1. Del Dios Padre Creador al Dios Comunidad Trinitaria: San Pablo cuando hace referencia a la humanidad del Hijo de Dios, trata a Dios como Padre de Nuestro Señor Jesucristo (Ef. 1,3) y Creador (Ef.1,4), al escogernos como hijos suyos, se ha hecho Padre de todos, que está por encima de todos y que actúa en todos (Ef. 4,6)
Cuando San Pablo nos habla de la naturaleza divina de Jesús nos afirma que es Dios: Jesús tiene el nombre que está por encima de todo nombre (Flp 2,6.10-11) y ese nombre es el Nombre de Dios, si el nombre para un judío indica la identidad de la persona y su misión estamos diciendo que Jesús es Dios que ha venido a Salvarnos (Is 35,4c; Cfr. 2Pe 1,1)
Sin duda el saludo inicial de la Eucaristía es el Credo de San Pablo en el Dios Trinitario: La gracia de Nuestro Señor JC, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros (2Co 13,13)
2. Jesucristo: Es el centro de toda la predicación paulina: Su predicación es ante todo el «kerigma» apostólico, Hch 2,22ss, proclamación de Cristo crucificado y resucitado conforme a las Escrituras, 1Co 2,2; 15,3-4; Ga 3,1. «Su» evangelio, Rm 2,16; 16,25, no es cosa suya; es el evangelio de la fe común, Ga 1,6-9; Ga 2,2; Col 1,5-7, sólo que con una aplicación especial a la conversión de los gentiles, Ga 1 16; 2 7-9, en la línea universalista inaugurada en Antioquía. Pablo se siente solidario de las tradiciones apostólicas; las cita cuando se le presenta la ocasión, 1Co 11,23-25; 15,3-7, las supone siempre, y ciertamente les debe mucho. Parece no haber visto en vida a Cristo, ver 2Co 5,16ss, pero conoce sus enseñanzas, 1Co 7 10s; 9 14. Además, es también un testigo directo, y su irresistible convicción se apoya en una experiencia personal: porque también él ha «visto» a Cristo, 1Co 9,1; 15,8. Ha sido favorecido con revelaciones y éxtasis, 2Co 12,1-4. Lo que ha recibido de la tradición, puede también atribuirlo y con entera verdad a las comunicaciones directas del Señor, Ga 1,12; 1Co 11,23.
Se ha querido atribuir estos fenómenos místicos a un temperamento exaltado y enfermizo. Pero sin fundamento alguno. La enfermedad que le detuvo en Galacia, Ga 4,13-15, sólo parece haber sido un ataque de paludismo; y «el aguijón de la carne», 2Co 12,7, pudo ser muy bien la oposición en el seno de sus comunidades. No era hombre imaginativo, a juzgar por las imágenes que emplea, pocas y corrientes: el estadio, 1Co 9,24-27; Flp 3 ,2-14; 2Tm 4,7s, el mar, Ef 4 14, la agricultura, 1Co 3 6-8, y la construcción, 1Co 3 10-17; Rm 15 20; Ef 2,20-22, dos temas que fácilmente asocia y combina, 1Co 3,9; Col 2,7; Ef 3,17; ver Col 2 ,9; Ef 4,16. Es más bien un cerebral. A un corazón ardiente se une en él una inteligencia lúcida, lógica, exigente, solícita por exponer la fe según las necesidades de sus oyentes. A esto se deben las admirables exposiciones teológicas de que rodea al Kerigma según las circunstancias. Cierto que esa lógica no es la nuestra. Pablo argumenta en ocasiones como rabino, según los métodos exegéticos recibidos de su ambiente y de su educación (por ejemplo, Ga 3,16; 4,21-31).Pero su genio hace saltar los límites de aquella herencia tradicional, y hace pasar una doctrina profunda a través de canales un tanto anticuados para nosotros.
Por otra parte, este semita también posee una cultura griega aceptable, recibida quizá desde su infancia en Tarso, enriquecida por reiterados contactos con el mundo grecorromano. Esta influencia se refleja en su modo de pensar lo mismo que en su lenguaje y en su estilo. Cita autores clásicos si la ocasión se presenta, 1Co 15 3, y conoce ciertamente la filosofía popular basada en el estoicismo. Debe a la «diatriba» cínico-estoica su estilo de razonamiento riguroso por medio de breves preguntas y respuestas, Rm 3,1-9.27-31, o sus amplificaciones por acumulación retórica, 2Co 6 4-10; y cuando por el contrario emplea frases largas y recargadas, donde las proposiciones se empujan en oleadas sucesivas, Ef 1,3-14; Col 1,9-20, puede también tener sus modelos en la literatura religiosa helenista. Maneja corrientemente el griego con pocos semitismos. Es el griego de su tiempo, la «koiné» elegante, pero sin pretensiones aticistas. Pues desprecia la afectación de la elocuencia humana y sólo quiere atribuir su fuerza de persuasión al poder de la Palabra de fe confirmada por los signos del Espíritu, 1Ts 1,5; 1Co 2,4s; 2Co 11,6; Rm 15,18.Incluso, a veces, su expresión es incorrecta e incompleta, 1Co 9,15, pues el molde del lenguaje resulta incapaz de contener la presión de un pensamiento demasiado rico o de emociones demasiado vivas.
Salvo raras excepciones, Flm 19, dicta, Rm 16,22, en la forma acostumbrada por los antiguos, contentándose con escribir el saludo final, 2Ts 3,17; Ga 6,11; 1Co 16, 21; Col 4 18; y si bien algunos fragmentos parecen fruto de una redacción largamente meditada, muchos otros producen la impresión de un primer impulso espontáneo y sin retoques. A pesar de estos defectos, o quizá precisamente por ellos, este estilo fogoso es de una densidad extraordinaria. Un pensamiento tan elevado, expresado de manera tan ardorosa, ofrece al lector más de una dificultad (2 P 3,16); pero también le ofrece textos cuyo vigor religioso y aun literario no tienen quizá igual en la historia de los epistolarios humanos.
San Pablo nos presenta a Jesús como el Hijo engendrado por Dios antes de toda la Creación (Col 1,15), que se hizo hombre para salvarnos, siendo mediador entre Dios y los hombres. Nos invita que seamos imitadores de Cristo, nos dejemos formatear por su Santo Espíritu para vivir la verdadera vida y libertad de los hijos de Dios.
La Carta a los hebreos nos presenta a un Cristo Sacerdote-Victima, su sacerdocio supera a los del Antiguo Testamento y es víctima propicia para el perdón de nuestros pecados, como Cordero siendo una vez y para siempre, no se repite dicho sacrificio. Los cristianos al estar configurados con Cristo como sacerdotes, profetas y reyes participamos de este sacerdocio de Jesús.
3. La Maternidad divina de María (Ga 4,4s): En el capítulo que San Pablo nos habla de la libertad de los hijos adoptivos de Dios nos hace un breve resumen de la Salvación, presentando a María como “la Mujer”.
San Pablo nos dice que Dios envió a su Hijo, nacido de mujer. En este momento Maria se convierte en la madre del Hijo de Dios que se hizo hombre.
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