invierno demográfico tiene que ver con que la mujer sale al mundo laboral y se encuentra con una empresa rígida pensada por hombres y para hombres. Ésa es la primera clave.

Lo que estamos viendo es que la "revolución femenina", entendida en el buen sentido, beneficia también al hombre, porque le ayuda a "volver a entrar" en el hogar. Es bueno que la mujer aporte a la sociedad sus conocimientos y valores, y al mismo tiempo no tenga que renunciar a ser esposa y madre, lo cual requiere en cada momento una dedicación de tiempo vital diferente.

Evidentemente no es un problema solo de las empresas; hay un enorme problema social porque las administraciones públicas siguen pensando en el individuo en lugar de pensar en la familia, que es la verdadera célula básica de la sociedad.

En la familia es donde se genera la confianza, que es la base de funcionamiento de los mercados y de las instituciones. Hay un problema de generación de contravalores, de vaciamiento cultural, especialmente en los medios de comunicación. Y si los miembros de la familia no tienen tiempo de convivir y de desarrollar sus competencias en la familia, no se forman personas "completas" para la empresa, no sólo preparadas técnicamente sino humanamente, capaces de comprometerse en proyectos a medio y largo plazo.

Lo que ha pasado es que la mujer ha salido al mercado laboral y que el hombre no ha entrado en la casa. Ahora estamos en un momento de "inpass" en que la mujer está fuera y el hombre no está dentro, ni como esposos ni como padres ni como corresponsables de un hogar. Hablo naturalmente en términos de generalizaciones sociológicas, no de personas concretas.

Ambos, hombre y mujer, tienen que tener la cabeza puesta en el hogar como la primera empresa, y tener claro que el trabajo es para la familia, no la familia para el trabajo. Ésta es una cuestión que no está clara en muchas cabezas, ni de hombres ni de mujeres.

Porque lo que está sucediendo es que, como el trabajo es más rígido y la familia más flexible y comprensiva, al final ésta, de tanto estirarla, se rompe. El trabajo es como un gas que se mete en las grietas que dejamos en nuestra vida, y que acaba llenándolo todo si no ponemos muros de contención. Hay que dejar tiempo y energías para estar con la familia y para poder dirigir la propia vida.

--¿Qué modificaciones legales al respecto habría que pedir a las administraciones públicas? Por ejemplo, la baja maternal española (16 semanas) es una de las más breves de Europa...

--Nuria Chinchilla: Lo ideal es que la ley diera libertad a cada uno para hacer lo que en determinado momento decida. Tenemos que trabajar con la libertad de las personas.

En el caso de la baja maternal sería bueno que fuera más larga, también para las empresas. El hecho de que sea de un máximo de 4 meses impide que la empresa piense en la sustitución de esa persona, con lo cual el trabajo suele recaer en los compañeros. Claro, estos, la segunda vez que vean embarazada a esta mujer, en lugar de felicitarla le harán sentir que es una egoísta y que les echa encima su trabajo, y este tipo de cosas generan mal ambiente.

En cambio, si la mujer está un año fuera, como sucede en otros países europeos, la empresa tendrá que buscar a una persona que la sustituya. Ese año es fundamental en la vida de un niño, cuando más necesita a su madre (o a su padre, en eso no hay ninguna dificultad, aunque los neurólogos afirman que es mejor la presencia de la madre, pero cada familia tiene sus necesidades y su forma de organizarse).

De hecho los permisos por "paternidad" son muy positivos porque hacen que el hombre "entre en el hogar", para que se entere de lo que verdaderamente es su hogar y lo disfrute, y pueda decidir con su mujer a qué se va a dedicar y de qué modo. Esta es una gran ocasión para los padres, más que para los bebés, para involucrarse y comprometerse más en la vida familiar.

Pero más que en casos concretos como el de la baja maternal, lo que tiene que darse en la administración pública es un cambio de creencias hacia la familia. Hay que legislar pensando en la familia, la fiscalidad tiene que apoyar al matrimonio estable. La familia debería ser un tema trasversal, y debería estar en el Consejo de Ministros con categoría propia: debería existir un Ministerio de Familia para que, cualquiera que sea el tema que se trate, se trate desde el punto de vista familiar: transporte, vivienda, mercados... da lo mismo: todo tiene que ver con la familia.

Hoy esto no existe, sino que se trabaja desde una óptica totalmente individualista. Nuestro Gobierno en este sentido no parece que vaya a cambiar la tendencia, al contrario. No se está trabajando la verdadera causa de los problemas, sino sólo con algunos síntomas, o con los deseos de algunos grupos concretos.

Cuando los políticos se dejan llevar por las minorías que hacen ruido, lo que se está machacando es el fundamento del futuro de la sociedad. En lugar de hacer una sociedad española fuerte, la estamos debilitando cada vez más. Y el problema es que para cuando se quiera actuar, a lo mejor ya no hay vuelta atrás. Gary Becker, premio Nobel de Economía, dice que el mejor ministerio de asuntos sociales es la familia, pero llega un momento en que la estamos estrangulando.

--Se habla a menudo del problema de la conciliación como un problema de igualdad entre hombre y mujer. Pero lo que está discriminado ¿es la mujer trabajadora o la madre trabajadora?

--Nuria Chinchilla: Históricamente ha habido discriminación hacia la mujer por ser mujer, porque la empresa estaba pensada por hombres y para hombres. Por ejemplo, había casos en que si eran mujeres eran "limpiadoras", y si eran hombres, eran "peones de mantenimiento". Una y otra categoría hacían lo mismo, pero una cobraba más que la otra. Eran injusticias con las que había que acabar.

Pero la verdadera discriminación en las empresas, como estamos comprobando una y otra vez en las investigaciones del IESE, es por causa de la maternidad, no por el hecho de ser mujer: por tener hijos o por poder llegar a tenerlos. En realidad, las leyes de conciliación tienen que ver no tanto con la mujer como con la familia que esa mujer tiene.

En este sentido, la Ley de Igualdad que tenemos ahora es una ley sesgada. El hombre y la mujer son diferentes, y precisamente la maternidad es el factor que pone de relieve esa diferencia. Lo que tiene que hacer la legislación es apoyar a la mujer que quiere ser madre, por el bien de ésta, del padre, del hijo, de la propia empresa y de la sociedad. Se trata de superar las dificultades con que la mujer madre se enfrenta, para que pueda aportar lo que tiene de bueno a la sociedad.

--¿Cuál es la aportación de la mujer a una cultura empresarial más humana?

--Nuria Chinchilla: La mujer aporta su visión femenina, que es distinta y complementaria de la masculina. En general lo que está aportando es más anticipación de las consecuencias de una decisión sobre las personas, por tanto está humanizando más la visión empresarial, y como consecuencia a mejorar la dirección de las personas.

La mujer (hablo como tendencia general, por supuesto hay excepciones en todas partes), precisamente porque en su visión integra mejor los sentimientos y emociones de las personas con las que trabaja, consigue formar mejores equipos, con mayor grado de compromiso.

La regularidad sociológica nos dice que la mujer no busca tanto "ponerse la medalla", sino que las cosas salgan adelante, y le cuesta menos trabajar en equipo. Esto supone un cambio respecto del hombre, que en general juega más a ganar, es más agresivo en su manera de trabajar.

En nuestro libro, "Dueños de nuestro destino", hablamos de esto: el hombre antes era guerrero, y "trabajaba" con su coraza y con su espada. Ahora, los ejecutivos van a la guerra, en lugar de con el caballo y con la espada, van con la "palm" y en avión, pero están jugando al mismo juego agresivo. Precisamente se trata de que las personas sean más dueñas de sí mismas y de su destino, y que las familias descubran sus misiones internas y externas.