1. Del Dios Padre Creador al Dios Comunidad Trinitaria: San Pablo cuando hace referencia a la humanidad del Hijo de Dios, trata a Dios como Padre de Nuestro Señor Jesucristo (Ef. 1,3) y Creador (Ef.1,4), al escogernos como hijos suyos, se ha hecho Padre de todos, que está por encima de todos y que actúa en todos (Ef. 4,6)
Cuando San Pablo nos habla de la naturaleza divina de Jesús nos afirma que es Dios: Jesús tiene el nombre que está por encima de todo nombre (Flp 2,6.10-11) y ese nombre es el Nombre de Dios, si el nombre para un judío indica la identidad de la persona y su misión estamos diciendo que Jesús es Dios que ha venido a Salvarnos (Is 35,4c; Cfr. 2Pe 1,1)
Sin duda el saludo inicial de la Eucaristía es el Credo de San Pablo en el Dios Trinitario: La gracia de Nuestro Señor JC, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros (2Co 13,13)
2. Jesucristo: Es el centro de toda la predicación paulina: Su predicación es ante todo el «kerigma» apostólico, Hch 2,22ss, proclamación de Cristo crucificado y resucitado conforme a las Escrituras, 1Co 2,2; 15,3-4; Ga 3,1. «Su» evangelio, Rm 2,16; 16,25, no es cosa suya; es el evangelio de la fe común, Ga 1,6-9; Ga 2,2; Col 1,5-7, sólo que con una aplicación especial a la conversión de los gentiles, Ga 1 16; 2 7-9, en la línea universalista inaugurada en Antioquía. Pablo se siente solidario de las tradiciones apostólicas; las cita cuando se le presenta la ocasión, 1Co 11,23-25; 15,3-7, las supone siempre, y ciertamente les debe mucho. Parece no haber visto en vida a Cristo, ver 2Co 5,16ss, pero conoce sus enseñanzas, 1Co 7 10s; 9 14. Además, es también un testigo directo, y su irresistible convicción se apoya en una experiencia personal: porque también él ha «visto» a Cristo, 1Co 9,1; 15,8. Ha sido favorecido con revelaciones y éxtasis, 2Co 12,1-4. Lo que ha recibido de la tradición, puede también atribuirlo y con entera verdad a las comunicaciones directas del Señor, Ga 1,12; 1Co 11,23.
Se ha querido atribuir estos fenómenos místicos a un temperamento exaltado y enfermizo. Pero sin fundamento alguno. La enfermedad que le detuvo en Galacia, Ga 4,13-15, sólo parece haber sido un ataque de paludismo; y «el aguijón de la carne», 2Co 12,7, pudo ser muy bien la oposición en el seno de sus comunidades. No era hombre imaginativo, a juzgar por las imágenes que emplea, pocas y corrientes: el estadio, 1Co 9,24-27; Flp 3 ,2-14; 2Tm 4,7s, el mar, Ef 4 14, la agricultura, 1Co 3 6-8, y la construcción, 1Co 3 10-17; Rm 15 20; Ef 2,20-22, dos temas que fácilmente asocia y combina, 1Co 3,9; Col 2,7; Ef 3,17; ver Col 2 ,9; Ef 4,16. Es más bien un cerebral. A un corazón ardiente se une en él una inteligencia lúcida, lógica, exigente, solícita por exponer la fe según las necesidades de sus oyentes. A esto se deben las admirables exposiciones teológicas de que rodea al Kerigma según las circunstancias. Cierto que esa lógica no es la nuestra. Pablo argumenta en ocasiones como rabino, según los métodos exegéticos recibidos de su ambiente y de su educación (por ejemplo, Ga 3,16; 4,21-31).Pero su genio hace saltar los límites de aquella herencia tradicional, y hace pasar una doctrina profunda a través de canales un tanto anticuados para nosotros.
Por otra parte, este semita también posee una cultura griega aceptable, recibida quizá desde su infancia en Tarso, enriquecida por reiterados contactos con el mundo grecorromano. Esta influencia se refleja en su modo de pensar lo mismo que en su lenguaje y en su estilo. Cita autores clásicos si la ocasión se presenta, 1Co 15 3, y conoce ciertamente la filosofía popular basada en el estoicismo. Debe a la «diatriba» cínico-estoica su estilo de razonamiento riguroso por medio de breves preguntas y respuestas, Rm 3,1-9.27-31, o sus amplificaciones por acumulación retórica, 2Co 6 4-10; y cuando por el contrario emplea frases largas y recargadas, donde las proposiciones se empujan en oleadas sucesivas, Ef 1,3-14; Col 1,9-20, puede también tener sus modelos en la literatura religiosa helenista. Maneja corrientemente el griego con pocos semitismos. Es el griego de su tiempo, la «koiné» elegante, pero sin pretensiones aticistas. Pues desprecia la afectación de la elocuencia humana y sólo quiere atribuir su fuerza de persuasión al poder de la Palabra de fe confirmada por los signos del Espíritu, 1Ts 1,5; 1Co 2,4s; 2Co 11,6; Rm 15,18.Incluso, a veces, su expresión es incorrecta e incompleta, 1Co 9,15, pues el molde del lenguaje resulta incapaz de contener la presión de un pensamiento demasiado rico o de emociones demasiado vivas.
Salvo raras excepciones, Flm 19, dicta, Rm 16,22, en la forma acostumbrada por los antiguos, contentándose con escribir el saludo final, 2Ts 3,17; Ga 6,11; 1Co 16, 21; Col 4 18; y si bien algunos fragmentos parecen fruto de una redacción largamente meditada, muchos otros producen la impresión de un primer impulso espontáneo y sin retoques. A pesar de estos defectos, o quizá precisamente por ellos, este estilo fogoso es de una densidad extraordinaria. Un pensamiento tan elevado, expresado de manera tan ardorosa, ofrece al lector más de una dificultad (2 P 3,16); pero también le ofrece textos cuyo vigor religioso y aun literario no tienen quizá igual en la historia de los epistolarios humanos.
San Pablo nos presenta a Jesús como el Hijo engendrado por Dios antes de toda la Creación (Col 1,15), que se hizo hombre para salvarnos, siendo mediador entre Dios y los hombres. Nos invita que seamos imitadores de Cristo, nos dejemos formatear por su Santo Espíritu para vivir la verdadera vida y libertad de los hijos de Dios.
La Carta a los hebreos nos presenta a un Cristo Sacerdote-Victima, su sacerdocio supera a los del Antiguo Testamento y es víctima propicia para el perdón de nuestros pecados, como Cordero siendo una vez y para siempre, no se repite dicho sacrificio. Los cristianos al estar configurados con Cristo como sacerdotes, profetas y reyes participamos de este sacerdocio de Jesús.
3. La Maternidad divina de María (Ga 4,4s): En el capítulo que San Pablo nos habla de la libertad de los hijos adoptivos de Dios nos hace un breve resumen de la Salvación, presentando a María como “la Mujer”.
San Pablo nos dice que Dios envió a su Hijo, nacido de mujer. En este momento Maria se convierte en la madre del Hijo de Dios que se hizo hombre.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Zaqueo, el malo / Autor: P. Mariano de Blas LC
Un día, Nuestro Señor, acompañado de una gran muchedumbre, atravesaba la ciudad de Jericó. Había allí un hombre llamado Zaqueo -jefe de publicanos y rico -, que hacía por ver a Jesús, pero por ser pequeño, no podía. Corriendo adelante, subió a un sicomoro para verlo, pues había de pasar por allí. Cuando llegó a aquel sitio, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa”. Él bajó a toda prisa y lo recibió con alegría. Viéndolo, todos murmuraban porque Cristo había entrado a casa de un pecador.
Zaqueo, en pie, dijo al Señor: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo cuatro veces”. Díjole Jesús: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham; pues el Hijo del Hombre ha venido a salvar y a buscar lo que estaba perdido”.
Todos le miran mal, murmuran, le insultan: es el malo, el ladrón. Cristo, al contrario, no maldice, no escupe; conoce mejor que nadie la maldad, nadie se lo tiene que decir; pero también conoce las vetas sanas.
¡Cuántas veces la gente mala da lecciones de bondad impresionantes a los que se consideran buenos! Cristo acertó con ese pequeño hombre al mirarlo de otra forma.
El amor y la misericordia hicieron el milagro, y harán el milagro contigo y conmigo. Conoce que hay en ti fallos incluso grandes, perezas, egoísmos, sentimentalismo, etc.; pero conoce las partes sanas, y con ellas se queda. Por eso insiste, espera lo mejor, sabe que se puede, que tú puedes.
Si Cristo te sigue buscando es muy buena señal. Lo contrario significaría que ya no le importas. Por eso, déjate invitar, déjate querer por el Maestro.
“Zaqueo, baja pronto”. Vemos que Cristo toma la iniciativa: el más interesado en tu felicidad es Él. ¿No has sentido los pasos de Cristo en los patios, los jardines de tu casa? Cristo te ha hablado en tantos lugares y te ha trasmitido mensajes personalísimos. Él ha estado hablándote durante toda la vida.
El hombre bajó a toda prisa y lo recibió con alegría. El malo de Zaqueo aquí se portó a la altura, se sacó un diez: a toda prisa, no pensó más, no dejó que la falsa prudencia le aconsejara mal: es que no tengo preparada la comida; me agarró en curva; otro día mejor; mira, no lo había previsto. A toda prisa...
¡Bien por ese hombre, y bien por todos los Zaqueos y Zaqueas que lo invitan con alegría! Yo me pregunto si puedo recibir en casa, con cara triste, con amargura, con indiferencia, a este gran Huésped... Y, no es el “mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder, mañana”, sino, ahora le abrimos.
Todos murmuraban ¡Cuidado con erigirse en jueces de los demás! Es la pantomima del fariseo del templo: “Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás”... Cuando veas a alguien faltando, robando, siendo infiel, no juzgues.
Recuerda lo que decía San Agustín: “No soy adúltero, porque faltó la ocasión”... “Yo podría ser él o ella si no fuera por la misericordia de Dios.”
Se atreven ahora a criticar a Cristo aquellas gentes. Antes mordían a Zaqueo, lo despedazaban con la lengua de víbora, ahora muerden al mismo Cristo. Quien se atreve a murmurar de sus hermanos, un día murmurará de su Padre.
La salida de Zaqueo a la tribuna libre: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguno he robado, le devolveré cuatro veces más...” No era un santo ni de comunión diaria, no iba al templo, pero un gesto de simpatía de Cristo le robó el corazón: “Mira, Zaqueo, todos te odian, todos te critican; yo te quiero, por eso deseo comer hoy en tu casa. ¿Me aceptas?” Dejémonos impresionar y robar el corazón por ese mismo Cristo que ha tenido y tiene tantos detalles con nosotros.
Yo me quedo con Zaqueo, el malo, como Cristo, y con Dimas, a quien hoy llamamos el buen ladrón, con María Magdalena la mala, que hoy es santa María Magdalena.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, le dijo a aquel hombre, “este es también hijo de Abraham”. También ha llegado la salvación a tu casa, pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Si en tu ayer encuentras algo de Zaqueo o de María Magdalena, no te preocupes, vuelve a empezar.
El Señor, que dio a Zaqueo la oportunidad de cambiar, nos da a nosotros, a ti y a mí, otra oportunidad.
Cualquier día es bueno para frenar en seco el mal comportamiento y comenzar una nueva vida. Zaqueo cambió radicalmente un día cualquiera en que Cristo se cruzó en su camino..
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Fuente: Catholic.net
Zaqueo, en pie, dijo al Señor: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo cuatro veces”. Díjole Jesús: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham; pues el Hijo del Hombre ha venido a salvar y a buscar lo que estaba perdido”.
Todos le miran mal, murmuran, le insultan: es el malo, el ladrón. Cristo, al contrario, no maldice, no escupe; conoce mejor que nadie la maldad, nadie se lo tiene que decir; pero también conoce las vetas sanas.
¡Cuántas veces la gente mala da lecciones de bondad impresionantes a los que se consideran buenos! Cristo acertó con ese pequeño hombre al mirarlo de otra forma.
El amor y la misericordia hicieron el milagro, y harán el milagro contigo y conmigo. Conoce que hay en ti fallos incluso grandes, perezas, egoísmos, sentimentalismo, etc.; pero conoce las partes sanas, y con ellas se queda. Por eso insiste, espera lo mejor, sabe que se puede, que tú puedes.
Si Cristo te sigue buscando es muy buena señal. Lo contrario significaría que ya no le importas. Por eso, déjate invitar, déjate querer por el Maestro.
“Zaqueo, baja pronto”. Vemos que Cristo toma la iniciativa: el más interesado en tu felicidad es Él. ¿No has sentido los pasos de Cristo en los patios, los jardines de tu casa? Cristo te ha hablado en tantos lugares y te ha trasmitido mensajes personalísimos. Él ha estado hablándote durante toda la vida.
El hombre bajó a toda prisa y lo recibió con alegría. El malo de Zaqueo aquí se portó a la altura, se sacó un diez: a toda prisa, no pensó más, no dejó que la falsa prudencia le aconsejara mal: es que no tengo preparada la comida; me agarró en curva; otro día mejor; mira, no lo había previsto. A toda prisa...
¡Bien por ese hombre, y bien por todos los Zaqueos y Zaqueas que lo invitan con alegría! Yo me pregunto si puedo recibir en casa, con cara triste, con amargura, con indiferencia, a este gran Huésped... Y, no es el “mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder, mañana”, sino, ahora le abrimos.
Todos murmuraban ¡Cuidado con erigirse en jueces de los demás! Es la pantomima del fariseo del templo: “Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás”... Cuando veas a alguien faltando, robando, siendo infiel, no juzgues.
Recuerda lo que decía San Agustín: “No soy adúltero, porque faltó la ocasión”... “Yo podría ser él o ella si no fuera por la misericordia de Dios.”
Se atreven ahora a criticar a Cristo aquellas gentes. Antes mordían a Zaqueo, lo despedazaban con la lengua de víbora, ahora muerden al mismo Cristo. Quien se atreve a murmurar de sus hermanos, un día murmurará de su Padre.
La salida de Zaqueo a la tribuna libre: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y, si a alguno he robado, le devolveré cuatro veces más...” No era un santo ni de comunión diaria, no iba al templo, pero un gesto de simpatía de Cristo le robó el corazón: “Mira, Zaqueo, todos te odian, todos te critican; yo te quiero, por eso deseo comer hoy en tu casa. ¿Me aceptas?” Dejémonos impresionar y robar el corazón por ese mismo Cristo que ha tenido y tiene tantos detalles con nosotros.
Yo me quedo con Zaqueo, el malo, como Cristo, y con Dimas, a quien hoy llamamos el buen ladrón, con María Magdalena la mala, que hoy es santa María Magdalena.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, le dijo a aquel hombre, “este es también hijo de Abraham”. También ha llegado la salvación a tu casa, pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Si en tu ayer encuentras algo de Zaqueo o de María Magdalena, no te preocupes, vuelve a empezar.
El Señor, que dio a Zaqueo la oportunidad de cambiar, nos da a nosotros, a ti y a mí, otra oportunidad.
Cualquier día es bueno para frenar en seco el mal comportamiento y comenzar una nueva vida. Zaqueo cambió radicalmente un día cualquiera en que Cristo se cruzó en su camino..
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Fuente: Catholic.net
¿Que voy hacer con mi moneda de vida? / Autora: María Teresa Taveras
Soy una joya,
una piedra preciosa,
una de las flores mas bellas del jardín de Cristo.
Estaba enterrada en la tierra,
entre la mugre y el lodo,
Donde el Sol jamás brilló.
Pero Cristo no cesó de buscarme
hasta encontrarme entre los escombros.
Luego cuidadosamente me sacó
como los Arqueologos al escavar un tesoro.
Tiernamente me tomo entre Sus manos
y cuidadosamente, mancha por mancha,
polvo por polvo me limpió.
Y no cesó, hasta hacerme brillar
como las estrellas que alumbran en la noche.
Que bello es mi Jesús. ¡Cómo se preocupa por mí!
¿Que puede hacer esta joya, esta perla preciosa
perdida y hallada por Tí?
Siento en mí Tu gran amor
y Tu gran misericordia. Te amo Jesús.
Gracias porque soy importante para Tí,
porque soy amada por Tí.
Vives en mí y me amas,
y no hay nadie que Te pueda
arrancar de mí.
Reconozco que un milagro tuyo soy,
y que mis hermanos tambien lo son.
Mi vida es un regalo.
¿Que haré con este regalo?
Es como Tu parabola de los talentos,
cuando se repartió las monedas.
Estas monedas representan el regalo de la vida.
La vida que Tú nos das a todos.
¿Que voy hacer con mi moneda de vida?
¿Acaso haré como los que recibieron las cinco o dos monedas
y asi dar frutos con las bendiciones recibidas por Tí?
Haciendo mucho con lo poco.
¿O haré como el que recibio una sola moneda,
y quedarme con mi regalo de vida para mi sola,
por el miedo?
Y así perder la oportunidad de tomar parte
en la plenitud de lo que Dios me ofrece.
No. Usaré mi moneda de vida para glorificarte,
amando a mis hermanos,
y luchando por la justicia en medio de la injusticia.
Multiplicaré mis bendiciones compartiéndolas
y seguiendo Tu ejemplo de amor.
Porque soy una joya,
una piedra preciosa,
una de las flores mas bellas de Tu jardín.
Gracias, mi dulce, amado Señor.
una piedra preciosa,
una de las flores mas bellas del jardín de Cristo.
Estaba enterrada en la tierra,
entre la mugre y el lodo,
Donde el Sol jamás brilló.
Pero Cristo no cesó de buscarme
hasta encontrarme entre los escombros.
Luego cuidadosamente me sacó
como los Arqueologos al escavar un tesoro.
Tiernamente me tomo entre Sus manos
y cuidadosamente, mancha por mancha,
polvo por polvo me limpió.
Y no cesó, hasta hacerme brillar
como las estrellas que alumbran en la noche.
Que bello es mi Jesús. ¡Cómo se preocupa por mí!
¿Que puede hacer esta joya, esta perla preciosa
perdida y hallada por Tí?
Siento en mí Tu gran amor
y Tu gran misericordia. Te amo Jesús.
Gracias porque soy importante para Tí,
porque soy amada por Tí.
Vives en mí y me amas,
y no hay nadie que Te pueda
arrancar de mí.
Reconozco que un milagro tuyo soy,
y que mis hermanos tambien lo son.
Mi vida es un regalo.
¿Que haré con este regalo?
Es como Tu parabola de los talentos,
cuando se repartió las monedas.
Estas monedas representan el regalo de la vida.
La vida que Tú nos das a todos.
¿Que voy hacer con mi moneda de vida?
¿Acaso haré como los que recibieron las cinco o dos monedas
y asi dar frutos con las bendiciones recibidas por Tí?
Haciendo mucho con lo poco.
¿O haré como el que recibio una sola moneda,
y quedarme con mi regalo de vida para mi sola,
por el miedo?
Y así perder la oportunidad de tomar parte
en la plenitud de lo que Dios me ofrece.
No. Usaré mi moneda de vida para glorificarte,
amando a mis hermanos,
y luchando por la justicia en medio de la injusticia.
Multiplicaré mis bendiciones compartiéndolas
y seguiendo Tu ejemplo de amor.
Porque soy una joya,
una piedra preciosa,
una de las flores mas bellas de Tu jardín.
Gracias, mi dulce, amado Señor.
En Mí tendrás vida eterna / Autora: Cornelia Peña
En una tarde de verano, muy soleado, fuí al rio.
Me senté en una piedra grande al otro lado del rio.
Yo estaba tranquila y sola.
Estuve allí por un tiempo extendido meditando sobre mi vida.
Muchas preguntas habían en mí.
Me sentía triste y sola.
Llegó la noche y ya me iba para mi casa.
De repente, una voz tierna en mi corazón me dijo:
"Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida.
Tu no estás sola en la batalla.
En Mí tendrás vida eterna.
Nunca te he abandonado.
Yo siempre he estado a tu lado,
hasta en los momentos mas angustiosos de tu vida.
Confía en Mí siempre.
Siempre te amaré."
Me senté en una piedra grande al otro lado del rio.
Yo estaba tranquila y sola.
Estuve allí por un tiempo extendido meditando sobre mi vida.
Muchas preguntas habían en mí.
Me sentía triste y sola.
Llegó la noche y ya me iba para mi casa.
De repente, una voz tierna en mi corazón me dijo:
"Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida.
Tu no estás sola en la batalla.
En Mí tendrás vida eterna.
Nunca te he abandonado.
Yo siempre he estado a tu lado,
hasta en los momentos mas angustiosos de tu vida.
Confía en Mí siempre.
Siempre te amaré."
martes, 20 de noviembre de 2007
Amar la Cruz / Autora: Catalina de Jesús
Hoy quiero hablaros del amor de los cristianos por la cruz.
Esto es un escándalo en el mundo en el que vivimos.
Mucho se llevan las manos a la cabeza.
Pero la vida real esta llena de cruz para todos.
Grandes y pequeños, ricos y pobres.
Y Él vino a esta vida nuestra
y subiendo a la cruz,
dió sentido a toda cruz de nuestras vidas.
La cruz nos une a Él, nos ata más y más a Él.
Y cómo Él es LA LUZ,
las tinieblas del sufrimiento,
se van llenando de claridad y de paz.
Entonces se comprende
lo que Él nos dijo:
"Mi carga es ligera
y mi yugo llevadero"
Vivir toda Cruz
con el Señor,
para el Señor,
por el Señor.
No vivir ya más que en Él.
Esto es un escándalo en el mundo en el que vivimos.
Mucho se llevan las manos a la cabeza.
Pero la vida real esta llena de cruz para todos.
Grandes y pequeños, ricos y pobres.
Y Él vino a esta vida nuestra
y subiendo a la cruz,
dió sentido a toda cruz de nuestras vidas.
La cruz nos une a Él, nos ata más y más a Él.
Y cómo Él es LA LUZ,
las tinieblas del sufrimiento,
se van llenando de claridad y de paz.
Entonces se comprende
lo que Él nos dijo:
"Mi carga es ligera
y mi yugo llevadero"
Vivir toda Cruz
con el Señor,
para el Señor,
por el Señor.
No vivir ya más que en Él.
Carta al Rey David / Autor: Albino Luciani
Los funerales de la soberbia
Ilustre soberano, además de poeta y músico,
La gente os ve bajo mil aspectos distintos. Desde hace siglos, los artistas os representan unas veces con la cítara, otras con la honda frente a Goliat, otras con el cetro sobre el trono, otras en la gruta de Engaddi, en el momento de cortar el manto de Saúl.
Los muchachos admiran la lucha que librasteis con Goliat y vuestras empresas de caudillo valiente y generoso.
La liturgia os recuerda, sobre todo, como antepasado de Cristo.
La Biblia presenta los diversos componentes de vuestra personalidad: poeta y músico; capitán brillante; rey prudente, implicado - ¡ay!, no siempre felizmente - en historias de mujeres y en intrigas de harén con las consiguientes tragedias familiares; y, no obstante, amigo de Dios gracias a la insigne piedad que os mantuvo siempre consciente de vuestra pequeñez ante Dios.
Esta última característica me es particularmente simpática y me alegra cuando la encuentro, por ejemplo, en el breve salmo 130, escrito por vos.
Decís en aquel salmo: Señor, mi corazón no se ensoberbece. Yo trato de seguir vuestro paso, pero, por desgracia, he de limitarme a pedir: ¡Señor, deseo que mi corazón no corra tras pensamientos soberbios...!
¡Demasiado poco para un obispo!, diréis. Lo comprendo, pero la verdad es que cien veces he celebrado los funerales de mi soberbia, creyendo haberla enterrado a dos metros bajo tierra con tanto requiescat, y cien veces la he visto levantarse de nuevo más despierta que antes: me he dado cuenta de que todavía me desagradaban las críticas, que las alabanzas, por el contrario, me halagaban, que me preocupaba el juicio de los demás sobre mí.
Cuando me hacen un cumplido, tengo necesidad de compararme con el jumento que llevaba a Cristo el día de los Ramos. Y me digo: ¡Cómo se habrían reído del burro si, al escuchar los aplausos de la muchedumbre, se hubiese ensoberbecido y hubiese comenzado - asno como era - a dar las gracias a diestra y siniestra con reverencias de prima donna! ¡No vayas tú a hacer un ridículo semejante...!
En cambio, cuando llegan las críticas, necesito ponerme en la situación del fray Cristóforo de Manzoni que, al ser objeto de ironías y mofas, se mantenía sereno diciéndose: "¡Hermano, recuerda que no estás aquí por ti mismo!"
El mismo fray Cristóforo, en otro contexto, "dando dos pasos atrás, poniendo la mano derecha sobre la cadera, levanta la izquierda con el dedo índice apuntando a don Rodrigo". Y lo mira fijamente con ojos inflamados. Este gesto agrada mucho a los cristianos de hoy, que reclaman "profecías", denuncias clamorosas, "ojos inflamados", "rayos fulminantes" a lo Napoleón.
A mí me gusta más cómo escribís vos, rey David: "mis ojos no se han alterado". Me gustaría poder sentir como Francisco de Sales cuando escribía: "Si un enemigo me sacara el ojo derecho, le sonreiría con el izquierdo; si me saltase los dos ojos, todavía me quedaría el corazón para amarlo".
Vos continuáis vuestro salmo: "No corro en busca de cosas grandes ni de cosas demasiado elevadas para mí". Postura muy noble si se compara con lo que decía don Abbondio: "Los hombres son así: siempre desean subir, siempre subir". Desgraciadamente, temo que don Abbondio tenía razón: tendemos a alcanzar a los que están más arriba que nosotros, a empujar hacia abajo a nuestros iguales, y a hundir todavía más a quienes están por debajo.
¿Y nosotros? Nosotros tendemos a sobresalir, a encumbrarnos mediante distinciones, ascensos y nombramientos. No es malo mientras se trate de sana emulación, de deseos moderados y razonables, que estimulan el trabajo y la búsqueda.
Pero ¿si se convierte en una especie de enfermedad? ¿Qué pasa si para avanzar, pisoteamos a los demás a golpe de injusticias y difamación? ¿Si, siempre por progresar, se nos reúne en "rebaños", con los pretextos más sutiles, pero en realidad para cerrar el paso a otros "rebaños", dotados incluso de "apetitos" más "avanzados"?
Y luego, ¿para cuáles satisfacciones? Una es la impresión que causan a distancia los cargos, antes de ser conseguidos, y otra es la que producen de cerca, después de haberlos conseguido. Lo ha dicho muy bien uno que era más loco que vos, pero también poeta como vos: Jacopone de Todi. Cuando oyó que el hermano Pier di Morone había sido elegido Papa, escribió:
¿Qué harás Pier di Morone?...
¡Si no sabes defenderte bien
cantarás mala canción!
Yo me lo digo con frecuencia en medio de las preocupaciones del ministerio episcopal: "¡Ahora, querido, estás cantando la mala canción de Jacopone!" También vos lo dijisteis en el salmo 51 "contra las malas lenguas". Estas, según vuestro parecer, son "como navajas afiladas" que, en lugar de la barba, acuchillan el buen nombre.
Bien. Pero, pasada la navaja, poco tiempo después, la barba vuelve a crecer espontánea y florida. También el honor vejado y la fama despedazada crecen de nuevo. Por eso puede que a veces sea prudente callar, tener paciencia: ¡a su tiempo todo vuelve espontáneamente a su sitio!
***
Ser optimistas, a pesar de todo. Es esto lo que queréis decir al escribir: "Como niño de pecho en brazos de su madre..., así en mí está mi alma". La confianza en Dios debe ser el eje de nuestros pensamientos y de nuestras acciones. Si bien lo miramos, en realidad, los principales personajes de nuestra vida son dos: Dios y nosotros.
Mirando a estos dos, veremos siempre bondad en Dios y miseria en nosotros. Veremos la bondad divina bien dispuesta hacia nuestra miseria, y a nuestra miseria como objeto de la bondad divina. Los juicios de los hombres se quedan un poco fuera de juego: no pueden curar una conciencia culpable ni herir una conciencia recta.
Vuestro optimismo, al final del pequeño salmo, estalla en un grito de gozo: Me abandono en el Señor, desde ahora y para siempre. Al leeros no me parecéis ciertamente un amedrentado, sino un valiente, un hombre fuerte, que se vacía el alma de confianza en sí mismo para llenarla de la confianza y de la fuerza de Dios.
La humildad, en otras palabras, corre pareja con la magnanimidad. Ser buenos es algo grande y hermoso, pero difícil y arduo. Para que el ánimo no aspire a cosas grandes de forma desmesurada, he ahí la humildad. Para que no se acobarde ante las dificultades, he ahí la magnanimidad.
Pienso en San Pablo: desprecios, azotes, presiones, no deprimen a este magnánimo; éxtasis, revelaciones, aplausos no exaltan a este humilde. Humilde cuando escribe: "Soy el más pequeño de los apóstoles". Magnánimo y dispuesto a enfrentarse con cualquier riesgo cuando afirma: "Todo lo puedo en aquel que me conforta". Humilde, pero en su momento y lugar sabe luchar: "¿Son judíos? También yo... ¿Son ministros de Cristo? Digo locuras, más lo soy yo". Se pone por debajo de todos, pero en sus obligaciones no se deja doblegar por nada ni por nadie.
Las olas arrojan contra los escollos la nave en que viaja; las serpientes lo muerden; paganos, judíos, falsos cristianos lo expulsan y persiguen; es azotado con varas y arrojado a la cárcel, se lo hace morir cada día, creen que lo han atemorizado, aniquilado, y él vuelve a aparecer fresco y lleno de vigor para asegurarnos: "Estoy convencido de que ni la muerte ni la vida..., ni lo presente ni lo futuro, ni la altura ni la profundidad, ni ninguna otra criatura, podrán separarme del amor de Dios que está en Cristo Jesús".
Es la puerta de salida de la humildad cristiana. ¡Esta no desemboca en la pusilanimidad, sino en el valor, en el trabajo emprendedor y en el abandono en Dios!
Febrero 1972
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* DAVID, rey de Israel desde aproximadamente 1010 a.C. La Biblia presenta las distintas facetas de su personalidad: músico y poeta; brillante guerrero, rey prudente, implicado en historias de mujeres y, sin embargo, amigo de Dios y modelo de arrepentimiento sincero, gracias a la insigne piedad que lo mantuvo consciente de su pequeñez.
Ilustre soberano, además de poeta y músico,
La gente os ve bajo mil aspectos distintos. Desde hace siglos, los artistas os representan unas veces con la cítara, otras con la honda frente a Goliat, otras con el cetro sobre el trono, otras en la gruta de Engaddi, en el momento de cortar el manto de Saúl.
Los muchachos admiran la lucha que librasteis con Goliat y vuestras empresas de caudillo valiente y generoso.
La liturgia os recuerda, sobre todo, como antepasado de Cristo.
La Biblia presenta los diversos componentes de vuestra personalidad: poeta y músico; capitán brillante; rey prudente, implicado - ¡ay!, no siempre felizmente - en historias de mujeres y en intrigas de harén con las consiguientes tragedias familiares; y, no obstante, amigo de Dios gracias a la insigne piedad que os mantuvo siempre consciente de vuestra pequeñez ante Dios.
Esta última característica me es particularmente simpática y me alegra cuando la encuentro, por ejemplo, en el breve salmo 130, escrito por vos.
Decís en aquel salmo: Señor, mi corazón no se ensoberbece. Yo trato de seguir vuestro paso, pero, por desgracia, he de limitarme a pedir: ¡Señor, deseo que mi corazón no corra tras pensamientos soberbios...!
¡Demasiado poco para un obispo!, diréis. Lo comprendo, pero la verdad es que cien veces he celebrado los funerales de mi soberbia, creyendo haberla enterrado a dos metros bajo tierra con tanto requiescat, y cien veces la he visto levantarse de nuevo más despierta que antes: me he dado cuenta de que todavía me desagradaban las críticas, que las alabanzas, por el contrario, me halagaban, que me preocupaba el juicio de los demás sobre mí.
Cuando me hacen un cumplido, tengo necesidad de compararme con el jumento que llevaba a Cristo el día de los Ramos. Y me digo: ¡Cómo se habrían reído del burro si, al escuchar los aplausos de la muchedumbre, se hubiese ensoberbecido y hubiese comenzado - asno como era - a dar las gracias a diestra y siniestra con reverencias de prima donna! ¡No vayas tú a hacer un ridículo semejante...!
En cambio, cuando llegan las críticas, necesito ponerme en la situación del fray Cristóforo de Manzoni que, al ser objeto de ironías y mofas, se mantenía sereno diciéndose: "¡Hermano, recuerda que no estás aquí por ti mismo!"
El mismo fray Cristóforo, en otro contexto, "dando dos pasos atrás, poniendo la mano derecha sobre la cadera, levanta la izquierda con el dedo índice apuntando a don Rodrigo". Y lo mira fijamente con ojos inflamados. Este gesto agrada mucho a los cristianos de hoy, que reclaman "profecías", denuncias clamorosas, "ojos inflamados", "rayos fulminantes" a lo Napoleón.
A mí me gusta más cómo escribís vos, rey David: "mis ojos no se han alterado". Me gustaría poder sentir como Francisco de Sales cuando escribía: "Si un enemigo me sacara el ojo derecho, le sonreiría con el izquierdo; si me saltase los dos ojos, todavía me quedaría el corazón para amarlo".
Vos continuáis vuestro salmo: "No corro en busca de cosas grandes ni de cosas demasiado elevadas para mí". Postura muy noble si se compara con lo que decía don Abbondio: "Los hombres son así: siempre desean subir, siempre subir". Desgraciadamente, temo que don Abbondio tenía razón: tendemos a alcanzar a los que están más arriba que nosotros, a empujar hacia abajo a nuestros iguales, y a hundir todavía más a quienes están por debajo.
¿Y nosotros? Nosotros tendemos a sobresalir, a encumbrarnos mediante distinciones, ascensos y nombramientos. No es malo mientras se trate de sana emulación, de deseos moderados y razonables, que estimulan el trabajo y la búsqueda.
Pero ¿si se convierte en una especie de enfermedad? ¿Qué pasa si para avanzar, pisoteamos a los demás a golpe de injusticias y difamación? ¿Si, siempre por progresar, se nos reúne en "rebaños", con los pretextos más sutiles, pero en realidad para cerrar el paso a otros "rebaños", dotados incluso de "apetitos" más "avanzados"?
Y luego, ¿para cuáles satisfacciones? Una es la impresión que causan a distancia los cargos, antes de ser conseguidos, y otra es la que producen de cerca, después de haberlos conseguido. Lo ha dicho muy bien uno que era más loco que vos, pero también poeta como vos: Jacopone de Todi. Cuando oyó que el hermano Pier di Morone había sido elegido Papa, escribió:
¿Qué harás Pier di Morone?...
¡Si no sabes defenderte bien
cantarás mala canción!
Yo me lo digo con frecuencia en medio de las preocupaciones del ministerio episcopal: "¡Ahora, querido, estás cantando la mala canción de Jacopone!" También vos lo dijisteis en el salmo 51 "contra las malas lenguas". Estas, según vuestro parecer, son "como navajas afiladas" que, en lugar de la barba, acuchillan el buen nombre.
Bien. Pero, pasada la navaja, poco tiempo después, la barba vuelve a crecer espontánea y florida. También el honor vejado y la fama despedazada crecen de nuevo. Por eso puede que a veces sea prudente callar, tener paciencia: ¡a su tiempo todo vuelve espontáneamente a su sitio!
***
Ser optimistas, a pesar de todo. Es esto lo que queréis decir al escribir: "Como niño de pecho en brazos de su madre..., así en mí está mi alma". La confianza en Dios debe ser el eje de nuestros pensamientos y de nuestras acciones. Si bien lo miramos, en realidad, los principales personajes de nuestra vida son dos: Dios y nosotros.
Mirando a estos dos, veremos siempre bondad en Dios y miseria en nosotros. Veremos la bondad divina bien dispuesta hacia nuestra miseria, y a nuestra miseria como objeto de la bondad divina. Los juicios de los hombres se quedan un poco fuera de juego: no pueden curar una conciencia culpable ni herir una conciencia recta.
Vuestro optimismo, al final del pequeño salmo, estalla en un grito de gozo: Me abandono en el Señor, desde ahora y para siempre. Al leeros no me parecéis ciertamente un amedrentado, sino un valiente, un hombre fuerte, que se vacía el alma de confianza en sí mismo para llenarla de la confianza y de la fuerza de Dios.
La humildad, en otras palabras, corre pareja con la magnanimidad. Ser buenos es algo grande y hermoso, pero difícil y arduo. Para que el ánimo no aspire a cosas grandes de forma desmesurada, he ahí la humildad. Para que no se acobarde ante las dificultades, he ahí la magnanimidad.
Pienso en San Pablo: desprecios, azotes, presiones, no deprimen a este magnánimo; éxtasis, revelaciones, aplausos no exaltan a este humilde. Humilde cuando escribe: "Soy el más pequeño de los apóstoles". Magnánimo y dispuesto a enfrentarse con cualquier riesgo cuando afirma: "Todo lo puedo en aquel que me conforta". Humilde, pero en su momento y lugar sabe luchar: "¿Son judíos? También yo... ¿Son ministros de Cristo? Digo locuras, más lo soy yo". Se pone por debajo de todos, pero en sus obligaciones no se deja doblegar por nada ni por nadie.
Las olas arrojan contra los escollos la nave en que viaja; las serpientes lo muerden; paganos, judíos, falsos cristianos lo expulsan y persiguen; es azotado con varas y arrojado a la cárcel, se lo hace morir cada día, creen que lo han atemorizado, aniquilado, y él vuelve a aparecer fresco y lleno de vigor para asegurarnos: "Estoy convencido de que ni la muerte ni la vida..., ni lo presente ni lo futuro, ni la altura ni la profundidad, ni ninguna otra criatura, podrán separarme del amor de Dios que está en Cristo Jesús".
Es la puerta de salida de la humildad cristiana. ¡Esta no desemboca en la pusilanimidad, sino en el valor, en el trabajo emprendedor y en el abandono en Dios!
Febrero 1972
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* DAVID, rey de Israel desde aproximadamente 1010 a.C. La Biblia presenta las distintas facetas de su personalidad: músico y poeta; brillante guerrero, rey prudente, implicado en historias de mujeres y, sin embargo, amigo de Dios y modelo de arrepentimiento sincero, gracias a la insigne piedad que lo mantuvo consciente de su pequeñez.
22 de Noviembre: Santa Cecilia, Mártir (Año 177)
Santa Cecilia bendita, dile a Dios que también nosotros prefiramos
mil muertes antes que ser infieles a nuestra santa religión.
No ofendas a nadie ni en mucho ni en poco (S. Biblia Ecl. 5, 15).
Por más de mil años Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica.
Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.
Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.
Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.
En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.
En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla.
En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa.
mil muertes antes que ser infieles a nuestra santa religión.
No ofendas a nadie ni en mucho ni en poco (S. Biblia Ecl. 5, 15).
Por más de mil años Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica.
Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.
Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.
Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.
En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.
En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla.
En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa.
21 de noviembre: La Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo
Honramos hoy la Presentación en el Templo de aquella Niña de bendición.
Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en una piadosa tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el «Protoevangelio de Santiago». Según este documento la Virgen María fue llevada a la edad de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana. Allí, junto a otras doncellas y piadosas mujeres, fue instruida cuidadosamente respecto la fe de sus padres y sobre los deberes para con Dios.
Históricamente, el origen de esta fiesta fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén , en el año 543. Todo eso se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, y hasta habla de ello el emperador Miguel Comeno en una Constitución de 1166.
Un gentil hombre francés, canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
Oración:
Oh Dios, que quisiste que en este día
fuese presentada en el templo la Santísima
Virgen María, morada del Espíritu Santo:
suplicámoste por su intercesión nos concedas
merecer ser presentados en el templo de
tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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« Protoevangelio de Santiago »
Un apócrifo * de mediados o finales del siglo II.
Es una fuente cristiana no canónica **.
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Sobre la presentación de María en el Templo
Al llegar la niña a los tres años, dijo Joaquín: «Llamad a las doncellas hebreas que están sin mancilla y que tomen sendas candelas encendidas (para que la acompañen), no sea que la niña se vuelva atrás y su corazón sea cautivado por alguna cosa fuera del templo de Dios.» Y así lo hicieron mientras iban subiendo al templo de Dios. Y la recibió el sacerdote, quien, después de haberla besado, la bendijo y exclamó: «El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel.»
Entonces la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó, haciéndose querer de toda la casa de Israel.
Bajaron sus padres, llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una paloma, recibiendo alimento de manos de un ángel.
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Notas:
* apócrifo: Todo libro que, atribuyéndose a autor sagrado, no está, sin embargo, incluido en el canon de la Biblia.
** no canónica: No está incluido en (no forma parte de) el canon de la Biblia.
Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en una piadosa tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el «Protoevangelio de Santiago». Según este documento la Virgen María fue llevada a la edad de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana. Allí, junto a otras doncellas y piadosas mujeres, fue instruida cuidadosamente respecto la fe de sus padres y sobre los deberes para con Dios.
Históricamente, el origen de esta fiesta fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén , en el año 543. Todo eso se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, y hasta habla de ello el emperador Miguel Comeno en una Constitución de 1166.
Un gentil hombre francés, canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
Oración:
Oh Dios, que quisiste que en este día
fuese presentada en el templo la Santísima
Virgen María, morada del Espíritu Santo:
suplicámoste por su intercesión nos concedas
merecer ser presentados en el templo de
tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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« Protoevangelio de Santiago »
Un apócrifo * de mediados o finales del siglo II.
Es una fuente cristiana no canónica **.
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Sobre la presentación de María en el Templo
Al llegar la niña a los tres años, dijo Joaquín: «Llamad a las doncellas hebreas que están sin mancilla y que tomen sendas candelas encendidas (para que la acompañen), no sea que la niña se vuelva atrás y su corazón sea cautivado por alguna cosa fuera del templo de Dios.» Y así lo hicieron mientras iban subiendo al templo de Dios. Y la recibió el sacerdote, quien, después de haberla besado, la bendijo y exclamó: «El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel.»
Entonces la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó, haciéndose querer de toda la casa de Israel.
Bajaron sus padres, llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una paloma, recibiendo alimento de manos de un ángel.
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Notas:
* apócrifo: Todo libro que, atribuyéndose a autor sagrado, no está, sin embargo, incluido en el canon de la Biblia.
** no canónica: No está incluido en (no forma parte de) el canon de la Biblia.
Dio fe al mensaje divino y concibió por su fe / Autor: San Agustín, obispo
Del Oficio de Lectura de la Fiesta de la presentación de la Virgen María en el Templo.
De los sermones de san Agustín, obispo
Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para que ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella?
Ciertamente, cumplió santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.
Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que lleva en el seno.
María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.
Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.
Oración
Te rogamos, Señor, que a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, nos concedas, por su intercesión, participar, como ella, de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
De los sermones de san Agustín, obispo
Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para que ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella?
Ciertamente, cumplió santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.
Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que lleva en el seno.
María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.
Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.
Oración
Te rogamos, Señor, que a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, nos concedas, por su intercesión, participar, como ella, de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
La exhortación apostólica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo VI / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM
Nace como fruto del Sínodo de Obispos de 1974 sobre la Evangelización:
Evangelizar es un derecho y un deber de todo cristiano. ¿Pero qué implica en el mundo moderno?, ¿cuáles son los problemas que debería atender?
Un mensaje que afecta a toda la vida
La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.
Un mensaje de liberación
Es bien sabido en qué términos hablaron durante el reciente Sínodo numerosos obispos de todos los continentes y, sobre todo, los obispos del Tercer Mundo, con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político, etc. La Iglesia, repiten los obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización.
En conexión necesaria con la promoción humana
Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar.
Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad".
Pues bien, las mismas voces que con celo, inteligencia y valentía abordaron durante el Sínodo este tema acuciante, adelantaron, con gran complacencia por nuestra parte, los principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal y como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazaret y la predica la Iglesia.
Sin reducciones ni ambigüedades
No hay por qué ocultar, en efecto, que muchos cristianos generosos, sensibles a las cuestiones dramáticas que lleva consigo el problema de la liberación, al querer comprometer a la Iglesia en el esfuerzo de liberación han sentido con frecuencia la tentación de reducir su misión a las dimensiones de un proyecto puramente temporal; de reducir sus objetivos, a una perspectiva antropocéntrica; la salvación, de la cual ella es mensajera y sacramento, a un bienestar material; su actividad -olvidando toda preocupación espiritual y religiosa- a iniciativas de orden político o social. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda.
Su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar, de parte de Dios, la liberación. Por eso quisimos subrayar en la misma alocución de la apertura del Sínodo "la necesidad de reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. Esta última perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el reino de Dios, en su sentido plenamente teológico".
La liberación evangélica...
Acerca de la liberación que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir: ”no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios; va por tanto unida a una cierta concepción del hombre, a un antropología que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo”.
... centrada en el reino de Dios...
Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la substitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.
... en una visión evangélica del hombre...
La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe por revelación, por experiencia histórica y por reflexión de fe, que no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con una visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos; que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios.
Es más, la Iglesia está plenamente convencida de que toda liberación temporal, toda liberación política -por más que ésta se esfuerce en encontrar su justificación en tal o cual página del Antiguo o del Nuevo Testamento; por más que acuda, para sus postulados ideológicos y sus normas de acción, a la autoridad de los datos y conclusiones teológicas; por más que pretenda ser la teología de hoy- lleva dentro de sí misma el germen de su propia negación y decae del ideal que ella misma se propone, desde el momento en que sus motivaciones profundas no son las de la justicia en la caridad, la fuerza interior que la mueve no entraña una dimensión verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvación y la felicidad en Dios.
... que exige una necesaria conversión
La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen.
Exclusión de la violencia
La Iglesia no puede aceptar la violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que se pretende liberar. "Os exhortamos a no poner vuestra confianza en la violencia ni en la revolución; esta actitud es contraria al espíritu cristiano e incluso puede retardar, en vez de favorecer, la elevación social a la que legítimamente aspiráis". "Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica, y que los cambios bruscos o violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo".
Contribución específica de la Iglesia
Dicho esto, nos alegramos de que la Iglesia tome una conciencia cada vez más viva de la propia forma, esencialmente evangélica, de colaborar a la liberación de los hombres. Y ¿qué hace? Trata de suscitar cada vez más numerosos cristianos que se dediquen a la liberación de los demás. A estos cristianos "liberadores" les da una inspiración de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la que el verdadero cristiano no sólo debe prestar atención, sino que debe ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso. Todo ello, sin que se confunda con actitudes tácticas ni con el servicio a un sistema político, debe caracterizar la acción del cristiano comprometido. La Iglesia se esfuerza por inserir siempre la lucha cristiana por la liberación en el designio global de salvación que ella misma anuncia.
Todo lo que acabamos de recordar aquí se trató más de una vez en los debates del Sínodo. También Nos quisimos consagrar a este tema algunas palabras de esclarecimiento en la alocución que dirigimos a los padres al final de la Asamblea.
Esperamos que todas estas consideraciones puedan ayudar a evitar la ambigüedad que reviste frecuentemente la palabra "liberación" en las ideologías, los sistemas o los grupos políticos. La liberación que proclama y prepara la evangelización es la que Cristo mismo ha anunciado y dado al hombre con su sacrificio.
Evangelizar es un derecho y un deber de todo cristiano. ¿Pero qué implica en el mundo moderno?, ¿cuáles son los problemas que debería atender?
Un mensaje que afecta a toda la vida
La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.
Un mensaje de liberación
Es bien sabido en qué términos hablaron durante el reciente Sínodo numerosos obispos de todos los continentes y, sobre todo, los obispos del Tercer Mundo, con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político, etc. La Iglesia, repiten los obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización.
En conexión necesaria con la promoción humana
Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar.
Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad".
Pues bien, las mismas voces que con celo, inteligencia y valentía abordaron durante el Sínodo este tema acuciante, adelantaron, con gran complacencia por nuestra parte, los principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal y como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazaret y la predica la Iglesia.
Sin reducciones ni ambigüedades
No hay por qué ocultar, en efecto, que muchos cristianos generosos, sensibles a las cuestiones dramáticas que lleva consigo el problema de la liberación, al querer comprometer a la Iglesia en el esfuerzo de liberación han sentido con frecuencia la tentación de reducir su misión a las dimensiones de un proyecto puramente temporal; de reducir sus objetivos, a una perspectiva antropocéntrica; la salvación, de la cual ella es mensajera y sacramento, a un bienestar material; su actividad -olvidando toda preocupación espiritual y religiosa- a iniciativas de orden político o social. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda.
Su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar, de parte de Dios, la liberación. Por eso quisimos subrayar en la misma alocución de la apertura del Sínodo "la necesidad de reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. Esta última perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el reino de Dios, en su sentido plenamente teológico".
La liberación evangélica...
Acerca de la liberación que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir: ”no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios; va por tanto unida a una cierta concepción del hombre, a un antropología que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo”.
... centrada en el reino de Dios...
Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la substitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.
... en una visión evangélica del hombre...
La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe por revelación, por experiencia histórica y por reflexión de fe, que no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con una visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos; que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios.
Es más, la Iglesia está plenamente convencida de que toda liberación temporal, toda liberación política -por más que ésta se esfuerce en encontrar su justificación en tal o cual página del Antiguo o del Nuevo Testamento; por más que acuda, para sus postulados ideológicos y sus normas de acción, a la autoridad de los datos y conclusiones teológicas; por más que pretenda ser la teología de hoy- lleva dentro de sí misma el germen de su propia negación y decae del ideal que ella misma se propone, desde el momento en que sus motivaciones profundas no son las de la justicia en la caridad, la fuerza interior que la mueve no entraña una dimensión verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvación y la felicidad en Dios.
... que exige una necesaria conversión
La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen.
Exclusión de la violencia
La Iglesia no puede aceptar la violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que se pretende liberar. "Os exhortamos a no poner vuestra confianza en la violencia ni en la revolución; esta actitud es contraria al espíritu cristiano e incluso puede retardar, en vez de favorecer, la elevación social a la que legítimamente aspiráis". "Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica, y que los cambios bruscos o violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo".
Contribución específica de la Iglesia
Dicho esto, nos alegramos de que la Iglesia tome una conciencia cada vez más viva de la propia forma, esencialmente evangélica, de colaborar a la liberación de los hombres. Y ¿qué hace? Trata de suscitar cada vez más numerosos cristianos que se dediquen a la liberación de los demás. A estos cristianos "liberadores" les da una inspiración de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la que el verdadero cristiano no sólo debe prestar atención, sino que debe ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso. Todo ello, sin que se confunda con actitudes tácticas ni con el servicio a un sistema político, debe caracterizar la acción del cristiano comprometido. La Iglesia se esfuerza por inserir siempre la lucha cristiana por la liberación en el designio global de salvación que ella misma anuncia.
Todo lo que acabamos de recordar aquí se trató más de una vez en los debates del Sínodo. También Nos quisimos consagrar a este tema algunas palabras de esclarecimiento en la alocución que dirigimos a los padres al final de la Asamblea.
Esperamos que todas estas consideraciones puedan ayudar a evitar la ambigüedad que reviste frecuentemente la palabra "liberación" en las ideologías, los sistemas o los grupos políticos. La liberación que proclama y prepara la evangelización es la que Cristo mismo ha anunciado y dado al hombre con su sacrificio.
Testimonio de Leire Zalba y Rober Gallastegui, padres de mellizas con sindrome de Down
Somos Leire Zalba y Rober Gallastegui. Tenemos cuatro hijos que son una joya. Los dos primeros son Ander y Asier, de cuatro y dos años y las otras dos pequeñas son Nerea y Uribarri, son mellizas y ambas tienen síndrome de Down.
SI EN ALGUNA FAMILIA TENÍAN QUE NACER ESTAS NIÑAS PARA SER ACOGIDAS Y QUERIDAS INCONDICIONALMENTE, ERA EN LA NUESTRA
El amor de unos padres
Queremos deciros que nos sentimos una pareja privilegiada en esta vida por tener los cuatro hijos que tenemos. En Durango, mucha gente nos admira, otros muchos piensan que estamos locos y les damos lástima por tener tantos niños y, encima, con síndrome de Down. Pero a nosotros nos importa muy poco todo eso, porque sabemos que el fundamento de nuestro matrimonio es agradar a Dios y por ello luchamos todos los días. Presentimos que estas dos niñas van a ser algo grande en esta vida. Son muchos los corazones que están transformando, en nuestra familia y en la gente de Durango, ya que Dios actúa claramente por medio de ellas.
Lo que al principio nos pareció un disgusto ahora es todo un regalazo de Dios. Sí, sí -como lo habéis oído- un regalazo. La fe nos ayudó a aceptarlo con gran ilusión, porque nos han enseñado que uno, cuando acepta la voluntad de Dios, es feliz. De lo contrario uno vive amargado y triste.
La verdad es que cuanto más planificas tu vida, el Señor te da sorpresas como ésta y te cambia todo de un plumazo, sin avisar. También pensamos, desde lo más profundo del corazón que, si en alguna familia tenían que nacer estas niñas para ser acogidas y queridas incondicionalmente, era en la nuestra.¡Esto es lo primero que nos dijimos cuando nos dieron la noticias y nos abrazamos inmediatamente después del parto! Sabemos que detrás de todo esto está la mano de Dios y que, iluminados con su gracia, sabremos afrontar todos los retos futuros.
Cuando todo parecía que se iba normalizando nos llegó el mazazo de la operación de Nerea. Si no procedíamos con rapidez a una delicadísima operación de corazón, la niña no llegaría a los tres años de vida. La operación no tendría tanto riesgo si se hubiera tratado de un paciente más adulto, pero es que Nerea sólo tenía cuatro meses y pesaba cuatro kilos. Nunca nos olvidaremos de la víspera de la operación, cuando ingresamos en Cruces: tuvimos una conversación con la niña a modo de despedida ya que el futuro era incierto.
Fue un momento muy intenso en el que sentimos una tristeza muy profunda que nunca habíamos experimentado antes, aunque esa pena estaba compensada con la calma y esperanza que nos daba la Virgen María, a quien habíamos confiado la vida de nuestra hija.
Por otra parte, estábamos seguros de que la niña iba a salir adelante por todas las oraciones y sacrificios que han hecho muchas personas que incluso no conocemos. Pero la angustia profunda que tienes en el cuerpo durante la operación y las 48 horas primeras en la UCI te carcomen el corazón y no sabemos qué hubiera sido de nosotros si el Señor se nos lleva a Nerea al Cielo. El golpe habría sido demoledor; aunque después de esta increíble experiencia, vamos aprendiendo que Dios siempre está ahí, que no pide ningún sacrificio sin darnos previamente su gracia y su ayuda.
Y como si de un milagro se tratara, la niña se recuperó antes de lo previsto de una operación a corazón abierto. El mismo cirujano nos comentó su asombro por lo fácil que le había resultado la operación y lo bien que había estado la niña en su transcurso, ya que no surgió ninguna complicación.
Os enviamos un saludo muy afectuoso.
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www.etestimonios.blogspot.com:80
SI EN ALGUNA FAMILIA TENÍAN QUE NACER ESTAS NIÑAS PARA SER ACOGIDAS Y QUERIDAS INCONDICIONALMENTE, ERA EN LA NUESTRA
El amor de unos padres
Queremos deciros que nos sentimos una pareja privilegiada en esta vida por tener los cuatro hijos que tenemos. En Durango, mucha gente nos admira, otros muchos piensan que estamos locos y les damos lástima por tener tantos niños y, encima, con síndrome de Down. Pero a nosotros nos importa muy poco todo eso, porque sabemos que el fundamento de nuestro matrimonio es agradar a Dios y por ello luchamos todos los días. Presentimos que estas dos niñas van a ser algo grande en esta vida. Son muchos los corazones que están transformando, en nuestra familia y en la gente de Durango, ya que Dios actúa claramente por medio de ellas.
Lo que al principio nos pareció un disgusto ahora es todo un regalazo de Dios. Sí, sí -como lo habéis oído- un regalazo. La fe nos ayudó a aceptarlo con gran ilusión, porque nos han enseñado que uno, cuando acepta la voluntad de Dios, es feliz. De lo contrario uno vive amargado y triste.
La verdad es que cuanto más planificas tu vida, el Señor te da sorpresas como ésta y te cambia todo de un plumazo, sin avisar. También pensamos, desde lo más profundo del corazón que, si en alguna familia tenían que nacer estas niñas para ser acogidas y queridas incondicionalmente, era en la nuestra.¡Esto es lo primero que nos dijimos cuando nos dieron la noticias y nos abrazamos inmediatamente después del parto! Sabemos que detrás de todo esto está la mano de Dios y que, iluminados con su gracia, sabremos afrontar todos los retos futuros.
Cuando todo parecía que se iba normalizando nos llegó el mazazo de la operación de Nerea. Si no procedíamos con rapidez a una delicadísima operación de corazón, la niña no llegaría a los tres años de vida. La operación no tendría tanto riesgo si se hubiera tratado de un paciente más adulto, pero es que Nerea sólo tenía cuatro meses y pesaba cuatro kilos. Nunca nos olvidaremos de la víspera de la operación, cuando ingresamos en Cruces: tuvimos una conversación con la niña a modo de despedida ya que el futuro era incierto.
Fue un momento muy intenso en el que sentimos una tristeza muy profunda que nunca habíamos experimentado antes, aunque esa pena estaba compensada con la calma y esperanza que nos daba la Virgen María, a quien habíamos confiado la vida de nuestra hija.
Por otra parte, estábamos seguros de que la niña iba a salir adelante por todas las oraciones y sacrificios que han hecho muchas personas que incluso no conocemos. Pero la angustia profunda que tienes en el cuerpo durante la operación y las 48 horas primeras en la UCI te carcomen el corazón y no sabemos qué hubiera sido de nosotros si el Señor se nos lleva a Nerea al Cielo. El golpe habría sido demoledor; aunque después de esta increíble experiencia, vamos aprendiendo que Dios siempre está ahí, que no pide ningún sacrificio sin darnos previamente su gracia y su ayuda.
Y como si de un milagro se tratara, la niña se recuperó antes de lo previsto de una operación a corazón abierto. El mismo cirujano nos comentó su asombro por lo fácil que le había resultado la operación y lo bien que había estado la niña en su transcurso, ya que no surgió ninguna complicación.
Os enviamos un saludo muy afectuoso.
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¿Cómo hablar de alcohol con tus hijos? / Autor: Jorge Alberto Hidalgo Toledo
“Ya estoy harto de escuchar a mis papás diciendo que soy un alcohólico. No quiero que me hagan sentir más mal de lo que ya me siento. Lo que quiero es que me ESCUCHEN, que simplemente me digan como mis amigos, no la ”riegues” sin regañar, sino con consejos. Yo empecé a tomar a los 14 en casa de mis amigos porque sino tomaba no era cool; pero ahora sólo soy tomador social, no como mis amigos que lo hacen por su conflicto con la sociedad y su familia; porque sus papás van y los “avientan” los viernes a la plaza, les dan $500 pesos y se van con la novia, los amigos, al golf y ni los pelan; ni quien les diga nada; para mí que les da miedo cuidar a sus hijos. Los papás creen que los hijos andan en bola en el cine, que están seguro, pero ni saben que los chavitos ya saben que si toman vodka huele menos y que si se “meten” coca ni se dan cuenta de que andaban hasta atrás. Además, con qué cara los regañan si cuando pasan por ellos “andan” igual”. (Testimonio de un joven universitario recabado en Focus Group para la Cátedra)
En días pasados se hicieron públicos los resultados de la Primera Encuesta sobre Adicciones entre los Capitalinos ; en dicho estudio se anuncia que casi 3 millones de personas entre los 12 y los 45 años consumen alcohol. 37.3% de los jóvenes entre los 12 y 17 años se declararon bebedores y 17.7% ya tienen condición de dependencia (14.6% hombres, 3.1% mujeres). Estas cifras suenan coincidentes con los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 desarrollada por el Instituto Nacional de Salud Pública que publicó que existe una tendencia sostenida a incrementar la ingesta con la edad. Particularmente reportó que en el grupo que comprende a los jóvenes entre 16 y 19 años, 21% de hombre y 10% de las mujeres dijeron consumir semanalmente de cinco a más copas en una ocasión.
Sin lugar a dudas muchos de nuestros lectores en estos momentos estarán pensando mi hijo, un sobrino, un amigo o un compañero muy probablemente es parte de esa estadística; ¿qué puedo y debo hacer? El pensamiento derivado de dicha reflexión habrá de llevar a muchos a decir: “tengo que hablar seriamente con él”; “¿Cómo le digo que está mal?”; “Sólo aprenderá hasta que le ocurra un accidente”; “lo llevaré con un especialista”. Un sector más activista hablará con algún amigo o compañero de trabajo y empezarán a mandar correos con presentaciones de accidentes, recolectarán firmas, pedirán el cierre de antros, negarán permisos y discutirán por horas con sus hijos sin llegar a una solución concreta. Pero, ¿realmente estas alternativas son la mejor solución para hablar de alcohol con los hijos?
Primeros pasos
Como padres, el temor porque nuestros hijos se expongan a situaciones de riesgo o se involucren en acciones que deriven en el abuso del alcohol es natural. No obstante, pocas son las veces en que encontramos el momento oportuno, la palabra precisa o el lugar indicado para abordar el tema del alcohol en la familia.
Los expertos hoy día han encontrado que más allá del ataque, la satanización del alcohol o el emprender medidas radicales hay que emprender estrategias inteligentes de educación y prevención basadas en la comunicación efectiva y afectiva. ¿Cómo iniciar?
1.Dar testimonio. La falta de límites, reglas claras y testimonios de congruencia en el seno familiar son la principal motivación para la iniciación, el consumo y el abuso. Dado que el consumo de bebidas con alcohol está tan arraigado en nuestra cultura y nuestras costumbres, desde pequeños los hijos han visto que en casa la mayoría de las personas adultas beben alcohol en situaciones específicas asociadas con el festejo, las celebraciones y la interacción social natural. Por ello, se vuelve importante que sean los padres y los adultos cercanos los que muestren un consumo moderado y responsable que jamás derive en la embriaguez.
2. No ser permisivos ni tolerantes ante el consumo de menores. Por muy común que sea el uso de alcohol en nuestra cultura es un hecho científico que los menores no deben beber alcohol y mucho menos el que sean los padres los que permitan y toleren esta situación. Tanto niños como jóvenes son más sensibles a los efectos del alcohol y más vulnerables a involucrarse en situaciones peligrosas debido a que por lo general los adolescentes no preveen riesgos. Además, se ha comprobado que entre más temprano se inicien en el consumo más propenso serán a tener problemas con la bebida.
3. Fije normas y límites. ¡Cumpla su palabra! Cuando un niño o un adolescente no tiene normas claras es casi un hecho que opte por beber a la primera manifestación de presión social o curiosidad. Establezca normativas precisas sobre el consumo de alcohol: “los adolescentes no deben beber”, “no se debe conducir si se ha tomado”. Es muy importante que establezca sanciones y que nunca las suspenda o disminuya.
4. Fomentar la responsabilidad. Si uno como padre ha decidido beber, debemos ser los primeros en ser responsables. El alcohol en sí no es malo, lo que resulta inconsciente es el uso inapropiado. Nuestros hijos deben saber esa diferencia; deben saber que existen personas que como ellos no deberían beber: el alcohólico, los hipersensibles al alcohol, las mujeres embarazadas, los enfermos, los que manejan, los que están trabajando. Si los hijos ven que sus padres abusan del alcohol ellos repetirán la conducta. Los hijos deben ver en sus padres un modelo responsable y digno de imitar.
5. Hablar y conocer. Para cualquier acercamiento sincero es importante el diálogo y la comunicación con los jóvenes. Es fundamental establecer empatía mostrando interés por su mundo y su persona. La comunicación profunda permitirá a los padres conocer y descubrir los problemas personales, familiares o sociales que mueven en el fondo a sus hijos al consumo y abuso del alcohol.
6. Diga no a los sermones. La edad ideal para hablar sobre el alcohol, no es después del primer consumo o abuso. Los especialistas recomiendan hacerlo entre los 8 y los 11 años; edad en la que aún no manifiestan la rebeldía del adolescente que busca ser independiente, pero ya cuentan con la suficiente madurez para comprender. Se recomienda hablar en periodos cortos y oportunos; al otro día en que el chico bebió, nunca cuando esté bebido. Hable claro y exponga siempre los riesgos y las posibles consecuencias. Para una buena comunicación, aprenda a escuchar y dar un ejemplo o testimonio que refuerce lo dicho.
7. Cariño e interés. En cierto momento de su desarrollo, tanto niños como jóvenes se sienten solos y buscan en sus pares el afecto, la estima y la atención que no encuentran en casa.
8. Ofrecerles información objetiva. Los jóvenes particularmente rehuyen a las actitudes autoritarias y moralistas, tienden a desconfiar de los adultos que les brindan información distorsionada, que sataniza conductas o exagera los peligros. ¡Cuide muy bien lo que les diga!
Su contacto con los medios de comunicación, otros jóvenes y adultos hace que no se crean todo contenido o información que reciban. En la medida que sean motivados a ser autogestivos, a usar su creatividad e imaginación buscarán definir su problemática e identificar soluciones.
Si aún está a tiempo, hable con sus pequeños y adolescentes sobre el alcohol. Si ya han decidido beber, recuerde: nunca es tarde para hacerlo responsablemente. No arriesgue a su familia, mejor arriésguese por una buena comunicación.
Dónde acudir
Para mayor información te invitamos a consultar los servicios informativos que ha desarrollado la Fundación de Investigaciones Sociales A. C (FISAC) en colaboración con la Cátedra FISAC-Anáhuac en comunicación para la responsabilidad en el consumo y la sana convivencia:
Portal:www.alcohlinformate.org.mx
Blog para padres: www.padres.alchlinformate.org.mx
Blog para jóvenes: www.jovenes.alcholinformate.org.mx
O solicitando en su escuela los Talleres Tipps para la promoción de la salud, la responsabilidad y moderación ante el consumo de bebidas con alcohol impartidos por FISAC: 5545-6388, 5545-7027, 5545-7216 y 5545-9981 en la ciudad de México
Puntos importantes a considerar
1: ¡Foco Rojo! ¿Cómo saber que se está rebasando el consumo responsable? · Deseo persistente por beber
· Tolerancia
· Incapacidad de control
· Emplean mucho tiempo para conseguir alcohol o recuperarse de sus efectos
· Reducción de actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo
· Uso continuado a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos causados por el consumo
2: Principales lugares de consumo en los menores
· Casa (34.88%)
· Casa de otras personas (26.92%)
· Restaurantes (10.97%)
· Bares o antros con licencia para expender alcohol (11.58%)
· Lugares sin licencia para expender alcohol (2.83%)
· En la calle (6.05%)
· En el trabajo (2.39%)
3: Situaciones que favorecen el inicio en el consumo de bebidas con alcohol
· Acontecimientos sociales
· Quince años
· El paso de la adolescencia a la adultez
· Bodas
· Partidos de futbol
· Conciertos
· Salida a antros
4: Tipps para una fiesta responsable
Con el fin de iniciar una cultura de responsabilidad ante el consumo en casa ofrecemos los siguientes consejos:
• Inicie las reuniones familiares ofreciendo bebidas sin alcohol: jugos de frutas, refrescos o agua. Piense también en los invitados que han elegido no ingerir bebidas con alcohol.
• Sus amigos y usted son el alma de la fiesta, las bebidas son un complemento.
• Organice juegos, baile, conversaciones sobre temas de interés.
• Para que su fiesta o reunión tenga un final feliz, recuerde que lo ideal es divertirse, no excederse.
• Ofrezca botanas al comenzar la fiesta, ya que el alimento hace que el alcohol llegue más lentamente a la corriente sanguínea.
• Beba despacio e intercale bebidas sin alcohol.
• Si está bebiendo para cambiar su estado de ánimo, ¡cuidado!
• Si alguien se emborracha en su casa, invítelo a que se quede a dormir, llévalo a su casa o pídela un taxi de sitio.
• Si alguien sufre una congestión alcohólica, llévelo a la institución hospitalaria más cercana, al área de urgencias, y procure que repose de costado, ya que podría vomitar y ahogarse.
5: ¿Por qué algunos jóvenes han decidido no beber alcohol?
En la Encuesta Nacional de Adicciones 2002, 64% de los menores -que confesaron que nunca habían bebido- mencionaron como causas: el que en su casa no se acostumbraba; por su religión; por miedo a tener problemas y porque no les llamaba la atención. Mientras que en el 36% restante se vio que -más allá de los modelos difundidos por los medios de comunicación y la presión social- es en la propia casa o en la de familiares y amigos donde se indujo a la prueba, ya sea porque era una conducta normal entre los miembros de la familia; los padres quisieron romper mitos, tabúes y “enseñar” que no tenía nada de mala; para superar la curiosidad o simplemente como una forma de iniciación o mostrar maduración a la sociedad.
6 ¿Por qué si lo tienen todo, los jóvenes quieren beber?
Durante las entrevistas realizadas, los jóvenes comentaron que consumen bebidas con alcohol: porque si no toman, no están en el mismo canal que sus amigos; por la presión social; por costumbre; porque si no serán vistos como los aburridos; por quedar bien con el novio/a; porque han sufrido violencia intrafamiliar; por presión escolar y la extrema exigencia de los padres; por sus problemas familiares y sociales.
“En México más de 3.5 millones de jóvenes entre los 12 y los 17 años se consideran actualmente bebedores” (Encuesta Nacional de Adicciones 2002)
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Fuente: Catholic.net
En días pasados se hicieron públicos los resultados de la Primera Encuesta sobre Adicciones entre los Capitalinos ; en dicho estudio se anuncia que casi 3 millones de personas entre los 12 y los 45 años consumen alcohol. 37.3% de los jóvenes entre los 12 y 17 años se declararon bebedores y 17.7% ya tienen condición de dependencia (14.6% hombres, 3.1% mujeres). Estas cifras suenan coincidentes con los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 desarrollada por el Instituto Nacional de Salud Pública que publicó que existe una tendencia sostenida a incrementar la ingesta con la edad. Particularmente reportó que en el grupo que comprende a los jóvenes entre 16 y 19 años, 21% de hombre y 10% de las mujeres dijeron consumir semanalmente de cinco a más copas en una ocasión.
Sin lugar a dudas muchos de nuestros lectores en estos momentos estarán pensando mi hijo, un sobrino, un amigo o un compañero muy probablemente es parte de esa estadística; ¿qué puedo y debo hacer? El pensamiento derivado de dicha reflexión habrá de llevar a muchos a decir: “tengo que hablar seriamente con él”; “¿Cómo le digo que está mal?”; “Sólo aprenderá hasta que le ocurra un accidente”; “lo llevaré con un especialista”. Un sector más activista hablará con algún amigo o compañero de trabajo y empezarán a mandar correos con presentaciones de accidentes, recolectarán firmas, pedirán el cierre de antros, negarán permisos y discutirán por horas con sus hijos sin llegar a una solución concreta. Pero, ¿realmente estas alternativas son la mejor solución para hablar de alcohol con los hijos?
Primeros pasos
Como padres, el temor porque nuestros hijos se expongan a situaciones de riesgo o se involucren en acciones que deriven en el abuso del alcohol es natural. No obstante, pocas son las veces en que encontramos el momento oportuno, la palabra precisa o el lugar indicado para abordar el tema del alcohol en la familia.
Los expertos hoy día han encontrado que más allá del ataque, la satanización del alcohol o el emprender medidas radicales hay que emprender estrategias inteligentes de educación y prevención basadas en la comunicación efectiva y afectiva. ¿Cómo iniciar?
1.Dar testimonio. La falta de límites, reglas claras y testimonios de congruencia en el seno familiar son la principal motivación para la iniciación, el consumo y el abuso. Dado que el consumo de bebidas con alcohol está tan arraigado en nuestra cultura y nuestras costumbres, desde pequeños los hijos han visto que en casa la mayoría de las personas adultas beben alcohol en situaciones específicas asociadas con el festejo, las celebraciones y la interacción social natural. Por ello, se vuelve importante que sean los padres y los adultos cercanos los que muestren un consumo moderado y responsable que jamás derive en la embriaguez.
2. No ser permisivos ni tolerantes ante el consumo de menores. Por muy común que sea el uso de alcohol en nuestra cultura es un hecho científico que los menores no deben beber alcohol y mucho menos el que sean los padres los que permitan y toleren esta situación. Tanto niños como jóvenes son más sensibles a los efectos del alcohol y más vulnerables a involucrarse en situaciones peligrosas debido a que por lo general los adolescentes no preveen riesgos. Además, se ha comprobado que entre más temprano se inicien en el consumo más propenso serán a tener problemas con la bebida.
3. Fije normas y límites. ¡Cumpla su palabra! Cuando un niño o un adolescente no tiene normas claras es casi un hecho que opte por beber a la primera manifestación de presión social o curiosidad. Establezca normativas precisas sobre el consumo de alcohol: “los adolescentes no deben beber”, “no se debe conducir si se ha tomado”. Es muy importante que establezca sanciones y que nunca las suspenda o disminuya.
4. Fomentar la responsabilidad. Si uno como padre ha decidido beber, debemos ser los primeros en ser responsables. El alcohol en sí no es malo, lo que resulta inconsciente es el uso inapropiado. Nuestros hijos deben saber esa diferencia; deben saber que existen personas que como ellos no deberían beber: el alcohólico, los hipersensibles al alcohol, las mujeres embarazadas, los enfermos, los que manejan, los que están trabajando. Si los hijos ven que sus padres abusan del alcohol ellos repetirán la conducta. Los hijos deben ver en sus padres un modelo responsable y digno de imitar.
5. Hablar y conocer. Para cualquier acercamiento sincero es importante el diálogo y la comunicación con los jóvenes. Es fundamental establecer empatía mostrando interés por su mundo y su persona. La comunicación profunda permitirá a los padres conocer y descubrir los problemas personales, familiares o sociales que mueven en el fondo a sus hijos al consumo y abuso del alcohol.
6. Diga no a los sermones. La edad ideal para hablar sobre el alcohol, no es después del primer consumo o abuso. Los especialistas recomiendan hacerlo entre los 8 y los 11 años; edad en la que aún no manifiestan la rebeldía del adolescente que busca ser independiente, pero ya cuentan con la suficiente madurez para comprender. Se recomienda hablar en periodos cortos y oportunos; al otro día en que el chico bebió, nunca cuando esté bebido. Hable claro y exponga siempre los riesgos y las posibles consecuencias. Para una buena comunicación, aprenda a escuchar y dar un ejemplo o testimonio que refuerce lo dicho.
7. Cariño e interés. En cierto momento de su desarrollo, tanto niños como jóvenes se sienten solos y buscan en sus pares el afecto, la estima y la atención que no encuentran en casa.
8. Ofrecerles información objetiva. Los jóvenes particularmente rehuyen a las actitudes autoritarias y moralistas, tienden a desconfiar de los adultos que les brindan información distorsionada, que sataniza conductas o exagera los peligros. ¡Cuide muy bien lo que les diga!
Su contacto con los medios de comunicación, otros jóvenes y adultos hace que no se crean todo contenido o información que reciban. En la medida que sean motivados a ser autogestivos, a usar su creatividad e imaginación buscarán definir su problemática e identificar soluciones.
Si aún está a tiempo, hable con sus pequeños y adolescentes sobre el alcohol. Si ya han decidido beber, recuerde: nunca es tarde para hacerlo responsablemente. No arriesgue a su familia, mejor arriésguese por una buena comunicación.
Dónde acudir
Para mayor información te invitamos a consultar los servicios informativos que ha desarrollado la Fundación de Investigaciones Sociales A. C (FISAC) en colaboración con la Cátedra FISAC-Anáhuac en comunicación para la responsabilidad en el consumo y la sana convivencia:
Portal:www.alcohlinformate.org.mx
Blog para padres: www.padres.alchlinformate.org.mx
Blog para jóvenes: www.jovenes.alcholinformate.org.mx
O solicitando en su escuela los Talleres Tipps para la promoción de la salud, la responsabilidad y moderación ante el consumo de bebidas con alcohol impartidos por FISAC: 5545-6388, 5545-7027, 5545-7216 y 5545-9981 en la ciudad de México
Puntos importantes a considerar
1: ¡Foco Rojo! ¿Cómo saber que se está rebasando el consumo responsable? · Deseo persistente por beber
· Tolerancia
· Incapacidad de control
· Emplean mucho tiempo para conseguir alcohol o recuperarse de sus efectos
· Reducción de actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo
· Uso continuado a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos causados por el consumo
2: Principales lugares de consumo en los menores
· Casa (34.88%)
· Casa de otras personas (26.92%)
· Restaurantes (10.97%)
· Bares o antros con licencia para expender alcohol (11.58%)
· Lugares sin licencia para expender alcohol (2.83%)
· En la calle (6.05%)
· En el trabajo (2.39%)
3: Situaciones que favorecen el inicio en el consumo de bebidas con alcohol
· Acontecimientos sociales
· Quince años
· El paso de la adolescencia a la adultez
· Bodas
· Partidos de futbol
· Conciertos
· Salida a antros
4: Tipps para una fiesta responsable
Con el fin de iniciar una cultura de responsabilidad ante el consumo en casa ofrecemos los siguientes consejos:
• Inicie las reuniones familiares ofreciendo bebidas sin alcohol: jugos de frutas, refrescos o agua. Piense también en los invitados que han elegido no ingerir bebidas con alcohol.
• Sus amigos y usted son el alma de la fiesta, las bebidas son un complemento.
• Organice juegos, baile, conversaciones sobre temas de interés.
• Para que su fiesta o reunión tenga un final feliz, recuerde que lo ideal es divertirse, no excederse.
• Ofrezca botanas al comenzar la fiesta, ya que el alimento hace que el alcohol llegue más lentamente a la corriente sanguínea.
• Beba despacio e intercale bebidas sin alcohol.
• Si está bebiendo para cambiar su estado de ánimo, ¡cuidado!
• Si alguien se emborracha en su casa, invítelo a que se quede a dormir, llévalo a su casa o pídela un taxi de sitio.
• Si alguien sufre una congestión alcohólica, llévelo a la institución hospitalaria más cercana, al área de urgencias, y procure que repose de costado, ya que podría vomitar y ahogarse.
5: ¿Por qué algunos jóvenes han decidido no beber alcohol?
En la Encuesta Nacional de Adicciones 2002, 64% de los menores -que confesaron que nunca habían bebido- mencionaron como causas: el que en su casa no se acostumbraba; por su religión; por miedo a tener problemas y porque no les llamaba la atención. Mientras que en el 36% restante se vio que -más allá de los modelos difundidos por los medios de comunicación y la presión social- es en la propia casa o en la de familiares y amigos donde se indujo a la prueba, ya sea porque era una conducta normal entre los miembros de la familia; los padres quisieron romper mitos, tabúes y “enseñar” que no tenía nada de mala; para superar la curiosidad o simplemente como una forma de iniciación o mostrar maduración a la sociedad.
6 ¿Por qué si lo tienen todo, los jóvenes quieren beber?
Durante las entrevistas realizadas, los jóvenes comentaron que consumen bebidas con alcohol: porque si no toman, no están en el mismo canal que sus amigos; por la presión social; por costumbre; porque si no serán vistos como los aburridos; por quedar bien con el novio/a; porque han sufrido violencia intrafamiliar; por presión escolar y la extrema exigencia de los padres; por sus problemas familiares y sociales.
“En México más de 3.5 millones de jóvenes entre los 12 y los 17 años se consideran actualmente bebedores” (Encuesta Nacional de Adicciones 2002)
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Fuente: Catholic.net
La Eucaristía nos prepara para ir al cielo / Autor: P. Antonio Rivero LC
El Cielo es nuestra patria.
En el día de la Ascensión, Cristo subió al Cielo para tomar posesión de su gloria y prepararnos un lugar. Con Él, la humanidad redimida podrá penetrar en el Cielo. Consciente de que el Cielo no nos está jamás cerrado, vivimos en la expectativa del día en que sus puertas se abrirán de para en par para que en él entremos. Esperanza esta que nos anima y por sí bastaría para obligarnos a llevar una vida cristiana digna y sobrellevar con paciencia todas las contrariedades con tal de alcanzar ese Cielo prometido.
Sin embargo, Cristo, como muestra de amor, para sostener esa esperanza del Cielo creó el lindo Cielo eucarístico, pues la Eucaristía es un Cielo anticipado. ¿Acaso en la Eucaristía no viene Jesús, bajando a la tierra y trayéndonos ese Cielo consigo? ¿Acaso donde está Jesús no está el Cielo? Si Jesús está sacramentalmente en la Eucaristía, trae consigo también el Cielo.
Su estado, aunque velado a nuestros sentidos exteriores, es un estado de gloria, de triunfo, de felicidad, exento de las miserias de la vida.
Al comulgar a Jesús en la Eucaristía, júbilo y gloria del Paraíso, recibimos igualmente el Cielo. Se nos da para mantener viva en nosotros el recuerdo de la verdadera patria y no desfallecer al pensar en ella. Se da y permanece corporalmente en nuestros corazones en cuanto subsisten las especies sacramentales. Una vez destruidas éstas, vuelve nuevamente al Cielo, pero permanece en nosotros por su gracia y por su presencia amorosa. Nos deja los efectos de su presencia: amor, pureza, fuerza, alegría y gozo.
¿Por qué es tan rápida su visita? Porque la condición indispensable a su presencia corporal resucitada está en la integridad de las Santas Especies.
Jesús, viniendo a nosotros en la Eucaristía, trae consigo los frutos y las flores del Paraíso. ¿Cuáles son éstas? Lo ignoro. No los podemos ver, pero sentimos su suave perfume.
¿Cuáles son los bienes celestes que nos vienen con Jesús, cuando lo recibimos en la Eucaristía?
En primer lugar, la gloria. Es verdad que la gloria de los Santos es una flor que sólo se abre ante el sol del Paraíso, gloria ésta que no nos es dada en la tierra. Pero recibimos el germen oculto, que la contiene toda entera, como la semilla que contiene la espiga. La Eucaristía deposita en nosotros el fermento de la resurrección, a causa de una gloria especial y más brillante que, sembrada en la carne corruptible, brotará sobre nuestro cuerpo resucitado e inmortal.
En segundo lugar, la felicidad. Nuestra alma, al entrar en el Cielo, se verá en plena posesión de la felicidad del propio Dios, sin miedo a perderla o de verla disminuir. ¿Y en la comunión no recibimos alguna parcelita de esa real felicidad? No nos es dada en su totalidad, pues entonces nos olvidaríamos del Cielo. Pero, ¡cuánta paz, cuánta dulce alegría no acompaña en la comunión! Cuanto más el alma se desapega de las afecciones terrenas, tanto más ha de disfrutar de esa felicidad al punto de que el mismo cuerpo se resiente y desea ya el Cielo. Es aquello de santa Teresa: “Muero porque no muero”.
En tercer lugar, el poder. Quien comulga tiene la fuerza divina para enfrentar todos los problemas y situaciones difíciles de aquí abajo. El águila para enseñar a sus crías a volar hasta las alturas les presenta la comida y se coloca arriba de ellos, elevándose siempre más y más a medida que sus crías se acercan, hasta hacerlos subir insensiblemente a los astros.
Así también hace Jesús, Águila divina. Viene a nuestro encuentro, trayéndonos el alimento que necesitamos. Y luego en seguida se eleva, invitándonos a seguir el vuelo. Nos llena de dulzura para hacernos desear la felicidad celestial y nos conquista con la idea del Cielo.
En la Comunión, por tanto, tenemos la preparación para el Cielo. ¡Qué grande será la gracia de morir después de haber recibido el Santo Viático! Poder partir bien reconfortados para este último viaje.
Pidamos muchas veces esta gracia para nosotros. El Santo Viático, recibido al morir, será la prenda de nuestra felicidad eterna. Llegaremos a los pies del Trono de Dios. Y allí disfrutaremos eternamente de la presencia y del amor de Dios. Que eso es el Cielo.
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Fuente: Catholic.net
En el día de la Ascensión, Cristo subió al Cielo para tomar posesión de su gloria y prepararnos un lugar. Con Él, la humanidad redimida podrá penetrar en el Cielo. Consciente de que el Cielo no nos está jamás cerrado, vivimos en la expectativa del día en que sus puertas se abrirán de para en par para que en él entremos. Esperanza esta que nos anima y por sí bastaría para obligarnos a llevar una vida cristiana digna y sobrellevar con paciencia todas las contrariedades con tal de alcanzar ese Cielo prometido.
Sin embargo, Cristo, como muestra de amor, para sostener esa esperanza del Cielo creó el lindo Cielo eucarístico, pues la Eucaristía es un Cielo anticipado. ¿Acaso en la Eucaristía no viene Jesús, bajando a la tierra y trayéndonos ese Cielo consigo? ¿Acaso donde está Jesús no está el Cielo? Si Jesús está sacramentalmente en la Eucaristía, trae consigo también el Cielo.
Su estado, aunque velado a nuestros sentidos exteriores, es un estado de gloria, de triunfo, de felicidad, exento de las miserias de la vida.
Al comulgar a Jesús en la Eucaristía, júbilo y gloria del Paraíso, recibimos igualmente el Cielo. Se nos da para mantener viva en nosotros el recuerdo de la verdadera patria y no desfallecer al pensar en ella. Se da y permanece corporalmente en nuestros corazones en cuanto subsisten las especies sacramentales. Una vez destruidas éstas, vuelve nuevamente al Cielo, pero permanece en nosotros por su gracia y por su presencia amorosa. Nos deja los efectos de su presencia: amor, pureza, fuerza, alegría y gozo.
¿Por qué es tan rápida su visita? Porque la condición indispensable a su presencia corporal resucitada está en la integridad de las Santas Especies.
Jesús, viniendo a nosotros en la Eucaristía, trae consigo los frutos y las flores del Paraíso. ¿Cuáles son éstas? Lo ignoro. No los podemos ver, pero sentimos su suave perfume.
¿Cuáles son los bienes celestes que nos vienen con Jesús, cuando lo recibimos en la Eucaristía?
En primer lugar, la gloria. Es verdad que la gloria de los Santos es una flor que sólo se abre ante el sol del Paraíso, gloria ésta que no nos es dada en la tierra. Pero recibimos el germen oculto, que la contiene toda entera, como la semilla que contiene la espiga. La Eucaristía deposita en nosotros el fermento de la resurrección, a causa de una gloria especial y más brillante que, sembrada en la carne corruptible, brotará sobre nuestro cuerpo resucitado e inmortal.
En segundo lugar, la felicidad. Nuestra alma, al entrar en el Cielo, se verá en plena posesión de la felicidad del propio Dios, sin miedo a perderla o de verla disminuir. ¿Y en la comunión no recibimos alguna parcelita de esa real felicidad? No nos es dada en su totalidad, pues entonces nos olvidaríamos del Cielo. Pero, ¡cuánta paz, cuánta dulce alegría no acompaña en la comunión! Cuanto más el alma se desapega de las afecciones terrenas, tanto más ha de disfrutar de esa felicidad al punto de que el mismo cuerpo se resiente y desea ya el Cielo. Es aquello de santa Teresa: “Muero porque no muero”.
En tercer lugar, el poder. Quien comulga tiene la fuerza divina para enfrentar todos los problemas y situaciones difíciles de aquí abajo. El águila para enseñar a sus crías a volar hasta las alturas les presenta la comida y se coloca arriba de ellos, elevándose siempre más y más a medida que sus crías se acercan, hasta hacerlos subir insensiblemente a los astros.
Así también hace Jesús, Águila divina. Viene a nuestro encuentro, trayéndonos el alimento que necesitamos. Y luego en seguida se eleva, invitándonos a seguir el vuelo. Nos llena de dulzura para hacernos desear la felicidad celestial y nos conquista con la idea del Cielo.
En la Comunión, por tanto, tenemos la preparación para el Cielo. ¡Qué grande será la gracia de morir después de haber recibido el Santo Viático! Poder partir bien reconfortados para este último viaje.
Pidamos muchas veces esta gracia para nosotros. El Santo Viático, recibido al morir, será la prenda de nuestra felicidad eterna. Llegaremos a los pies del Trono de Dios. Y allí disfrutaremos eternamente de la presencia y del amor de Dios. Que eso es el Cielo.
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Fuente: Catholic.net
La belleza / Autor: P. Antonio Rivero
En la buena filosofía estudiamos que todo ser, por el hecho de existir, tiene cuatro propiedades ínsitas: unidad, verdad, bondad y belleza.
1. Definición y tipos de belleza
El vocablo belleza deriva del término latino “bellus”, bonito (que a su vez, procede de bonus, bueno). Desde antiguo se destacó la dificultad que entraña dar una definición de este concepto. Platón se propuso en su diálogo “Hipias major” determinar qué es la belleza en sí misma: aquello que hace bellas a las cosas que se nos manifiestan como tales.
Se han dado muchas definiciones: Bello es lo que visto (y no sólo lo conocido), agrada (Santo Tomás). La belleza es el esplendor del orden (San Agustín). Es el esplendor de todas las propiedades del ser reunidos: unidad, verdad y bondad (Jacques Maritain). Belleza es luminosidad. Belleza es armonía. Belleza es orden.
La belleza es la hermosura interior que se refleja hacia fuera. No sólo está el gozo de la vista que contempla la belleza exterior y se recrea en sus líneas. La capacidad para descubrir la otra, la interior, indica una facultad más elevada, la de de ser exploradores de la intimidad ajena, lo que a la larga va a ser una valiosa adquisición o valor.
Hay tres tipos de belleza. Con un ejemplo te quedarán más claras. Era el mes de mayo. Soplaba aún un viento fresco, pero la primavera había llegado; así lo proclamaban las plantas, los árboles, el perfume de las flores y el gorjeo alegre de los pájaros. Entré en una inmensa catedral gótica, con sus rosetones maravillosos, con sus arcos de medio punto. De repente suena el órgano el Mesías de Haendel y sus potentes armonías se difunden por las anchas y altas naves. Quedé extasiado. En las naves laterales colgaban pinturas de Rafael y Miguel Ángel, que me trasportaban con su encanto. En esto, a diez metros delante de mí una madre tenía entre sus brazos a su hijo, a quien cada diez segundos le daba un profundo beso en la carita. Me acerco al altar. Comenzó la misa. Ya las primeras bancas estaban ocupadas. Me quedé en un costado de pie. Al rato llegó una pobre anciana, apoyada en un bastón. No había asiento. En esto un señor de unos cuarenta años se levanta y cede su asiento a la ancianita. Escucho atento el sermón del sacerdote y todo era claro, estructurado y brillante. Termina la misa y salgo a la calle. Todo olía a primavera. Y todavía rondaba en mi mente una pregunta: ¿qué es la belleza? Pero hoy me sentí enriquecido.
Ahora ya podemos definir los tipos de belleza.
a) La belleza natural: Es la belleza que se encuentra en las cosas de la naturaleza. Un paisaje, el vuelo de un pájaro, unas cataratas, unas montañas, el mar, unas nubes, etc. Su fuerza radica en entrar por los ojos, en ser rotundo a la hora de mostrarse. Esta belleza natural es fuente de agrado y complacencia para los sentidos exteriores. Va de fuera para adentro. Me enriquece. Me ennoblece.
b) La belleza artística, es decir, la plasmada en el arte: Es la belleza de un hermoso cuadro, un edificio, una escultura, una pintura, un discurso. El Renacimiento se encargó de transmitirnos un nuevo estilo de belleza basado en la armonía y el orden, canon que cambiará en los siglos XVII (Barroco) y XVIII (Ilustración y Neoclasicismo). Esta belleza artística quedará reflejada en las artes plásticas (arquitectura, escultura y pintura) y en las artes del movimiento (música, coreografía y poesía). También es una belleza que va de fuera para adentro. Nos exalta. Nos enriquece y ennoblece.
c) La belleza moral o interior: es el orden, el equilibrio, la bondad interior de la persona. Es el conjunto de unidad, verdad, bondad, espiritualidad en armonía, orden, proporción...que cada uno de nosotros tiene en su interior. Es la armonjía entre las acciones del hombre y el ideal de su vida (ideal que decide su vocación y su misión en la misma). Es la coherencia entre la conducta del hombre y la meta o ideal que persigue. Albert Einstein dijo: “La belleza reside en el corazón de quien la contempla”. Esta es la belleza en la que nos detendremos. Es la belleza que uno tiene dentro como fuente para saciar la sed propia y la de los demás. Llega a ser fuente de alegría constante, de gozo consolador, de encanto arrebatador. Genera amor y alegría renovada en quien la contempla y se beneficia de ella, en el trato con esa persona. Esta belleza interior se exterioriza en resplandores de bondad, veracidad, honestidad, coherencia, simplicidad, encanto, armonía, equilibrio. Por eso, una persona será bella interiormente en la medida en que viva y se alimenta de las otras cualidades del ser: unidad, verdad, bondad.
2. ¿Cómo llegar a descubrir nuestra belleza interior?
En la medida en que somos capaces de olvidarnos de nosotros mismos para interesarnos por los demás y sentimos la necesidad interior, acuciante, aunque serena, de contribuir con nuestra via y nuestras obras a hacer de este mundo un lugar mejor, más hermoso y gratificante para todos...en la medida en que dejemos de inquietarnos por las necesidades más bajas de supervivencia y de seguridad que se cubren de forma automática y nos elevemos sobre lo material, perecedero y terrenal, para entrar en el área inconmensurable, llena de luz y de esperanza del espíritu...en esa medida comenzaremos a apreciar en nuestro interior que tenemos verdad, bondad, espiritualidad y belleza, y las sentimos y vivimos con plenitud en lo más profundo de las estructuras que conforman nuestra mismidad.
Por tanto, esta belleza interior está en ti y es la unión de verdad, bondad, espiritualidad. Es un valor que se autogenera en todo aquel que sepa sentirla, vivirla, sintonizarla y crearla en su derredor. Hay que descubrirla, pues está en ti. Que no te pase que mueras sediento de sed, teniendo a tu lado esta fuente inagotable. Así lo expresaba Leon Bloy: “Hay una fuente al pie de todos aquellos que mueren de sed”.
Pero además, esta belleza interior se ha alimentado de esa belleza natural y artística y es un valor universal que se da en todos y que funde en abrazo espiritual y entusiasma por igual al fílósofo, al poeta, al campesino y al científico. Es el caso del místico san Juan de la cruz, o de san Francisco de Asís, que encuentran a Dios (el porqué de su existencia) en la candidez y belleza de los seres sencillos de la creación, o el caso de sabios como Einstein, anonadado y perplejo ante la maravillosa armonía que descubre en el Universo, o el caso de un sencillo labrador como san Isidro, que siente interiormente el pálpito de la belleza de los campos arados, de las mieses, de la lluvia, del sol y de la escarcha, y contemplándola se siente transportado en espíritu hacia su Creador. Gustavo Adolfo Bécquer diría: “El espectáculo de lo bello, en cualquier forma que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”. Por lo tanto, esta belleza interior se dará en quienes tengan los ojos limpios y el corazón desalojado de preocupaciones y saben abrirse a la belleza que encuentran a su alrededor, esparcida en la creación.
Esta belleza sentida en el interior como armonía que sintoniza con todo lo creado nos permite descubrir, además, un mundo trascendente que el hombre no es capaz de expresar en términos racionales y que los místicos y poetas se esfuerzan en hacerlo con imágenes poéticas, figuras retóricas, etc.
Pero, ¿por qué hay unos ciegos que no ven esta belleza interior? ¿Por qué otros son capaces de verla en lo más nimio? No hay camino para descubrir la belleza, sino que la belleza está precisamente en hacer el camino hacia el interior del espíritu. La mayoría de los humanos dejan la vida, pasan por la tierra poniendo su empeño en cubrir las necesidades primarias de alimento, pertenencia, aprecio y autoestima, y en su horizonte de miras apenas si han ido poco más allá de capacitarse para ejercer una profesión u oficio, conseguir un nivel socioeconómico aceptable y atesorar propiedades y riquezas con un doble fin: asegurarse unos años de vejez libres de preocupaciones económicas y dejar en herencia a los hijos la seguridad de un patrimonio que alivie las dificultades que la vida pueda depararles. Después, esperar que la muerte llegue lo más tarde posible, y estar orgullosos de haber hecho algo en la vida.
Hasta aquí, todo perfecto, y es digna de elogio la conducta de quienes así programan y realizan la propia existencia. Sin embargo, aquellos, demasiado pocos, por desgracia, que amplían sus miradas hacia el horizonte sin límites de la plena realización de ser, adquieren la inapreciable virtud de convertir en bellos, maravillosos, deseables y dignos de disfrute hasta los momentos más prosaicos y simples de la propia existencia: una merienda en familia, un día de lluvia, el retraso del tren o del subte, el nacimiento de un nuevo hijo.
Los semblantes de estas personas son serenos, calmados, animosos firmes, pero orlados de ternura y de paz. En sus rostros reflejan la alegría, porque han hecho motivo de su existencia el disfrute del encanto y de la belleza que late a raudales en cada rincón de la naturaleza. Gustavo Flaubert dijo: “Si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas”. Hay que mirar un poco más allá de nuestras necesidades primarias, si queremos descubrir la alas de la belleza, percibir el perfume de la belleza, calentarnos con el resplandor de la belleza y saborear el gusto de la belleza.
Debe ser muy alentador y estimulante para los hombres saber que en cada uno de nosotros permanece la disponibilidad anímica y la predisposición a descubrir la armonía, el orden, el equilibrio y la belleza en todas las cosas de la creación, y que esa sintonía y hermandad con el Universo no es algo que se nos da, sino una riqueza insondable que permanece dentro de nosotros mismos y que sólo hemos de ocuparnos de sentirla, vivirla y disfrutarla.
3. ¿Cómo acrecentar y preservar esta belleza interior?
Necesitamos :
Ánimo equilibrado, mente serena y calma psicofísica. Lo contrario a ánimo perturbado, depresivo y exaltado, angustiado, violento, ansioso, apático, atormentado, esquizofrénico, paranoico, egoísta, vanidoso, orgulloso, pasional, sentimental, inestable, incoherente y mentiroso. Todo esto nos hace perder la belleza interior.
Cada día, antes de iniciar nuestra jornada, mientras nos vestimos y aseamos, debemos poner en orden nuestras ideas, afectos, sentimientos y propósitos, y barrera de nuestro corazón y de nuestra mente posibles residuos de pensamientos y sentimientos negativos de rencores, envidias, venganzas, resentimientos, antipatías y discordias, para dar paso a la armonía equilibradora y saludable del espíritu sereno, que viene acompañada de generosidad, optimismo, comprensión, perdón, actitud mental esperanzada, positiva y de servicio a los demás y predisposición a dejarse invadir por la incomparable belleza de las cosas más pequeñas, cotidianas y aparentemente insignificantes y triviales.
En vano se pretende restablecer el equilibrio perdido y llenar los vacíos del espíritu con honores, posesiones, fama y atesoramiento de bienes materiales, porque la verdadera felicidad es consecuencia de esa armonía interna y equilibradora en cuanto síntesis de bondad, verdad, espiritualidad y belleza, la belleza que es disfrute y gozo en lo cotidiano, vivido y sentido con plenitud del ser.
Albert Einstein dijo: “Los ideales que han iluminado mi camino, y una y otra vez me han infundido valor para enfrentarme a la vida con ánimo, han sido la bondad, la belleza y la verdad”.
Y Rousseau: “Si quitaseis de nuestros corazones el amor a la bello, nos quitaríais el encanto de vivir”.
Y Maurois: “Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Una persona amada, una canción, una poesía, un recuerdo hermoso, una vivencia pasada...
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Fuente: Catholic.net
1. Definición y tipos de belleza
El vocablo belleza deriva del término latino “bellus”, bonito (que a su vez, procede de bonus, bueno). Desde antiguo se destacó la dificultad que entraña dar una definición de este concepto. Platón se propuso en su diálogo “Hipias major” determinar qué es la belleza en sí misma: aquello que hace bellas a las cosas que se nos manifiestan como tales.
Se han dado muchas definiciones: Bello es lo que visto (y no sólo lo conocido), agrada (Santo Tomás). La belleza es el esplendor del orden (San Agustín). Es el esplendor de todas las propiedades del ser reunidos: unidad, verdad y bondad (Jacques Maritain). Belleza es luminosidad. Belleza es armonía. Belleza es orden.
La belleza es la hermosura interior que se refleja hacia fuera. No sólo está el gozo de la vista que contempla la belleza exterior y se recrea en sus líneas. La capacidad para descubrir la otra, la interior, indica una facultad más elevada, la de de ser exploradores de la intimidad ajena, lo que a la larga va a ser una valiosa adquisición o valor.
Hay tres tipos de belleza. Con un ejemplo te quedarán más claras. Era el mes de mayo. Soplaba aún un viento fresco, pero la primavera había llegado; así lo proclamaban las plantas, los árboles, el perfume de las flores y el gorjeo alegre de los pájaros. Entré en una inmensa catedral gótica, con sus rosetones maravillosos, con sus arcos de medio punto. De repente suena el órgano el Mesías de Haendel y sus potentes armonías se difunden por las anchas y altas naves. Quedé extasiado. En las naves laterales colgaban pinturas de Rafael y Miguel Ángel, que me trasportaban con su encanto. En esto, a diez metros delante de mí una madre tenía entre sus brazos a su hijo, a quien cada diez segundos le daba un profundo beso en la carita. Me acerco al altar. Comenzó la misa. Ya las primeras bancas estaban ocupadas. Me quedé en un costado de pie. Al rato llegó una pobre anciana, apoyada en un bastón. No había asiento. En esto un señor de unos cuarenta años se levanta y cede su asiento a la ancianita. Escucho atento el sermón del sacerdote y todo era claro, estructurado y brillante. Termina la misa y salgo a la calle. Todo olía a primavera. Y todavía rondaba en mi mente una pregunta: ¿qué es la belleza? Pero hoy me sentí enriquecido.
Ahora ya podemos definir los tipos de belleza.
a) La belleza natural: Es la belleza que se encuentra en las cosas de la naturaleza. Un paisaje, el vuelo de un pájaro, unas cataratas, unas montañas, el mar, unas nubes, etc. Su fuerza radica en entrar por los ojos, en ser rotundo a la hora de mostrarse. Esta belleza natural es fuente de agrado y complacencia para los sentidos exteriores. Va de fuera para adentro. Me enriquece. Me ennoblece.
b) La belleza artística, es decir, la plasmada en el arte: Es la belleza de un hermoso cuadro, un edificio, una escultura, una pintura, un discurso. El Renacimiento se encargó de transmitirnos un nuevo estilo de belleza basado en la armonía y el orden, canon que cambiará en los siglos XVII (Barroco) y XVIII (Ilustración y Neoclasicismo). Esta belleza artística quedará reflejada en las artes plásticas (arquitectura, escultura y pintura) y en las artes del movimiento (música, coreografía y poesía). También es una belleza que va de fuera para adentro. Nos exalta. Nos enriquece y ennoblece.
c) La belleza moral o interior: es el orden, el equilibrio, la bondad interior de la persona. Es el conjunto de unidad, verdad, bondad, espiritualidad en armonía, orden, proporción...que cada uno de nosotros tiene en su interior. Es la armonjía entre las acciones del hombre y el ideal de su vida (ideal que decide su vocación y su misión en la misma). Es la coherencia entre la conducta del hombre y la meta o ideal que persigue. Albert Einstein dijo: “La belleza reside en el corazón de quien la contempla”. Esta es la belleza en la que nos detendremos. Es la belleza que uno tiene dentro como fuente para saciar la sed propia y la de los demás. Llega a ser fuente de alegría constante, de gozo consolador, de encanto arrebatador. Genera amor y alegría renovada en quien la contempla y se beneficia de ella, en el trato con esa persona. Esta belleza interior se exterioriza en resplandores de bondad, veracidad, honestidad, coherencia, simplicidad, encanto, armonía, equilibrio. Por eso, una persona será bella interiormente en la medida en que viva y se alimenta de las otras cualidades del ser: unidad, verdad, bondad.
2. ¿Cómo llegar a descubrir nuestra belleza interior?
En la medida en que somos capaces de olvidarnos de nosotros mismos para interesarnos por los demás y sentimos la necesidad interior, acuciante, aunque serena, de contribuir con nuestra via y nuestras obras a hacer de este mundo un lugar mejor, más hermoso y gratificante para todos...en la medida en que dejemos de inquietarnos por las necesidades más bajas de supervivencia y de seguridad que se cubren de forma automática y nos elevemos sobre lo material, perecedero y terrenal, para entrar en el área inconmensurable, llena de luz y de esperanza del espíritu...en esa medida comenzaremos a apreciar en nuestro interior que tenemos verdad, bondad, espiritualidad y belleza, y las sentimos y vivimos con plenitud en lo más profundo de las estructuras que conforman nuestra mismidad.
Por tanto, esta belleza interior está en ti y es la unión de verdad, bondad, espiritualidad. Es un valor que se autogenera en todo aquel que sepa sentirla, vivirla, sintonizarla y crearla en su derredor. Hay que descubrirla, pues está en ti. Que no te pase que mueras sediento de sed, teniendo a tu lado esta fuente inagotable. Así lo expresaba Leon Bloy: “Hay una fuente al pie de todos aquellos que mueren de sed”.
Pero además, esta belleza interior se ha alimentado de esa belleza natural y artística y es un valor universal que se da en todos y que funde en abrazo espiritual y entusiasma por igual al fílósofo, al poeta, al campesino y al científico. Es el caso del místico san Juan de la cruz, o de san Francisco de Asís, que encuentran a Dios (el porqué de su existencia) en la candidez y belleza de los seres sencillos de la creación, o el caso de sabios como Einstein, anonadado y perplejo ante la maravillosa armonía que descubre en el Universo, o el caso de un sencillo labrador como san Isidro, que siente interiormente el pálpito de la belleza de los campos arados, de las mieses, de la lluvia, del sol y de la escarcha, y contemplándola se siente transportado en espíritu hacia su Creador. Gustavo Adolfo Bécquer diría: “El espectáculo de lo bello, en cualquier forma que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”. Por lo tanto, esta belleza interior se dará en quienes tengan los ojos limpios y el corazón desalojado de preocupaciones y saben abrirse a la belleza que encuentran a su alrededor, esparcida en la creación.
Esta belleza sentida en el interior como armonía que sintoniza con todo lo creado nos permite descubrir, además, un mundo trascendente que el hombre no es capaz de expresar en términos racionales y que los místicos y poetas se esfuerzan en hacerlo con imágenes poéticas, figuras retóricas, etc.
Pero, ¿por qué hay unos ciegos que no ven esta belleza interior? ¿Por qué otros son capaces de verla en lo más nimio? No hay camino para descubrir la belleza, sino que la belleza está precisamente en hacer el camino hacia el interior del espíritu. La mayoría de los humanos dejan la vida, pasan por la tierra poniendo su empeño en cubrir las necesidades primarias de alimento, pertenencia, aprecio y autoestima, y en su horizonte de miras apenas si han ido poco más allá de capacitarse para ejercer una profesión u oficio, conseguir un nivel socioeconómico aceptable y atesorar propiedades y riquezas con un doble fin: asegurarse unos años de vejez libres de preocupaciones económicas y dejar en herencia a los hijos la seguridad de un patrimonio que alivie las dificultades que la vida pueda depararles. Después, esperar que la muerte llegue lo más tarde posible, y estar orgullosos de haber hecho algo en la vida.
Hasta aquí, todo perfecto, y es digna de elogio la conducta de quienes así programan y realizan la propia existencia. Sin embargo, aquellos, demasiado pocos, por desgracia, que amplían sus miradas hacia el horizonte sin límites de la plena realización de ser, adquieren la inapreciable virtud de convertir en bellos, maravillosos, deseables y dignos de disfrute hasta los momentos más prosaicos y simples de la propia existencia: una merienda en familia, un día de lluvia, el retraso del tren o del subte, el nacimiento de un nuevo hijo.
Los semblantes de estas personas son serenos, calmados, animosos firmes, pero orlados de ternura y de paz. En sus rostros reflejan la alegría, porque han hecho motivo de su existencia el disfrute del encanto y de la belleza que late a raudales en cada rincón de la naturaleza. Gustavo Flaubert dijo: “Si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas”. Hay que mirar un poco más allá de nuestras necesidades primarias, si queremos descubrir la alas de la belleza, percibir el perfume de la belleza, calentarnos con el resplandor de la belleza y saborear el gusto de la belleza.
Debe ser muy alentador y estimulante para los hombres saber que en cada uno de nosotros permanece la disponibilidad anímica y la predisposición a descubrir la armonía, el orden, el equilibrio y la belleza en todas las cosas de la creación, y que esa sintonía y hermandad con el Universo no es algo que se nos da, sino una riqueza insondable que permanece dentro de nosotros mismos y que sólo hemos de ocuparnos de sentirla, vivirla y disfrutarla.
3. ¿Cómo acrecentar y preservar esta belleza interior?
Necesitamos :
Ánimo equilibrado, mente serena y calma psicofísica. Lo contrario a ánimo perturbado, depresivo y exaltado, angustiado, violento, ansioso, apático, atormentado, esquizofrénico, paranoico, egoísta, vanidoso, orgulloso, pasional, sentimental, inestable, incoherente y mentiroso. Todo esto nos hace perder la belleza interior.
Cada día, antes de iniciar nuestra jornada, mientras nos vestimos y aseamos, debemos poner en orden nuestras ideas, afectos, sentimientos y propósitos, y barrera de nuestro corazón y de nuestra mente posibles residuos de pensamientos y sentimientos negativos de rencores, envidias, venganzas, resentimientos, antipatías y discordias, para dar paso a la armonía equilibradora y saludable del espíritu sereno, que viene acompañada de generosidad, optimismo, comprensión, perdón, actitud mental esperanzada, positiva y de servicio a los demás y predisposición a dejarse invadir por la incomparable belleza de las cosas más pequeñas, cotidianas y aparentemente insignificantes y triviales.
En vano se pretende restablecer el equilibrio perdido y llenar los vacíos del espíritu con honores, posesiones, fama y atesoramiento de bienes materiales, porque la verdadera felicidad es consecuencia de esa armonía interna y equilibradora en cuanto síntesis de bondad, verdad, espiritualidad y belleza, la belleza que es disfrute y gozo en lo cotidiano, vivido y sentido con plenitud del ser.
Albert Einstein dijo: “Los ideales que han iluminado mi camino, y una y otra vez me han infundido valor para enfrentarme a la vida con ánimo, han sido la bondad, la belleza y la verdad”.
Y Rousseau: “Si quitaseis de nuestros corazones el amor a la bello, nos quitaríais el encanto de vivir”.
Y Maurois: “Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Una persona amada, una canción, una poesía, un recuerdo hermoso, una vivencia pasada...
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Fuente: Catholic.net
Testimonio de una ex prostituta conversa: "Algunas jóvenes vienen a mi puerta hasta sin dientes"
Una ex prostituta, Linda Watson, conversa, se encontró personalmente con Juan Pablo II para pedirle que rezase por ella y por su trabajo a favor de otras
mujeres que quieren abandonar el comercio sexual.
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Cuando Linda Watson se encontró con el Santo Padre se acordó del relato del Evangelio sobre la mujer de mala reputación que encontró a Cristo. «No podía creer que estuviera realmente frente a él», reconoció Watson a Zenit tras la audiencia con el Papa. «Ha sido verdaderamente extraordinario», declaró. «Empecé a decir en polaco, mi segunda lengua, “¡Padre Santo mío!”. ¡La experiencia ha sido entusiasmante, pero a la vez de gran humildad!»
Linda Watson pudo dejar las calles después de 20 años para convertirse y, con ayuda de su arzobispo, levantar casas para mujeres deseosas de salir de ese tipo de vida.
Se cuenta entre las principales promotoras de la campaña contra la legalización de la prostitución en su país, Australia, y fue elegida en 2003 en la nación como «la mujer más inspiradora del año». La propia Watson relata su implicación en las redes de la prostitución: «Tuve una vida difícil como madre soltera con tres hijos, cada uno de los cuales no tenía más que el suelo para dormir. Así que, cuando una mujer de apariencia pudiente me tocó en el hombro en el salón de té de mi humilde oficina y me dijo que podía ganar 2.000 dólares a la semana, me vi muy tentada».
La mujer en cuestión intentaba convencerla haciéndole ver la posibilidad de limitarse a una prueba de dos meses. «Nadie lo sabría y después podría dejarlo», le aseguró. En poco tiempo Watson se dio cuenta de la verdad, pero ya era demasiado tarde: «Tan pronto como empiezas, pierdes tu dignidad. Estás vendida. Mi primer cliente era directivo de alto nivel de los medios e inmediatamente fue como si hubiera sido vendida como un trozo de carne a todos sus millonarios».
En seguida, la situación pasó a estar «fuera de control». El dinero y la manipulación «eran un tipo de red de seguridad que te ponen alrededor y si intentas dejarlo para empezar una nueva vida no tienes dónde ir para recuperar el respeto y reconstruir una vida».
Dejarlo parecía imposible hasta que «invoqué a Dios en su corazón por pura desesperación. Fue el día en que murió la princesa Diana de Gales. Por primera vez me di cuenta verdaderamente de que la riqueza y el poder no eran la respuesta a todo. Ciertamente, a ella no le habían salvado la vida».
Linda decidió buscar trabajo, pero nadie la contrataba. Entonces sintió que Dios le había dado la misión de salvar a otras mujeres atrapadas, pero una vez más nadie se mostró dispuesto a ayudarla. «No sé cuántos me rechazaron, hasta que llegué a la puerta de la oficina del arzobispo católico. Él percibió mi visión de futuro».
Fr. Barry Hickey, arzobispo de Perth (Australia), relató a Zenit que antes de encontrar a Linda no sabía cómo desbaratar la industria del comercio sexual. «Sabía que enviar a un asistente social normal en el terreno no llevaría casi a nada. Necesitaba alguien que conociera la actividad desde dentro. Y ella fue mi ángel de la esperanza».
Así comenzaron las casas de recuperación «Linda’s Houses of Hope», para proporcionar refugio, asesoramiento y protección. “Algunas de las jóvenes vienen a mi puerta hasta sin dientes –revela Linda-. Algunos hombres les hacen saltar los dientes a golpes, así que debemos ocuparnos de atender todos estos aspectos”.
A la vista de la difusión de la violencia y de las drogas, Watson se irrita al oír a políticos que tratan de sacar adelante proyectos de ley para legalizar la prostitución. “Están tan destruidas que están como muertas, a modo de “muertos vivientes”. Si la gente viera esto nunca querría la legalización”.
«La prostitución te destruye. No te estimas a ti misma y te parece que nadie podría amarte jamás». Ella preguntaría a los políticos: «¿Les gustaría que esto le ocurriera a sus hijas o hermanas?».
En su labor, Watson se ha inspirado en la Madre Teresa de Calcuta y en Juan Pablo II. Su vida actual no está exenta de peligros. Su éxito en exponer los abusos contra las mujeres le han ganado muchos enemigos. Con todo, Watson lo considera como una pequeña cruz que hay que ofrecer a lo largo del camino.
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Fuente Zenit
Sólo le pido al Señor que me dé fuerzas para cuidar a mi querida esposa hasta cuando Él quiera / Autor: Sotero Aguirrez
Me llamo Sotero Aguirrezabal y soy un joven de 80 años, de Durango de toda la vida. Joven emprendedor, fundé lo que en aquella época fue la imprenta del duranguesado. Se me podría definir como hombre activo, sensible y de “mala leche”.
Hace seis años mi vida cambió de forma radical por la enfermedad que contrajo mi querida esposa, el famoso alzheimer. Antes de continua, he de decir que ella también era muy activa y con carácter fuerte.
Dios ha querido que la enfermedad en mi mujer haya tenido una progresión rapidísima. En los últimos años, es cada vez más difícil oírle decir una palabra. Pensar en lo que era, te deja boquiabierto al comprobar lo que puede llegar a hacer una enfermedad. No sé si entiende las cosas que le digo.
En esta situación, cuando muy de vez en cuando y muy bajito oyes un gracias, solo te viene a la cabeza una idea: “gracias Dios mío por este detalle de cariño que has tenido conmigo”, y a continuación piensas que todo lo que has hecho ha valido la pena.
Vivo para mi mujer y su atención. Desde las siete de la mañana que me levanto hasta las 22,30 que me acuesto. Lo primero que hago es prepararle un zumo, que hay que dárselo ayudado de una jeringa; más tarde lavarle, darle cremas para que no se llague,.... y todo con muchísimo cariño.
Muchas veces, cuando voy a la farmacia o a hacer la compra me preguntan:
- ¿De dónde sacas las fuerzas para hacer todo esto?
Suele dar la casualidad de que vuelvo de oír Misa y les digo:
- ¿De dónde?, ¿sabes de dónde vengo? De Misa, pues de ahí saco la fuerza.
Cada mañana, al ofrecer el día al Señor le digo: todo esto te lo ofrezco, solo te pido ayuda para, en momentos de cansancio y tristeza, seguir adelante con fuerzas. Y así es mi día, cuidando a la persona que más quiero. Sería difícil contar las veces que a lo largo del día le repito al oído cuánto le quiero, aunque no sé si me escucha.
Los momentos que dedico a diario al trato con Dios en la oración y en la santa Misa, y al trato con santa María en el rezo del santo rosario, son de donde saco la fuerza para seguir adelante en los momentos de debilidad, que también los hay.
Sólo le pido al Señor que me dé fuerzas para cuidar a mi querida esposa hasta cuando Él quiera.
Hace seis años mi vida cambió de forma radical por la enfermedad que contrajo mi querida esposa, el famoso alzheimer. Antes de continua, he de decir que ella también era muy activa y con carácter fuerte.
Dios ha querido que la enfermedad en mi mujer haya tenido una progresión rapidísima. En los últimos años, es cada vez más difícil oírle decir una palabra. Pensar en lo que era, te deja boquiabierto al comprobar lo que puede llegar a hacer una enfermedad. No sé si entiende las cosas que le digo.
En esta situación, cuando muy de vez en cuando y muy bajito oyes un gracias, solo te viene a la cabeza una idea: “gracias Dios mío por este detalle de cariño que has tenido conmigo”, y a continuación piensas que todo lo que has hecho ha valido la pena.
Vivo para mi mujer y su atención. Desde las siete de la mañana que me levanto hasta las 22,30 que me acuesto. Lo primero que hago es prepararle un zumo, que hay que dárselo ayudado de una jeringa; más tarde lavarle, darle cremas para que no se llague,.... y todo con muchísimo cariño.
Muchas veces, cuando voy a la farmacia o a hacer la compra me preguntan:
- ¿De dónde sacas las fuerzas para hacer todo esto?
Suele dar la casualidad de que vuelvo de oír Misa y les digo:
- ¿De dónde?, ¿sabes de dónde vengo? De Misa, pues de ahí saco la fuerza.
Cada mañana, al ofrecer el día al Señor le digo: todo esto te lo ofrezco, solo te pido ayuda para, en momentos de cansancio y tristeza, seguir adelante con fuerzas. Y así es mi día, cuidando a la persona que más quiero. Sería difícil contar las veces que a lo largo del día le repito al oído cuánto le quiero, aunque no sé si me escucha.
Los momentos que dedico a diario al trato con Dios en la oración y en la santa Misa, y al trato con santa María en el rezo del santo rosario, son de donde saco la fuerza para seguir adelante en los momentos de debilidad, que también los hay.
Sólo le pido al Señor que me dé fuerzas para cuidar a mi querida esposa hasta cuando Él quiera.
Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría / Autor: P Idar Hidalgo
Cada día Dios, hasta hoy nos ha permitido despertar cada día, es decir abrimos los ojos, volvemos a la conciencia de estar en este mundo, al despertar se nos abren nuevamente los sentidos y podemos contemplar todas las maravillas que Dios nos da para que podamos ser felices.
Pero quizá no siempre ni todos los días despertamos al amor, porque nos quedamos enfrascados en los remordimientos, en los sufrimientos tanto del pasado como del futuro, o el miedo a lo que vendrá, pero la vida se nos da como el maná, solo para cada día.
Despertar cada día es tomar conciencia de ese presente, de ese instante en que somos amados por Dios, que nos ama con amor eterno, y descubrimos que todo es don de Dios, que todo es una caricia de su amor.
Despertar cada día es conectar nuestra alma a lo trascendente, conectarse con Él Absoluto que es Dios, y percibir lo relativo de la criatura, lo pasajero que es este mundo.
Despertar cada día es saber que estamos en el mundo pero que nos somos de este mundo, que estamos de viaje, que somos peregrinos, que somos forasteros en patria extraña.
Despertar cada día es conocer desde la fe mi pequeñez y la grandeza del amor de Dios.
Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría, porque realmente es un nuevo día con toda su grandeza con todo su esplendor, y en este nuevo día también despierta al amor, y descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo.
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Fuente: Catholic.net
Pero quizá no siempre ni todos los días despertamos al amor, porque nos quedamos enfrascados en los remordimientos, en los sufrimientos tanto del pasado como del futuro, o el miedo a lo que vendrá, pero la vida se nos da como el maná, solo para cada día.
Despertar cada día es tomar conciencia de ese presente, de ese instante en que somos amados por Dios, que nos ama con amor eterno, y descubrimos que todo es don de Dios, que todo es una caricia de su amor.
Despertar cada día es conectar nuestra alma a lo trascendente, conectarse con Él Absoluto que es Dios, y percibir lo relativo de la criatura, lo pasajero que es este mundo.
Despertar cada día es saber que estamos en el mundo pero que nos somos de este mundo, que estamos de viaje, que somos peregrinos, que somos forasteros en patria extraña.
Despertar cada día es conocer desde la fe mi pequeñez y la grandeza del amor de Dios.
Al empezar este nuevo día, estrénalo con alegría, porque realmente es un nuevo día con toda su grandeza con todo su esplendor, y en este nuevo día también despierta al amor, y descubre en todos los acontecimientos de las próximas horas la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo.
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Fuente: Catholic.net
domingo, 18 de noviembre de 2007
Oración al Corazón Divino de Jesús por un enfermo
Dulcísimo Jesús, que dijisteis:
"Yo soy la Resurrección y la Vida", que recibiendo y llevando en Vos nuestras enfermedades, curabas las dolencias de cuantos se te acercaban;
a Ti acudo para implorar de tu Divino Corazón a favor de los enfermos, suplicándote por intercesión de tu Santísima Madre, la bienaventurada siempre Virgen María, salud de los enfermos, quieras aliviar y sanar en la presente enfermedad a tu siervo. (por todos los enfermos)...., si es conveniente para su bien espiritual y el de mi alma.
Señor Jesús, que al funcionario real que te decía: "Venid, Señor, antes que mi hijo muera", le respondisteis: "Vete, tu hijo vive".
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que al ciego de Jericó, que sentado junto al camino te decía en alta voz: "Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí", le respondiste: "Recupera tu vista, tu fe te ha salvado", y al momento vio.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que diciendo : "Quiero, sé limpio", limpiaste al leproso, que te decía suplicante: "Señor, si quieres puedes limpiarme". Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio, hablando luego con admiración a las turbas el que antes era mudo.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que sanaste al enfermo que llevaba treinta y ocho años de su enfermedad, junto a la piscina de las ovejas, diciéndole: "Levántate, toma tu camilla y anda" y anduvo.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que delante del hijo muerto de la viuda de Naím, enternecido, dijiste a la madre: "No llores"; y tocando el féretro, añadiste: "Joven, a ti te digo, levántate"; entregándolo luego vivo a su madre.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que dijisteis: "Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados".
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que dijisteis: "En verdad, en verdad te digo, que todo cuanto pidieras al Padre, en mi Nombre, os lo dará".
Sanalo, Señor.
Omnipotente y sempiterno Dios, eterna salud de los que creen, escúchanos en bien de tus siervos enfermos, por quienes imploramos el auxilio de tu Misericordia; a fin de que recobrada la salud, te den en tu Iglesia ferviente acción de gracias. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.
"Yo soy la Resurrección y la Vida", que recibiendo y llevando en Vos nuestras enfermedades, curabas las dolencias de cuantos se te acercaban;
a Ti acudo para implorar de tu Divino Corazón a favor de los enfermos, suplicándote por intercesión de tu Santísima Madre, la bienaventurada siempre Virgen María, salud de los enfermos, quieras aliviar y sanar en la presente enfermedad a tu siervo. (por todos los enfermos)...., si es conveniente para su bien espiritual y el de mi alma.
Señor Jesús, que al funcionario real que te decía: "Venid, Señor, antes que mi hijo muera", le respondisteis: "Vete, tu hijo vive".
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que al ciego de Jericó, que sentado junto al camino te decía en alta voz: "Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí", le respondiste: "Recupera tu vista, tu fe te ha salvado", y al momento vio.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que diciendo : "Quiero, sé limpio", limpiaste al leproso, que te decía suplicante: "Señor, si quieres puedes limpiarme". Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio, hablando luego con admiración a las turbas el que antes era mudo.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que sanaste al enfermo que llevaba treinta y ocho años de su enfermedad, junto a la piscina de las ovejas, diciéndole: "Levántate, toma tu camilla y anda" y anduvo.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que delante del hijo muerto de la viuda de Naím, enternecido, dijiste a la madre: "No llores"; y tocando el féretro, añadiste: "Joven, a ti te digo, levántate"; entregándolo luego vivo a su madre.
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que dijisteis: "Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados".
Sanalo, Señor.
Señor Jesús, que dijisteis: "En verdad, en verdad te digo, que todo cuanto pidieras al Padre, en mi Nombre, os lo dará".
Sanalo, Señor.
Omnipotente y sempiterno Dios, eterna salud de los que creen, escúchanos en bien de tus siervos enfermos, por quienes imploramos el auxilio de tu Misericordia; a fin de que recobrada la salud, te den en tu Iglesia ferviente acción de gracias. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea.
Secarse las lágrimas del pasado / Autor: P. Pascual Soarin
Hay una canción preciosa de Juan Manuel Serrat que habla de una experiencia creo que común a toda persona con un poco de sensibilidad: la de la añoranza de los tiempos pasados, que de repente irrumpen en nuestra vida enganchados en pequeños detalles insignificantes, ante los cuales pasamos todos los días sin que nos digan nada, pero que un día, sin saber cómo ni porqué, son capaces de hacernos volver al pasado por unos instante y revivir unos momentos dulces que nunca volverán. Me permito el lujo de copiar algunos de esas estrofas tan simples como profundas y cargadas de vida:
“Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia,
pero su tren vendió boleto de ida vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas,
En un rincón, en un papel o en un cajón.
Son las que nos hacen llorar cuando nadie nos ve”.
¿Quien no ha sucumbido alguna vez ante un inesperado aroma que nos transporta a lo olores de nuestra niñez y juventud? ¿Quién no se ha emocionado alguna vez ante la letra o la música de una vieja canción que automáticamente nos hace pensar en los tiempos en los que no era tan vieja y a los momentos intensos bañados por ella? ¿O quien no se ha sorprendido abriendo una vieja caja de cartón o un viejo baúl, ante cien formas distintas de recuerdos prendidos en trozos de papel o de tela, en viejos juguetes, fotos o prendas de personas ya desaparecidas...?
Esta experiencia está cargada a la vez de una doble sensación: por una lado la recuperación agradable y placentera de un pasado, de unos momentos felices generalmente ligados a nuestra niñez o adolescencia, el agradecimiento por aquellos momentos y la constatación de que el tiempo transcurrido nos une a ellos.
No cabe la menor duda de que en un principio este suspiro del corazón pinta una leve sonrisa en nuestros labios, pero una sonrisa que es rápidamente apagada por la segunda y terrible experiencia, la de constatar que esos tiempos felices del pasado nunca volverán, la de caer en la cuenta de lo dramática y cruel que es la vida, que como un río incapaz de volver sobre su curso y abocado inexorablemente a morir en el mar del olvido, transcurre sin vuelta atrás.
Por un momento nos cautivó, nos dejó jugar de nuevo a ser niños, cerrar los ojos y viajar en el tiempo disfrutando del paisaje. Pero cuando los ojos se vuelven a abrir la realidad nos golpea con una agresividad brutal, pues ese viaje es sólo un espejismo que nos deja con lágrimas en los ojos y con el corazón lleno de melancolía.
He de confesar que durante mucho tiempo me hice el hombre duro y fuerte, incluso me atreví a dar consejo a aquel que sufría esta experiencia. Por mi trabajo me he visto abocado muchas veces a acompañar los momentos emocionalmente más intensos de la vida de las personas: el amanecer de una vida, el amor, la experiencia del dolor y de la muerte... Sólo cuando quedé al margen de esa “profesión” aparecieron en mi vida esos viejos fantasmas, caí en la cuenta de que el viejo Moisés también estaba en el desierto y de que él, al igual que su pueblo, también añoraba las cebollas de Egipto; tal vez no lo aparentara ni lo dijera, salvo en lo secreto de su oración, cuando a solas clamaba a Yahvé en lo alto de la montaña, sin dar pie a que su pueblo tuviera ni la más mínima sombra de sospecha de que su líder y jefe espiritual también suspiraba por el pasado como ellos. ¿Qué clase de líder sería? ¿Quién podría confiar en él?
Frente a esta experiencia también cabe dos opciones distintas que parecen claras: una sería la de tratar de volver atrás en el tiempo y si no es posible revivirlo, al menos intentar recuperar sus recuerdos creando otros nuevos lo más parecidos posibles. Sería algo así como dejar de caminar, buscar en el desierto el oasis o el paisaje que más recuerde a Egipto e instalarse en él para rehacer la vida.
La otra alternativa requiere algo de más fe, pues supone saber secarse las lágrimas del pasado, es más, convertirlas en lágrimas de agradecimiento, y seguir caminando únicamente apoyado en la promesa de una nueva tierra en la que no hay más garantía que una creencia y un camino que en si mismo está cargado de lecciones y de vida.
Parece claro que la única vía posible para recuperar la felicidad es la segunda, sin duda también la más difícil. Dejar pasar el tiempo de la tempestad es todo un arte que ha de hacerse con una entrega total, con absoluto abandono, lo cual no es difícil cuando nos vemos derrotados, hundidos, desesperados.
El sufrimiento sólo aparece mientras quedan restos de prepotencia en nosotros, mientras que nuestro orgullo no se ha agotado, pero cuando se ha llegado a este punto uno descubre misteriosamente que sólo queda la esperanza. Algunos se resisten a llamarla así y prefieren ver en este momento una proyección de nuestros sueños que no por consoladores son verdaderos, algo así como un autoengaño. Esa no es mi experiencia y es así que la ofrezco como un verdadero tesoro.
Si bien en nuestra vida hay problemas que nos llevan al fracaso, en nuestro espíritu no ocurre lo mismo y uno siempre puede abrirse a la dicha de ver como nuestros ojos se cierran mirando a lo alto, a un futuro en el que se cree por que se intuye, casi se palpa.
Moisés murió sin ver la tierra prometida pero consciente de que su pueblo entraría en ella y de que él también lo haría en el corazón de cada uno de sus hermanos. Es este un concepto precioso que en estos tiempos de individualismo no se valora lo suficiente. Me refiero al hecho de que somos PUEBLO, asamblea, de que nadie sufre ni goza solo y que el mayor de los desastres sobreviene cuando se trata de experimentar esta experiencia al margen de la familia en la que estamos entroncados, de los nuestros.
Ahora bien, qué hay cuando se entrega la vida sin sombra de futuro, cuando se cierra los ojos en el más absoluto de los fracasos. Dios no está ausente en esta experiencia. Cuando el desastre se escribe con mayúsculas y es definitivo todavía hay que guardarse una sonrisa para llevárnosla con nosotros, pues para Dios NADA hay que sea imposible. El que crea, que entregue su vida con confianza.
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Fuente: Catholic.net
“Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia,
pero su tren vendió boleto de ida vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas,
En un rincón, en un papel o en un cajón.
Son las que nos hacen llorar cuando nadie nos ve”.
¿Quien no ha sucumbido alguna vez ante un inesperado aroma que nos transporta a lo olores de nuestra niñez y juventud? ¿Quién no se ha emocionado alguna vez ante la letra o la música de una vieja canción que automáticamente nos hace pensar en los tiempos en los que no era tan vieja y a los momentos intensos bañados por ella? ¿O quien no se ha sorprendido abriendo una vieja caja de cartón o un viejo baúl, ante cien formas distintas de recuerdos prendidos en trozos de papel o de tela, en viejos juguetes, fotos o prendas de personas ya desaparecidas...?
Esta experiencia está cargada a la vez de una doble sensación: por una lado la recuperación agradable y placentera de un pasado, de unos momentos felices generalmente ligados a nuestra niñez o adolescencia, el agradecimiento por aquellos momentos y la constatación de que el tiempo transcurrido nos une a ellos.
No cabe la menor duda de que en un principio este suspiro del corazón pinta una leve sonrisa en nuestros labios, pero una sonrisa que es rápidamente apagada por la segunda y terrible experiencia, la de constatar que esos tiempos felices del pasado nunca volverán, la de caer en la cuenta de lo dramática y cruel que es la vida, que como un río incapaz de volver sobre su curso y abocado inexorablemente a morir en el mar del olvido, transcurre sin vuelta atrás.
Por un momento nos cautivó, nos dejó jugar de nuevo a ser niños, cerrar los ojos y viajar en el tiempo disfrutando del paisaje. Pero cuando los ojos se vuelven a abrir la realidad nos golpea con una agresividad brutal, pues ese viaje es sólo un espejismo que nos deja con lágrimas en los ojos y con el corazón lleno de melancolía.
He de confesar que durante mucho tiempo me hice el hombre duro y fuerte, incluso me atreví a dar consejo a aquel que sufría esta experiencia. Por mi trabajo me he visto abocado muchas veces a acompañar los momentos emocionalmente más intensos de la vida de las personas: el amanecer de una vida, el amor, la experiencia del dolor y de la muerte... Sólo cuando quedé al margen de esa “profesión” aparecieron en mi vida esos viejos fantasmas, caí en la cuenta de que el viejo Moisés también estaba en el desierto y de que él, al igual que su pueblo, también añoraba las cebollas de Egipto; tal vez no lo aparentara ni lo dijera, salvo en lo secreto de su oración, cuando a solas clamaba a Yahvé en lo alto de la montaña, sin dar pie a que su pueblo tuviera ni la más mínima sombra de sospecha de que su líder y jefe espiritual también suspiraba por el pasado como ellos. ¿Qué clase de líder sería? ¿Quién podría confiar en él?
Frente a esta experiencia también cabe dos opciones distintas que parecen claras: una sería la de tratar de volver atrás en el tiempo y si no es posible revivirlo, al menos intentar recuperar sus recuerdos creando otros nuevos lo más parecidos posibles. Sería algo así como dejar de caminar, buscar en el desierto el oasis o el paisaje que más recuerde a Egipto e instalarse en él para rehacer la vida.
La otra alternativa requiere algo de más fe, pues supone saber secarse las lágrimas del pasado, es más, convertirlas en lágrimas de agradecimiento, y seguir caminando únicamente apoyado en la promesa de una nueva tierra en la que no hay más garantía que una creencia y un camino que en si mismo está cargado de lecciones y de vida.
Parece claro que la única vía posible para recuperar la felicidad es la segunda, sin duda también la más difícil. Dejar pasar el tiempo de la tempestad es todo un arte que ha de hacerse con una entrega total, con absoluto abandono, lo cual no es difícil cuando nos vemos derrotados, hundidos, desesperados.
El sufrimiento sólo aparece mientras quedan restos de prepotencia en nosotros, mientras que nuestro orgullo no se ha agotado, pero cuando se ha llegado a este punto uno descubre misteriosamente que sólo queda la esperanza. Algunos se resisten a llamarla así y prefieren ver en este momento una proyección de nuestros sueños que no por consoladores son verdaderos, algo así como un autoengaño. Esa no es mi experiencia y es así que la ofrezco como un verdadero tesoro.
Si bien en nuestra vida hay problemas que nos llevan al fracaso, en nuestro espíritu no ocurre lo mismo y uno siempre puede abrirse a la dicha de ver como nuestros ojos se cierran mirando a lo alto, a un futuro en el que se cree por que se intuye, casi se palpa.
Moisés murió sin ver la tierra prometida pero consciente de que su pueblo entraría en ella y de que él también lo haría en el corazón de cada uno de sus hermanos. Es este un concepto precioso que en estos tiempos de individualismo no se valora lo suficiente. Me refiero al hecho de que somos PUEBLO, asamblea, de que nadie sufre ni goza solo y que el mayor de los desastres sobreviene cuando se trata de experimentar esta experiencia al margen de la familia en la que estamos entroncados, de los nuestros.
Ahora bien, qué hay cuando se entrega la vida sin sombra de futuro, cuando se cierra los ojos en el más absoluto de los fracasos. Dios no está ausente en esta experiencia. Cuando el desastre se escribe con mayúsculas y es definitivo todavía hay que guardarse una sonrisa para llevárnosla con nosotros, pues para Dios NADA hay que sea imposible. El que crea, que entregue su vida con confianza.
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Fuente: Catholic.net
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