Que la vida es breve, lo sabemos todos; quizá los jóvenes se imaginan que sí es larga, pero a la medida que pasan los años va penetrando en la mente la irrefutable sensación de que los años pasan, vuelan y no retornan.
Cuando una persona es abuelo por primera vez, es agridulce sorpresa, dulce por el nieto, agrio por lo de abuelo; pero... no hay más remedio que aceptarlo.
Ante esta realidad de la brevedad de la vida, muchos toman sus precauciones, se apresuran desde la juventud a sacarle jugo a la vida; creen con fe ciega que esa es la mejor forma de aprovechar la juventud; y en realidad hacen una sola cosa, dedicar los primeros años de la vida a hacer infeliz el resto de ella, hacen alianza con el vicio: la botella, la droga, el sexo, uno de ellos o los tres a la vez..., mejor los tres que uno; se triplica el placer.
No es infrecuente en estos jóvenes la pereza y el abandono en el estudio, la ligereza e inmadurez en el amor con toda clase de experiencias y el abandono de los restos de fe y valores morales de la infancia. La "ley", es el "placer"; a más placer más vida. Si uno es avanzado en años suele apresurarse aun más que los jóvenes, porque piensa: ‘Estoy haciéndome viejo y no he disfrutado lo suficiente; comamos y bebamos, que mañana moriremos’, en el famoso adagio latino "Carpe diem": "Sácale jugo a la vida"... Y dicho y hecho, se dan prisa en apurar las copas, porque la fiesta se acaba.
Pero algunos piensan que la vida es demasiado breve para ser pequeña, para ser mediocre; ellos también tienen prisa, pero otra clase de prisa y afán, y por eso, desde la misma juventud ponen las bases para hacer constructivo el resto de esa vida. No esperan a ser adultos para sentar cabeza y así: Aprietan en el estudio, aunque les llamen mataditos; no juegan con el amor, porque saben que se queman; no dan un puntapié a sus valores morales, porque saben que los necesitan. Si al llegar a la madurez se percatan de que van rezagados, aprietan el paso porque les queda menos tiempo para hacer algo grande en este mundo. Y si han llegado a la tercera edad, y ven su tarea bastante incumplida en esta vida, se apresuran a hacer y completar lo que no hicieron en la juventud y en la madurez, porque saben, porque ven que ya no tendrán más tiempo y que, ahora o nunca.
Cuando llegan al final de la vida lo que se dieron prisa en divertirse y nada más, y los que se dieron prisa en cumplir su misión, ambos, miran hacia atrás; uno para decirse a sí mismo: ‘Más me valiera no haber nacido’, el otro para decir: ‘Valió la pena vivir’.
La vida es breve, para ti, para mi, para todos... ¿Cuál es tu prisa? ¿"Carpe diem" o "aprovecha el tiempo" porque la vida es demasiado breve para ser mediocre.?
Si la vida es breve y además la maltratas, eres un pobre hombre. Se vive una vez, se cumplen quince años sólo una vez. Tu sabrás lo que haces con esa pequeña vida.
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Fuente: Catholic.net
martes, 6 de noviembre de 2007
¿Qué es la objeción de conciencia y de quién se espera? / Autora: Ana Tere López de Llergo
Últimamente, con mucha frecuencia, se habla de la objeción de conciencia. ¿Y sabemos de qué se trata y de quién se espera?
Cuando se pone de moda alguna expresión puede suceder que tenemos una vaga idea del asunto, pero, por el contexto, sacamos una conclusión aproximada de su significado, aunque, precisamente por eso, nada exacta y proclive a la confusión. Otras veces, el uso desgasta el contenido y frases que al principio tienen mucha fuerza, poco a poco la van perdiendo.
Respecto a la objeción de conciencia es necesario saber bien su contenido para evitar caer en cualquiera de los dos casos mencionados pues se trata de un deber imprescindible en la recta toma de decisiones.
El diccionario define a la objeción como el inconveniente a un plan o idea. Esto advierte que, en cualquier propuesta, siempre cabe una limitación y ésta provoca una carencia más o menos grave. Sin embargo, la objeción no es una actitud visceral, contestataria o antitética por sistema. Manifiesta la gravedad del inconveniente que imposibilita la rectitud de cualquier actividad vinculada.
La palabra conciencia proviene de dos vocablos latinos: conscire y conscientia, el primero significa con conocimiento, el segundo tener ciencia. Dos aspectos de la inclinación natural de toda persona a investigar y a captar la composición y la aplicación de las cosas. Expresa el poder de conocer y de reflexionar. La conciencia implica una relación entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer. Aquí aparece una conveniencia o inconveniencia en la oportunidad de la relación o en la moralidad del modo de aplicar el conocimiento.
Conciencia psicológica y conciencia moral
Se puede hablar de la conciencia psicológica y de la conciencia moral. La primera hace referencia a la capacidad de darse cuenta de lo percibido, y no se trata de la función de un simple espejo o pantalla donde se imprimen una serie de imágenes, sino de una operación propia del ser humano en donde lo experimentado se reexperimenta, es algo así como revivir lo vivido con la intención de evaluarlo, disfrutarlo, analizarlo, compararlo, etcétera. Por tanto, es una operación de la mente sobre un hecho vivido. La conciencia es el espacio interior donde se realiza la reflexión. La conciencia se podría asemejar al rincón donde el niño guarda sus tesoros y se esconde allí, en solitario, para disfrutarlos sin que un extraño los profane con una apreciación superficial.
La conciencia moral incorpora a la conciencia psicológica un juicio práctico para evaluar la moralidad de las acciones. Por ella se juzga la cercanía o lejanía con el bien, es la norma subjetiva de la moralidad, allí la interiorización de la norma objetiva alcanza su plena eficacia. Esto explica la natural tendencia a buscar lo bueno y a calificar las acciones. El ser humano tiene la dimensión moral integrada a lo más íntimo de su existencia. Ese juicio práctico es el resultado de la calificación dada a un suceso a partir de los principios universales que todos tenemos grabados. Por ejemplo: busca el bien, evita el mal.
El problema se presenta cuando alguien distorsiona el bien, esto sucede si una persona magnifica su propio bien e impide el bien de los demás. El auténtico bien ha de ser para uno y para todos. También se puede desfigurar el bien a causa de la ofuscación provocada por los hábitos malos y así se pierde la claridad para reflexionar adecuadamente, se impone el juicio propio, se rompe la capacidad de dialogar con los primeros principios, y se justifican las acciones de manera visceral.
Por lo tanto, la conciencia tiene valor normativo cuando hay certeza y verdad. La certeza es incompatible con la duda, en la certeza la persona tiene seguridad de lo que va a hacer porque hay nitidez para descubrir el bien. La verdad consiste en la conformidad del juicio práctico interno con la norma moral objetiva expuesta en el Decálogo. La conciencia cierta y verdadera se cultiva con el ejercicio de las virtudes. Cuanto más prevalezca la conciencia recta, mejores serán las personas y los grupos sociales.
Los sabios explican que la ley moral inscrita en el corazón de cada persona es uno de los argumentos para afirmar su dignidad. Esta ley, custodiada en la conciencia, hace a la misma conciencia el núcleo central donde cada uno puede escuchar, a solas, la voz de Dios.
Este preámbulo facilita comprender la objeción de conciencia. Por ella se entiende la resistencia que presenta la conciencia, por fidelidad a sus convicciones morales, a la ley u orden injusta que la autoridad pública impone. Las formas de objeción de conciencia son tan variadas como abusos pueden darse por la autoridad.
La objeción de conciencia responde a la afirmación del deber de obedecer a Dios y no a los hombres desorientados. Y, en la conciencia cierta y verdadera, se escucha la voz de Dios. El mayor inconveniente en cualquier objeción está precisamente en la discrepancia entre la voz de los hombres con la de Dios.
El respeto a la conciencia se espera, sobre todo, de quienes tienen la responsabilidad del orden social y de aquellas personas cuya profesión esté vinculada directamente con la vida humana. En el primer caso, se trata de los gobernantes de los países o de las provincias, de los directivos de cualquier institución, de los legisladores. En el caso de los profesionistas, están los maestros que alimentan la vida interior de sus educandos, los sociólogos, los economistas y otros encargados del bienestar de los grupos sociales.
Merecen mención especial los médicos, cuyo día es el 23 de octubre. Tienen la gran responsabilidad de juzgar los adelantos científicos en beneficio de la salud, del respeto y la conservación de toda vida humana. De ellos se espera la capacidad de descubrir los inconvenientes encubiertos en cualquier investigación errada. Su objeción de conciencia es la armadura que hace fuertes a sus pacientes.
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Fuente: Yo Influyo
Cuando se pone de moda alguna expresión puede suceder que tenemos una vaga idea del asunto, pero, por el contexto, sacamos una conclusión aproximada de su significado, aunque, precisamente por eso, nada exacta y proclive a la confusión. Otras veces, el uso desgasta el contenido y frases que al principio tienen mucha fuerza, poco a poco la van perdiendo.
Respecto a la objeción de conciencia es necesario saber bien su contenido para evitar caer en cualquiera de los dos casos mencionados pues se trata de un deber imprescindible en la recta toma de decisiones.
El diccionario define a la objeción como el inconveniente a un plan o idea. Esto advierte que, en cualquier propuesta, siempre cabe una limitación y ésta provoca una carencia más o menos grave. Sin embargo, la objeción no es una actitud visceral, contestataria o antitética por sistema. Manifiesta la gravedad del inconveniente que imposibilita la rectitud de cualquier actividad vinculada.
La palabra conciencia proviene de dos vocablos latinos: conscire y conscientia, el primero significa con conocimiento, el segundo tener ciencia. Dos aspectos de la inclinación natural de toda persona a investigar y a captar la composición y la aplicación de las cosas. Expresa el poder de conocer y de reflexionar. La conciencia implica una relación entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer. Aquí aparece una conveniencia o inconveniencia en la oportunidad de la relación o en la moralidad del modo de aplicar el conocimiento.
Conciencia psicológica y conciencia moral
Se puede hablar de la conciencia psicológica y de la conciencia moral. La primera hace referencia a la capacidad de darse cuenta de lo percibido, y no se trata de la función de un simple espejo o pantalla donde se imprimen una serie de imágenes, sino de una operación propia del ser humano en donde lo experimentado se reexperimenta, es algo así como revivir lo vivido con la intención de evaluarlo, disfrutarlo, analizarlo, compararlo, etcétera. Por tanto, es una operación de la mente sobre un hecho vivido. La conciencia es el espacio interior donde se realiza la reflexión. La conciencia se podría asemejar al rincón donde el niño guarda sus tesoros y se esconde allí, en solitario, para disfrutarlos sin que un extraño los profane con una apreciación superficial.
La conciencia moral incorpora a la conciencia psicológica un juicio práctico para evaluar la moralidad de las acciones. Por ella se juzga la cercanía o lejanía con el bien, es la norma subjetiva de la moralidad, allí la interiorización de la norma objetiva alcanza su plena eficacia. Esto explica la natural tendencia a buscar lo bueno y a calificar las acciones. El ser humano tiene la dimensión moral integrada a lo más íntimo de su existencia. Ese juicio práctico es el resultado de la calificación dada a un suceso a partir de los principios universales que todos tenemos grabados. Por ejemplo: busca el bien, evita el mal.
El problema se presenta cuando alguien distorsiona el bien, esto sucede si una persona magnifica su propio bien e impide el bien de los demás. El auténtico bien ha de ser para uno y para todos. También se puede desfigurar el bien a causa de la ofuscación provocada por los hábitos malos y así se pierde la claridad para reflexionar adecuadamente, se impone el juicio propio, se rompe la capacidad de dialogar con los primeros principios, y se justifican las acciones de manera visceral.
Por lo tanto, la conciencia tiene valor normativo cuando hay certeza y verdad. La certeza es incompatible con la duda, en la certeza la persona tiene seguridad de lo que va a hacer porque hay nitidez para descubrir el bien. La verdad consiste en la conformidad del juicio práctico interno con la norma moral objetiva expuesta en el Decálogo. La conciencia cierta y verdadera se cultiva con el ejercicio de las virtudes. Cuanto más prevalezca la conciencia recta, mejores serán las personas y los grupos sociales.
Los sabios explican que la ley moral inscrita en el corazón de cada persona es uno de los argumentos para afirmar su dignidad. Esta ley, custodiada en la conciencia, hace a la misma conciencia el núcleo central donde cada uno puede escuchar, a solas, la voz de Dios.
Este preámbulo facilita comprender la objeción de conciencia. Por ella se entiende la resistencia que presenta la conciencia, por fidelidad a sus convicciones morales, a la ley u orden injusta que la autoridad pública impone. Las formas de objeción de conciencia son tan variadas como abusos pueden darse por la autoridad.
La objeción de conciencia responde a la afirmación del deber de obedecer a Dios y no a los hombres desorientados. Y, en la conciencia cierta y verdadera, se escucha la voz de Dios. El mayor inconveniente en cualquier objeción está precisamente en la discrepancia entre la voz de los hombres con la de Dios.
El respeto a la conciencia se espera, sobre todo, de quienes tienen la responsabilidad del orden social y de aquellas personas cuya profesión esté vinculada directamente con la vida humana. En el primer caso, se trata de los gobernantes de los países o de las provincias, de los directivos de cualquier institución, de los legisladores. En el caso de los profesionistas, están los maestros que alimentan la vida interior de sus educandos, los sociólogos, los economistas y otros encargados del bienestar de los grupos sociales.
Merecen mención especial los médicos, cuyo día es el 23 de octubre. Tienen la gran responsabilidad de juzgar los adelantos científicos en beneficio de la salud, del respeto y la conservación de toda vida humana. De ellos se espera la capacidad de descubrir los inconvenientes encubiertos en cualquier investigación errada. Su objeción de conciencia es la armadura que hace fuertes a sus pacientes.
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Fuente: Yo Influyo
Conclusiones del primer encuentro mundial de sacerdotes, diáconos y religiosos/as gitanos
Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes
(ZENIT.org).- Publicamos las conclusiones y recomendaciones del documento final emitido por el Primer encuentro mundial de sacerdotes, diáconos y religiosos/as gitanos celebrado del 22 al 25 de septiembre en Roma por iniciativa del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
EL ACONTECIMIENTO
Del 22 al 25 de septiembre, 2007, se celebró en Roma el Primer Encuentro Mundial de Sacerdotes, Diáconos y Religiosos/as Gitanos, promovido por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. El tema de la reunión, “Con Cristo, al servicio del Pueblo Gitano”, se inspiraba en las Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos, Documento publicado por el Consejo Pontificio el 8 de diciembre, 2005. Este propone, entre otras cosas, la preparación de los Gitanos a las tareas pastorales en medio de su pueblo y aboga por una pastoral vocacional para facilitar una auténtica implantatio ecclesiae en ese ambiente.
Estaban presentes unas cuarenta personas, entre ellas 33 Gitanos consagrados, procedentes de 9 países europeos (Eslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Lituania, República Checa, Rumania y Ucrania) y del Brasil. A último momento faltaron los delegados de India.
El R.P. Claude Dumas, actual Director Nacional de la Pastoral de los Gitanos en Francia y primer Sacerdote gitano que ocupa ese cargo, habló sobre “Los desafíos para la evangelización y la promoción humana, a la luz de las Orientaciones”, siempre en el contexto del tema general “Con Cristo, al servicio del Pueblo Gitano”. En primer lugar, denunció las distintas formas de intolerancia, de rechazo al ‘otro’ y de racismo hacia los Gitanos, que impiden que estos últimos se sientan “hermanos” de los payos y sean considerados como tales por la Iglesia. Según el P. Dumas, la fraternidad entre Gitanos y payos es difícil de realizar en una Iglesia considerada por las comunidades gitanas como propiedad de los payos, lejana e inaccesible. Dada esa situación, es necesario construir puentes, lo que supone un diálogo auténtico y una reciprocidad; y esto se puede lograr sólo si Gitanos y payos están listos a dar los pasos necesarios “en una doble dirección”. Las Orientaciones, terminó el Ponente, invitan a los Gitanos consagrados, teniendo en cuenta su posición, a sensibilizar a su hermanos de etnia y a “tener el valor” de ir al encuentro de los payos.
Los temas de las ponencias fueron examinados, durante los trabajos en grupos, por los Participantes, quienes estudiaron la rica y difícil problemática de la evangelización y de la promoción humana.
Los trabajos terminaron con la lectura y la aprobación general de las Conclusiones y las Recomendaciones que presentamos a continuación.
CONCLUSIONES
- Se nota una gran diversidad en la realidad de la vida del pueblo gitano, hoy, según los países en los que se encuentra.
- La cultura gitana contemporánea se halla en una fase de cambios debido al desarrollo tecnológico, la influencia de los mass media y la alfabetización, que abre nuevas posibilidades para la evangelización. Por este motivo los Gitanos son siempre más conscientes de su propia dignidad y, al mismo tiempo, sienten la necesidad de trabajar en favor de la promoción humana de sus hermanos de la misma etnia.
- La relación entre Gitanos y payos está falseada por un rechazo ancestral, pero se abre en busca de la verdad que le es propia, impregnada de confianza y de amor gratuito, sin ningún deseo de dominio. Esto exige una relectura del proceso de desarrollo de ese encuentro, para tomar nota de la evolución del lenguaje, de los signos de una mayor confianza, etc. De este modo, también los payos se ganan el derecho a la palabra, reconocida y escuchada por los Gitanos. El camino es largo, si se quiere llegar a una auténtica coparticipación de la Palabra de Cristo para experimentar la alegría.
- El lenguaje religioso se encuentra, pues, en una búsqueda continua de la verdad, de parte y parte, siendo Verdad también la presencia de Cristo reconocida en el otro y en la Palabra del Evangelio que ilumina los acontecimientos de la vida. Es cierto que ahora el lenguaje de las imágenes se introduce en la familia gitana, invadiéndola a través de la televisión, internet, la publicidad, etc. Es un lenguaje que penetra, y ha sido impuesto por el mundo de los payos; por consiguiente, requiere un proceso de discernimiento.
- La Iglesia católica es consciente de que los Gitanos tienen necesidad de cantar, de bailar, en sus celebraciones, de acuerdo con sus costumbres, para poder la expresar la fe también desde un punto de vista físico.
- Los Gitanos consagrados no piden a la Iglesia que les dé un lugar especial, pues ellos también son miembros del Cuerpo de Cristo. En realidad, lo que se requiere es apertura y disponibilidad, por parte de los Gitanos y de los payos, para transmitirse mutuamente el Evangelio y vivir auténticamente la catolicidad de la Iglesia.
- Los Gitanos consagrados desean, además, que la Iglesia de la que forman parte sea, por medio de ellos y con ellos, el lugar donde todo Gitano puede ser reconocido con todas sus riquezas particulares; el lugar donde es igual a cualquier otro católico, por la misma dignidad otorgada a los fieles por un mismo y único Bautismo.
- Los Gitanos consagrados se comprometan a acabar con la imagen que tiende a considerar a los Gitanos solamente como pobres que deben ser ayudados. Es preciso hacer todo lo posible, con los demás miembros de la Iglesia, para que estos últimos se consideren también pobres, y necesitados de aceptar las riquezas humanas y espirituales de las que los Gitanos son portadores. Estos, últimos, por su parte, tienen que estar dispuestos a recibir de los payos.
- Todo servicio se ha de realizar en Cristo y con Cristo, porque de este modo el ser humano puede descubrir la grandeza y la dignidad propia y de los demás; las relaciones interpersonales inspiradas en el servicio permiten crear una auténtica cultura de acogida, solidaridad y caridad.
- La solicitud por las vocaciones entre los Gitanos es una de las prioridades de esa pastoral específica. Se pide, pues, a los consagrados de origen gitano, una auténtica transparencia evangélica y una convergencia de iniciativas en distintos niveles, para que surjan y se desarrollen los llamamientos a ser nuevos trabajadores en la Viña del Señor.
- El respeto a la diversidad se manifiesta en la comunicación de corazón a corazón, que depende de nuestra capacidad de empatía y de todo lo que implica dicho comportamiento, es decir, poner atención a la humanidad del otro y a lo que él experimenta, respetando su identidad y sus costumbres, evitando actos y gestos que podrían herirlo.
- Los Gitanos consagrados tienen un papel particular para iluminar a sus propios hermanos de etnia sobre la presencia de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos impregnados de proselitismo no evangélico; estos se basan, ante todo, en la atracción que experimentan los Gitanos por lo maravilloso, que se debe más a la emoción y a la sensibilidad, que a la comprensión de la fe; hay en ellos, además, una necesidad de triunfalismo respecto a la Iglesia católica, considerada como propiedad de los payos.
- Es posible constatar, sobre todo en la Europa oriental, que la pobreza de medios y de condiciones de vida no satisface las necesidades fundamentales de la persona humana y que esta situación se repercute negativamente también en la tarea pastoral, en favor de los Gitanos, de las respectivas Iglesias Católicas Orientales.
RECOMENDACIONES
Durante la reunión, surgieron distintas propuestas y recomendaciones, que se presentan a continuación.
- Se desea, ante todo, una mutua colaboración entre la Iglesia y las comunidades gitanas. Se solicita, por tanto, al Consejo Pontificio, que pida a las Iglesias locales, tanto a nivel de las Conferencias Episcopales como de las Diócesis, un mayor empeño para garantizar a los Gitanos una atención pastoral especial y sostener el trabajo que ya realizan los Agentes de pastoral.
- Habrá que tener en cuenta la posibilidad de crear estructuras semejantes a una Prelatura ( véase Orientaciones, nn. 87 y 88) y organizar un seminario internacional para los Gitanos, para favorecer un buen desarrollo de las vocaciones gitanas y garantizarles una adecuada formación específica.
- Se desea la presencia, en cada país, de agentes y animadores pastorales, dedicados exclusivamente a la misión evangelizadora y de promoción humana del pueblo gitano. Ellos están llamados también a ejercer el papel de mediadores entre la Iglesia y los Gitanos.
- Se hace necesaria una formación específica de los catequistas para evangelizar a los Gitanos, que tenga en cuenta su visión y experiencia religiosa y preste una especial atención a la mujer gitana, por ser portadora de valores humanos y religiosos en la familia.
- El trabajo de integración debe partir de la familia, célula básica de todo grupo humano, lugar fundamental de educación al diálogo, a la coparticipación y a las relaciones creativas y constructivas.
- Puesto que tanto los Gitanos como los payos están implicados en actos de racismo, es preciso que la raza no nos separe, sino que se procure favorecer la unidad en la diversidad. Ha llegado el momento de dar al mundo – sobre la base de la igualdad y dentro de la legítima diversidad – el único signo indicado por Jesucristo: “De tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me amas a mí” (Jn 17, 22b-23a). Es el momento de dar este signo de amor fraterno, más con los hechos que con las palabras, más en lo cotidiano de la vida eclesial que en las manifestaciones extraordinarias.
- Se desea que los Sacerdotes, Diáconos y Religiosos/as de origen gitano asuman el papel de “puente” entre las dos comunidades: gitana y paya. Como personas consagradas por Dios y a Dios, y como “embajadores de Cristo”, les está confiado también del deber de animar, en la sociedad y en la Iglesia, ese paso a la reconciliación y a la comunión entre Gitanos y payos.
- Se solicita, por lo que se refiere al problema de las sectas, que la evangelización de los Gitanos no se limite a la indispensable proclamación del Evangelio, sino que esté apoyada por el testimonio y por vínculos de amistad, fraternidad e inculturación, para que ellos comprendan que la moralidad no nace de una imposición, sino que encuentra su fuente en el amor de Dios. Ante el Movimiento Pentecostal, es tarea de la Iglesia pronunciar palabras proféticas capaces de infundir la esperanza en los corazones de los Gitanos y fortalecer su pertenencia religiosa, católica.
- Se recomienda, en fin, buscar las maneras adecuadas de superar la desconfianza general hacia los Gitanos e insistir en una apertura en la sociedad que les dé la posibilidad de insertarse plenamente en ella.
(ZENIT.org).- Publicamos las conclusiones y recomendaciones del documento final emitido por el Primer encuentro mundial de sacerdotes, diáconos y religiosos/as gitanos celebrado del 22 al 25 de septiembre en Roma por iniciativa del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
EL ACONTECIMIENTO
Del 22 al 25 de septiembre, 2007, se celebró en Roma el Primer Encuentro Mundial de Sacerdotes, Diáconos y Religiosos/as Gitanos, promovido por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. El tema de la reunión, “Con Cristo, al servicio del Pueblo Gitano”, se inspiraba en las Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos, Documento publicado por el Consejo Pontificio el 8 de diciembre, 2005. Este propone, entre otras cosas, la preparación de los Gitanos a las tareas pastorales en medio de su pueblo y aboga por una pastoral vocacional para facilitar una auténtica implantatio ecclesiae en ese ambiente.
Estaban presentes unas cuarenta personas, entre ellas 33 Gitanos consagrados, procedentes de 9 países europeos (Eslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Lituania, República Checa, Rumania y Ucrania) y del Brasil. A último momento faltaron los delegados de India.
El R.P. Claude Dumas, actual Director Nacional de la Pastoral de los Gitanos en Francia y primer Sacerdote gitano que ocupa ese cargo, habló sobre “Los desafíos para la evangelización y la promoción humana, a la luz de las Orientaciones”, siempre en el contexto del tema general “Con Cristo, al servicio del Pueblo Gitano”. En primer lugar, denunció las distintas formas de intolerancia, de rechazo al ‘otro’ y de racismo hacia los Gitanos, que impiden que estos últimos se sientan “hermanos” de los payos y sean considerados como tales por la Iglesia. Según el P. Dumas, la fraternidad entre Gitanos y payos es difícil de realizar en una Iglesia considerada por las comunidades gitanas como propiedad de los payos, lejana e inaccesible. Dada esa situación, es necesario construir puentes, lo que supone un diálogo auténtico y una reciprocidad; y esto se puede lograr sólo si Gitanos y payos están listos a dar los pasos necesarios “en una doble dirección”. Las Orientaciones, terminó el Ponente, invitan a los Gitanos consagrados, teniendo en cuenta su posición, a sensibilizar a su hermanos de etnia y a “tener el valor” de ir al encuentro de los payos.
Los temas de las ponencias fueron examinados, durante los trabajos en grupos, por los Participantes, quienes estudiaron la rica y difícil problemática de la evangelización y de la promoción humana.
Los trabajos terminaron con la lectura y la aprobación general de las Conclusiones y las Recomendaciones que presentamos a continuación.
CONCLUSIONES
- Se nota una gran diversidad en la realidad de la vida del pueblo gitano, hoy, según los países en los que se encuentra.
- La cultura gitana contemporánea se halla en una fase de cambios debido al desarrollo tecnológico, la influencia de los mass media y la alfabetización, que abre nuevas posibilidades para la evangelización. Por este motivo los Gitanos son siempre más conscientes de su propia dignidad y, al mismo tiempo, sienten la necesidad de trabajar en favor de la promoción humana de sus hermanos de la misma etnia.
- La relación entre Gitanos y payos está falseada por un rechazo ancestral, pero se abre en busca de la verdad que le es propia, impregnada de confianza y de amor gratuito, sin ningún deseo de dominio. Esto exige una relectura del proceso de desarrollo de ese encuentro, para tomar nota de la evolución del lenguaje, de los signos de una mayor confianza, etc. De este modo, también los payos se ganan el derecho a la palabra, reconocida y escuchada por los Gitanos. El camino es largo, si se quiere llegar a una auténtica coparticipación de la Palabra de Cristo para experimentar la alegría.
- El lenguaje religioso se encuentra, pues, en una búsqueda continua de la verdad, de parte y parte, siendo Verdad también la presencia de Cristo reconocida en el otro y en la Palabra del Evangelio que ilumina los acontecimientos de la vida. Es cierto que ahora el lenguaje de las imágenes se introduce en la familia gitana, invadiéndola a través de la televisión, internet, la publicidad, etc. Es un lenguaje que penetra, y ha sido impuesto por el mundo de los payos; por consiguiente, requiere un proceso de discernimiento.
- La Iglesia católica es consciente de que los Gitanos tienen necesidad de cantar, de bailar, en sus celebraciones, de acuerdo con sus costumbres, para poder la expresar la fe también desde un punto de vista físico.
- Los Gitanos consagrados no piden a la Iglesia que les dé un lugar especial, pues ellos también son miembros del Cuerpo de Cristo. En realidad, lo que se requiere es apertura y disponibilidad, por parte de los Gitanos y de los payos, para transmitirse mutuamente el Evangelio y vivir auténticamente la catolicidad de la Iglesia.
- Los Gitanos consagrados desean, además, que la Iglesia de la que forman parte sea, por medio de ellos y con ellos, el lugar donde todo Gitano puede ser reconocido con todas sus riquezas particulares; el lugar donde es igual a cualquier otro católico, por la misma dignidad otorgada a los fieles por un mismo y único Bautismo.
- Los Gitanos consagrados se comprometan a acabar con la imagen que tiende a considerar a los Gitanos solamente como pobres que deben ser ayudados. Es preciso hacer todo lo posible, con los demás miembros de la Iglesia, para que estos últimos se consideren también pobres, y necesitados de aceptar las riquezas humanas y espirituales de las que los Gitanos son portadores. Estos, últimos, por su parte, tienen que estar dispuestos a recibir de los payos.
- Todo servicio se ha de realizar en Cristo y con Cristo, porque de este modo el ser humano puede descubrir la grandeza y la dignidad propia y de los demás; las relaciones interpersonales inspiradas en el servicio permiten crear una auténtica cultura de acogida, solidaridad y caridad.
- La solicitud por las vocaciones entre los Gitanos es una de las prioridades de esa pastoral específica. Se pide, pues, a los consagrados de origen gitano, una auténtica transparencia evangélica y una convergencia de iniciativas en distintos niveles, para que surjan y se desarrollen los llamamientos a ser nuevos trabajadores en la Viña del Señor.
- El respeto a la diversidad se manifiesta en la comunicación de corazón a corazón, que depende de nuestra capacidad de empatía y de todo lo que implica dicho comportamiento, es decir, poner atención a la humanidad del otro y a lo que él experimenta, respetando su identidad y sus costumbres, evitando actos y gestos que podrían herirlo.
- Los Gitanos consagrados tienen un papel particular para iluminar a sus propios hermanos de etnia sobre la presencia de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos impregnados de proselitismo no evangélico; estos se basan, ante todo, en la atracción que experimentan los Gitanos por lo maravilloso, que se debe más a la emoción y a la sensibilidad, que a la comprensión de la fe; hay en ellos, además, una necesidad de triunfalismo respecto a la Iglesia católica, considerada como propiedad de los payos.
- Es posible constatar, sobre todo en la Europa oriental, que la pobreza de medios y de condiciones de vida no satisface las necesidades fundamentales de la persona humana y que esta situación se repercute negativamente también en la tarea pastoral, en favor de los Gitanos, de las respectivas Iglesias Católicas Orientales.
RECOMENDACIONES
Durante la reunión, surgieron distintas propuestas y recomendaciones, que se presentan a continuación.
- Se desea, ante todo, una mutua colaboración entre la Iglesia y las comunidades gitanas. Se solicita, por tanto, al Consejo Pontificio, que pida a las Iglesias locales, tanto a nivel de las Conferencias Episcopales como de las Diócesis, un mayor empeño para garantizar a los Gitanos una atención pastoral especial y sostener el trabajo que ya realizan los Agentes de pastoral.
- Habrá que tener en cuenta la posibilidad de crear estructuras semejantes a una Prelatura ( véase Orientaciones, nn. 87 y 88) y organizar un seminario internacional para los Gitanos, para favorecer un buen desarrollo de las vocaciones gitanas y garantizarles una adecuada formación específica.
- Se desea la presencia, en cada país, de agentes y animadores pastorales, dedicados exclusivamente a la misión evangelizadora y de promoción humana del pueblo gitano. Ellos están llamados también a ejercer el papel de mediadores entre la Iglesia y los Gitanos.
- Se hace necesaria una formación específica de los catequistas para evangelizar a los Gitanos, que tenga en cuenta su visión y experiencia religiosa y preste una especial atención a la mujer gitana, por ser portadora de valores humanos y religiosos en la familia.
- El trabajo de integración debe partir de la familia, célula básica de todo grupo humano, lugar fundamental de educación al diálogo, a la coparticipación y a las relaciones creativas y constructivas.
- Puesto que tanto los Gitanos como los payos están implicados en actos de racismo, es preciso que la raza no nos separe, sino que se procure favorecer la unidad en la diversidad. Ha llegado el momento de dar al mundo – sobre la base de la igualdad y dentro de la legítima diversidad – el único signo indicado por Jesucristo: “De tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me amas a mí” (Jn 17, 22b-23a). Es el momento de dar este signo de amor fraterno, más con los hechos que con las palabras, más en lo cotidiano de la vida eclesial que en las manifestaciones extraordinarias.
- Se desea que los Sacerdotes, Diáconos y Religiosos/as de origen gitano asuman el papel de “puente” entre las dos comunidades: gitana y paya. Como personas consagradas por Dios y a Dios, y como “embajadores de Cristo”, les está confiado también del deber de animar, en la sociedad y en la Iglesia, ese paso a la reconciliación y a la comunión entre Gitanos y payos.
- Se solicita, por lo que se refiere al problema de las sectas, que la evangelización de los Gitanos no se limite a la indispensable proclamación del Evangelio, sino que esté apoyada por el testimonio y por vínculos de amistad, fraternidad e inculturación, para que ellos comprendan que la moralidad no nace de una imposición, sino que encuentra su fuente en el amor de Dios. Ante el Movimiento Pentecostal, es tarea de la Iglesia pronunciar palabras proféticas capaces de infundir la esperanza en los corazones de los Gitanos y fortalecer su pertenencia religiosa, católica.
- Se recomienda, en fin, buscar las maneras adecuadas de superar la desconfianza general hacia los Gitanos e insistir en una apertura en la sociedad que les dé la posibilidad de insertarse plenamente en ella.
Dios escogió tu corazón / Enviado por Vivy
Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en el.
Si El tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella.
El te manda flores cada primavera.
El te manda un amanecer cada mañana.
Cada vez que tu quieres platicar, El te escucha.
El puede vivir en cualquier parte del universo, pero
El escogió tu corazón.
Enfréntalo, amigo: El esta loco por ti!
Dios no te
prometia días sin dolor, risa sin tristeza, sol sin lluvia, pero El si
prometia fuerzas para cada día, consuelo para las lagrimas, y luz
para el camino.
Diálogo entre creyentes, clave para construir la paz mundial: propuesta vaticana a los hindúes
En el mensaje por la fiesta del Diwali
(ZENIT.org).- El diálogo «es verdaderamente el único camino» para los creyentes de diversos credos, quienes, colaborando, pueden hacer mucho para construir un mundo pacífico, invita un mensaje vaticano a los hindúes.
Como es tradición desde hace diez años, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, con motivo de la fiesta del Diwali, ha hecho público este lunes un mensaje a los hindúes, en esta ocasión sobre el tema «Cristianos e hindúes: decididos a recorrer un camino de diálogo».
Firma el texto su presidente, el cardenal Jean-Louis Tauran, recalcando que la verdadera superación de conflictos tiene lugar a través del diálogo, «evitando toda forma de prejuicio y de ideas estereotipadas sobre los demás y testimoniando fielmente nuestros preceptos y enseñanzas religiosas».
De hecho, «en situaciones de incomprensión es necesario que las personas se reúnan y se comuniquen entre sí para aclarar, en un espíritu fraterno y amistoso, las respectivas creencias, aspiraciones y convicciones», subraya.
Y como toda relación humana, también aquella entre personas de diferentes religiones requiere «alimentarse de encuentros regulares, escucha paciente, colaboración activa y, sobre todo, de una actitud de respeto recíproco», señala el purpurado.
«En consecuencia –añade en el mensaje a los "queridos amigos hindúes"-- tenemos que trabajar para construir vínculos de amistad, como por lo demás deben hacer los fieles de cada religión».
El cardenal Tauran es consciente de que el mundo «desea ardientemente la paz». «Las religiones anuncian la paz»; «¿podemos nosotros, como creyentes de diversas tradiciones religiosas, no trabajar juntos para recibir el don divino de la paz y difundirlo en torno nuestro?», se pregunta.
En este empeño de las comunidades religiosas por construir la paz mundial, es clave «formar a los creyentes» para que «descubran toda la amplitud y la profundidad de la propia religión» y para «que conozcan a otros creyentes», alerta.
«No olvidemos que la ignorancia es el primero y, tal vez, el principal enemigo la vida de quien cree, mientras que la contribución de cada creyente bien formado, junto a la de los demás, constituye un rico recurso para una paz duradera», advierte el purpurado.
En su edición de la víspera de la publicación del mensaje vaticano, «L'Osservatore Romano», como voz oficiosa de la Santa Sede, anunció una «colaboración más estrecha entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso e hindúes».
En una entrevista concedida al diario romano, el subsecretario del citado dicasterio, monseñor Félix Anthony Machado –de origen indio--, informa: «Pensamos iniciar un diálogo más intenso con los hindúes como hacemos ya con los musulmanes y los budistas»; sin «sincretismo» ni «relativismo en nombre del diálogo», sino que éste «continúa como deseó el Concilio Vaticano II» y «como desea ahora Benedicto XVI»: «hablar y colaborar juntos por la paz del mundo».
El diálogo interreligioso con los hindúes avanza «sobre todo donde existen contactos a nivel local» --confirma--; «por ejemplo, la mayoría de los hindúes se encuentra en la India», donde «la Iglesia está muy comprometida a nivel de diálogo interreligioso».
«En lo fundamental somos distintos y no debemos minimizar las diferencias» --indica--, pero la «sensibilidad a lo sagrado, a Dios, a la sacralidad de la vida, a la fidelidad en el matrimonio, al valor de la oración en la vida, al ayuno, a hacer peregrinaciones, esto nos acerca a los hindúes».
Y «cuando hablamos de Dios con ellos, revelado en Jesucristo, los hindúes se ponen a la escucha, porque son sensibles a este tema --constata--. Cuando se conduce una vida centrada en Jesucristo, en su Evangelio, en la vida de la Iglesia, los hindúes no permanecen pasivos, sino que observan con admiración este testimonio».
(ZENIT.org).- El diálogo «es verdaderamente el único camino» para los creyentes de diversos credos, quienes, colaborando, pueden hacer mucho para construir un mundo pacífico, invita un mensaje vaticano a los hindúes.
Como es tradición desde hace diez años, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, con motivo de la fiesta del Diwali, ha hecho público este lunes un mensaje a los hindúes, en esta ocasión sobre el tema «Cristianos e hindúes: decididos a recorrer un camino de diálogo».
Firma el texto su presidente, el cardenal Jean-Louis Tauran, recalcando que la verdadera superación de conflictos tiene lugar a través del diálogo, «evitando toda forma de prejuicio y de ideas estereotipadas sobre los demás y testimoniando fielmente nuestros preceptos y enseñanzas religiosas».
De hecho, «en situaciones de incomprensión es necesario que las personas se reúnan y se comuniquen entre sí para aclarar, en un espíritu fraterno y amistoso, las respectivas creencias, aspiraciones y convicciones», subraya.
Y como toda relación humana, también aquella entre personas de diferentes religiones requiere «alimentarse de encuentros regulares, escucha paciente, colaboración activa y, sobre todo, de una actitud de respeto recíproco», señala el purpurado.
«En consecuencia –añade en el mensaje a los "queridos amigos hindúes"-- tenemos que trabajar para construir vínculos de amistad, como por lo demás deben hacer los fieles de cada religión».
El cardenal Tauran es consciente de que el mundo «desea ardientemente la paz». «Las religiones anuncian la paz»; «¿podemos nosotros, como creyentes de diversas tradiciones religiosas, no trabajar juntos para recibir el don divino de la paz y difundirlo en torno nuestro?», se pregunta.
En este empeño de las comunidades religiosas por construir la paz mundial, es clave «formar a los creyentes» para que «descubran toda la amplitud y la profundidad de la propia religión» y para «que conozcan a otros creyentes», alerta.
«No olvidemos que la ignorancia es el primero y, tal vez, el principal enemigo la vida de quien cree, mientras que la contribución de cada creyente bien formado, junto a la de los demás, constituye un rico recurso para una paz duradera», advierte el purpurado.
En su edición de la víspera de la publicación del mensaje vaticano, «L'Osservatore Romano», como voz oficiosa de la Santa Sede, anunció una «colaboración más estrecha entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso e hindúes».
En una entrevista concedida al diario romano, el subsecretario del citado dicasterio, monseñor Félix Anthony Machado –de origen indio--, informa: «Pensamos iniciar un diálogo más intenso con los hindúes como hacemos ya con los musulmanes y los budistas»; sin «sincretismo» ni «relativismo en nombre del diálogo», sino que éste «continúa como deseó el Concilio Vaticano II» y «como desea ahora Benedicto XVI»: «hablar y colaborar juntos por la paz del mundo».
El diálogo interreligioso con los hindúes avanza «sobre todo donde existen contactos a nivel local» --confirma--; «por ejemplo, la mayoría de los hindúes se encuentra en la India», donde «la Iglesia está muy comprometida a nivel de diálogo interreligioso».
«En lo fundamental somos distintos y no debemos minimizar las diferencias» --indica--, pero la «sensibilidad a lo sagrado, a Dios, a la sacralidad de la vida, a la fidelidad en el matrimonio, al valor de la oración en la vida, al ayuno, a hacer peregrinaciones, esto nos acerca a los hindúes».
Y «cuando hablamos de Dios con ellos, revelado en Jesucristo, los hindúes se ponen a la escucha, porque son sensibles a este tema --constata--. Cuando se conduce una vida centrada en Jesucristo, en su Evangelio, en la vida de la Iglesia, los hindúes no permanecen pasivos, sino que observan con admiración este testimonio».
lunes, 5 de noviembre de 2007
No creo en Dios, soy ateo / Autor: Alejo Fernández Pérez
Sin venir a cuento, en medio de una conversación intrascendente, un amiguete nos suelta: “Es que yo soy ateo”. “Bueno, ¿y a nosotros qué? Como si quieres ser budista, musulmán o del Real Madrid”, contesta otro contertulio. El ateo empezó a desinflarse al notar nuestra indiferencia por su postura “religiosa”, de la que parecía querer presumir.
Con este motivo, el personal se enzarzó en una discusión variopinta, con un vocabulario de andar por casa, y sin meterse en profundidades filosóficas o teológicas. Como el grupo era de un nivel cultural medio-alto, las ideas barajadas pudieran interesar a más de uno:
Quedó claro que ateo es el que no cree en la existencia de Dios. Demostradme que Dios existe, exigió el ateo. Demuéstranos tú que no existe, le replicó otro. Demostrar “racionalmente” la existencia de Dios al modo de las ciencias exactas es imposible, pero más imposible aún es demostrar que no existe. Para el creyente Dios está fuera del tiempo y del espacio, por tanto no existe como existen las demás cosas, pero existe, y se manifieste en esas cosas. El descreído, en cambio, excluye de sus consideraciones lo que no está en el tiempo ni en el espacio.
Lejos de mi intentar convencer a nadie “con razones“ en temas de religión, política partidista o forofos de fútbol, sería perfectamente inútil. En estas materias o nos convencemos solitos o no nos convence nadie. Nos limitamos a poner encima de la mesa algunos razonamientos, siempre deficientes, por si les sirven a alguien.
El ateo corriente es un creyente con una fe: cree que “lo existente se explica por sí mismo”, cosa que la ciencia no ha justificado nunca. Cualquier encadenamiento de razones aboca siempre a principios indemostrables, y las mismas matemáticas, se levanta sobre postulados o proposiciones cuya verdades son indemostrables. Si la ciencia se basa en principio indemostrables, ¿por qué exigimos demostración para aceptar la existencia de Dios?¿No es suficiente la observación de las maravillas del universo o de los seres que lo habitan? ¿No son suficientes los millones de almas que viven sólo por y para su Dios? ¿Están todos equivocados? Mire uno adonde mire aparecen los indicios de Dios: Iglesias, Catedrales, cruces en los caminos, libros, cuadros, poesía, música; además, lo sentimos en nuestro corazón. Chesterton afirmaba que “cuando un hombre deja de creer en Dios, pasa a creer en cualquier cosa”. Vista la experiencia, algo de verdad debe de haber en el aserto.
La fe tiene poco que ver con la razón, sobrepasa a esta, así que no perdamos el tiempo intentando demostrar con lógica las verdades de ninguna religión. Si en la tierra desconocemos casi todo: no sabemos lo que es la electricidad, el átomo, la fuerza, el hombre, la paloma… significa que desconocemos y no conoceremos jamás la verdad última de cualquier ser o fenómeno. Otra cosa es que conozcamos y aprovechemos algunas de sus propiedades como las de la electricidad o la fuerza. El hombre no puede obtener la fe por sí mismo. La da Dios a quien la pide con humildad. El ateismo, desde hace miles de años se debate entre un “no” que le deja insatisfecho y un futuro sin ninguna luz. Su raíz es negativa: ¡No! Y sobre esta raíz no crece la hierba.
San Agustín decía que “El hombre es un saco de deseos”. Desde el principio de la Historia, el sentimiento religioso ha frenado esa tendencia a los deseos: no matar, no mentir, no cometer actos impuros… Las restricciones y los mandatos positivos: “Amarás a Dios y a los hombres” aparecen como mandatos de Dios. Negar a Dios implica serias consecuencias imprevisibles:
a) Si no hay Dios, si Cristo no existió, si sus Evangelios no son válidos, si sus mandamientos no obligan; entonces ¡todo es posible! Eliminado el sentimiento de Dios, desaparece el de culpa, y con él, el deber de autocontención. Los deseos de uno tropiezan con los de otros, exponiéndose a represalias. Además los cristianos tendríamos que reformar dos mil años de historia.
b) Nadie puede comportarse del todo como si no hubiera Dios. Pues los deseos desatados de cada uno chocan con los ajenos, y su satisfacción exigiría tiranizar al prójimo. La sociedad se convertiría en el albergue del crimen generalizado. Por otra parte, los deseos liberados provocan, con su multiplicidad y contradicción entre ellos, un aumento paralelo del temor y la angustia, hasta desgarrar la psique del individuo. Ambos efectos manifiestan el castigo de los dioses.
c) En democracia se pueden imponer normas que regulen las relaciones humanas. Sobre este problema ha girado gran parte del pensamiento occidental. Pero las normas, quitado su referente religioso, serían meras convenciones sociales, que se pueden poner, quitar o cambiar. Las normas divinas son esencialmente eternas. El hombre débil aceptaría las convenciones, por miedo a la sanción social, pero el hombre fuerte y audaz podría rechazarlas. Podría recurrir a la violencia. Al no tener las normas otra base que la convención, salta a la vista la posibilidad de sustituirlas por otras arbitrariamente. Pero Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” . Cuando se prescinde de El, desaparece el norte para nuestras brújulas morales, y la angustia existencial se apodera de los hombres y mujeres de hoy.
d) El relativismo sobre lo que es verdad o no, bueno o malo, bello o feo… del pensamiento actual ha conducido en gran parte al alejamiento de Dios. La verdad absoluta no existiría, los medios de comunicación han certificado su defunción. Sin embargo, hay verdades absolutas: 2+2=4; Cristo existió; además, el relativismo presenta una contradicción insuperable. Cuando se dice “Todo es relativo” se expresa una afirmación de carácter absoluto. Si aseveramos que “todo es relativo”, entonces la misma frase es relativa y queda sin significado; se autodestruye, perdiendo su validez. Como la civilización judeo-cristiana, occidental o europea está empapada de cristianismo, la negación de Cristo obligaría honestamente a sustituirla por otra civilización. ¿Por cuál?
e) En realidad, los ateos integrales son y han sido muy pocos a lo largo de la historia. Personalmente no creo que no crean en un Dios, sino que no quieren creer, pues ello conduciría a unos cuantos a cambiar de forma de vida, a lo cual muchos no estarían dispuestos. No creen hasta que los atenaza la desgracia o se les aproxima la muerte; entonces, casi todos levantan sus ojos al cielo o piden confesión. Los ejemplos son numerosos.
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Fuente: apologetica.org
Con este motivo, el personal se enzarzó en una discusión variopinta, con un vocabulario de andar por casa, y sin meterse en profundidades filosóficas o teológicas. Como el grupo era de un nivel cultural medio-alto, las ideas barajadas pudieran interesar a más de uno:
Quedó claro que ateo es el que no cree en la existencia de Dios. Demostradme que Dios existe, exigió el ateo. Demuéstranos tú que no existe, le replicó otro. Demostrar “racionalmente” la existencia de Dios al modo de las ciencias exactas es imposible, pero más imposible aún es demostrar que no existe. Para el creyente Dios está fuera del tiempo y del espacio, por tanto no existe como existen las demás cosas, pero existe, y se manifieste en esas cosas. El descreído, en cambio, excluye de sus consideraciones lo que no está en el tiempo ni en el espacio.
Lejos de mi intentar convencer a nadie “con razones“ en temas de religión, política partidista o forofos de fútbol, sería perfectamente inútil. En estas materias o nos convencemos solitos o no nos convence nadie. Nos limitamos a poner encima de la mesa algunos razonamientos, siempre deficientes, por si les sirven a alguien.
El ateo corriente es un creyente con una fe: cree que “lo existente se explica por sí mismo”, cosa que la ciencia no ha justificado nunca. Cualquier encadenamiento de razones aboca siempre a principios indemostrables, y las mismas matemáticas, se levanta sobre postulados o proposiciones cuya verdades son indemostrables. Si la ciencia se basa en principio indemostrables, ¿por qué exigimos demostración para aceptar la existencia de Dios?¿No es suficiente la observación de las maravillas del universo o de los seres que lo habitan? ¿No son suficientes los millones de almas que viven sólo por y para su Dios? ¿Están todos equivocados? Mire uno adonde mire aparecen los indicios de Dios: Iglesias, Catedrales, cruces en los caminos, libros, cuadros, poesía, música; además, lo sentimos en nuestro corazón. Chesterton afirmaba que “cuando un hombre deja de creer en Dios, pasa a creer en cualquier cosa”. Vista la experiencia, algo de verdad debe de haber en el aserto.
La fe tiene poco que ver con la razón, sobrepasa a esta, así que no perdamos el tiempo intentando demostrar con lógica las verdades de ninguna religión. Si en la tierra desconocemos casi todo: no sabemos lo que es la electricidad, el átomo, la fuerza, el hombre, la paloma… significa que desconocemos y no conoceremos jamás la verdad última de cualquier ser o fenómeno. Otra cosa es que conozcamos y aprovechemos algunas de sus propiedades como las de la electricidad o la fuerza. El hombre no puede obtener la fe por sí mismo. La da Dios a quien la pide con humildad. El ateismo, desde hace miles de años se debate entre un “no” que le deja insatisfecho y un futuro sin ninguna luz. Su raíz es negativa: ¡No! Y sobre esta raíz no crece la hierba.
San Agustín decía que “El hombre es un saco de deseos”. Desde el principio de la Historia, el sentimiento religioso ha frenado esa tendencia a los deseos: no matar, no mentir, no cometer actos impuros… Las restricciones y los mandatos positivos: “Amarás a Dios y a los hombres” aparecen como mandatos de Dios. Negar a Dios implica serias consecuencias imprevisibles:
a) Si no hay Dios, si Cristo no existió, si sus Evangelios no son válidos, si sus mandamientos no obligan; entonces ¡todo es posible! Eliminado el sentimiento de Dios, desaparece el de culpa, y con él, el deber de autocontención. Los deseos de uno tropiezan con los de otros, exponiéndose a represalias. Además los cristianos tendríamos que reformar dos mil años de historia.
b) Nadie puede comportarse del todo como si no hubiera Dios. Pues los deseos desatados de cada uno chocan con los ajenos, y su satisfacción exigiría tiranizar al prójimo. La sociedad se convertiría en el albergue del crimen generalizado. Por otra parte, los deseos liberados provocan, con su multiplicidad y contradicción entre ellos, un aumento paralelo del temor y la angustia, hasta desgarrar la psique del individuo. Ambos efectos manifiestan el castigo de los dioses.
c) En democracia se pueden imponer normas que regulen las relaciones humanas. Sobre este problema ha girado gran parte del pensamiento occidental. Pero las normas, quitado su referente religioso, serían meras convenciones sociales, que se pueden poner, quitar o cambiar. Las normas divinas son esencialmente eternas. El hombre débil aceptaría las convenciones, por miedo a la sanción social, pero el hombre fuerte y audaz podría rechazarlas. Podría recurrir a la violencia. Al no tener las normas otra base que la convención, salta a la vista la posibilidad de sustituirlas por otras arbitrariamente. Pero Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” . Cuando se prescinde de El, desaparece el norte para nuestras brújulas morales, y la angustia existencial se apodera de los hombres y mujeres de hoy.
d) El relativismo sobre lo que es verdad o no, bueno o malo, bello o feo… del pensamiento actual ha conducido en gran parte al alejamiento de Dios. La verdad absoluta no existiría, los medios de comunicación han certificado su defunción. Sin embargo, hay verdades absolutas: 2+2=4; Cristo existió; además, el relativismo presenta una contradicción insuperable. Cuando se dice “Todo es relativo” se expresa una afirmación de carácter absoluto. Si aseveramos que “todo es relativo”, entonces la misma frase es relativa y queda sin significado; se autodestruye, perdiendo su validez. Como la civilización judeo-cristiana, occidental o europea está empapada de cristianismo, la negación de Cristo obligaría honestamente a sustituirla por otra civilización. ¿Por cuál?
e) En realidad, los ateos integrales son y han sido muy pocos a lo largo de la historia. Personalmente no creo que no crean en un Dios, sino que no quieren creer, pues ello conduciría a unos cuantos a cambiar de forma de vida, a lo cual muchos no estarían dispuestos. No creen hasta que los atenaza la desgracia o se les aproxima la muerte; entonces, casi todos levantan sus ojos al cielo o piden confesión. Los ejemplos son numerosos.
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Fuente: apologetica.org
¿Quién decís que soy yo? / Autor: José Martín Descalzo
Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos (Evangelio de San Marcos 8, 27). Y la historia no ha terminado aún de responderla. El que preguntaba era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente. Él y los que le rodeaban eran gente sin cultura, sin lo que el mundo llama "cultura". No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades de adquirirlo. No contaban con armas ni con poder alguno. Eran todos ellos jóvenes, poco más que unos muchachos, y dos de ellos -uno precisamente el que hacía la pregunta- morirían antes de dos años con las más violentas de las muertes.
Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo la espada. Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres terminaban de entender lo que aquel hombre y sus doce amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido.
Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura. Había dedicado toda su vida a Dios, pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que le seguían por los caminos cuando predicaba, pero a la mayor parte les interesaban más los gestos asombrosos que hacía o el pan que les repartía que todas las palabras que salían de sus labios. De hecho todos le abandonaron cuando sobre su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y sólo su madre y tres o cuatro amigos más le acompañaron en su agonía.
La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella pobre mujer -su madre- que probablemente se hundiría en el silencio del olvido, de la noche y de la soledad.
Y... sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores -aún los más opuestos a él- siguen diciendo que tal hecho o tal batalla ocurrió tantos o cuantos años antes o después de él. Media humanidad, cuando se pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para denominarse. Dos mil años después de su vida y muerte, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su historia ha servido como inspiración para, al menos, la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que él vino a la tierra. Y, cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo -sus familias, sus costumbres, tal vez hasta su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos.
¿Quién, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay!- tantas violencias? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuántos han muerto sólo por proclamarse seguidores suyos! Y también -¡ay!- ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de la Inquisición. Discípulos suyos se han llamado los misioneros que cruzaron el mundo sólo para anunciar su nombre y discípulos suyos nos atrevemos a llamarnos quienes -¡por fin!- hemos sabido compaginar su amor con el dinero.
¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y cuyo nombre -o cuya falsificación- produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar seguro de que aún no ha comenzado a vivir. Gandhi escribió una vez: "Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta si no estudian respetuosamente la vida de Jesús". ¿Y qué pensar entonces de los cristianos -¿cuántos, Dios mío?- que todo 1o desconocen de él, que dicen amarle, pero jamás le han conocido personalmente?
Y es una pregunta que urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si él es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si, en cambio, él hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas.
Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de África.
Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?"
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Fuente. www.interrogantes.net
Tomado de "Vida y misterio de Jesús de Nazaret".
Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo la espada. Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres terminaban de entender lo que aquel hombre y sus doce amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido.
Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura. Había dedicado toda su vida a Dios, pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que le seguían por los caminos cuando predicaba, pero a la mayor parte les interesaban más los gestos asombrosos que hacía o el pan que les repartía que todas las palabras que salían de sus labios. De hecho todos le abandonaron cuando sobre su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y sólo su madre y tres o cuatro amigos más le acompañaron en su agonía.
La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella pobre mujer -su madre- que probablemente se hundiría en el silencio del olvido, de la noche y de la soledad.
Y... sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores -aún los más opuestos a él- siguen diciendo que tal hecho o tal batalla ocurrió tantos o cuantos años antes o después de él. Media humanidad, cuando se pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para denominarse. Dos mil años después de su vida y muerte, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su historia ha servido como inspiración para, al menos, la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que él vino a la tierra. Y, cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo -sus familias, sus costumbres, tal vez hasta su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos.
¿Quién, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay!- tantas violencias? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuántos han muerto sólo por proclamarse seguidores suyos! Y también -¡ay!- ¡cuantos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de la Inquisición. Discípulos suyos se han llamado los misioneros que cruzaron el mundo sólo para anunciar su nombre y discípulos suyos nos atrevemos a llamarnos quienes -¡por fin!- hemos sabido compaginar su amor con el dinero.
¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y cuyo nombre -o cuya falsificación- produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es y qué hemos hecho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar seguro de que aún no ha comenzado a vivir. Gandhi escribió una vez: "Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta si no estudian respetuosamente la vida de Jesús". ¿Y qué pensar entonces de los cristianos -¿cuántos, Dios mío?- que todo 1o desconocen de él, que dicen amarle, pero jamás le han conocido personalmente?
Y es una pregunta que urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si él es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si, en cambio, él hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas.
Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de África.
Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e, ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Por tanto -si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?"
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Fuente. www.interrogantes.net
Tomado de "Vida y misterio de Jesús de Nazaret".
¿Qué gano si me porto bien? / Autor: P. Fernando Pascual
“¿Y qué gano si me porto bien?” Cuando un adolescente o un joven pregunta esto, quiere que le demos un motivo para portarse bien, para vivir éticamente, para ver si realmente vale la pena no seguir sus gustos sino lo que le dicen (o ya sabe) que es correcto.
Cuando es un adulto quien hace esta pregunta, quizá lo hace porque los golpes de la vida le llevan a pensar que actuar honestamente no siempre produce felicidad. Incluso, porque cree que los malos, con su aparente victoria y su sonrisa de triunfo, muestran que es posible ser felices en medio del vicio y la injusticia.
Necesitamos demostrar que no hay verdadera felicidad sin vivir éticamente. Lo cual implica tres cosas. Primero, tener una idea clara de lo que es la felicidad. Segundo, comprender bien lo que es la ética. Y tercero, ver que el único camino para ser felices es vivir éticamente.
¿Qué es la felicidad? Alguno podría pensar que la felicidad coincide con satisfacer cualquier deseo de las personas, o con vivir según las opiniones que están de moda. Entonces sería feliz el que realiza sus sueños de pirómano, o el que abusa de los pobres a través de la usura, o los que simplemente se contentan con escuchar mil veces la música de moda sin molestar a nadie y sin dejar que nadie les moleste.
Intuimos que esta respuesta es muy insuficiente, pues si identificamos la felicidad con seguir cualquier deseo, cualquier capricho, millones de personas que no logran lo que anhelan serán infelices. A la vez, serían felices quienes llevan a cabo fechorías sin nombre, como los criminales o los terroristas que “gozan” y aplauden cada vez que consiguen matar a víctimas inocentes.
La felicidad tiene que ser algo mucho más profundo y más noble. Según pensadores como Platón, Aristóteles, san Agustín y santo Tomás, la felicidad sería el resultado de alcanzar la plenitud humana. Es decir, consistiría en vivir de acuerdo con lo que significa nuestra naturaleza vista no de modo parcial (caprichos, ocurrencias), sino de modo integral: con nuestra alma y con nuestro cuerpo, con nuestras aspiraciones personales y con nuestra condición de hombres que viven en sociedad y abiertos a lo eterno.
Estos grandes pensadores griegos y cristianos reconocieron que el hombre es sensible y espiritual, “solitario” y miembro de un grupo, temporal y eterno, necesitado de bienes materiales y capaz de prescindir de los mismos por motivos superiores. Su felicidad sólo es posible si alcanza su plenitud en todos esos campos.
Definir así la felicidad no evita, sin embargo, un serio problema: cualquier vida humana está continuamente sometida a imprevistos, en todos los niveles, personal y social, corporal y espiritual. ¿No era otro griego, Solón, quien afirmaba que no podemos llamar a nadie feliz mientras viva, sino sólo cuando haya cerrado la historia de su existencia terrena?
Este problema nos hace mirar más allá de la muerte, y preguntarnos por lo que pueda haber detrás de la frontera. De lo contrario, tendríamos que aceptar trágicamente que muchos hombres honestos han sufrido enormes desgracias, mientras muchos malhechores presumen de aparentes “alegrías”. Y que luego, unos y otros se pierden en la nada, como si no hubiese ningún juicio que pusiese las cosas en su sitio, como si no existiese ningún Dios que llene de gozo a los buenos y que “castigue” a los criminales irredentos.
No basta, desde luego, con suponer y “esperar” que exista otra vida para completar la idea de felicidad: sobre un punto tan importante hace falta la máxima certeza posible. La misma filosofía ha ofrecido buenos argumentos para mostrar que el hombre es un ser inmortal, que la muerte no absorbe a quienes llegan a la tumba. Argumentos, hay que reconocerlo, que no todos aceptan, pero eso no les priva de validez. También hay quienes piensan que la violencia puede ser usada cuando a uno le beneficia, y no por ello la idea contraria deja de ser verdadera y defendible desde un punto de vista simplemente racional.
Podríamos decir, como una primera conclusión, que la felicidad consiste en la plenitud integral del hombre. Una plenitud que le permite desarrollar armónicamente sus distintas dimensiones, sea como persona individual, sea como persona en sociedad, sea en el tiempo, sea en la eternidad. Cuando la plenitud se consigue, somos felices. En el cuerpo y en el alma, con los bienes materiales y con los amigos verdaderos, con las satisfacciones de una vida plena que pone orden a tendencias no siempre orientadas a lo bueno, y que acrecienta las potencialidades espirituales de quienes buscan lo noble, lo bello.
Lo anterior nos pone ya en camino para buscar una definición de lo que sea la ética. Si la felicidad consiste en lograr esa plenitud integral a la que todos estamos llamados, la ética no podrá ser un conjunto de normas, leyes o costumbres que nos aparten de ese objetivo, sino que tiene que orientarnos necesariamente a conseguir una meta tan valiosa.
Por desgracia, a lo largo de los últimos 300 años se han elaborado teorías sobre la ética que han dejado de lado un profundo y serio estudio sobre el hombre. En vez de reconocer las dimensiones fundamentales que componen la naturaleza humana, se han limitado a analizar deseos, sentimientos, estados psicológicos de las personas.
En este contexto, algunos han afirmado que es bueno aquello que nos llena de una satisfacción más o menos profunda, que es malo aquello que nos provoca inquietudes o sentimientos de fracaso. Si aceptásemo esto, habría que reconocer que hay tantas visiones éticas como ideas pasan por las cabezas y los corazones de millones de seres humanos que viven de modos muy distintos entre sí.
Otros autores, más que fijarse en el sujeto que actúa, han elaborado sus teorías éticas con la mirada puesta en la sociedad. Según estas teorías, son los demás, los otros, esa “mayoría” que aprueba o condena lo que hacemos, quienes imponen costumbres y normas, quienes dicen lo que es bueno o lo que es malo. Lo cual lleva a un sinfín de problemas, pues a lo largo de los siglos y a lo ancho del planeta, las normas han sido y son sumamente diferentes. Para los antiguos griegos y romanos era algo aceptable el eliminar a los niños defectuosos, el hacer esclavos a los vencidos, el ver a la mujer como alguien inferior y sometido. Para muchos modernos, el aborto es visto como un “derecho”, e incluso un deber, cuando se trata de evitar el nacimiento de hijos no deseados. Y los ejemplos se podrían multiplicar casi hasta el infinito.
Ni el subjetivismo ni el sociologismo nos llevan a comprender lo que es la ética. Entonces, ¿qué es la ética? En su definición más profunda, es una disciplina que nos ayuda a orientar nuestros actos libres en orden a conseguir, en la medida de lo posible, la realización completa de nuestra humanidad. Aunque tengamos que sacrificar algún deseo no muy loable, aunque tengamos que enfrentarnos a las ideas de los que viven a nuestro lado.
Esta definición se apoya en una antropología integral: una antropología que no deje de lado lo corpóreo, como en ciertas corrientes “angelistas”. Ni tampoco lo espiritual, como en los materialismos que han querido sofocarnos durante más de 200 años, y que no acaban de desaparecer en las cabezas de algunos pensadores que se declaran “iluminados” en medio de la oscuridad de sus dudas y sus errores...
Con las definiciones de ética y de felicidad que acabamos de esbozar en cierto modo ya estamos en vías de entrever el nexo entre ética y felicidad. Si la felicidad consiste en la plenitud del vivir humano, y si la ética nos ayuda a orientar nuestros actos hacia esa plenitud, entonces la ética nos debería llevar a ser felices. Es decir, quien vive éticamente se pone en marcha para vivir plenamente su condición humana, y en la medida en que lo logra alcanzará la deseada felicidad.
Aquí, sin embargo, hay que reconocer de nuevo que un sinfín de obstáculos nos separa de la meta. De modo especial, podemos fijarnos en dos aspectos ya en parte mencionados anteriormente.
El primero consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo. Vivimos una existencia temporal en la que la enfermedad, los imprevistos, los peligros de todos los días, ponen en juego nuestra integridad física y nuestras posibilidades de llevar a cabo aquello que desearíamos hacer.
Si una madre o un padre anhelan cuidar a sus hijos y se enferman, la debilidad del cuerpo les aleja de su deseo paterno. No podrán mostrar su amor y su generosidad con aquellos actos con los que antes atendían a cada hijo. La pena profunda que experimentan nace de ese sentirse impedidos, “fracasados”, ante un deseo vehemente, profundo, noble.
En segundo lugar, constatamos la fragilidad de nuestra voluntad. Hay momentos en los que vemos con claridad que un acto nos conviene, que es bueno, que beneficia a otros. Luego, el cansancio, la pereza, el miedo al fracaso o a las críticas, nos acorralan, y no hacemos aquello que deberíamos y que nos habíamos propuesto.
Los casos son infinitos. Un señor que se había comprometido a visitar a un amigo enfermo termina la tarde en el bar junto a sus amigos. Un joven que estudia medicina y tiene que pasar un examen vuelve a suspender porque prefirió ir a la discoteca en vez de dedicar la tarde para hacer sus deberes universitarios. Un político sabe que esta decisión le quitará votos pero beneficiaría al país, y al final prefiere ceder al miedo y opta por otra decisión más cómoda que le permita mantenerse en el poder aunque a la larga provocará muchos males sociales. Estos y otros miles de ejemplos muestran la debilidad que nos asalta, sea por miedo, sea por intereses turbios, sea por otros factores.
Por eso, el camino hacia la felicidad está lleno de baches, de accidentes, de fracasos. Unos, que escapan a nuestro control. Nos llegan, previstos o imprevistos, y parecen truncar proyectos profundamente acariciados. Otros, que pudimos haber evitado, y no lo hicimos porque no quisimos o no supimos vencer perezas, deseos de placer o ambiciones de poder, porque nos dejamos esclavizar por un “triunfo” aparente.
Al mirar hacia atrás, y al ver nuestro presente, pensamos: ¡qué difícil resulta llegar a la plenitud humana! Parece un camino lleno de insidias, parece que no hay posibilidad alguna de ser felices. Sin embargo, quien es capaz de orientarse siempre hacia el bien, quien forma su conciencia y la sigue gustosamente, quien antepone la verdad y la justicia a cualquier interés egoísta, podrá quizá no realizar algunos de sus sueños... Pero sentirá en su corazón que, a pesar de todo, ha querido hacer el bien, y ello produce una felicidad profunda, que permite brillar en una cama de dolor, en un campo de exterminio, en una casa mientras se vive abandonado por familiares y amigos, con una luz que es propia de almas grandes.
Esa luz nos lanza hacia lo eterno, descubre que existe un Dios que no es indiferente a la vida de sus hijos. Un Dios que acompaña a los débiles, levanta a los caídos, ayuda a los necesitados, consuela a los tristes, da la felicidad a los buenos, los justos, los sinceros, los limpios...
Vale la pena vivir a fondo los principios éticos. Vale la pena construir la vida no según el capricho del instante, sino según aquello que no pasa. Vale la pena arriesgarse a aparentes fracasos en el tiempo, cuando lo eterno llena de esperanza y da una felicidad profunda que inicia aquí abajo e ingresa, de un modo que aún no vislumbramos plenamente, en el cielo.
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Fuente: Catholic.net
Cuando es un adulto quien hace esta pregunta, quizá lo hace porque los golpes de la vida le llevan a pensar que actuar honestamente no siempre produce felicidad. Incluso, porque cree que los malos, con su aparente victoria y su sonrisa de triunfo, muestran que es posible ser felices en medio del vicio y la injusticia.
Necesitamos demostrar que no hay verdadera felicidad sin vivir éticamente. Lo cual implica tres cosas. Primero, tener una idea clara de lo que es la felicidad. Segundo, comprender bien lo que es la ética. Y tercero, ver que el único camino para ser felices es vivir éticamente.
¿Qué es la felicidad? Alguno podría pensar que la felicidad coincide con satisfacer cualquier deseo de las personas, o con vivir según las opiniones que están de moda. Entonces sería feliz el que realiza sus sueños de pirómano, o el que abusa de los pobres a través de la usura, o los que simplemente se contentan con escuchar mil veces la música de moda sin molestar a nadie y sin dejar que nadie les moleste.
Intuimos que esta respuesta es muy insuficiente, pues si identificamos la felicidad con seguir cualquier deseo, cualquier capricho, millones de personas que no logran lo que anhelan serán infelices. A la vez, serían felices quienes llevan a cabo fechorías sin nombre, como los criminales o los terroristas que “gozan” y aplauden cada vez que consiguen matar a víctimas inocentes.
La felicidad tiene que ser algo mucho más profundo y más noble. Según pensadores como Platón, Aristóteles, san Agustín y santo Tomás, la felicidad sería el resultado de alcanzar la plenitud humana. Es decir, consistiría en vivir de acuerdo con lo que significa nuestra naturaleza vista no de modo parcial (caprichos, ocurrencias), sino de modo integral: con nuestra alma y con nuestro cuerpo, con nuestras aspiraciones personales y con nuestra condición de hombres que viven en sociedad y abiertos a lo eterno.
Estos grandes pensadores griegos y cristianos reconocieron que el hombre es sensible y espiritual, “solitario” y miembro de un grupo, temporal y eterno, necesitado de bienes materiales y capaz de prescindir de los mismos por motivos superiores. Su felicidad sólo es posible si alcanza su plenitud en todos esos campos.
Definir así la felicidad no evita, sin embargo, un serio problema: cualquier vida humana está continuamente sometida a imprevistos, en todos los niveles, personal y social, corporal y espiritual. ¿No era otro griego, Solón, quien afirmaba que no podemos llamar a nadie feliz mientras viva, sino sólo cuando haya cerrado la historia de su existencia terrena?
Este problema nos hace mirar más allá de la muerte, y preguntarnos por lo que pueda haber detrás de la frontera. De lo contrario, tendríamos que aceptar trágicamente que muchos hombres honestos han sufrido enormes desgracias, mientras muchos malhechores presumen de aparentes “alegrías”. Y que luego, unos y otros se pierden en la nada, como si no hubiese ningún juicio que pusiese las cosas en su sitio, como si no existiese ningún Dios que llene de gozo a los buenos y que “castigue” a los criminales irredentos.
No basta, desde luego, con suponer y “esperar” que exista otra vida para completar la idea de felicidad: sobre un punto tan importante hace falta la máxima certeza posible. La misma filosofía ha ofrecido buenos argumentos para mostrar que el hombre es un ser inmortal, que la muerte no absorbe a quienes llegan a la tumba. Argumentos, hay que reconocerlo, que no todos aceptan, pero eso no les priva de validez. También hay quienes piensan que la violencia puede ser usada cuando a uno le beneficia, y no por ello la idea contraria deja de ser verdadera y defendible desde un punto de vista simplemente racional.
Podríamos decir, como una primera conclusión, que la felicidad consiste en la plenitud integral del hombre. Una plenitud que le permite desarrollar armónicamente sus distintas dimensiones, sea como persona individual, sea como persona en sociedad, sea en el tiempo, sea en la eternidad. Cuando la plenitud se consigue, somos felices. En el cuerpo y en el alma, con los bienes materiales y con los amigos verdaderos, con las satisfacciones de una vida plena que pone orden a tendencias no siempre orientadas a lo bueno, y que acrecienta las potencialidades espirituales de quienes buscan lo noble, lo bello.
Lo anterior nos pone ya en camino para buscar una definición de lo que sea la ética. Si la felicidad consiste en lograr esa plenitud integral a la que todos estamos llamados, la ética no podrá ser un conjunto de normas, leyes o costumbres que nos aparten de ese objetivo, sino que tiene que orientarnos necesariamente a conseguir una meta tan valiosa.
Por desgracia, a lo largo de los últimos 300 años se han elaborado teorías sobre la ética que han dejado de lado un profundo y serio estudio sobre el hombre. En vez de reconocer las dimensiones fundamentales que componen la naturaleza humana, se han limitado a analizar deseos, sentimientos, estados psicológicos de las personas.
En este contexto, algunos han afirmado que es bueno aquello que nos llena de una satisfacción más o menos profunda, que es malo aquello que nos provoca inquietudes o sentimientos de fracaso. Si aceptásemo esto, habría que reconocer que hay tantas visiones éticas como ideas pasan por las cabezas y los corazones de millones de seres humanos que viven de modos muy distintos entre sí.
Otros autores, más que fijarse en el sujeto que actúa, han elaborado sus teorías éticas con la mirada puesta en la sociedad. Según estas teorías, son los demás, los otros, esa “mayoría” que aprueba o condena lo que hacemos, quienes imponen costumbres y normas, quienes dicen lo que es bueno o lo que es malo. Lo cual lleva a un sinfín de problemas, pues a lo largo de los siglos y a lo ancho del planeta, las normas han sido y son sumamente diferentes. Para los antiguos griegos y romanos era algo aceptable el eliminar a los niños defectuosos, el hacer esclavos a los vencidos, el ver a la mujer como alguien inferior y sometido. Para muchos modernos, el aborto es visto como un “derecho”, e incluso un deber, cuando se trata de evitar el nacimiento de hijos no deseados. Y los ejemplos se podrían multiplicar casi hasta el infinito.
Ni el subjetivismo ni el sociologismo nos llevan a comprender lo que es la ética. Entonces, ¿qué es la ética? En su definición más profunda, es una disciplina que nos ayuda a orientar nuestros actos libres en orden a conseguir, en la medida de lo posible, la realización completa de nuestra humanidad. Aunque tengamos que sacrificar algún deseo no muy loable, aunque tengamos que enfrentarnos a las ideas de los que viven a nuestro lado.
Esta definición se apoya en una antropología integral: una antropología que no deje de lado lo corpóreo, como en ciertas corrientes “angelistas”. Ni tampoco lo espiritual, como en los materialismos que han querido sofocarnos durante más de 200 años, y que no acaban de desaparecer en las cabezas de algunos pensadores que se declaran “iluminados” en medio de la oscuridad de sus dudas y sus errores...
Con las definiciones de ética y de felicidad que acabamos de esbozar en cierto modo ya estamos en vías de entrever el nexo entre ética y felicidad. Si la felicidad consiste en la plenitud del vivir humano, y si la ética nos ayuda a orientar nuestros actos hacia esa plenitud, entonces la ética nos debería llevar a ser felices. Es decir, quien vive éticamente se pone en marcha para vivir plenamente su condición humana, y en la medida en que lo logra alcanzará la deseada felicidad.
Aquí, sin embargo, hay que reconocer de nuevo que un sinfín de obstáculos nos separa de la meta. De modo especial, podemos fijarnos en dos aspectos ya en parte mencionados anteriormente.
El primero consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo. Vivimos una existencia temporal en la que la enfermedad, los imprevistos, los peligros de todos los días, ponen en juego nuestra integridad física y nuestras posibilidades de llevar a cabo aquello que desearíamos hacer.
Si una madre o un padre anhelan cuidar a sus hijos y se enferman, la debilidad del cuerpo les aleja de su deseo paterno. No podrán mostrar su amor y su generosidad con aquellos actos con los que antes atendían a cada hijo. La pena profunda que experimentan nace de ese sentirse impedidos, “fracasados”, ante un deseo vehemente, profundo, noble.
En segundo lugar, constatamos la fragilidad de nuestra voluntad. Hay momentos en los que vemos con claridad que un acto nos conviene, que es bueno, que beneficia a otros. Luego, el cansancio, la pereza, el miedo al fracaso o a las críticas, nos acorralan, y no hacemos aquello que deberíamos y que nos habíamos propuesto.
Los casos son infinitos. Un señor que se había comprometido a visitar a un amigo enfermo termina la tarde en el bar junto a sus amigos. Un joven que estudia medicina y tiene que pasar un examen vuelve a suspender porque prefirió ir a la discoteca en vez de dedicar la tarde para hacer sus deberes universitarios. Un político sabe que esta decisión le quitará votos pero beneficiaría al país, y al final prefiere ceder al miedo y opta por otra decisión más cómoda que le permita mantenerse en el poder aunque a la larga provocará muchos males sociales. Estos y otros miles de ejemplos muestran la debilidad que nos asalta, sea por miedo, sea por intereses turbios, sea por otros factores.
Por eso, el camino hacia la felicidad está lleno de baches, de accidentes, de fracasos. Unos, que escapan a nuestro control. Nos llegan, previstos o imprevistos, y parecen truncar proyectos profundamente acariciados. Otros, que pudimos haber evitado, y no lo hicimos porque no quisimos o no supimos vencer perezas, deseos de placer o ambiciones de poder, porque nos dejamos esclavizar por un “triunfo” aparente.
Al mirar hacia atrás, y al ver nuestro presente, pensamos: ¡qué difícil resulta llegar a la plenitud humana! Parece un camino lleno de insidias, parece que no hay posibilidad alguna de ser felices. Sin embargo, quien es capaz de orientarse siempre hacia el bien, quien forma su conciencia y la sigue gustosamente, quien antepone la verdad y la justicia a cualquier interés egoísta, podrá quizá no realizar algunos de sus sueños... Pero sentirá en su corazón que, a pesar de todo, ha querido hacer el bien, y ello produce una felicidad profunda, que permite brillar en una cama de dolor, en un campo de exterminio, en una casa mientras se vive abandonado por familiares y amigos, con una luz que es propia de almas grandes.
Esa luz nos lanza hacia lo eterno, descubre que existe un Dios que no es indiferente a la vida de sus hijos. Un Dios que acompaña a los débiles, levanta a los caídos, ayuda a los necesitados, consuela a los tristes, da la felicidad a los buenos, los justos, los sinceros, los limpios...
Vale la pena vivir a fondo los principios éticos. Vale la pena construir la vida no según el capricho del instante, sino según aquello que no pasa. Vale la pena arriesgarse a aparentes fracasos en el tiempo, cuando lo eterno llena de esperanza y da una felicidad profunda que inicia aquí abajo e ingresa, de un modo que aún no vislumbramos plenamente, en el cielo.
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Fuente: Catholic.net
Second Life o vacío existencial / Autora: Rosa Martha Abascal
“Get a life” o lo que es lo mismo: ¡consíguete una vida!... es una frase común cuando alguien tiene tan poco que dar y que hacer, que vive husmeando en la vida de los demás, criticando y destrozando a cuanta persona se le cruza por el camino, se les nota por todos lados que su vida es vacía, hueca, sin metas, sin ilusiones, sin dinamismo, sin esperanza y sin Amor. Hoy en dia, el “obtener una vida” es ya una realidad “gracias” a sitios de Internet como Second Life.
¿QUÉ ES SECOND LIFE?
Second life es una página de Internet que le “da la oportunidad” de reinventarse a quien quiera.
Para existir en Second Life es necesario crear una figura virtual tridimensional o avatar. Es decir, una persona real crea un espejo de sí mismo en la red con la diferencia de que ese espejo o segundo “yo” puede tener características físicas, psicológicas y conductuales totalmente diferentes a las que posee esa persona en el mundo real, con lo cual, la vida al estilo “Matrix”, la famosa trilogía, es ya hoy una realidad.
En el second life, formado hoy en día por mas de 9 millones de “residentes” (personas que tiene su personaje o avatar en este sitio de Internet), se ha creado ya una especie de país (como le denomina su fundador Roseadle) virtual, en donde las personas con su personalidad virtual interactúan, juegan, hacen negocios (comprar y vender cosas, terrenos, ideas, ropa…), se comunican, tienen sexo, familias, casas, viajan, exploran, construyen, aprenden, se divierten, vuelan y en general hacen todo lo que quieran. Second Life.
Este país tiene su propia moneda (dólar Linden) y un producto interno bruto de 500 millones de dólares REALES. Su extensión territorial tiene un total de 651 kilómetros cuadrados distribuidos en islas y continentes. Varias ciudades reproducidas con exactitud como Nueva York, Roma, Dublín, Los Angeles, Tokio entre otras. Puedes asistir a tiendas, centros comerciales, discotecas, yates, viajar por helicóptero, en globo, en coches Fórmula 1, surfear, escalar y hasta volar por encima de todas estas “maravillas”. Y eso no es todo, los avatares o personajes virtuales se pueden “teleportear”, es decir trasladarse en cuestión de segundos de una ciudad a otra.
Hay sitios privados, generados por comunidades o empresas, en los cuales sólo pueden estar los avatares que hayan sido expresamente aceptados para acceder a ellas. Hay zonas rojas o de adultos, en las cuales el negocio del sexo representa una buena parte de las transacciones económicas que se realizan en Second Life.
Second Life ha generado furor en algunos ambientes y sociedades, al grado que se puede asistir a conciertos de U2 o se podía asistir en temporada electoral a los mítines de Royale y Sarkozy. Puedes comprar en tu boutique favorita, escuchar jazz, pasearte por Chichén Itzá, visitar museos, exposiciones y galerías.
Tiene varios competidores entre ellos Active Worlds, There, Entropia Universe, Multiverse y la plataforma de código libre Metaverse.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE SECOND LIFE?
Considerado el “dios de lo virtual”, Philip Roseadle, quien ronda los 40 años, es reconocido por haber proporcionado a los internautas “el don” de elegir la personalidad, el rostro, el cuerpo, la vida, los lujos, la profesión, en una palabra, todo eso que hubieran deseado tener, gracias al mundo paralelo de Second Life. Nacido en Silicon Valley, casado y padre de dos hijos, Philip explica que Second Life es un país, “un lugar digital en el que, quienes viven allí, experimentan algo imposible en el mundo real: controlar su futuro”, añade.
Los orígenes de SL no son difíciles de descubrir para los seguidores de la ciencia-ficción. Según sus creadores, la inspiración para este mundo mágico proviene de la novela Snow Crash, de Neal Stephenson, y del movimiento literario Cyberpunk.
ENTENDIENDO EL FUNCIONAMIENTO DE SECOND LIFE
Cualquiera puede registrarse con una cuenta gratuita y comenzar a utilizar las herramientas para cambiar la apariencia física y la indumentaria. Sin embargo, para comprar terreno o construir una casa hay que crear una cuenta de pago –unos 9 dólares mensuales– y eso supone identificarse –dar el nombre y apellidos reales– mediante una tarjeta bancaria. Se pueden obtener dólares linden “trabajando” o “haciendo filas largas” para recibir gratuitamente algunos dólares.
Aprender a comunicarse en second life “puede requerir varios días o varias semanas”. Crear un objeto o construir una casa exige una paciencia mayor, pues hay que familiarizarse con las herramientas de edición, buscar diferentes texturas y aprender a combinarlas. En el fondo es una tarea muy entretenida. Existen reglas básicas para “convivir” en el mundo virtual:
1. Se combate la intolerancia y todo lo que suponga marginar o discriminar a otros residentes por motivos de raza, religión u orientación sexual.
2. No se permite el acoso, lo que incluye amenazas o comportamientos groseros.
3. El nudismo, los contenidos sexuales o la violencia sólo se admiten en zonas privadas y en áreas expresamente calificadas con la letra “M”, indicativa de “madurez”.
4. Se impiden las agresiones (empujones o disparos en áreas “S”, consideradas seguras)
5. Se prohibe faltar al respeto a la privacidad de otros residentes; por ejemplo, se prohíbe revelar datos personales de su vida real, sin su consentimiento.
Cuando alguno de estos hechos sucede, basta con enviar un informe a los administradores de SL –un clic en el menú lo remite de manera inmediata– y en breves segundos residentes apellidados Linden, empleados en Linden Lab, acuden al lugar del conflicto. Estos conflictos pueden causar hasta la remoción de un avatar de ese mundo virtual.
LAS EMPRESAS Y SECOND LIFE
Algunas grandes empresas ya observan este mundo virtual como un nuevo segmento de mercado, con clientes potenciales adultos –teóricamente, no se permite la inscripción a los menores de 18 años–, con empleo, título universitario y suficiente poder adquisitivo, según el perfil básico del residente. IBM ha adquirido quince islas, General Motors, Vodafone, Sun Microsystems, Accenture, Wells Fargo y Dell tienen sus “representantes” en ese mundo virtual.
Algunas empresas quieren usar este “mundo” como “medio de reuniones virtuales”, otras quieren explorar el comportamiento de sus clientes después de realizar una compra. Otras hacen reclutamiento por esta vía para que, si satisface sus necesidades, después se lleve a cabo una entrevista real. Sin embargo, hay especialistas como la revista Times que ha pronosticado que Second Life “se desinflará” pronto.
ALGUNOS TESTIMONIOS... ¿Y LA ESQUIZOFRENIA?
Tener una vida real y una paralela… o virtual… ¿no es esquizofrenia? Hay quien se pregunta cómo es posible vivir una vida virtual si para vivir la vida real a plenitud se requiere de todo el tiempo para poder desarrollarla y afianzarla… o es que es tan pobre la vida real que hay que buscar una virtual… El siguiente es un testimonio que encontramos en foros sobre Second Life, que por obvias razones es anónimo, leerlo aclara las preguntas anteriores con una contundencia incuestionable:
“Entré en Second Life (SL) por motivos laborales. Fue en noviembre del 2006. Tardé mes y medio en realizar mi trabajo, y se presuponía que tras su realización mi vida iba a seguir como siempre y que iba a dejar SL. Pero, algo había cambiado.
Algo en mi interior gruñía con fuerza abriéndose paso hacía afuera. Ahora que conocía el funcionamiento del programa, que había conocido a personas más o menos interesantes, yo que nunca había chateado por Internet, me negaba a abandonar este mundo virtual, de fantasía, donde podía realizar todo lo que deseaba. No sólo recrear mis propias fantasías del tipo que fueran, sino llenar el enorme vacío que mi alma tenía. Saciar mis carencias, olvidar mis frustraciones. Y así fue como con un avatar nuevo comencé a tirarme sin paracaídas en ese mundo donde a todos les pasaba exactamente lo mismo que a mí. No que buscásemos las mismas cosas, pero sí que teníamos los mismos vacíos existenciales.
En definitiva, el mundo virtual era tamizado por mi mismo cerebro. Recibía las mismas sensaciones y emociones que en la vida real con la formula ampliada del anonimato. Y las horas iban pasando dentro de aquel mundo donde cada vez pasaba más tiempo. La segunda vida se trasformó en la primera. Y mi familia en mi segunda familia. El que me conoce un poco sabe cuánto me doy a lo que me gusta: sólo paro cuando estoy completamente saciado, harto. Quiero aclarar, que no estaba sujeto al programa, sino a las personas que había en él y a lo que hacía con ellas. Cuando apagaba la computadora era un dolor terrible el que me producía, y estaba deseando poder volverme a conectar. Tenía amigos de los cinco continentes. E incluso, y eso fue lo más importante, llegué a enamorarme como un adolescente. Y a ella le pasó lo mismo que a mí. No quiero entrar en detalles.
¿Qué puede uno decir y a quién, cuando se ha enamorado de una persona que no conoce físicamente? Sencillamente nada. Lo que durante tantos años había estado tapado, al final se había desamordazado y gritaba con más fuerza que nunca. No dormía, no comía, no quedaba con nadie. Mi único deseo era estar en Second Life, con ella y con las personas que tan buenos ratos agradables me proporcionaban. ¿Era un adicto a SL? No. Más bien era un carente de muchas cosas que ahí veía saciadas. Creo que la adicción es otra cosa, o yo al menos quiero pensar eso… No hay dos vidas, ni tres ni cuatro ni cinco. Sólo una; y esa la tenemos que llenar como sea y donde sea. Me hizo comprender que al igual que llenaba mi alma y calmaba mi sed en el mundo virtual, lo podía hacer en mi vida real, incluso con más intensidad, porque en los mundos virtuales sólo utilizamos dos sentidos: vista y oído. Suficientes para llenar brechas, vacíos del corazón, pero, ¿por qué conformarse con dos cuando tenemos cinco? Además había abandonado a mi familia y cada vez estaba más alejado de ella. Estaba solo. Solo en la realidad. Mi mujer y mis hijos se habían marchado hacía meses y ni siquiera los echaba de menos.
Pero, me sobrevino la enfermedad y me encontré sin compañía, y fue entonces cuando me di cuenta, en la cama del hospital, de lo solo que me encontraba sin nadie a quien llamar, sin nadie a quien acudir, sin una cara amiga a quien decirle lo malito que estaba.
¿Egoísmo? Llámenlo como quieran. Quizás sólo sea el resultado de una reflexión profunda después de verle los dientes al lobo. Así que, cuando volví del hospital mi vida se redujo a pedir perdón a las personas queridas de mi primera vida, y a las que dejaba de mi segunda. Abandoné definitivamente Second Life; pero, algo les puedo decir con sinceridad: todavía añoro ciertos momentos con determinadas personas. Sería un hipócrita si así no lo dijera, si no reconociera que he dejado allí dentro parte de mi vida. Sin embargo, sé que no debo de entrar más. Soy muy débil, tengo muchas carencias, estoy frustrado por los mil latigazos que me ha dado la vida, y sé que no tengo medida.
No estoy preparado para entrar con la tranquilidad que debería de tener y que volvería a las andadas. Sólo espero que mi historia le pueda servir a alguien. Es breve, pero, así es la vida”.
¿QUÉ OPINAN LOS EXPERTOS?
Para Antonio Damasio, director del Instituto del Cerebro y la Creatividad de California, abusar de SL “puede llegar a aislar a los individuos”, desconectarlos de su realidad. Damasio, portugués afincado en Estados Unidos que recibió en 2005 el premio Príncipe de Asturias y dirige en California el Instituto del Cerebro y la Creatividad, declaró en una entrevista con Efe que ’pasar cada vez más y más tiempo en este mundo no es bueno, ya que se trata de un mundo de ficción’.
Esa misma opinión sostiene Charo Sádaba: “El deseo de ser otra persona durante un largo periodo obviamente manifiesta una frustración con tu propia vida, que te lleva a inventar una vida paralela, simular ser otra persona y pretender ser feliz, y eso es una huida de la realidad que no se puede mantener por mucho tiempo”. Precisamente ese es el objetivo de un gran número de usuarios, que pasan horas enganchados en casinos o clubes de alterne. Según declara el mismo fundador Rosedale, “buscan escapar; les mueve el deseo de ser alguien que quieren ser, pero quizá no pueden ser en la vida real”. De hecho, como muchas veces ha reconocido su fundador, “Second Life se parece mucho a Los Ángeles; la casa de los sueños es siempre la misma, estilo Frank Lloyd Wright, sobre el mar; los coches son Ferrari y los avatares, increíblemente bellos, parecen super-modelos…”.
Las críticas más recientes a Second Life se refieren a otros problemas, relacionados con el blanqueo de capitales, las drogas o el negocio del sexo, a raíz de las denuncias presentadas por una cadena alemana de televisión, ARD, en relación con un caso de pornografía infantil. Su reportero –Nick Sanders– fue invitado a una reunión privada en la que presuntamente se cometía este hecho delictivo, que ahora investiga la policía.
Al escritor José Saramago le asusta que la vida real sea insuficiente, que no baste. En una entrevista en radiocable.com aseguró que «el riesgo es que todo esto se convierta en una adicción que encierre a la persona en el personaje. Podemos acabar teniendo dudas sobre qué es más real, nuestra compleja vida interior o el personaje/avatar que hemos creado, una situación de esquizofrenia».
CONCLUSIONES
Estar insatisfecho con la propia vida, sin esperanza y sin ganas de luchar por mejorar el propio entorno, es el mejor caldo de cultivo para negocios lucrativos, deshumanizantes y que desubican en lugar de ayudar a mejorar la propia vida. Son vendedores de sueños, de triunfos aparentes, vendedores de humo que se dispersa con la primera ráfaga de viento.
El éxito de ese mundo paralelo se debe a que el ser humano siempre ha soñado con “ser el príncipe o la princesa azul”, el triunfador, el guapo, el rico, el poderoso, y este tipo de tecnologías dan la “ilusión” de ser así. Sin embargo, en la realidad nada cambia. Por desgracia, sin restricciones ni gobierno, Second Life es proclive a la anarquía y la depravación, y bien se merece una investigación aparte la supuesta red alemana de pornografía infantil que infecta a la incipiente sociedad virtual.
Por todo ello y por otras lacras sociales que están surgiendo en Second Life –donde a la fecha los negocios más rentables son los prostíbulos y casinos–, el premio Nobel José Saramago, en una entrevista aparecida en YouTube, pronosticó que con el tiempo, el mundo de Second Life será peor que el real.
Es fundamental no confundir Second Life con un “juego”, pues jugar es una actividad lúdica y pedagógica, un ejercicio de simplificación de la propia realidad para poder vivirla, un ejercicio de la imaginación para comprender la realidad, pero no para negarla. Jugar, por tanto, necesita de una distancia con lo real y simular implica una distinción entre la simulación y la realidad. ¿Qué puede tener de divertido jugar a un juego en el que yo soy yo, en el que vivo una cotidianeidad y un reflejo de mi propia vida o de mis frustraciones? Es simplemente un ejercicio esquizofrénico.
¿No dice mucho de nuestra situación psíquica, erótica y social el hecho de que inventemos simuladores para simular lo que de por sí deberíamos hacer en nuestra vida?
La vida es esperanza, es una oportunidad cada vez que sale el sol, es un respiro de descanso cada que se oculta para recomenzar y reconstruir y re intentar dia con dia la vida que es UNICA.
Aprovechar cada instante de nuestra vida es nuestro derecho, pero también nuestro deber de justicia para con todos los que nos rodean, nuestra familia, nuestros amigos y por supuesto este México que hoy necesita una sociedad activa, participativa y comprometida.
Si tu estás frustrado con tu propia vida, haz lo necesario para reconstruirla, pero DE NINGUNA FORMA te falsifiques y mucho menos pierdas el tiempo, que es el tesoro mas grande que puedes tener. Úsalo para ser quien quieres ser, quien debes ser por ti y por los tuyos… y recuerda que la mejor forma de encontrarle sentido a la vida es SIRVIENDO a quienes te rodean, tal y como la Madre Teresa de Calcuta nos enseñó con su testimonio: “El que no VIVE para servir, no sirve para vivir.”
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Fuente: Yoinfluyo.com
¿QUÉ ES SECOND LIFE?
Second life es una página de Internet que le “da la oportunidad” de reinventarse a quien quiera.
Para existir en Second Life es necesario crear una figura virtual tridimensional o avatar. Es decir, una persona real crea un espejo de sí mismo en la red con la diferencia de que ese espejo o segundo “yo” puede tener características físicas, psicológicas y conductuales totalmente diferentes a las que posee esa persona en el mundo real, con lo cual, la vida al estilo “Matrix”, la famosa trilogía, es ya hoy una realidad.
En el second life, formado hoy en día por mas de 9 millones de “residentes” (personas que tiene su personaje o avatar en este sitio de Internet), se ha creado ya una especie de país (como le denomina su fundador Roseadle) virtual, en donde las personas con su personalidad virtual interactúan, juegan, hacen negocios (comprar y vender cosas, terrenos, ideas, ropa…), se comunican, tienen sexo, familias, casas, viajan, exploran, construyen, aprenden, se divierten, vuelan y en general hacen todo lo que quieran. Second Life.
Este país tiene su propia moneda (dólar Linden) y un producto interno bruto de 500 millones de dólares REALES. Su extensión territorial tiene un total de 651 kilómetros cuadrados distribuidos en islas y continentes. Varias ciudades reproducidas con exactitud como Nueva York, Roma, Dublín, Los Angeles, Tokio entre otras. Puedes asistir a tiendas, centros comerciales, discotecas, yates, viajar por helicóptero, en globo, en coches Fórmula 1, surfear, escalar y hasta volar por encima de todas estas “maravillas”. Y eso no es todo, los avatares o personajes virtuales se pueden “teleportear”, es decir trasladarse en cuestión de segundos de una ciudad a otra.
Hay sitios privados, generados por comunidades o empresas, en los cuales sólo pueden estar los avatares que hayan sido expresamente aceptados para acceder a ellas. Hay zonas rojas o de adultos, en las cuales el negocio del sexo representa una buena parte de las transacciones económicas que se realizan en Second Life.
Second Life ha generado furor en algunos ambientes y sociedades, al grado que se puede asistir a conciertos de U2 o se podía asistir en temporada electoral a los mítines de Royale y Sarkozy. Puedes comprar en tu boutique favorita, escuchar jazz, pasearte por Chichén Itzá, visitar museos, exposiciones y galerías.
Tiene varios competidores entre ellos Active Worlds, There, Entropia Universe, Multiverse y la plataforma de código libre Metaverse.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE SECOND LIFE?
Considerado el “dios de lo virtual”, Philip Roseadle, quien ronda los 40 años, es reconocido por haber proporcionado a los internautas “el don” de elegir la personalidad, el rostro, el cuerpo, la vida, los lujos, la profesión, en una palabra, todo eso que hubieran deseado tener, gracias al mundo paralelo de Second Life. Nacido en Silicon Valley, casado y padre de dos hijos, Philip explica que Second Life es un país, “un lugar digital en el que, quienes viven allí, experimentan algo imposible en el mundo real: controlar su futuro”, añade.
Los orígenes de SL no son difíciles de descubrir para los seguidores de la ciencia-ficción. Según sus creadores, la inspiración para este mundo mágico proviene de la novela Snow Crash, de Neal Stephenson, y del movimiento literario Cyberpunk.
ENTENDIENDO EL FUNCIONAMIENTO DE SECOND LIFE
Cualquiera puede registrarse con una cuenta gratuita y comenzar a utilizar las herramientas para cambiar la apariencia física y la indumentaria. Sin embargo, para comprar terreno o construir una casa hay que crear una cuenta de pago –unos 9 dólares mensuales– y eso supone identificarse –dar el nombre y apellidos reales– mediante una tarjeta bancaria. Se pueden obtener dólares linden “trabajando” o “haciendo filas largas” para recibir gratuitamente algunos dólares.
Aprender a comunicarse en second life “puede requerir varios días o varias semanas”. Crear un objeto o construir una casa exige una paciencia mayor, pues hay que familiarizarse con las herramientas de edición, buscar diferentes texturas y aprender a combinarlas. En el fondo es una tarea muy entretenida. Existen reglas básicas para “convivir” en el mundo virtual:
1. Se combate la intolerancia y todo lo que suponga marginar o discriminar a otros residentes por motivos de raza, religión u orientación sexual.
2. No se permite el acoso, lo que incluye amenazas o comportamientos groseros.
3. El nudismo, los contenidos sexuales o la violencia sólo se admiten en zonas privadas y en áreas expresamente calificadas con la letra “M”, indicativa de “madurez”.
4. Se impiden las agresiones (empujones o disparos en áreas “S”, consideradas seguras)
5. Se prohibe faltar al respeto a la privacidad de otros residentes; por ejemplo, se prohíbe revelar datos personales de su vida real, sin su consentimiento.
Cuando alguno de estos hechos sucede, basta con enviar un informe a los administradores de SL –un clic en el menú lo remite de manera inmediata– y en breves segundos residentes apellidados Linden, empleados en Linden Lab, acuden al lugar del conflicto. Estos conflictos pueden causar hasta la remoción de un avatar de ese mundo virtual.
LAS EMPRESAS Y SECOND LIFE
Algunas grandes empresas ya observan este mundo virtual como un nuevo segmento de mercado, con clientes potenciales adultos –teóricamente, no se permite la inscripción a los menores de 18 años–, con empleo, título universitario y suficiente poder adquisitivo, según el perfil básico del residente. IBM ha adquirido quince islas, General Motors, Vodafone, Sun Microsystems, Accenture, Wells Fargo y Dell tienen sus “representantes” en ese mundo virtual.
Algunas empresas quieren usar este “mundo” como “medio de reuniones virtuales”, otras quieren explorar el comportamiento de sus clientes después de realizar una compra. Otras hacen reclutamiento por esta vía para que, si satisface sus necesidades, después se lleve a cabo una entrevista real. Sin embargo, hay especialistas como la revista Times que ha pronosticado que Second Life “se desinflará” pronto.
ALGUNOS TESTIMONIOS... ¿Y LA ESQUIZOFRENIA?
Tener una vida real y una paralela… o virtual… ¿no es esquizofrenia? Hay quien se pregunta cómo es posible vivir una vida virtual si para vivir la vida real a plenitud se requiere de todo el tiempo para poder desarrollarla y afianzarla… o es que es tan pobre la vida real que hay que buscar una virtual… El siguiente es un testimonio que encontramos en foros sobre Second Life, que por obvias razones es anónimo, leerlo aclara las preguntas anteriores con una contundencia incuestionable:
“Entré en Second Life (SL) por motivos laborales. Fue en noviembre del 2006. Tardé mes y medio en realizar mi trabajo, y se presuponía que tras su realización mi vida iba a seguir como siempre y que iba a dejar SL. Pero, algo había cambiado.
Algo en mi interior gruñía con fuerza abriéndose paso hacía afuera. Ahora que conocía el funcionamiento del programa, que había conocido a personas más o menos interesantes, yo que nunca había chateado por Internet, me negaba a abandonar este mundo virtual, de fantasía, donde podía realizar todo lo que deseaba. No sólo recrear mis propias fantasías del tipo que fueran, sino llenar el enorme vacío que mi alma tenía. Saciar mis carencias, olvidar mis frustraciones. Y así fue como con un avatar nuevo comencé a tirarme sin paracaídas en ese mundo donde a todos les pasaba exactamente lo mismo que a mí. No que buscásemos las mismas cosas, pero sí que teníamos los mismos vacíos existenciales.
En definitiva, el mundo virtual era tamizado por mi mismo cerebro. Recibía las mismas sensaciones y emociones que en la vida real con la formula ampliada del anonimato. Y las horas iban pasando dentro de aquel mundo donde cada vez pasaba más tiempo. La segunda vida se trasformó en la primera. Y mi familia en mi segunda familia. El que me conoce un poco sabe cuánto me doy a lo que me gusta: sólo paro cuando estoy completamente saciado, harto. Quiero aclarar, que no estaba sujeto al programa, sino a las personas que había en él y a lo que hacía con ellas. Cuando apagaba la computadora era un dolor terrible el que me producía, y estaba deseando poder volverme a conectar. Tenía amigos de los cinco continentes. E incluso, y eso fue lo más importante, llegué a enamorarme como un adolescente. Y a ella le pasó lo mismo que a mí. No quiero entrar en detalles.
¿Qué puede uno decir y a quién, cuando se ha enamorado de una persona que no conoce físicamente? Sencillamente nada. Lo que durante tantos años había estado tapado, al final se había desamordazado y gritaba con más fuerza que nunca. No dormía, no comía, no quedaba con nadie. Mi único deseo era estar en Second Life, con ella y con las personas que tan buenos ratos agradables me proporcionaban. ¿Era un adicto a SL? No. Más bien era un carente de muchas cosas que ahí veía saciadas. Creo que la adicción es otra cosa, o yo al menos quiero pensar eso… No hay dos vidas, ni tres ni cuatro ni cinco. Sólo una; y esa la tenemos que llenar como sea y donde sea. Me hizo comprender que al igual que llenaba mi alma y calmaba mi sed en el mundo virtual, lo podía hacer en mi vida real, incluso con más intensidad, porque en los mundos virtuales sólo utilizamos dos sentidos: vista y oído. Suficientes para llenar brechas, vacíos del corazón, pero, ¿por qué conformarse con dos cuando tenemos cinco? Además había abandonado a mi familia y cada vez estaba más alejado de ella. Estaba solo. Solo en la realidad. Mi mujer y mis hijos se habían marchado hacía meses y ni siquiera los echaba de menos.
Pero, me sobrevino la enfermedad y me encontré sin compañía, y fue entonces cuando me di cuenta, en la cama del hospital, de lo solo que me encontraba sin nadie a quien llamar, sin nadie a quien acudir, sin una cara amiga a quien decirle lo malito que estaba.
¿Egoísmo? Llámenlo como quieran. Quizás sólo sea el resultado de una reflexión profunda después de verle los dientes al lobo. Así que, cuando volví del hospital mi vida se redujo a pedir perdón a las personas queridas de mi primera vida, y a las que dejaba de mi segunda. Abandoné definitivamente Second Life; pero, algo les puedo decir con sinceridad: todavía añoro ciertos momentos con determinadas personas. Sería un hipócrita si así no lo dijera, si no reconociera que he dejado allí dentro parte de mi vida. Sin embargo, sé que no debo de entrar más. Soy muy débil, tengo muchas carencias, estoy frustrado por los mil latigazos que me ha dado la vida, y sé que no tengo medida.
No estoy preparado para entrar con la tranquilidad que debería de tener y que volvería a las andadas. Sólo espero que mi historia le pueda servir a alguien. Es breve, pero, así es la vida”.
¿QUÉ OPINAN LOS EXPERTOS?
Para Antonio Damasio, director del Instituto del Cerebro y la Creatividad de California, abusar de SL “puede llegar a aislar a los individuos”, desconectarlos de su realidad. Damasio, portugués afincado en Estados Unidos que recibió en 2005 el premio Príncipe de Asturias y dirige en California el Instituto del Cerebro y la Creatividad, declaró en una entrevista con Efe que ’pasar cada vez más y más tiempo en este mundo no es bueno, ya que se trata de un mundo de ficción’.
Esa misma opinión sostiene Charo Sádaba: “El deseo de ser otra persona durante un largo periodo obviamente manifiesta una frustración con tu propia vida, que te lleva a inventar una vida paralela, simular ser otra persona y pretender ser feliz, y eso es una huida de la realidad que no se puede mantener por mucho tiempo”. Precisamente ese es el objetivo de un gran número de usuarios, que pasan horas enganchados en casinos o clubes de alterne. Según declara el mismo fundador Rosedale, “buscan escapar; les mueve el deseo de ser alguien que quieren ser, pero quizá no pueden ser en la vida real”. De hecho, como muchas veces ha reconocido su fundador, “Second Life se parece mucho a Los Ángeles; la casa de los sueños es siempre la misma, estilo Frank Lloyd Wright, sobre el mar; los coches son Ferrari y los avatares, increíblemente bellos, parecen super-modelos…”.
Las críticas más recientes a Second Life se refieren a otros problemas, relacionados con el blanqueo de capitales, las drogas o el negocio del sexo, a raíz de las denuncias presentadas por una cadena alemana de televisión, ARD, en relación con un caso de pornografía infantil. Su reportero –Nick Sanders– fue invitado a una reunión privada en la que presuntamente se cometía este hecho delictivo, que ahora investiga la policía.
Al escritor José Saramago le asusta que la vida real sea insuficiente, que no baste. En una entrevista en radiocable.com aseguró que «el riesgo es que todo esto se convierta en una adicción que encierre a la persona en el personaje. Podemos acabar teniendo dudas sobre qué es más real, nuestra compleja vida interior o el personaje/avatar que hemos creado, una situación de esquizofrenia».
CONCLUSIONES
Estar insatisfecho con la propia vida, sin esperanza y sin ganas de luchar por mejorar el propio entorno, es el mejor caldo de cultivo para negocios lucrativos, deshumanizantes y que desubican en lugar de ayudar a mejorar la propia vida. Son vendedores de sueños, de triunfos aparentes, vendedores de humo que se dispersa con la primera ráfaga de viento.
El éxito de ese mundo paralelo se debe a que el ser humano siempre ha soñado con “ser el príncipe o la princesa azul”, el triunfador, el guapo, el rico, el poderoso, y este tipo de tecnologías dan la “ilusión” de ser así. Sin embargo, en la realidad nada cambia. Por desgracia, sin restricciones ni gobierno, Second Life es proclive a la anarquía y la depravación, y bien se merece una investigación aparte la supuesta red alemana de pornografía infantil que infecta a la incipiente sociedad virtual.
Por todo ello y por otras lacras sociales que están surgiendo en Second Life –donde a la fecha los negocios más rentables son los prostíbulos y casinos–, el premio Nobel José Saramago, en una entrevista aparecida en YouTube, pronosticó que con el tiempo, el mundo de Second Life será peor que el real.
Es fundamental no confundir Second Life con un “juego”, pues jugar es una actividad lúdica y pedagógica, un ejercicio de simplificación de la propia realidad para poder vivirla, un ejercicio de la imaginación para comprender la realidad, pero no para negarla. Jugar, por tanto, necesita de una distancia con lo real y simular implica una distinción entre la simulación y la realidad. ¿Qué puede tener de divertido jugar a un juego en el que yo soy yo, en el que vivo una cotidianeidad y un reflejo de mi propia vida o de mis frustraciones? Es simplemente un ejercicio esquizofrénico.
¿No dice mucho de nuestra situación psíquica, erótica y social el hecho de que inventemos simuladores para simular lo que de por sí deberíamos hacer en nuestra vida?
La vida es esperanza, es una oportunidad cada vez que sale el sol, es un respiro de descanso cada que se oculta para recomenzar y reconstruir y re intentar dia con dia la vida que es UNICA.
Aprovechar cada instante de nuestra vida es nuestro derecho, pero también nuestro deber de justicia para con todos los que nos rodean, nuestra familia, nuestros amigos y por supuesto este México que hoy necesita una sociedad activa, participativa y comprometida.
Si tu estás frustrado con tu propia vida, haz lo necesario para reconstruirla, pero DE NINGUNA FORMA te falsifiques y mucho menos pierdas el tiempo, que es el tesoro mas grande que puedes tener. Úsalo para ser quien quieres ser, quien debes ser por ti y por los tuyos… y recuerda que la mejor forma de encontrarle sentido a la vida es SIRVIENDO a quienes te rodean, tal y como la Madre Teresa de Calcuta nos enseñó con su testimonio: “El que no VIVE para servir, no sirve para vivir.”
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Fuente: Yoinfluyo.com
Eucaristía y matrimonio / Autor: Pp Antonio Rivero LC
Antes de dar la relación entre ambos sacramentos, repasemos un poco la maravilla del matrimonio.
Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.
El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.
El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.
Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.
Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por nadie. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.
Repasemos las partes de la celebración matrimonial:
Liturgia de la palabra: hay 35 textos entre los cuales los novios pueden elegir.
Consentimiento de los contrayentes: después de un triple interrogatorio sobre si son libres, si serán fieles y si se comprometen a tener hijos y educarlos en la ley de Cristo y de la Iglesia.
Entrega de los anillos, bendecidos por el sacerdote, signo de su unión y fidelidad.
Bendición nupcial de Dios a ambos.
Bendición final.
No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
¿Qué relación tiene el Sacramento de la Eucaristía con el del Matrimonio?
La Eucaristía es sacrificio, comunión, presencia. Es el sacrificio del Cuerpo entregado, de la Sangre derramada. Todo Él se da: Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad. Es la comunión, el Cuerpo que hay que comer y la Sangre que hay que beber. Y comiendo y bebiendo esta comida celestial, tendremos vida eterna. Es la presencia que se queda en los Sagrarios para ser consuelo y aliento.
El matrimonio también es sacrificio, comunión y presencia. Es el sacrificio en que ambos se dan completamente, en cuerpo, sangre, alma y afectos. Y si no hay sacrificio y donación completa, no hay matrimonio sino egoísmo.
El matrimonio es comunión, ambos forman una común unión, son una sola cosa, igual que cuando comulgamos. Jesús forma conmigo una común unión tan fuerte y tan íntima, que nadie puede romperla.
El matrimonio, al igual que la eucaristía, también es presencia continua del amor de Dios con su pueblo.
El amor es esencialmente darnos a los demás. Lejos de ser una inclinación, el amor es una decisión consciente de nuestra voluntad de acercarnos a los demás. Para ser capaces de amar de verdad es necesario desprenderse cada uno de muchas cosas, sobre todo de nosotros mismos, para darnos sin esperar que nos agradezcan, para amar hasta el final. Este despojarse de uno mismo es la fuente del equilibrio, el secreto de la felicidad.
El matrimonio se fortalecerá en fidelidad, si ambos cónyuges se alimentan de la eucaristía.
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Fuente: Catholic.net
Es Dios mismo quien pone en esa mujer y en ese hombre el anhelo de la unión mutua, que en el matrimonio llegará a ser alianza, consorcio de toda la vida, ordenado por la misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos.
El matrimonio no es una institución puramente humana. Responde, sí, al orden natural querido por Dios. Pero es Dios mismo quien, al crear al hombre y la mujer, a su imagen y semejanza, les confiere la misión noble de procrear y continuar la especie humana.
El matrimonio, de origen divino por derecho natural, es elevado por Cristo al orden sobrenatural. Es decir, con el Sacramento del Matrimonio instituido por Cristo, los cónyuges reciben gracias especiales para cumplir sus deberes de esposos y padres de familia.
Por tanto, el Sacramento del Matrimonio o, como se dice, el “casarse por Iglesia” hace que esa comunidad de vida y de amor sea una comunidad donde la gracia divina es compartida.
Por su misma institución y naturaleza, se desprende que el matrimonio tiene dos propiedades esenciales: la unidad e indisolubilidad. Unidad, es decir, es uno con una. Indisolubilidad, es decir, no puede ser disuelto por nadie. El pacto matrimonial es irrevocable: “Hasta que la muerte los separe”.
Repasemos las partes de la celebración matrimonial:
Liturgia de la palabra: hay 35 textos entre los cuales los novios pueden elegir.
Consentimiento de los contrayentes: después de un triple interrogatorio sobre si son libres, si serán fieles y si se comprometen a tener hijos y educarlos en la ley de Cristo y de la Iglesia.
Entrega de los anillos, bendecidos por el sacerdote, signo de su unión y fidelidad.
Bendición nupcial de Dios a ambos.
Bendición final.
No olvidemos que los ministros del Sacramento son los mismos contrayentes. El sacerdote sólo recibe y bendice el consentimiento.
¿Qué relación tiene el Sacramento de la Eucaristía con el del Matrimonio?
La Eucaristía es sacrificio, comunión, presencia. Es el sacrificio del Cuerpo entregado, de la Sangre derramada. Todo Él se da: Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad. Es la comunión, el Cuerpo que hay que comer y la Sangre que hay que beber. Y comiendo y bebiendo esta comida celestial, tendremos vida eterna. Es la presencia que se queda en los Sagrarios para ser consuelo y aliento.
El matrimonio también es sacrificio, comunión y presencia. Es el sacrificio en que ambos se dan completamente, en cuerpo, sangre, alma y afectos. Y si no hay sacrificio y donación completa, no hay matrimonio sino egoísmo.
El matrimonio es comunión, ambos forman una común unión, son una sola cosa, igual que cuando comulgamos. Jesús forma conmigo una común unión tan fuerte y tan íntima, que nadie puede romperla.
El matrimonio, al igual que la eucaristía, también es presencia continua del amor de Dios con su pueblo.
El amor es esencialmente darnos a los demás. Lejos de ser una inclinación, el amor es una decisión consciente de nuestra voluntad de acercarnos a los demás. Para ser capaces de amar de verdad es necesario desprenderse cada uno de muchas cosas, sobre todo de nosotros mismos, para darnos sin esperar que nos agradezcan, para amar hasta el final. Este despojarse de uno mismo es la fuente del equilibrio, el secreto de la felicidad.
El matrimonio se fortalecerá en fidelidad, si ambos cónyuges se alimentan de la eucaristía.
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Fuente: Catholic.net
El momento presente / Autor: P. Fernando Pascual LC
El P. Jean Pierre de Caussade (1675-1751) explicó con profundidad y sencillez cómo Dios nos habla a través de dos caminos. El primero es la Sagrada Escritura. El segundo es el momento presente.
Los dos caminos nos llevan a Dios si usamos la “llave maestra” para leerlos de modo correcto: la fe, la esperanza, el amor.
Sin fe, la letra mata y el momento presente queda envuelto en una nube impenetrable. La Sagrada Escritura no desvela sus secretos al erudito más competente o al pensador más profundo cuando es leída sin fe. La vida ordinaria, los hechos de cada día, no permiten descubrir el Amor de Dios si nos falta esa fe con la que todo se abre a dimensiones insospechadamente bellas.
Por eso el P. de Caussade enseñaba a confiar plenamente en la Providencia, a vivir el momento presente de modo profundo, a descubrir en lo cotidiano la grandeza del Amor divino.
“El momento presente es, pues, como un desierto, donde el alma sencilla sólo ve a Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada más que de lo que Él quiera de ella: todo lo demás queda a un lado, olvidado, abandonado a la Providencia” (P. de Caussade, “El Abandono en la Divina Providencia”, cap. II).
El mundo de Dios queda así a disposición de todos, porque el lenguaje divino es sumamente cercano, cotidiano. No hace falta recurrir a métodos especiales, ni a charlas de grandes profesores, ni a días de retiro en un monasterio. Basta con vivir bien lo ordinario para incrementar el amor a Dios y las virtudes cristianas.
Lo “extraordinario” puede ayudar, es algo muy bueno. Nadie lo duda. Pero se logra mucho más a través de la escucha continua de Dios en el presente más humilde, más sencillo, más repetitivo.
En esta clave, es posible descubrir la voluntad de Dios en cada momento presente: en el teléfono que suena, en la puerta que chirría, en la tos que nos empieza a inquietar, en la gotera del piso de arriba, en las palabras amables de un amigo, en la mirada inquisitorial del jefe de trabajo. Como también en el presente que gime en el viento, que hace acrobacias en la golondrina, que llora en el familiar enfermo, que me abraza cuando llego a casa, que me despierta desde la visita de un mosquito.
La santidad, entonces, está al alcance de todos: no es una conquista de pocos “iniciados”, no es un sueño remoto alcanzable sólo por algunos “seres superiores”. Para el P. de Caussade, la acción divina llega a todos. Lo que hace falta es abrir bien el alma para dejarse guiar por el Maestro interior a través de las mil peripecias, sencillas y normales, de cada día.
“La acción divina es más extensa y presente que los diversos elementos. Entra en vosotros por todos vuestros sentidos, siempre que usáis de ellos según la voluntad de Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo lo que le sea contrario. No hay átomo que, al penetraros, no haga penetrar con Él esta acción divina hasta la médula de vuestros huesos. Los humores vitales que llenan vuestras venas corren por el movimiento que Él les imprime. Todas las diferencias de fuerza o debilidad, de euforia vital o de desfallecimiento, la vida y la muerte, no son sino instrumentos divinos que están obrando. Y así, hasta los mismos estados corporales son todos obras de gracia. Todos vuestros sentimientos y pensamientos, vengan de aquí o allá, todo procede de esta mano invisible” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
¿Tan sencillo, tan fácil? Parece que preferimos seguir caminos más tortuosos, hacer sacrificios especiales, buscar métodos y lecturas refinadas. Mientras, dejamos de lado un camino ofrecido a todos, porque a todos ama Dios, y a todos invita a escuchar y aceptar Su Voluntad a través del momento presente. Lo “único” que hay que hacer es decirle a Dios, con mucha confianza, “fiat, hágase”.
Sigue el P. de Caussade:
“El momento presente es siempre como un embajador que manifiesta la voluntad de Dios, y el corazón fiel le responde siempre: fiat. Así el alma en todas las alternativas se encuentra en su centro y lugar. Sin detenerse jamás, va viento en popa, y todos los caminos y maneras la impulsan igualmente hacia adelante, hacia lo ancho e infinito: todo es para ella, sin diferencia alguna, medio e instrumento de santidad, en tanto considere siempre que eso que se presenta es lo único necesario [Lc 10,42]” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
Por eso el alma deja de lado cualquier preferencia para acoger, simplemente, las indicaciones con las que cada día le habla el Señor.
“No busca ya el alma con preferencia la oración o el silencio, el retiro o la conversación, la lectura o la escritura, ni la reflexión o el cesar de discurrir; no le preocupa el alejamiento o la búsqueda de libros espirituales, o elegir entre abundancia o escasez, enfermedad o salud, vida o muerte. Simplemente, lo que ella busca en todo momento es la voluntad de Dios; lo único que pretende es el despojamiento, el desasimiento, la renuncia a todo lo creado, sea real o solamente afectiva, no ser nunca nada por sí y para sí, ser siempre en la voluntad de Dios, para agradarle en todo, haciendo de la fidelidad al momento presente su única alegría, como si no hubiera otra cosa en el mundo digna de su atención” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
Existe, según la atrevida fórmula usada por el P. de Caussade, un “sacramento del momento presente”. Como todo sacramento, su eficacia en cada uno de nosotros depende de la fe con la que lo acojamos, del amor con el que lo vivamos.
Desde ese “sacramento” seguimos en camino, como tantos santos sencillos y grandiosos, que vivieron lo ordinario de modo extraordinario, que supieron descubrir cómo Dios viste a los lirios del campo, da de comer a los pajarillos, y ama intensamente a cada uno de sus hijos...
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Fuente: Catholic.net
Los dos caminos nos llevan a Dios si usamos la “llave maestra” para leerlos de modo correcto: la fe, la esperanza, el amor.
Sin fe, la letra mata y el momento presente queda envuelto en una nube impenetrable. La Sagrada Escritura no desvela sus secretos al erudito más competente o al pensador más profundo cuando es leída sin fe. La vida ordinaria, los hechos de cada día, no permiten descubrir el Amor de Dios si nos falta esa fe con la que todo se abre a dimensiones insospechadamente bellas.
Por eso el P. de Caussade enseñaba a confiar plenamente en la Providencia, a vivir el momento presente de modo profundo, a descubrir en lo cotidiano la grandeza del Amor divino.
“El momento presente es, pues, como un desierto, donde el alma sencilla sólo ve a Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada más que de lo que Él quiera de ella: todo lo demás queda a un lado, olvidado, abandonado a la Providencia” (P. de Caussade, “El Abandono en la Divina Providencia”, cap. II).
El mundo de Dios queda así a disposición de todos, porque el lenguaje divino es sumamente cercano, cotidiano. No hace falta recurrir a métodos especiales, ni a charlas de grandes profesores, ni a días de retiro en un monasterio. Basta con vivir bien lo ordinario para incrementar el amor a Dios y las virtudes cristianas.
Lo “extraordinario” puede ayudar, es algo muy bueno. Nadie lo duda. Pero se logra mucho más a través de la escucha continua de Dios en el presente más humilde, más sencillo, más repetitivo.
En esta clave, es posible descubrir la voluntad de Dios en cada momento presente: en el teléfono que suena, en la puerta que chirría, en la tos que nos empieza a inquietar, en la gotera del piso de arriba, en las palabras amables de un amigo, en la mirada inquisitorial del jefe de trabajo. Como también en el presente que gime en el viento, que hace acrobacias en la golondrina, que llora en el familiar enfermo, que me abraza cuando llego a casa, que me despierta desde la visita de un mosquito.
La santidad, entonces, está al alcance de todos: no es una conquista de pocos “iniciados”, no es un sueño remoto alcanzable sólo por algunos “seres superiores”. Para el P. de Caussade, la acción divina llega a todos. Lo que hace falta es abrir bien el alma para dejarse guiar por el Maestro interior a través de las mil peripecias, sencillas y normales, de cada día.
“La acción divina es más extensa y presente que los diversos elementos. Entra en vosotros por todos vuestros sentidos, siempre que usáis de ellos según la voluntad de Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo lo que le sea contrario. No hay átomo que, al penetraros, no haga penetrar con Él esta acción divina hasta la médula de vuestros huesos. Los humores vitales que llenan vuestras venas corren por el movimiento que Él les imprime. Todas las diferencias de fuerza o debilidad, de euforia vital o de desfallecimiento, la vida y la muerte, no son sino instrumentos divinos que están obrando. Y así, hasta los mismos estados corporales son todos obras de gracia. Todos vuestros sentimientos y pensamientos, vengan de aquí o allá, todo procede de esta mano invisible” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
¿Tan sencillo, tan fácil? Parece que preferimos seguir caminos más tortuosos, hacer sacrificios especiales, buscar métodos y lecturas refinadas. Mientras, dejamos de lado un camino ofrecido a todos, porque a todos ama Dios, y a todos invita a escuchar y aceptar Su Voluntad a través del momento presente. Lo “único” que hay que hacer es decirle a Dios, con mucha confianza, “fiat, hágase”.
Sigue el P. de Caussade:
“El momento presente es siempre como un embajador que manifiesta la voluntad de Dios, y el corazón fiel le responde siempre: fiat. Así el alma en todas las alternativas se encuentra en su centro y lugar. Sin detenerse jamás, va viento en popa, y todos los caminos y maneras la impulsan igualmente hacia adelante, hacia lo ancho e infinito: todo es para ella, sin diferencia alguna, medio e instrumento de santidad, en tanto considere siempre que eso que se presenta es lo único necesario [Lc 10,42]” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
Por eso el alma deja de lado cualquier preferencia para acoger, simplemente, las indicaciones con las que cada día le habla el Señor.
“No busca ya el alma con preferencia la oración o el silencio, el retiro o la conversación, la lectura o la escritura, ni la reflexión o el cesar de discurrir; no le preocupa el alejamiento o la búsqueda de libros espirituales, o elegir entre abundancia o escasez, enfermedad o salud, vida o muerte. Simplemente, lo que ella busca en todo momento es la voluntad de Dios; lo único que pretende es el despojamiento, el desasimiento, la renuncia a todo lo creado, sea real o solamente afectiva, no ser nunca nada por sí y para sí, ser siempre en la voluntad de Dios, para agradarle en todo, haciendo de la fidelidad al momento presente su única alegría, como si no hubiera otra cosa en el mundo digna de su atención” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).
Existe, según la atrevida fórmula usada por el P. de Caussade, un “sacramento del momento presente”. Como todo sacramento, su eficacia en cada uno de nosotros depende de la fe con la que lo acojamos, del amor con el que lo vivamos.
Desde ese “sacramento” seguimos en camino, como tantos santos sencillos y grandiosos, que vivieron lo ordinario de modo extraordinario, que supieron descubrir cómo Dios viste a los lirios del campo, da de comer a los pajarillos, y ama intensamente a cada uno de sus hijos...
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Fuente: Catholic.net
Historia del hombre que quiso fabricarse un dios / Autor: Marcelo Bravo
Un hombre quería construirse un dios. Sabía que se trataba de una empresa difícil y compleja, pero estaba decidido: construiría su dios.
Echó cálculos. Sacó pluma y hoja, y comenzó a escribir:
- En primer lugar, mi dios tendría que ser omnipotente-. Y el hombre dedicó una buena parte de su vida acumulando poder para su dios. Juntó los cuatro vientos, recogió fragmentos de rayos esparcidos por la tierra, reunió gritos y alaridos de toda clase y los guardó en un frasco de cristal.
Después supo que su dios, para que fuese tal, debía ser inmortal. Quedó perplejo ¿Cómo lograr la inmortalidad para su dios? Después de muchos años, después de mucho embarcarse y trajinar, logró dar con la solución: -Las piedras no mueren- le gritó el eco de las montañas (aunque no advirtió que el grito provenía más bien de su alma). -Es verdad -se repitió internamente-, las piedras no pueden morir.
Reunió entonces una gran cantidad de piedras, rocas, mármoles, granitos, y lo puso junto a los fragmentos de rayos, junto al frasco de gritos y junto a los cuatro vientos.
- Ahora necesito un nombre para mi dios- se dijo satisfecho.
El pobre hombre, ya viejo y encorvado por tanto esfuerzo, no podía creer que buscar un nombre para su dios fuese la cosa más difícil de todas. Se dio cuenta, desconsolado, que de nada había servido concentrar toda la fuerza y todos los gritos y toda la eternidad. Su dios no tendría nombre. Y por lo tanto nadie lo podría invocar o temer o contar sus hazañas. Su dios no era más que un impotente intento.
Entonces gritó a las creaturas, de entre las que había sacado los materiales para su dios:
-¡Poned vosotras un nombre a mi dios!.
Y la creación respondió al unísono:
-Es un monstruo. Eso no es Dios.
-¿Un monstruo?, Pero ¿es que no ven la fuerza que tiene? ¿No ven que es inmortal? ¿No escuchan sus gritos de poder?
La creación volvió a responder:
- Esa fuerza no es más que el viento de tu vanidad. Y las piedras no tienen vida y por eso no pueden morir. Las piedras no son más que la dureza de tu corazón.
Finalmente, en un último suspiro el viejo preguntó: -¿Es que no puedo hacer mi dios?.
Y la creación, mostrando en un instante infinito todo su esplendor y toda su belleza, y toda su vida, dijo al unísono:
- ¡Dios nos ha hecho!
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Fuente: Catholic.net
Echó cálculos. Sacó pluma y hoja, y comenzó a escribir:
- En primer lugar, mi dios tendría que ser omnipotente-. Y el hombre dedicó una buena parte de su vida acumulando poder para su dios. Juntó los cuatro vientos, recogió fragmentos de rayos esparcidos por la tierra, reunió gritos y alaridos de toda clase y los guardó en un frasco de cristal.
Después supo que su dios, para que fuese tal, debía ser inmortal. Quedó perplejo ¿Cómo lograr la inmortalidad para su dios? Después de muchos años, después de mucho embarcarse y trajinar, logró dar con la solución: -Las piedras no mueren- le gritó el eco de las montañas (aunque no advirtió que el grito provenía más bien de su alma). -Es verdad -se repitió internamente-, las piedras no pueden morir.
Reunió entonces una gran cantidad de piedras, rocas, mármoles, granitos, y lo puso junto a los fragmentos de rayos, junto al frasco de gritos y junto a los cuatro vientos.
- Ahora necesito un nombre para mi dios- se dijo satisfecho.
El pobre hombre, ya viejo y encorvado por tanto esfuerzo, no podía creer que buscar un nombre para su dios fuese la cosa más difícil de todas. Se dio cuenta, desconsolado, que de nada había servido concentrar toda la fuerza y todos los gritos y toda la eternidad. Su dios no tendría nombre. Y por lo tanto nadie lo podría invocar o temer o contar sus hazañas. Su dios no era más que un impotente intento.
Entonces gritó a las creaturas, de entre las que había sacado los materiales para su dios:
-¡Poned vosotras un nombre a mi dios!.
Y la creación respondió al unísono:
-Es un monstruo. Eso no es Dios.
-¿Un monstruo?, Pero ¿es que no ven la fuerza que tiene? ¿No ven que es inmortal? ¿No escuchan sus gritos de poder?
La creación volvió a responder:
- Esa fuerza no es más que el viento de tu vanidad. Y las piedras no tienen vida y por eso no pueden morir. Las piedras no son más que la dureza de tu corazón.
Finalmente, en un último suspiro el viejo preguntó: -¿Es que no puedo hacer mi dios?.
Y la creación, mostrando en un instante infinito todo su esplendor y toda su belleza, y toda su vida, dijo al unísono:
- ¡Dios nos ha hecho!
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Fuente: Catholic.net
Tamara tiene una relación / Autor: Enrique Monasterio
Asidas a la misma barra en un vagón del Metro, dos chicas cargadas de libros hablan de sus cosas. Yo estoy a tres palmos y me es imposible no oírlas.
— Había algo, a que sí –pregunta una–.
— Bueno; teníamos una relación, pero lo hemos dejado. Ahora tengo otra relación en plan bien con Moncho… Sí, mujer, aquel chico supersimpático que estaba con Mati.
— ¿El amigo de Tono? Pero, ¿no tenía una relación con tu cuñada?
Al llegar a este punto el tren se detiene; se abren las puertas y las dos amigas salen al andén. Vuelve el silencio. Casi nadie habla en el Metro a primera hora de la mañana.
Aún quedan cuatro paradas para llegar a mi destino, pero no sigo leyendo. La frase "tener una relación" empieza zumbarme en el oído como un moscardón.
La cuestión terminológica
Hace tiempo escribí aquí mismo sobre "la pareja", y me atreví a sugerir que ese término se utilizara siempre con su correspondiente aclaración: pareja de ases, de medios volantes, de bueyes, de guardias civiles, de novios, de recién casados, etc., ya que la precisión siempre es virtud, y la tendencia a llamar "mi pareja o tu pareja" a cualquier ser humano del mismo o distinto sexo con el que se tenga un nexo sentimental (léase carnal), contribuye a empobrecer el lenguaje y enmarañar las cosas. A uno le parece ilícito que el idioma iguale lo que es desigual en la naturaleza.
Han pasado pocos meses, y "la pareja" ha perdido fuelle. Ahora lo que se lleva es "tener una relación". Al menos esa es la expresión de moda en el marujeo mediático de la radio, la tele y la prensa cardiaca. Las dos chavalas del metro no hacían sino asumir con entusiasmo ese lenguaje, quizá porque les suena mono y es guay.
Precisando el término
Cuando decimos que Tamara "tiene una relación" (con Iván, pongamos por caso) no significa exactamente que sean amigos, novios o cónyuges; ni siquiera amantes, que es vocablo preciso, aunque política y socialmente incorrecto. Tampoco equivale a "tener relaciones", que fue una expresión frecuente en otro tiempo. Esas "relaciones" –en plural y sin artículo– equivalían al noviazgo en fase inicial y tenían un fin concreto: el matrimonio.
"Una relación" es otra cosa. Es lo menos que uno puede tener. Si Felipe "se echa novia" (he aquí otra expresión arcaica), a partir de ese momento él mismo se convierte en novio, o en "prometido", que dirían nuestros padres. Y si lo que tiene es una amiga o una esposa pasará a ser amigo o marido. Sin embargo tener "una relación" ni altera ni compromete: es algo epidérmico, es amar a lápiz, en papel borrador.
— Pepe, te presento a mi madre. Aquí, mamá. Aquí…, una relación.
El bueno de Forges escribió hace años algo parecido en un chiste: un narizotas, flanqueado por dos poderosas matronas, decía "aquí mi mujer; aquí una circunstancia". Ahora parece como si algunos quisieran convertir sus amores en meros complementos circunstanciales.
Nótese, por ejemplo, la importancia del artículo indeterminado que siempre precede a la famosa "relación". Nadie dice que tiene "una" novia, salvo que dé por supuesto que pronto tendrá "otra". Los novios no se numeran. De ahí que la presencia de ese artículo contribuya a hacer aún más ligera la expresión.
Banalizando lo sagrado
— Bueno, ya se sabe que a la gente joven no le mola el lenguaje solemne…
Es cierto; pero el habla de la gente siempre es reveladora. En este caso se trata sólo de un síntoma más de un fenómeno conocido: el de la banalización de las relaciones sexuales.
En estos últimos años el trato sexual ha crecido vertiginosamente. De ahí que el sexo se haya convertido en muchos ambientes en algo fútil, corriente y nada misterioso. La famosa revolución sexual de los sesenta, que prometía paraísos de felicidad a los que tuviesen el valor de liberarse de tabúes, ha desembocado en esto. El intercambio sexual ya no compromete. El cuerpo ha dejado de ser sagrado como lo es el alma. La propia entrega no es entrega, sino préstamo o alquiler. Al final sólo queda "una" relación.
Por eso estimula tanto comprobar que aún existen amores apasionados, novios que sólo sueñan con un matrimonio eterno e indestructible.
Como aquella niña… ¿Cómo se llamaba? Un día me dijo que estaba superenamorada de Luis:
— Hemos decidido casarnos el uno de mayo del 2010, que cae en sábado. Pero no se lo diga a nadie. Es un secreto. ¿Nos casará usted?
Ya veremos. De momento sólo tienen 21 años…, entre los dos, por supuesto. Y no se les ocurrirá decir que entre ellos hay sólo "una relación".
— Había algo, a que sí –pregunta una–.
— Bueno; teníamos una relación, pero lo hemos dejado. Ahora tengo otra relación en plan bien con Moncho… Sí, mujer, aquel chico supersimpático que estaba con Mati.
— ¿El amigo de Tono? Pero, ¿no tenía una relación con tu cuñada?
Al llegar a este punto el tren se detiene; se abren las puertas y las dos amigas salen al andén. Vuelve el silencio. Casi nadie habla en el Metro a primera hora de la mañana.
Aún quedan cuatro paradas para llegar a mi destino, pero no sigo leyendo. La frase "tener una relación" empieza zumbarme en el oído como un moscardón.
La cuestión terminológica
Hace tiempo escribí aquí mismo sobre "la pareja", y me atreví a sugerir que ese término se utilizara siempre con su correspondiente aclaración: pareja de ases, de medios volantes, de bueyes, de guardias civiles, de novios, de recién casados, etc., ya que la precisión siempre es virtud, y la tendencia a llamar "mi pareja o tu pareja" a cualquier ser humano del mismo o distinto sexo con el que se tenga un nexo sentimental (léase carnal), contribuye a empobrecer el lenguaje y enmarañar las cosas. A uno le parece ilícito que el idioma iguale lo que es desigual en la naturaleza.
Han pasado pocos meses, y "la pareja" ha perdido fuelle. Ahora lo que se lleva es "tener una relación". Al menos esa es la expresión de moda en el marujeo mediático de la radio, la tele y la prensa cardiaca. Las dos chavalas del metro no hacían sino asumir con entusiasmo ese lenguaje, quizá porque les suena mono y es guay.
Precisando el término
Cuando decimos que Tamara "tiene una relación" (con Iván, pongamos por caso) no significa exactamente que sean amigos, novios o cónyuges; ni siquiera amantes, que es vocablo preciso, aunque política y socialmente incorrecto. Tampoco equivale a "tener relaciones", que fue una expresión frecuente en otro tiempo. Esas "relaciones" –en plural y sin artículo– equivalían al noviazgo en fase inicial y tenían un fin concreto: el matrimonio.
"Una relación" es otra cosa. Es lo menos que uno puede tener. Si Felipe "se echa novia" (he aquí otra expresión arcaica), a partir de ese momento él mismo se convierte en novio, o en "prometido", que dirían nuestros padres. Y si lo que tiene es una amiga o una esposa pasará a ser amigo o marido. Sin embargo tener "una relación" ni altera ni compromete: es algo epidérmico, es amar a lápiz, en papel borrador.
— Pepe, te presento a mi madre. Aquí, mamá. Aquí…, una relación.
El bueno de Forges escribió hace años algo parecido en un chiste: un narizotas, flanqueado por dos poderosas matronas, decía "aquí mi mujer; aquí una circunstancia". Ahora parece como si algunos quisieran convertir sus amores en meros complementos circunstanciales.
Nótese, por ejemplo, la importancia del artículo indeterminado que siempre precede a la famosa "relación". Nadie dice que tiene "una" novia, salvo que dé por supuesto que pronto tendrá "otra". Los novios no se numeran. De ahí que la presencia de ese artículo contribuya a hacer aún más ligera la expresión.
Banalizando lo sagrado
— Bueno, ya se sabe que a la gente joven no le mola el lenguaje solemne…
Es cierto; pero el habla de la gente siempre es reveladora. En este caso se trata sólo de un síntoma más de un fenómeno conocido: el de la banalización de las relaciones sexuales.
En estos últimos años el trato sexual ha crecido vertiginosamente. De ahí que el sexo se haya convertido en muchos ambientes en algo fútil, corriente y nada misterioso. La famosa revolución sexual de los sesenta, que prometía paraísos de felicidad a los que tuviesen el valor de liberarse de tabúes, ha desembocado en esto. El intercambio sexual ya no compromete. El cuerpo ha dejado de ser sagrado como lo es el alma. La propia entrega no es entrega, sino préstamo o alquiler. Al final sólo queda "una" relación.
Por eso estimula tanto comprobar que aún existen amores apasionados, novios que sólo sueñan con un matrimonio eterno e indestructible.
Como aquella niña… ¿Cómo se llamaba? Un día me dijo que estaba superenamorada de Luis:
— Hemos decidido casarnos el uno de mayo del 2010, que cae en sábado. Pero no se lo diga a nadie. Es un secreto. ¿Nos casará usted?
Ya veremos. De momento sólo tienen 21 años…, entre los dos, por supuesto. Y no se les ocurrirá decir que entre ellos hay sólo "una relación".
"Decidir en conciencia" / Autor: Alfonso Aguiló
Jean Bernard es un sacerdote luxemburgués de treinta y cinco años, cautivo en el campo de concentración de Dachau. Lleva diez meses en el “Pfarrerblock”, un pabellón en el que están prisioneros 2771 sacerdotes y religiosos de toda Europa.
Un día de febrero de 1942, Jean Bernard es liberado y devuelto a su Luxemburgo natal. No se le dan explicaciones hasta que ya está allí. En realidad, aquello son sólo nueve días de libertad para que visite a su Obispo y le convenza para que haga una declaración de apoyo a Hitler, con objeto de intentar romper así la total resistencia del clero católico local. A cambio, las autoridades alemanas le ofrecen respetar su vida, la de su familia y la de los demás clérigos prisioneros. Si huye, o si el objetivo no se logra, los veinte sacerdotes luxemburgueses de Dachau serán ejecutados.
Un terrible compromiso
El terrible dilema moral planteado a este sacerdote, todavía joven pero con un notable prestigio en su tierra, es un hecho totalmente real y que él mismo describió en unos recuerdos que, a modo de diario, publicó al terminar la Segunda Guerra Mundial. El libro, titulado "Pfarrerblock 25487", en referencia a su número de recluso, está escrito con sobriedad, sin ningún patetismo, con una cierta distancia respecto a su propio sufrimiento. Habla de manera rigurosa y precisa, como si estuviera describiendo un paisaje, sin pretender convertirlo en literatura.
Esta dolorosa y lacerante vivencia de Jean Bernard protagoniza la película “El Noveno día”, del director alemán Volker Schlöndorff. El momento central del drama de aquel hombre es cuando le dicen que es libre, porque entonces se da cuenta de que es él quien tiene que decidir entre la vida y la muerte. Hasta entonces eran los jefes del campo de concentración los que decidían si vivía o moría, y de repente esa decisión se encuentra en sus propias manos.
Entre múltiples presiones
Antes sufría las brutalidades de Dachau, pero ahora sufre otra tortura mayor, pues han dejado en sus manos la vida del resto de sacerdotes detenidos. Como prisionero, bastaba con que obedeciese las órdenes de sus vigilantes, pero ahora, su libertad es una pesada losa sobre su conciencia. Un oficial de la Gestapo le presiona con su plan maquiavélico, y los encuentros entre ambos se convierten en un auténtico duelo dialéctico entre dos mundos dispares e irreconciliables.
Bernard sabe que no debe ceder a aquel chantaje, pero sufre enormemente al pensar en las consecuencias. Lo sufre con un heroísmo en soledad, porque va quedándose cada vez más solo ante su conciencia. Recibe presiones del oficial de la Gestapo, de un antiguo teólogo que le enreda con razones ideológicas, del vicario del obispo que pretende salvar a los condenados mediante la postura pro-nazi, y la de su propia familia que le aconseja la huída al extranjero o la simple claudicación, incapaz de comprender el martirio moral que está sufriendo. Cualquiera de las salidas que se le plantean, supone una tragedia. La película es un homenaje a todos esos héroes desconocidos que se enfrentaron a terribles situaciones de conciencia. Sale a relucir, por ejemplo, cómo una pastoral del obispo de Utrecht contra Hitler propició la deportación y muerte de 40.000 católicos holandeses, hecho que explica el prudente silencio por el que tuvo que optar Pío XII en algunas ocasiones, aunque algunos lo hayan considerado después como muestra de debilidad o de apoyo al régimen.
La propia conciencia
El sacerdote aparece con sus imperfecciones y sus dudas, con silencios que pueden ser entendidos como ambigüedad, pero también con la entereza y honestidad de quien actúa en conciencia. Él, como miles de personas, de entonces o de ahora, se comportó de modo heroico para decidirse por la mejor de las opciones posibles. Jean Bernard plantó cara al miedo y a la muerte, y volvió a Dachau. En el Pfarrerblock murieron más de mil quinientos sacerdotes católicos.
Las decisiones importantes tomadas en conciencia no suelen ser fáciles. Todos somos tentados por la salida cómoda. Todos tememos las consecuencias desagradables de actuar con honestidad. A todos nos asusta la coacción de quienes procuran forzarnos a una decisión a su interés. Son dilemas y decisiones que todos afrontamos casi siempre en soledad, ante el tribunal de nuestra propia conciencia. Y todos sentimos también, como Jean Bernard, el peso de la propia cobardía, de la propia debilidad, del dolor de las consecuencias no queridas de nuestro obrar bien. Pero sabemos también que la honestidad de nuestra conciencia debe estar por encima de todo eso, por mucho que cueste.
Un día de febrero de 1942, Jean Bernard es liberado y devuelto a su Luxemburgo natal. No se le dan explicaciones hasta que ya está allí. En realidad, aquello son sólo nueve días de libertad para que visite a su Obispo y le convenza para que haga una declaración de apoyo a Hitler, con objeto de intentar romper así la total resistencia del clero católico local. A cambio, las autoridades alemanas le ofrecen respetar su vida, la de su familia y la de los demás clérigos prisioneros. Si huye, o si el objetivo no se logra, los veinte sacerdotes luxemburgueses de Dachau serán ejecutados.
Un terrible compromiso
El terrible dilema moral planteado a este sacerdote, todavía joven pero con un notable prestigio en su tierra, es un hecho totalmente real y que él mismo describió en unos recuerdos que, a modo de diario, publicó al terminar la Segunda Guerra Mundial. El libro, titulado "Pfarrerblock 25487", en referencia a su número de recluso, está escrito con sobriedad, sin ningún patetismo, con una cierta distancia respecto a su propio sufrimiento. Habla de manera rigurosa y precisa, como si estuviera describiendo un paisaje, sin pretender convertirlo en literatura.
Esta dolorosa y lacerante vivencia de Jean Bernard protagoniza la película “El Noveno día”, del director alemán Volker Schlöndorff. El momento central del drama de aquel hombre es cuando le dicen que es libre, porque entonces se da cuenta de que es él quien tiene que decidir entre la vida y la muerte. Hasta entonces eran los jefes del campo de concentración los que decidían si vivía o moría, y de repente esa decisión se encuentra en sus propias manos.
Entre múltiples presiones
Antes sufría las brutalidades de Dachau, pero ahora sufre otra tortura mayor, pues han dejado en sus manos la vida del resto de sacerdotes detenidos. Como prisionero, bastaba con que obedeciese las órdenes de sus vigilantes, pero ahora, su libertad es una pesada losa sobre su conciencia. Un oficial de la Gestapo le presiona con su plan maquiavélico, y los encuentros entre ambos se convierten en un auténtico duelo dialéctico entre dos mundos dispares e irreconciliables.
Bernard sabe que no debe ceder a aquel chantaje, pero sufre enormemente al pensar en las consecuencias. Lo sufre con un heroísmo en soledad, porque va quedándose cada vez más solo ante su conciencia. Recibe presiones del oficial de la Gestapo, de un antiguo teólogo que le enreda con razones ideológicas, del vicario del obispo que pretende salvar a los condenados mediante la postura pro-nazi, y la de su propia familia que le aconseja la huída al extranjero o la simple claudicación, incapaz de comprender el martirio moral que está sufriendo. Cualquiera de las salidas que se le plantean, supone una tragedia. La película es un homenaje a todos esos héroes desconocidos que se enfrentaron a terribles situaciones de conciencia. Sale a relucir, por ejemplo, cómo una pastoral del obispo de Utrecht contra Hitler propició la deportación y muerte de 40.000 católicos holandeses, hecho que explica el prudente silencio por el que tuvo que optar Pío XII en algunas ocasiones, aunque algunos lo hayan considerado después como muestra de debilidad o de apoyo al régimen.
La propia conciencia
El sacerdote aparece con sus imperfecciones y sus dudas, con silencios que pueden ser entendidos como ambigüedad, pero también con la entereza y honestidad de quien actúa en conciencia. Él, como miles de personas, de entonces o de ahora, se comportó de modo heroico para decidirse por la mejor de las opciones posibles. Jean Bernard plantó cara al miedo y a la muerte, y volvió a Dachau. En el Pfarrerblock murieron más de mil quinientos sacerdotes católicos.
Las decisiones importantes tomadas en conciencia no suelen ser fáciles. Todos somos tentados por la salida cómoda. Todos tememos las consecuencias desagradables de actuar con honestidad. A todos nos asusta la coacción de quienes procuran forzarnos a una decisión a su interés. Son dilemas y decisiones que todos afrontamos casi siempre en soledad, ante el tribunal de nuestra propia conciencia. Y todos sentimos también, como Jean Bernard, el peso de la propia cobardía, de la propia debilidad, del dolor de las consecuencias no queridas de nuestro obrar bien. Pero sabemos también que la honestidad de nuestra conciencia debe estar por encima de todo eso, por mucho que cueste.
Oración a Nuestra Señora del deporte / Autor: Pbro. Antonio Díaz Tortajada
¡Señora y madre nuestra¡
En tus manos colocamos todo los esfuerzos
que los deportistas del mundo
realizamos para llegar a conquistar
la corona que se marchita.
Grande es nuestra responsabilidad.
Estamos llamados a convertir el deporte
en ocasión de encuentro y de diálogo,
superando cualquier barrera
de lengua, raza y cultura.
Que el deporte nos dé una valiosa aportación
al entendimiento pacífico entre los pueblos
y contribuya a que se consolide en los hombres
la nueva civilización del amor.
Que nuestra pasión por el deporte contribuya
a la solidaridad humana, a la amistad
y a la buena voluntad entre las diversas culturas.
Que nuestros esfuerzos físicos sean una parte de nuestra búsqueda
de los valores más elevados, que forjan el carácter y dan dignidad
y sentido de realización plena a nuestras vidas.
Como discípulos de Jesucristo, nuestro maestro,
la vida misma es una competición y un esfuerzo
en busca de la bondad y la santidad.
Intercede ante Él para que todos nuestros empeños, sacrificios y desvelos,
sean colmados en nosotros y en nuestras familias
por su amor su alegría y su paz.
Amén.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Mi Oración de cada mañana / Enviada por Vivy
Al comenzar,Señor, un día más,
nos confiamos a Tí por entero:
nuestros progresos y nuestros fallos,
nuestros sentimientos y
nuestras dudas,
nuestros afectos y nuestros desconsuelos.
Dános Señor,paciencia, a
pesar de las
preocupaciones que nos asaltan,
danos valor para cambiar
en nuestra vida
lo que hemos de cambiar;
danos serenidad para aceptar
lo que no podemos cambiar.
Te damos gracias Señor por
cuanto hacen los demás
por ayudarnos.
Te rogamos en este día no
te alejes de cuantos tienen
miedo o están solos.
Acaricia los cuerpos que sufren,
consuela a los que están angustiados y deprimidos,
ayuda a quien vacile
en la fe.
Alivia los sufrimientos, infunde
paz en las mentes y esperanza
en los corazones.
Haz,Señor,que en lugar de
maldecir a las tinieblas estemos prestos a encender nuestra
lampara para iluminar
el mundo.
AMÉN
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