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jueves, 15 de mayo de 2008

El derecho a no nacer / Autor: Francesc Torralba Roselló

La medicina del siglo XXI ofrece grandes esperanzas, desencadena muchas inquietudes y plantea nuevos problemas éticos. Nos hallamos frente a casos y situaciones que ni siquiera podíamos imaginar hacer una década.

La ética mínima es incapaz de aportar soluciones de peso y el ordenamiento jurídico depende, cada vez más, del electoralismo de las campañas políticas y los intereses estratégicos. Para tomar decisiones oportunas, se requiere competencia, audacia y, sobre todo, prudencia.

Estas transformaciones de la medicina y, en particular, de la genética y la embriología pueden generar cambios psicológicos gravosos y abrir la puerta a la discriminación, por ejemplo, en la selección de empleados y entre los usuarios de seguros.

Esta posibilidad se podría hacer realidad si se permitieran los tests genéticos, pues en tal caso, se podrían crear nuevas categorías sociales, una especie de clase proletaria genética, excluida de distintos derechos y prestaciones.

Nacer y vivir, ¿quién toma la decisión? Nuestro primer derecho -decía una joven con síndrome de Down- es el de nacer, pero según cómo se apliquen las nuevas tecnologías a la vida emergente, la vida puede convertirse en materia de transacción.


Las opiniones de algunos científicos resultan, al respecto, estremecedoras: “Ningún niño recién nacido -decía Francis Crick, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962- debería ser reconocido como humano antes de haber pasado un cierto número de tests referidos a su dotación genética (...) si no supera estos tests, pierde su derecho a la vida”.

En tales condiciones se podría plantear el derecho a no nacer. ¿Qué grado de perfección se debería exigir a un hijo engendrado para darle el permiso de nacer?

Ante el nacimiento de un niño discapacitado, ¿se podría considerar que la misma vida pueda constituir un perjuicio que dé derecho a indemnización?

A este propósito merece la pena comentar la que se ha denominado doctrina Perruche o el derecho a no nacer. En 1982, la francesa Josefine Perruche, en estado de gestación, ante una infección de rubéola de su hija mayor, pidió un diagnóstico advirtiendo que en caso de que ella estuviera contagiada, abortaría. El médico que realizó las pruebas concluyó, erróneamente, que Josette no padecía rubéola. Así, prosiguió el embarazo y alumbró a Nicolás, que nació con severos trastornos.

Diez años después, los padres de Nicolás demandaron ante un tribunal francés a los responsables del error médico y obtuvieron una indemnización. La indemnización tenía como fin suplir todas las consecuencias de la minusvalía durante toda la vida del niño.

No cabe duda que, en este caso, se tiene que reconocer la negligencia profesional del médico, pero el problema del caso no radica solamente ahí.

El verdadero meollo de la cuestión está en el supuesto derecho a no nacer que tan habitualmente se reivindica. En sentido estricto, lo que se reivindica es el derecho a decidir que otros no nazcan, puesto que el que decide ya ha nacido. Este supuesto derecho vulnera el principio de equidad, puesto que negar el nacimiento a un ser humano por razones de enfermedad significa, sin más, discriminarle.

La equidad, valor reconocido en el primer y segundo artículo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948) no puede ponerse en entredicho, bajo el pretexto de la libertad de elección de la madre.

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Fuente: Forum Libertas

lunes, 14 de abril de 2008

El aborto no es una cuestión solamente de los católicos: Moratoria mundial del aborto

Organismos internacionales promueven el «terrorismo con rostro humano»

Denuncia el catedrático monseñor Michel Schooyans

VALENCIA, (ZENIT.org).- El «derecho al aborto», la eutanasia o la esterilización de mujeres en países pobres que presentan la ONU y otros organismos internacionales fueron calificados por el filósofo y sacerdote de la Diócesis de Bruselas, Michel Schooyans, como «terrorismo suave con rostro humano porque fuerzan la voluntad, imponen decisiones a las naciones que no llegan a ser discutidas».

Las declaraciones tuvieron lugar el miércoles pasado durante una intervención en la Universidad Católica de Valencia.

Según informa la agencia
Veritas, el catedrático emérito de Filosofía y Sociología de la Universidad de Lovaina impartió un ciclo formativo el miércoles y jueves pasados, 9 y 10 de abril, acompañado en la primera sesión por el arzobispo de Valencia, cardenal Agustín García-Gasco.

El teólogo afirmó que «estas instituciones internacionales tienen cada vez más poder para definir lo que es justo e injusto e imponer nuevas definiciones a los estados particulares, incluso con chantaje» y criticó una «nueva concepción de los derechos humanos», según la cual «ya no se trata de reconocer la igual dignidad de todos los seres humanos» sino de «determinar cuál es la categoría de seres humanos que pueden ser admitidos a la vida y cuáles las categorías de seres humanos que pueden ser eliminados».

Según el sacerdote belga, esta nueva concepción está basada en el positivismo de Hans Kelsen, que defiende el Derecho como un fenómeno autónomo de consideraciones morales o ideológicas.

Schooyans señaló que en su país, Bélgica, «está legalizada la eutanasia» y allí existe un «debate que todavía no ha llegado a España en el que se crea una mentalidad en las personas mayores y ancianas de ser un peso inútil que supone un coste para la sociedad y sus familias». En este sentido, añadió que, en la actualidad, los pacientes están «cada vez más amenazados» puesto que los gobiernos reducen presupuestos sanitarios y «la oferta de cuidados médicos» para crear esa «mentalidad» de que los «viejos precisan desaparecer».

También destacó la conveniencia de «rematernizar a la mujer, porque es la que hace prevalecer relaciones de ternura sobre las de violencia. Hay que reactivar en el corazón de la mujer esta disposición a ser el rostro de Dios en la sociedad», dijo, así como «repaternizar al hombre y reactivar su llama paterna del hombre», dado que «es habitual presentar al hombre solo como un trabajador, un productor económico».

En otra ponencia, Schooyans defendió la familia y señaló: «Cuando veo los ataques dirigidos contra la familia a través de los denominados nuevos modelos de familia o los nuevos derechos es cuando veo que se puede tener miedo al futuro», puesto que «cuando se destruye la familia se destruye el lugar donde nace la solidaridad humana», añadió.

Schooyans subrayó que «la crisis de la familia de hoy es el resultado de una crisis en la razón humana, a causa de un uso deficitario de la razón basado en la influencia de la tendencia pecaminosa que hay en cada uno de nosotros» y se refirió a santo Tomás de Aquino para señalar que «el uso correcto de la razón es el fundamento de la solidaridad humana, puesto que somos capaces de diálogo, conciliación, confraternización y se realizan intentos de edificar el bien común».